viernes, 6 de octubre de 2017
Una recomendación cada viernes: “Aniquilación” de Jeff VanderMeer.
En la novela “El corazón de las Tinieblas” Conrad analiza el viaje — físico y mental — de sus personajes hacia la oscuridad de la razón, el miedo y la locura. Lo hace además, desde los límites de la civilización, en un trayecto hórrido y doloroso que convierte el recorrido en una mirada hacia los sustratos más temibles de la naturaleza humana. Una u otra vez, este descenso a los infiernos ha sido reinterpretado en cientos de obras y nociones artísticas, en todo su simbolismo espeluznante y aterrador. El escritor Jeff VanderMeer lo hace desde la Ciencia Ficción, sólo que además añade un elemento inquietante de puro terror silencioso que brinda a la historia un intrincado cariz existencialista. Con la novela “Aniquilación” (primera de una inteligente trilogía que versa sobre el mismo cariz de las cosas), el escritor encuentra el equilibrio ideal entre el misterio, el terror y la osadía filosófica que sorprende por la belleza de su discurso y la capacidad para cautivar de lo que evoca. “Aniquilación” no sólo es una novela distópica sino una búsqueda ética, moral y espiritual que se adentra en lo perverso del miedo y crea un nuevo sustrato sobre la paranoia colectiva.
Para Jeff VanDermeer, la noción sobre la especulación científica se relaciona directamente con cierta perversión moral. De manera que combina ambas cosas en un lugar indeterminado y lúgubre que bautiza como “Área X”, parte de una Costa Silvestre afectada por un evento no determinado que se relaciona directamente con la percepción sobre una percepción sobre un misterio desastre inminente. La “Área X” es investigado por pequeñas expediciones que avanzan a través de este en apariencia Paraíso Virgen, para recabar datos pero también, interactuar con lo que les rodea. Uno tras otro, cada grupo de avanzada parece enfrentarse a todo tipo de dolores y amenazas biológicas. Nadie sabe exactamente qué ocurre, pero cada una de las avanzadillas científicas, ha sufrido todo tipo de percances: desde asesinatos en masa hasta rarísimos cuadros médicos, todos han muerto después del regreso. La nueva expedición lo sabe y VanderMeer asume esta serie de pequeñas vicisitudes inexplicables como un riesgo inquietante que no se define de inmediato y que de hecho, agrega capas de temor a la idea general sobre el proyecto científico en ciernes. Pero VanderMeer no pierde el tiempo en analizar la cuestión del miedo hacia lo desconocido desde la sencillez, sino que asimila el riesgo y lo convierte en contexto. Todo un logro argumental que hace más duro e irrespirable el ambiente de la novela.
Además, el escritor juega con la despersonalización: Los nuevos integrantes del equipo son cuatro mujeres sin nombre, sólo conocidas por sus disciplinas — topógrafo, antropólogo, psicólogo y biólogo — que tiene, como las anteriores expediciones, el deber de investigar el agresivo ecosistema que nació luego del desastre natural que se insinúa pero que no se explica con suficiente detalle. Para VanDermeer parece de enorme importancia, que su narrador — “biologo” — no sólo sea capaz de describir lo que le rodea sino además expresar la zozobra del grupo entero. Y lo hace a través de todo un ambiente inquietante en el que el miedo se manifiesta como una amenaza invisible y perdurable. Desde el primer acercamiento al ambiente hostil que deben analizar, es notorio que el grupo debe enfrentarse a la vez al terror que se esconde en medio de una jungla asfixiante y claustrofóbica, sino también a sus propios temores. Convertidos en observadoras, las cuatro protagonistas recorren el intrincado paisaje a través de cierta inquietud silenciosa, cada vez más temible y abrumadora. Como si al avanzar en medio de los terrores ocultos, también lo hicieran a través de su desconfianza mutua.
