lunes, 29 de octubre de 2018
Crónicas de la lectora devota: “Solitud” de Emilia Marcano Quijada. Proyecto 24 voces venezolanas.
La poesía sin duda, es uno de los géneros que suscita mayor debate en la literatura, no sólo por su capacidad para sorprender sino además, para traducir la naturaleza humana desde las palabras con una dolorosa y fidedigna belleza. No obstante, sus límites siempre parecen poco claros o sometidos a una percepción sobre la naturaleza del hombre que desconcierta por su profundidad. ¿Es la poesía la manifestación máxima de la palabra que crea? Si nos atenemos a las palabras de Arthur Rimbaud, el poeta se transforma en un mero traductor de una idea más fecunda y sublime, una percepción sobre una dimensión de la realidad por completo nueva. Pero en palabras de Bukowski (la antítesis del poeta tradicional), la palabra es una herida abierta y sin posibilidad de curación. Entre ambas interpretaciones, la poesía — esa antigua idea sobre el poder de la palabra que se transmite de siglo en siglo como una herencia palpable — continúa definiéndose. Abriendo espacios novedosos, creando una noción del mundo por completo nueva.
El poemario “Solitud” de la poeta venezolana Emilia Marcano Quijada, atraviesa esa noción de lo experimental, lo levemente transgresor y lo vivencial a través de una mirada brillante sobre el espíritu del hombre en plena transformación. La obra de Marcano Quijada es una extraña mezcla de expresiones de la realidad en apariencia dispares pero que la autora construye para crear un concepto muy amplio sobre el mundo: una evidente necesidad de traducir en luces y sombras la urgencia de la transformación de lo cotidiano en una noción poética toda regla. Con cada día señalado de manera clara a modo de diario vívido y poderoso, la obra de la poeta es una delicada síntesis entre lo íntimo y lo doloroso, lo mítico y esa interpretación de la poesía como deseo de profunda contradicción. A medida que las confesiones veladas y medio construidas a través de exquisitos versos se hacen más sentidas, la autora reflexiona sobre el amor, el tiempo, el vacío existencial y el miedo desde la sutileza. Una y otra vez, la sucesión de días y también, de estadios y dimensiones emocionales, permite a Marcano Quijada desglosar con cuidado y paciencia el erotismo, lo terrenal y lo divino. Al final, el poemario entero tiene el tono y la mirada de un punto de vista original y exhaustivo sobre el ser y sus delicados matices, pero también sobre algo más Universal y potente. Una percepción crítica sobre la ternura, el dolor, el sufrimiento disimulado bajo el silencio, la belleza como un elemento inevitable en nuestra vida.
Intimista, incluso descarnado en ocasiones, pero la gran mayoría solo veraz, Marcano Quijada crea una retórica propia, una sensualidad cálida llena de elegancia. Para la poeta, la vida, la muerte, la belleza y el amor, forman una única visión sobre la vida que se entreteje entre sí para crear imágenes oníricas, casi místicas. Quizá siguiendo la tradición de la poesía latinoamericana (con su formidable carga de poder simbólico) “Solitud” medita sobre lo divino, lo inquietante y lo misterioso de manera esencial. La autora se debate entre la comprensión del tiempo — que es de hecho, la piedra angular de su obra — y la forma en que analiza su identidad a través de la palabra. Probablemente para la autora, el poder de la evocación en sus poemas sea una forma de trascendencia personal. Marcano Quijada intenta encontrar un equilibro entre la complejidad y la pureza en la palabra. Su lenguaje formal, sereno, pero a la vez audaz es muy probablemente, su manera de comprender el mundo, entre dos extremos, más allá de sí misma, en una forma tan depurada como íntima.
El poemario “Solitud” no se prodiga con facilidad, pero aún así, en su lento conteo de días y horas perdidas, la autora logra construir una atmósfera pura en la que escribe con paciencia sobre el amor, el sexo, las relaciones, el desarraigo, la soledad, las heridas cotidianas y lo hace con poemas que recuerdan pequeños garabatos privados al margen de un libro. Y es esa cualidad privada, poderosa y quizás efímera lo que brinda sentido a su manera de descubrir ideas colectivas y sobre todo, profundamente ideales. Su mirada es una expresión de fe y de comprensión casi inocente sobre lo que le rodea y a la vez, una meditada versión sobre la poesía como herramienta de construcción de ideas muy elaboradas sobre la época que le tocó vivir. El resultado es una mezcla de existencialismo y poder espiritual que conmueve por su contundencia.
Es evidente que para Marcano Quijada, la palabra es el método idóneo para reencontrar fragmentos perdidos sobre la mitología personal. “Solitud” como conjunto, no sólo lo hace sino que sostiene una estructura esencial sobre la poesía como vehículo de búsqueda de la individualidad. Para la poeta, la poesía nace y se extiende como un valor agregado a su forma de comprender el mundo y también, un específico trayecto de un poder personal inalienable. Con su poemas cargados de deliciosa dulzura y una cierta melancolía creada a partir de la añoranza, “Solitud” es una defensa a ultranza de la poesía como hecho literario personalísimo y una compresión ideal del tiempo personal y la experiencia como lienzo subjetivo. Una recreación constante de una belleza simple, arraigada y potente.
No obstante, Marcano Quijada busca algo más que la tristeza melancólica en su obra: el poder femenino se manifiesta a través de ideas y los pequeños silencios de elaborada franqueza y una firme elucubración de la identidad en cada uno de los poemas de su obra. Todo a través de la poesía, del poder de la evocación, de su capacidad para conmover. Quizás esa noción sobre lo persistente de la poesía como expresión de asombro hacia el mundo y su capacidad para reflejar el poder de los dolores y alegrías universales, lo que emparenta el trabajo de Marcano Quijada con la poesía como visión extraordinaria del mundo. Y sin duda, ese es su mayor mérito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario