martes, 6 de junio de 2017

Un nuevo tipo de ideal heroísmo: Todo lo que debes saber sobre “Wonder Woman”.





En una de las primeras secuencias de la recién estrenada película basada en el personaje de “Wonder Woman” (Patty Jenkins — 2017) la mítica isla de Themyscira se muestra en todo su esplendor: Entre la realidad y un mundo alternativo, el hogar de las Amazonas tiene una apariencia onírica, flotando en mitad de un mar sin nombre. No obstante, de inmediato la directora nos recuerda que no se trata de un lugar paradisiaco sino el origen de un raza de extraordinarias guerreras. La cámara observa los entrenamientos de las amazonas, los detalla y los muestra como un paisaje poderoso y temible. Cada una de ellas, encarna un tipo de fortaleza que va más allá de lo físico y que tiene una enorme relación con un tipo de valor mítico que domina la escena entera. Quizás se trate de la escena clave del film entero: Una visión sobre el poder desconocido, radiante y pleno que sin duda será el elemento más reconocible de la historia que conoceremos a continuación.

Por supuesto que el argumento de “Wonder Woman” no es otra cosa que un resumen pormenorizado sobre la historia de uno de los personajes más icónicos de la cultura popular. Princesa, Guerrera, alegoría de la paz y la justicia, hay mucho que decir sobre Diana de Themyscira, pero sobre todo, hay mucho que analizar sobre su figura en medio del mundo del cómic — acusado con tanta frecuencia como esencialmente masculino y machista — sino además, como parte de la noción sobre la mujer heroína de nuestra época.Wonder Woman, con toda su carga metafórica pero sobre todo, su específica cualidad como parte de una visión renovada del superhéroe tradicional, representa toda una nueva comprensión sobre un tipo de valor moral casi inocente. Como personaje, Diana Prince sintetiza todo tipo de concepciones sobre el bien y el mal. Como símbolo, la Amazona más poderosa trasciende las limitaciones de su origen anecdótico para alcanzar algo más valioso y estructural: la categoría de icono.

Y la directora Patty Jenkins lo sabe: de la misma manera que la Diana del cómic, el personaje cinematográfico atraviesa un camino del héroe dotado de profundo significado moral y una contundente comprensión sobre la identidad y el propósito. El personaje no sólo avanza a través de su propio trayecto íntimo — desde la niña que quiere ser guerrera hasta la joven mujer que lo logra — sino que además, asume un nítido y sentido deber con su sistema de creencias. El guión capta a la perfección la capacidad de Diana de construir una visión sobre sus principios tan sólida que puede enfrentarse al cinismo malogrado de un mundo golpeado por una guerra sangrienta. Una y otra vez, Diana representa el bien en estado puro y a la vez, un tipo de convicción sobre los ideales y la forma de comprender su fortaleza que sorprende por su sinceridad. De la misma manera que Superman — pero sin su callada resignación a responsabilidad análoga al poder — Diana supera los dolores y temores de la primera batalla y resurge con el espíritu intacto, llena de un optimismo conmovedor que supera con creces los torpes intentos de cualquier otra saga de explicar — y profundizar — en la heroicidad. Wonder Woman brilla por su mirada firme sobre lo que parece obvio pero sobre todo, en su análisis sobre la complejidad del espíritu humano y sus implicaciones más duras.
Pero ¿Es ese elemento de puro valor moral lo que hace a Wonder Woman tan importante dentro de la imaginería popular? ¿O se trata de algo más, lo que celebra y ensalza su importancia y poder para cautivar? Con toda seguridad, se trata de una mezcla de elementos que crean una mezcla singular y novedosa sobre la manera en que comprendemos al héroe y su importancia en nuestra época. Y Wonder Woman, tanto en el cómic, la mítica serie televisiva y su reciente encarnación cinematográfica, lo encarna mejor que cualquier otro personaje al uso.