La historia parece por momentos abstractas, pero en realidad, es la manera en que VanderMeer construye una percepción aciaga sobre el peligro del medio en evidente relación con el contexto que rodea a sus personajes. Es una aventura dolorosa y tétrica, a mitad de camino entre una reflexión sociológica y un juego de espejos psicológicos en el que los personajes deben batallar contra una oscuridad tangible y dolorosa. Por supuesto, el “Área X” es un dominio preclaro y completo de la ficción fantástica. No hay un sólo lugar de este espacio remoto y agreste, son una mirada simbólica a una precisión sobre lo marginal de la historia, esa percepción periférica sobre el bien y el mal. Sobre el horror que se esconde entre las sombras. La Bióloga (audaz, intrépida, pragmática) guía al lector a través de un extraño recorrido a través de parajes temibles sin nombre ni descripción concreta. Hay detalles metaficcionales que convierten al personaje en una especie de reflejo del VanDermeer huraño y duro que describe la cultura popular, pero también es una justificación de su conducta arriesgada e intrigante. Tal vez, uno de los elementos más enigmáticos de la “bióloga” sobre su dureza, terquedad y capacidad para el asombro. Para la “biologa” la investigación es una visión personal, una búsqueda determinada a cierta experiencia íntima que expresa a través de la decisión definitiva de avanzar a través de un territorio inexplorado sin mirar atrás. “Tuve la sensación de que no sabía nada en absoluto — sobre la naturaleza, sobre los ecosistemas”, declara en un momento especialmente introspectivo en el que intenta explicar el motivo por el cual participa en una expedición sin garantías, explicaciones concretas o incluso, una meta definida. Para el autor, es esa percepción del desastre interno — el personaje atraviesa el desamor y el desarraigo desde cierta distancia amoral y parca — la que define el tono de lo que cuenta. Un enfoque despiadado físico y psicológico sobre los terrores ocultos sobre lo desconocido, la incertidumbre pero sobre todo, cómo comprendemos los espacios inexplorados de nuestra mente, nuestra angustia espiritual y un temor sin nombre, que habita y explora nuestra identidad. Hay una sutil y bien construida incorrección en el comportamiento de los personajes y su relación con el entorno que crea una percepción muy clara sobre lo simbólico de la novela. De pronto, el paisaje hostil es además un reflejo evidente de un temor duro de asimilar, una comprensión sutil sobre la violencia secreta de la naturaleza humana. Es entonces cuando la novela alcanza su punto más alto, con una comprensión durísima sobre el tiempo interior, la violencia del contexto y el miedo como percepción primaria de la identidad. Toda una visión metafórica sobre el hombre y su circunstancia que asombra por su contundencia.
Por supuesto, para VanderMeer, lo extraño y lo singular del “Área X” es sólo una excusa para analizar los entresijos de la oscuridad interior. Y lo hace con el buen uso de la prosa — por momentos dura, en otros momentos agobiante — y la mirada coral de un paisaje distópico que a la vez, carece de cualquier contexto temporal. Quizás por eso, la narración se hace más cruel, descarnada y tramposa a medida que avanza. El “Área X” se hace cada vez más complejo de comprender, violento y el peligro aumenta a medida que el grupo comprende que son rehenes en medio de ciclo canibal que irremediablemente les conduce a la muerte. “Nuestros instrumentos son inútiles, nuestra metodología rota, nuestras motivaciones egoístas” dice la bióloga pero no lo hace desde la duda, sino en la convicción que debe luchar y enfrentarse a una idea persistente sobre una amenaza abstracta. VanderMeer logra crear un escenario de ambiguo desastre en el que la ambición, el dolor, los juegos mentales se entremezclan con los peligros reales que rodean al grupo. Al final, se trata de un trampa gigantesca, una extrañísima versión del bien y el mal, un sufrimiento disimulado que avanzan hacia un lugar lejano, borroso y poco confiable. ¿Existimos o no existimos a través de lo que nos seduce, nos atemoriza y define? VanderMeer se niega a prodigarse en explicaciones y quizás, eso es lo que hace a “Aniquilación” una novela tan dura de asimilar, tan dolorosa de comprender y mucho más, de asumir como reflejo de la identidad colectiva. Un monstruo silencioso que acecha en la oscuridad.
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