lunes, 24 de diciembre de 2018

Crónicas de la Nerd entusiasta: Las mejores películas de terror del 2018





El crítico Jürgen Müller escribió en una ocasión que el cine es una mezcla de nostalgia y referencia que crea un espectáculo familiar para el espectador. O lo que es lo mismo, el público preferirá — y disfrutará — de historias que sean muy similares a las que atesora o forman parte de su imaginario personal. Cualquiera sea el caso, el cine es un reflejo cultura y por supuesto, también una mirada persistente sobre la historia creativa y estética como parte de las referencias sociales más amplias y generales.

Con el cine de terror sucede otro tanto y mucho más, cuando se analiza lo que nos asusta — o en todo caso, simboliza el miedo — desde una presunción de la tradición, lo asombroso como símbolo tradicional e incluso, cultural. En el año 2018 el cine de género jugó con los símbolos imperecederos pero sobre todo, la visión sobre el miedo que parece interpretarse como un símbolo permanente. Algunas propuestas apostaron por revisar fórmulas antiguas y dotarlas de elementos novedosos pero la mayoría reflexiona sobre el rostro del terror sobre lo contemporáneo y lo que atemoriza a nuestra cultura. Una comprensión extrañamente nítida sobre la identidad de la época y su versión sobre la realidad.

¿Y cuáles serían las mejores películas del género en un año especialmente prolífico? Quizás las siguientes:

A Quiet Place’, de John Krasinski
En toda película de terror, el sonido — o mejor dicho, su capacidad para crear ambientes y atmósferas — suele ser un recurso efectivo al momento de crear una estructura narrativa. Por ese motivo A Quiet Place del director/actor John Krasinski avanza con sigilo, en medio de un ambiente opresivo y angustioso basado en lo que se anuncia, antes de lo que se muestra. La película es un ejercicio de tensión elaborada a través de una perspicaz idea sobre lo misterioso que aumenta escena a escena hasta crear un cenit profundamente simbólico y construye una versión sobre el miedo basado en algo más complejo que lo evidente. Desde esa primera línea que anuncia que han transcurrido 89 días desde una colosal tragedia apocalíptica (de la cual no tenemos idea o tampoco indicio) hasta esa extraña dinámica familiar que se entremezcla con pequeños golpes de efecto bien construidos, la película de Krasinski juega con la percepción sobre lo temible como una amenaza invisible. El resultado es una atmósfera malsana pero sobre todo, una experiencia sensorial por completo nueva.

La película no se prodiga demasiado y convierte la acción en pequeñas estratagemas para develar información: la primera secuencia establece que está en juego — la supervivencia de la familia entera — pero también, la forma deliberada en que el terror se manifiesta. El ritmo es rápido, eficaz y cargado de metáforas — esa escena del niño sosteniendo un juguete que parece simbolizar la normalidad perdida — pero sobre todo, la comprensión que el mundo tal y como lo conocemos, desapareció por completo hasta convertirse en algo mucho más agresivo y peligroso. Con ciertos paralelismos con La Niebla de Darabont del 2007, La trama funciona desde lo minimalista, pero también, desde la concepción del miedo como un evento incontrolable. Hay algo muy semejante a la percepción de lo terrorífico emparentado con lo doloroso, que el escritor Cormac McCarthy utilizó con gran tino en su novela The Road y que convierte a la manejo de la tensión en A Quiet Place en una búsqueda de argumentos sobre lo que se esconde en lo invisible.

Hereditary de Ari Aster
La estructura de la película del director Ari Aster es desde cierto punto de vista convencional y está directamente enfocada a mostrar la pérdida, el desarraigo y la soledad como un espectro que habita en medio de una familia disfuncional. La madre de Annie (Toni Collette) ha fallecido de cáncer, luego de una larga y dolorosa agonía, que afectó en mayor o en menor grado a todos los miembros de la familia. La armonía doméstica queda levemente trastocada y es esa ruptura, el comienzo de una serie de pequeñas correlaciones sobre lo sobrenatural que se manifiestan al principio con sutileza pero se esparcen con la rapidez de una infección venenosa. Hay un elemento uniforme en la manera en que el miedo se manifiesta en “Hereditary” y es que a diferencia de otras películas del género, su argumento no intenta reflejar lo sobrenatural como un hecho aislado o supeditado al contexto. En realidad, se trata interacción entre la versión del miedo como una experiencia íntima que crea y sostiene lo paranormal como una percepción helicoidal sobre lo que puede resultar aterrado. La película apela a la incertidumbre — al miedo convertido en caja de resonancia de la vulnerabilidad y la fragilidad espiritual — para convertir la historia en algo más complejo de lo que parece a primera vista.

