lunes, 7 de mayo de 2018
Crónicas de la nerd entusiasta: ¿En que falla la serie “The Rain”, la nueva apuesta de Netflix en el género de terror y suspenso?
Se ha insistido en más de una ocasión: la televisión atraviesa una “etapa dorada” que ha convertido la pantalla chica en una nueva percepción sobre lo que la pantalla chica puede ofrecer como herramienta y reflejo de la cultura actual. En especial, para la cadena Netflix, la originalidad parece ser una premisa imprescindible al momento de comprender el futuro no sólo de la plataforma, sino también de la propuesta que presenta. Por ese motivo, la mayoría de sus recientes productos televisivos atraviesa una percepción sobre lo novedoso que puede ser o no significativo, si analizamos la forma como Netflix asume su oferta como productora de algo más que series y películas de género. Para la cadena es de enorme importancia, asumir el peso y la concepción de la llamada “Edad de Oro de la Televisión” como una nueva reflexión sobre lo televisivo como reflejo de la cultura pop pero también, como una ventana hacia lo que un nuevo lenguaje creativo puede ser. Entre ambas cosas, Netflix tomó la voluntaria decisión de crear y construir un nuevo lenguaje, una experiencia novedosa sobre lo que la pantalla chica puede ofrecer.
Por eso, los más recientes productos de Netflix son una mezcla entre lo originalidad y también un tipo de experimentación muy precisa. Desde “Dark” (2017) hasta el estreno mundial de “Aniquilación” (2018) de Alex Garland, Netflix se ha convertido en una ventana para el análisis de las nuevas tendencias pero sobre todo, una forma de romper el habitual esquema norteamericano como propuesta única. De allí, la tendencia de la cadena a incluir series de factura internacional que brindan una visión renovada de los formatos tradicionales. Primero con “3%” (una de las primeras series latinoamericana incluida en el catálogo del canal) y después con “Dark” (de producción alemana y que contó un resonante éxito de público y de crítica), Netflix parece decidida a crear una versión de la televisión que abarque una tendencia original sobre la propuesta internacional. Con “The Rain” (primera serie original Danesa de la cadena) Netflix intenta recrear una percepción sobre el suspenso pero sobre todo, una insólita versión sobre la realidad convertida en una percepción acerca del miedo sin rostro. Un enemigo inusual al que vencer y sobre todo, una batalla inquietante entre el terror convertido en una atmósfera viciada y un elemento por completo deshumanizado. No obstante, a diferencia de “3%” y “The Dark”, el resultado dista mucho de tener el peso y la calidad de un producto lo suficiente sólido como para sostenerse por sí mismo, lo que convierte a “The Rain” en un intento fallido de construir una versión del mal (sin rostro y sin forma) en algo mucho más complejo.
Tal vez se trata que la premisa de la serie ya no resulta original, luego del éxito resonante de series como “The Walking Dead” y su spin off “Fear The Walking Dead”. Por supuesto, en “The Rain” no hay zombies al acecho pero si el mismo clima malsano y post apocalíptico, basado en un fenómeno destructor que no sólo devastó a la humanidad sino que convirtió a los pocos supervivientes, en solitarios luchadores contra algo mucho más grande y enrevesado que el mero hecho de conservar la vida. Se trata de una distopía a mitad de camino entre el drama íntimo pero también, que intenta subvertir el orden habitual de historias semejantes: en esta ocasión, los sobrevivientes a la tragedia sin nombre, no luchan únicamente contra el horror de lo que sea que les amenace sino también, contra su propio instinto de destrucción y violencia. Como si la naturaleza humana, convertida en una concepción del bien y del mal ético llevado a un nivel por completo nuevo, pudiera ser también un monstruo invisible a vencer.
Bajo la producción de los cineastas daneses Jannik Tai Mosholt, Christian Potalivo y Esben Toft Jacobsen, “The Rain” avanza con excesiva rapidez, lo que hace que los personajes parezcan apenas comprensibles en sus motivaciones e incluso reflexiones, sobre el mal misterioso al que deben enfrentar. La primera escena (con un grupo de estudiantes aterrorizados por la posibilidad de una cercana y espectral lluvia), carece de la solidez suficiente como para analizar el miedo conjuntivo como algo más que una amenaza. Con un guión apresurado, ambivalente y por momentos, definitivamente confuso “The Rain” es incapaz de meditar sobre el terror como un elemento vinculado directamente a la identidad de quienes lo padecen, cosa que “The Walking Dead” y otras series basadas en fenómenos sin explicación que orillan a los supervivientes a batallas mínimas por conservar su vida e incluso, su lucidez. La lluvia tenebrosa en “The Rain” actúa como catalizador de la idea del miedo, pero incluso, cuando descubrimos que es el vector transmisor de un virus mortal capaz de matar de forma rápida y horrible, la revelación no causa mayor sorpresa ni mucho menos, tiene la suficiente contundencia para construir una mirada sobre el miedo que pueda crear una concepción sobre la amenaza creíble. “The Rain” carece de verosimilitud pero aún peor, parece lidiar con serios problemas de argumento, como para sostener un misterio que en realidad no lo es tanto o al menos, carece de la profundidad suficiente como para asombrar o aterrorizar. En una de las escenas centrales del primer capítulo, las gotas de lluvia (ese vehículo imprevisible de un mal inquietante) se asimila como una percepción rápida de lo que vendrá. Pero el juego de cámara y de efectos digitales no engloba el peligro que se anuncia: Observadas desde lo alto, las gotas de lluvia son un anuncio de algo inquietante, que no termina de definirse de inmediato y aún así, deja muy claro sus efectos. La lluvia, que el argumento engloba como un castigo bíblico, enumera el horror como si se tratara de una mirada omnisciente sobre el mundo desvalido y sumido en el terror. Pero la escena — y su simbología — carece de sustancia y la profundidad suficiente para resultar otra cosa que una mera percepción del cataclismo silencioso que acaece, una especie de mirada fría y distante sobre una tragedia de implicaciones misteriosas.