El largo y complicado trayecto hacia el símbolo.
Durante 76 años, Wonder Woman ha sido parte esencial de la cultura popular de buena parte del planeta: no sólo por formar parte de la llamada “trinidad” de los héroes más importantes de DC Comics, sino por ser una de las pocas superhéroes más famosas por derecho propio. Más allá de su interpretación como objeto de consumo y pieza del mainstream, Wonder Woman posee un sustrato de esencial importancia que reflexiona sobre el poder interior desde una perspectiva siempre novedosa y que asombra por su frescura, a pesar del más de medio siglo que ha transcurrido desde su primera publicación. El personaje Wonder Woman, reconstruye la percepción sobre lo heroico y lo acerca mucho más a un motivo de enorme capacidad intelectual y espiritual, que a la mera fuerza física. Porque, aunque Wonder Woman tiene capacidades extraordinarias y sobrehumanas, lo que realmente sostiene su emblemático poder es su asombrosa noción de la justicia y lo virtuoso. Y no desde una perspectiva edulcorada, sermoneadora o mucho menos, culpabilizante. Wonder Woman es una personaje concebido desde la fortaleza y no el juicio moral que analiza el bien y el moral desde una concepción casi arcaica sobre el concepto. Una rara complejidad que convierte los conflictos morales y personales del personaje en un compleja alegoría sobre el tránsito del concepto de la bondad hacia algo más duro de analizar.

Claro está, no se trata de un hecho casual: Diana de Themyscira fue creada por el Dr. William Moulton Marston en 1941, un hombre con una singular historia personal que sin duda, fue la influencia directa de la intrigante complejidad de su personaje. Además de inventar la prueba del detector de mentiras — y ser reconocido como toda una autoridad en las investigaciones sobre las reacciones corporales al mentir — Marston tenía una atípica visión sobre el hombre y sus relaciones emocionales. Consideraba que el bien y el mal eran formas de temor y además, que el cinismo moderno había tergiversado la idea sobre la capacidad del hombre para la bondad hasta convertirla en un “mero servilismo moral”. Marston estaba obsesionado con el concepto de la justicia “no convencional” — el honor y los principios como una forma de fe — y llevó el extraño concepto a cada ámbito de su vida: vivía en una relación poliamorosa con dos mujeres (su esposa Elizabeth Holloway Marston y su amante Olive Byrne) y además, insistía en la comprensión de la verdad como la máxima forma de honor y homenaje al heroísmo.

En 1941, Marston fue invitado por National Periodicals y All-American Publications (la futura DC comics) para crear un personaje. El ofrecimiento incluía además, una enorme libertad creativa. Para Marston fue la oportunidad de oro para construir una alegoría sobre los particulares principios que profesaba. Por meses, trabajó acerca del concepto, apariencia física pero sobre todo, el sentido espiritual del personaje: para Marston era enorme importancia que su creación resumiera la idea de nuevo superhéroe que no necesitara sólo de la fuerza física para triunfar. Por consejo de su esposa, Marston decidió que el futuro héroe fuera mujer y además Amazona, basándose íntegramente en la mitología para sostener su contexto y referencias inmediatas. Además, decidió subvertir la idea de la mujer frágil y necesitada de ayuda — hasta entonces el único estereotipo femenino incluido en el mundo del cómic — para crear un nuevo tipo de heroína a la que definió en un artículo de The American Scholar como “insólita”. Para el autor, la idea de una “supermujer” incluía una rebelión evidente contra la estructura de la mujer de su época. Fascinado por las implicaciones de los movimientos sufragistas y feministas, Marsten utilizó la estatura moral de su personaje para reflexionar sobre las nociones sobre género de su generación. El resultado es un concepto tan novedoso que incluso sorprendió al veterano editor Max Gaines, quien le había encargado el proyecto. Al final, Wonder Woman se convirtió en emblema de algo más poderoso que su mera percepción como personaje femenino “ Tiene toda la fuerza de Superman, además el atractivo de un valiente y hermosa mujer. Una Guerrera que está convencida que el poder real de un superhéroe no proviene de su capacidad para golpear” explicó Marsten para la publicación The American Scholar. Como personaje, Wonder Woman es el reflejo de gran parte de la percepción del autor de una estructura moral basada en una escrupulosa honestidad, una obsesión que le permitió no sólo definir el mundo de Diana desde una compresión de la profundidad espiritual casi mitológica.

