viernes, 2 de marzo de 2018

Una recomendación cada viernes: “Red Sparrow” de Jason Matthews.





Durante buena parte de la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, John Le Carré fue el principal exponente de un género inusual dentro del suspense: el del espionaje. Muy lejos de la acrobacias intelectuales y físicas de folletín del James Bond de Ian Fleming, las novelas de Le Carré se destacaban por su tensión, fortaleza argumental y su intrincada inteligencia para narrar el submundo del intercambio de información secreta e intrigas internacionales que muy pronto, se convirtió en algo más una mera historia de aventuras. Pronto, fue obvio que el escritor — que trabajó para la agencia de inteligencia británica durante varios años — no sólo escribía sobre lo que sabía sino además, desde el privilegiado punto de vista de un narrador concienzudo. Un testigo de excepción desde las entrañas mismas de los organismos de espionaje que describía con tanto tino en sus complejas historias. Para cuando se publicó su tercera y más conocida novela “El espía que surgió del frío”, Le Carré se había en una referencia en las novelas de espionaje y en un escritor lo suficientemente sólido como para retirarse del mundo secreto en el que hasta entonces había trabajado para dedicarse a tiempo completo a la escritura. Le Carré diría después, que escribir sobre espías y las componendas que subyacen bajo el mundo del poder, le habían convertido en un observador obsesionado por el método y el miedo. Una combinación inusual que convirtió su obra en una extraña mezcla de suspenso, thriller psicológico y algo más enrevesado que asombra por su efectividad.

Por supuesto, no se trata de una experiencia única: Le Carré no fue el único espía decidido a contar los intríngulis de un mundo tan apasionado como caricaturizado. Desde John Buchan hasta Somerset Maugham, el género ha creado sus propias pautas, ideas y correlaciones que le convierten en un insólito híbrido de miradas sobre el miedo y las relaciones de poder. De Data más reciente, Stella Rimington — directora del MI5 de 1992 a 1996 — escribió una serie de novelas de espionaje de relativo éxito. Todas las aproximaciones del género parecen tener el mismo sentido y también la misma versión de la realidad: una búsqueda de justificación y comprensión de la manera en que se entreteje el bien y el mal político, bajo los infinitos entramados de poder que se relacionan como parte de un submundo cultural de cuya existencia apenas comienza a descubrirse a través de un rico Universo literario. No obstante, todas las aproximaciones al género parecen encontrarse al otro lado del Atlántico: hasta hace muy poco, ningún novelista americano— a excepción quizás de Charles Mccarry — había creado una novela de primera categoría para mostrar el mundo del espionaje desde el mismo punto de vista fastuoso y preciso de sus homólogos Europeos. Tal vez por ese motivo la novela “Red Sparrow” de Jason Matthews, se considere el primer acercamiento concreto al tema y sin duda, uno de los experimentos literarios más destacados sobre el género. Su primer acercamiento al mundo el espionaje norteamericano, sorprendió a crítica y público por su efectividad, pero además, demuestra que esa percepción del espionaje como centro efectivo de la ficción, tiene aún mucho que mostrar.

Como sus homólogos del viejo continente, Jason Matthews también es un veterano en el mundo del espionaje: durante 33 años trabajó como agente de la C.I.A y acuerdo a propias declaraciones “prestó servicios en múltiples lugares del extranjero y participó en la recopilación clandestina de información de seguridad nacional”. Todavía no está muy claro, como el detallado, asombrosamente minucioso e inteligente manuscrito de la novela “Red Sparrow”, con todas sus intrigantes implicaciones, logró pasar la censura natural de Langley, pero resulta notorio, que el texto no sólo es el reflejo de lo que ocurre detrás de los cuarteles generales de Virginia, sino además, del considerable conocimiento sobre espionaje de su autor. El resultado es una novela debut de sorprendente calidad, un tono sobrio y mesurado que brinda una atmósfera efectiva pero sobre todo, una eficaz mirada hacia esa noción sobre la información y el manejo del poder como una rama desconocida de cierta expresión de la política y la cultura estadounidense. Con toda su fastuosa visión sobre la aventura, el miedo y la violencia, “Red Sparrow” toma lo mejor de sus antecesoras y lo transforma en una visión moderna sobre un género inconcluso y en plena evolución, que desconcierta por su capacidad para cautivar pero sobre todo, su dureza argumental.