La serie de hecho, no remonta la imposibilidad — ¿de dónde proviene exactamente la lluvia venenosa? ¿hay algún tipo de posibilidad de evitar sus efectos? — sino que transita el paso del tiempo como panacea para comprender la supuesta profundidad de la mirada inquieta sobre la forma en que los supervivientes adecuan su vida a la existencia de una amenaza inevitable. Las familias que se ocultan en algún búnker improvisado, para denotar la incapacidad de los pocos sobrevivientes de enfrentarse bajo cualquier circunstancia a lo que la lluvia simboliza y significa. Familias que huyen en grupo, aterrorizadas y siempre bajo la amenaza de morir al menor descuido. La apertura dramática da paso a una noción claustrofóbica sobre la vida cotidiana, que podría ser más efectiva con un elemento de verosimilitud mucho más firme. Pero en realidad, la serie es incapaz de decidirse entre el miedo y la percepción de la desgracia como un hecho emocional. El peso de la tensión y el miedo, se alivia por la ternura que se profesan los personajes unos a otros. No obstante, el vínculo entre ellos no es lo suficientemente fuerte — o el guión no profundiza demasiado en sus rigores y particularidades — como para que resulte de real importancia para comprender la totalidad de la trama.
De la misma manera que otras series basadas en la distopía y la caída del mundo tal y como lo conocemos, la historia toma aires trágicos y heroicos cuando los personajes deben abandonar el búnker en el que han sobrevivido, para enfrentarse al mundo más allá. De pronto, la historia mínima y doméstica se abre espacio hacia algo más elemental y sobre todo, conocido. Los clichés abundan en medio de las relaciones interpersonales incompletas, ambiguas y sin la suficiente firmeza como para que el argumento pueda transcurrir con meridiana coherencia. De la noción de lo íntimo y claustrofóbico (el pequeño espacio consagrado al amor familiar que de pronto se destruye para abrirse a un exterior peligroso y agreste), “The Rain” no logra unir ambas visiones sobre la tragedia sin nombre que acaece y mucho menos, sostenerla con cierta coherencia estructural.
Con su paleta de colores grisácea y oscura, tiene una eficiente puesta en escena que logra sobrellevar por momentos los problemas del guión, pero no siempre es suficiente: tal pareciera que el escenario cuidadosamente reconvertido en una pieza clave para comprender la gran cantidad de preguntas sin respuestas, se analizan como una percepción básica del miedo convertido en un personaje invisible dentro de la narración. De la misma forma que en “The Dark” hay más preguntas que respuestas, lo que hace que la serie se desarrolle a cierto ritmo pausado sin prodigarse demasiado ni tampoco, expresar una idea clara hacia dónde se dirige. Pero mientras en la serie alemana las respuestas — las pocas que ofrece — son analogías puntuales sobre el temor y el poder convertidos en herramientas de batalla contra la incertidumbre, en “The Rain”, la disolución de la identidad de los personajes no tiene otro sentido que la asimilación evidente del bien y del mal como percepciones éticas. Los sobrevivientes luchan entre sí, interactúan en medio de conflictos más o menos complejos y sin embargo, la serie no logra remontar la cuesta del interés y permitir una empatía con las situaciones que atraviesan los personajes. Y siendo como es, una historia basada justamente en esa versión de la realidad transformada en una concepción sobre la lucha por la vida en circunstancias extremas, resulta lamentable que el meollo de la trama sea tan poco brillante. Un deslucido grupo de escenas que elaboran una percepción casi superficial sobre una tragedia que se anuncia colosal.
Sobre todo durante sus primeros capítulos, “The Rain” recuerda de manera inevitable a otros programas y películas al uso, sino también a la franquicia Cloverfield, de la cual es deudora en al menos sus momentos más intensos y los más rescatables en medio de trama floja. Tal vez ese sea lo más preocupante en una serie que aspira crear una mirada fresca sobre la distopía y el miedo al futuro: lo reconocible que resulta y sobre todo, lo carente de originalidad y buen pulso para contar una historia que ya es conocida por buena parte de la audiencia. Al final “The Rain” resulta tan predecible como caótica y sin duda, una mezcla poco afortunada de referentes sin ningún tipo de orden ni concierto. Quizás el “pecado” más grave que pueda achacarse a un producto televisivo en medio de una época llena de ideas novedosas y en constante evolución argumental.
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