Aniquilación de Alex Garland
Aunque no es una película de terror propiamente dicha, la obra de Alex Garland elaboró una nueva versión sobre lo terrorífico, que supera con holgura sus planteamientos sobre la Ciencia Ficción Pura. Garland tomó lo mejor y más intrincado de la novela de Jeff VanderMeer y lo convirtió en una insólita experiencia visual que transita con comodidad entre varios géneros a la vez. Una percepción del bien y del mal, lo que se asume posible y lo que no lo es, a través de una puesta en escena incómoda, dura y casi inquietante, sin llegar a ser del todo terrorífica. En “Aniquilación” todo el argumento parece basarse en el desconcierto. «No lo sé», repiten los personajes con cierta frecuencia y esa sensación de confusión («no sé dónde me encuentro, no sé quién soy, no sé a dónde me dirijo, no sé que ocurre») es lo que sostiene un guion profundamente extraño, que aunque no adapta de manera fiel la obra de VanderMeer sí logra captar de manera compleja las ruptura de las leyes tradicionales de la física, la biología, el tiempo y la memoria que la obra original recrea como una noción persistente sobre el horror. Aniquilación comienza y termina con una incógnita y es quizá esa aliteración del tiempo y el temor — lo que crea y subvierte el orden de las ideas — lo que dota a la película de su extrañísima atmósfera y noción sobre la realidad.

Tan ambigua como el primer libro de la saga Southern Reach — que compone una dura e insólita trilogía sobre el absurdo — , “Aniquilación” analiza el terror desde cierta perspectiva ambigua: Lo que resulta temible — y supone el miedo entretejido en el argumento — tiene una relación directa con lo imposible. Cada suceso se concatena con lo inexplicable hasta crear una percepción sofocante de la realidad. De la misma manera que la novela homónima, la película recurre a la incertidumbre para definir lo espeluznante. Una sabia combinación de elementos que muestran al terror como una presencia invisible y violenta bajo la aparente frugalidad del argumento central.

Mandy de Panos Cosmatos
Bajo su pátina de producto demencial e inclasificable, Mandy de Panos Cosmatos es un argumento sofisticado e inteligente que lleva el terror a una nueva percepción pero sobre todo, lo analiza desde un punto de vista visceral en la que basa su efectividad. Dividida en dos tramos bien diferenciados (una primera parte que se desliza bajo algunos clichés y parece destinada a la confusión y una segunda trepidante y perturbadora), “Mandy” tiene la capacidad de construir el miedo desde lo marginal. Resulta complicado describir un argumento basado en golpes de efecto pero sobre todo, en el análisis de lo terrorífico desde una perspectiva caótica y destructiva. En “Mandy” el miedo no es un elemento que se manifiesta de manera comprensible, sino un conjunto de ideas que se mezclan de manera confusa pero al final, por completo efectiva. La ultraviolencia — que el director explota hasta límites inauditos y que Nicolas Cage encarna con una actuación delirante — es un recurso entre tantos, para expresar una serie de planteamientos discordantes que convierten al guión en una combinación de temores paranoicos: desde las teorías conspirativas sobre cultos y terrores secretos hasta la noción de la realidad quebradiza y al límite de la cordura. Todo bajo el rojo incandescente de la sangre y la perenne sensación de angustia abrumadora que Cosmatos suele brindar a sus películas.

El ritual de David Bruckner.
Basada en la novela de Adam Neville del mismo nombre, la película de David Bruckner es una inusual reflexión sobre la pena y el trauma, usando el terror como inevitable metáfora. Por supuesto, no se trata de una propuesta novedosa, mucho menos original, pero aún así logra sostener un lenguaje visual y argumental sólido. Brucker (conocido por la excelente “Noche amateur” de V / H / S), maneja los códigos del género de manera inteligente y precisa, por lo que el terror psicológico tiene un alto ingrediente de poder emocional y una inusual capacidad para conmover. El guión avanza con buen ritmo, en medio de una puesta en escena sobria, minimalista y una línea argumental que resuelve con tino con los constantes flashbacks y el terror sugerido que sostiene el discurso. Hay escenas de enorme solidez — como el brutal robo que abre la película — hasta la persecusión del tramo final, enmarcado en una inteligente progresión de la tensión que sostiene el argumento entero. El guión es una inteligente mezcla de viejos tópicos, distribuidos y reelaborados con elegancia y sobre todo, una consciente percepción de la efectividad de los tradicionales trucos del cine de terror.

Nada es nuevo en “The Ritual” y por contradictorio que parezca, esa es su mayor fortaleza. Todo lo que propone, ha sido visto una y otra vez en el Cine de género actual, pero es quizás esa ambición moderada lo que hace a la película una concienzuda revisión no sólo del terror como lenguaje — la mayoría de sus escenas están sobriamente concebidas con una tensión insistente y basada en trucos de efecto condicionados bien planteados — sino también, de la forma como se asimila el miedo cinematográfico como una idea coherente. Tomando como referente obvio “ ‘El proyecto de la bruja de Blair’ (en especial, la primera parte) y ‘Posesión infernal’ crea una pequeña conjunción de buenas decisiones argumentales y visuales que brindan a la película un pulido acabado y una evidente necesidad de trascender lo obvio para crear una producción pulida y de impecable gusto. “The Ritual” es un horror británico eficiente y metódico, con buenos efectos visuales — maravillosa la forma en que contiene las sutilezas para aumentar la tensión — y una revelación monstruosa que cuida el trasfondo simbólico de la trama.