El valor y el poder del espíritu guerrero.
Wonder Woman apareció por primera vez en All Star Comics #8 (de diciembre de 1941)1 y con su alter-ego Diana Prince en el Sensation Comics #1 (de enero de 1942), ilustrada por el artista Harry G. Peter. Desde entonces, la Guerrera amazona ha sufrido todo tipo de transformaciones y sobre todo, se ha hecho cada vez más importante y significativa como expresión del bien y del mal. No obstante, el trayecto de Diana hasta convertirse en el icono de la cultura popular actual ha sido tan complejo como la concepción sobre la mujer que simbolizó desde sus orígenes. Desde su aparición como un evidente apoyo a la causa feminista, luego de la muerte de su creador, el personaje tuvo que enfrentarse al marcado conservadurismo en la política Posguerra estadounidense y sus limitaciones. El resultado fue un ataque directo contra la mujer que Wonder Woman representaba y sobre todo, su simbología más profunda: el personaje perdió sus poderes y cambió incluso su objetivo más inmediato. De enfrentar a la guerra — la maldad esencial, según Marsten — Diana Prince pasó a convertirse en un personaje romántico cuyo principal interés parecía ser el conquistar el corazón de su interés amoroso, el Capitán Steve Trevor. Eso, a pesar que su primer número (dibujado por Harry George Peter) Wonder Woman arremete contra las tropas Nazis y hace honor a los tradicionales ideales norteamericanos.

Durante toda la década de 1950, “Wonder Woman” perderá su capacidad para encarnar cualquier idea más allá de la percepción tradicional sobre la mujer de su época. Para editor Robert Kanigher, la figura independiente y poderosa de Diana contradice la percepción de la mujer de la década, por lo cual transforma al personaje en un simplificación casi anodina de sí misma. Para la 1960, ( y esta vez bajo la pluma y guión de Mike Sekowsky) Wonder Woman parece alcanzar el momento más duro de su dilatado trayecto por el mundo del cómic: el equipo de creativos dotan a las historias de una vistosa estética psicodélica y crean un universo romántico que despoja a Diana de sus últimos atributos como Amazona y super heroína. De pronto, Wonder Woman parece contradecir su versión original y el resultado es una ostensible pérdida de popularidad: de ocupar los primeros lugares de venta, desciende al puesto 47 de los títulos de DC.

El renacimiento de Diana llega con la década de los setenta y sobre todo, con el regreso del personaje a sus orígenes: gracias la exitosa serie de televisión protagonizada por la actriz Lynda Carter pero sobre todo al esfuerzo del célebre ilustrador George Pérez, el mundo del personaje retoma su fuerza original y su trascendencia. Diana recupera su identidad como Princesa de las Amazonas, su apariencia como guerrera y sobre todo, sus motivaciones feministas. El personaje se convierte de inmediato no sólo en ícono sino también, en un reflejo de su época y la complicada travesía de una comprensión más profunda sobre la identidad femenina. Diana recupera el sitial como alegoría sobre la honestidad y la justicia pero sobre todo, su enorme valor como metáfora sobre un tipo de inocente bondad que conserva hasta hoy.

Una guerrera para el futuro.
En la última escena de la película “Wonder Woman”, Diana de Themyscira mira por la ventana hacia una París radiante y melancólica. Han transcurrido casi cien años desde su llegada al mundo del hombre, pero la heroína mantiene intacta su fortaleza, inocencia e inquebrantable confianza en el poder de la justicia. Renacida para una nueva era, la heroína de casi seis generaciones de amantes del Cómic se eleva en un grácil salto hacia no sólo hacia otro capítulo de su singular historia, sino a un replanteamiento cada vez más profundo sobre lo esencial de su travesía hacia el mito cultural. Un nuevo paso hacia el futuro que le espera.

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