La historia de Mathews es una conclusión sobre el género de la novela de espionaje llevada a otra expresión y dimensión, pero además, es una percepción inteligente sobre la tensión del mundo secreto que sostiene una subcultura prácticamente desconocida. La trama enfrenta al ambicioso y recién reclutado espía Nathaniel Nash contra una experimentado agente de inteligencia Ruso Dominika Egorova, la célebre “Red Sparrow” conocida por su entrenamiento impecable y el hecho que hasta entonces, ha enfrentado misiones imposibles que la convierten en quizás el rostro visible del nuevo espionaje soviético. La historia a trazos amplios y bien construidos entre Moscú, Helsinki, Atenas y Washington y es notoria, la manera como Mathews toma elementos no sólo de la tensión argumental que Le Carré imprime a su conocida novela “Gente de Smiley”, así como la noción sobre el enfrentamiento entre dos nociones del mundo, que con tanto tino analizó y detalló Fleming en “From Russia With Love”. No obstante, la habilidad de Mathews como escritor convierte la novela en una noción mucho más profunda que un simple enfrentamiento entre caras opuestas del poder. “Red Sparrow” es una caracterización rápida y efectiva no sólo sobre los hechos y rudimentos políticos que sostienen el mundo del espionaje, sino también, una mirada estructural y consistente sobre la violencia amparada bajo la noción ideológica. La novela juega con los extremos y deja los matices para crear una tensión poderosa entre los personajes, que sostiene con asombroso tino el resto del argumento de la novela.

Claro está, Mathews también tiene un conocimiento extraordinario y profundo sobre el tema, lo que dota a los personajes de una singular dimensión intelectual y emocional. Además de las amplias y meticulosas descripciones sobre métodos de espionaje, disfraces, tecnología de punta y trucos levemente ilegales para la escucha y la batalla a la periferia entre agentes, “Red Sparrow” es un inteligente compendio de situaciones y escenas que crean una tensión impecable y una atmósfera de profunda reflexión sobre la identidad geográfica y cultural de las grandes potencias del mundo. EEUU se muestra brillante, anodino y un poco superficial, en contraposición a la implacable visión del autor sobre el mundo del espionaje postsoviético, decadente y apenas capaz de mantenerse en pie. El resultado es un reflejo del mundo Occidental en sus peores y mejores momentos, pero también de los atributos de poder envueltos y deconstruidos como símbolos de la sociedad, el tiempo y la contemporaneidad con un afilado sentido del sistema que crea un subtrama inesperado y de magnífica trascendencia.

Por supuesto, como toda novela debut “Red Sparrow” no es perfecta y de hecho, uno de sus errores es incluir situaciones y personajes de la actualidad de la última década sin la suficiente consistencia. Desde el presidente ruso Vladimir Putin hasta la forma de escoger los nombres de los personajes secundarios (Korchnoi, Ustinov, Delon tiene una cierta connotación e homenaje no demasiado logrado), la percepción de Mathews sobre la actualidad no parece ser tan certera y precisa como los rudimentos de su trama. Además, su decisión de terminar cada capítulo con una receta de cocina (sin otro motivo que al parecer rendir cierto tributo a Len Deighton) crea un notorio anticlimax que termina por desconcertar por repetición y por efecto acumulado

No obstante, se trata de fallas menores: la novela tiene una inteligentísima comprensión sobre la guerras seccionales dentro de la CIA, la burocracia en el espionaje pero sobre todo, la noción de humanizar al espía no como una pieza en mitad de un juego de intereses, sino como una símbolo de los estratagemas de poder en pleno desafío al status quo. Con sus agentes luchando desesperadamente por conservar, trasponer y trasvasar información sensible, hay una noción sobre la red de información y al plenitud de la estructura que se concentra en el hecho del enfrentamiento entre sistemas de inteligencia con gran efectividad. “Red Sparrow” ofrece una avanzada y profunda mirada que abarca drama así como el trabajo pesado de espionaje, pero también con especial interés, las relaciones entre sus personajes. Con su ritmo vertiginoso y su cualidad casi hipnótica para captar la atención, la novela asume toda su intención de reflejo cultural y lo transforma en algo más sigiloso, extravagante y entretenido. Quizás su mayor logro.

0 comentarios:

Publicar un comentario