Suspiria de Luca Guadagnino
Aunque no se trata de una película de terror y el resultado en conjunto tiende a lo decepcionante, el remake de Luca Guadagnino de una de las obras emblemáticas de Dario Argento, tiene una poderosa perspectiva sobre el miedo que convierte a varias de sus escenas en espléndidas imágenes sobre el terror. Guadagnino tiene un innegable respeto por el ya clásico referente y no lo disimula: La compañía de Danza Alemana en el remake, toma los mejores elementos de la Escuela de Ballet de Argento y los sublima, convirtiendo la noción de la rivalidad, dolor, sospecha y misterio en algo más intangible y por tanto, enigmático. El horror oculto persiste pero para Guadagnino, tiene mucho más relación con el conjunto de los hechos que rodean a la compañía — y a cada uno de sus personajes — , que con una fuerza indirecta y sobrenatural que pesa sobre el grupo como un péndulo que oscila entre la provocación y el peligro. Además, Guadagnino toma algunas decisiones inteligentes para hacer más inquietante la sensación del peligro al acecho, que Argento recreó con una mirada claustrofóbica sobre la realidad. La danza Moderna — con todo su componente espiritual y visceral — crea una percepción de la fuerza y lo terrorífico, que además, está directamente relacionada con el desenfreno físico y la pasión. La película anuda la percepción del deseo — recurrente e impenitente — al terror que se esconde entre las sombras y de pronto, los bellas y magníficamente coreografías, tienen más semejanza con rituales paganos que con meras puestas en escenas. El movimiento sensual y preciso de cada personaje sobre el escenario, tiene un evidente sentido iniciático y no es difícil, comprender la forma en que se compenetra con el misterio al fondo de la trama. El baile en “Suspiria” es fuerza bruta, es una conexión con la tierra y lo invisible, e una necesidad irremediable de belleza emparentado con un elemento oscuro. Puro deseo intacto y fulgurante, que reluce en una película tenebrosa y cuyo poder de seducción está dirigido a una sombría tentación.

Halloween de David Gordon Green
A cuarenta años de su estreno, Halloween regresa convertida en objeto de culto y también, con todo el peso de una extraña historia fílmica: la película tiene más de dieciséis versiones y secuelas, lo que convierte regresar al origen de la historia en un camino repleto de obstáculos. La mayoría de las películas asociadas a la franquicia no sólo son de ínfima calidad, sino también, enrarecidas por una aparente incapacidad para revitalizar la idea original de Carpenter. Pero el director David Gordon Green lo intenta y logra no sólo una película con identidad propia sino algo mucho más sensorial y potente: Una versión de “Halloween” que responde a la pasión de su extensa fanaticada por la historia. El argumento de la película — que ignora de manera intencional la mayoría de las secuelas y decide volver al punto de partida de Michael Myers convertido en una especie de leyenda Urbana — se centra en Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), la única sobreviviente de la primera masacre, en la ya mítica “Halloween” de 1978. Para Strode el tiempo no transcurre en vano y en apariencia, tampoco las terribles experiencias que tuvo que soportar: el personaje regresa como una abuela traumatizada por un pasado terrorífico, pero también, armada y decidida a matar al asesino, esta vez de manera definitiva. La chica sobreviviente deja a un lado los terrores y dolores — y su bidimensionalidad — para transformarse en algo mucho más emblemático y competente. La Strode de Gordon Green está preparada para luchar y lo hace desde una seguridad analítica que transfiere el peso y el poder de la historia a su pasado, en especial a la herida emocional y física que su lucha por sobrevivir dejó en el personaje. Strode ya no es sólo una mujer afligida, sino un personaje convencido de su poder y de la necesidad de retomarlo como una noción inusitada sobre su vida. Para Gordon Green, Stroud es la superviviente en estado puro: una mujer que necesitó construir una versión de la realidad en la que pudiera asumir el peso de los dolores y convertirlos en cólera y control.

Terrified de Demián Rugna.
Quizás la más en apariencia convencional del grupo, la película de Demián Rugna es una sorpresa por su inteligente manejo de los cánones del género pero sobre todo, de la insinuación de los secretos subyacentes que engloban el miedo como parte de la naturaleza humana. La primera película de terror paranormal argentina, tiene un estupendo manejo del ritmo y se sostiene sobre el anuncio de lo que se esconde en la oscuridad: Voces que se esconde entre las paredes, mínimas insinuaciones que algo terrorífico se esconde entre la aparente cotidianidad de un vecindario común de la una ciudad latinoamericana. No obstante, el verdadero triunfo de Rugna radica en su sabiduría para convertir un argumento sencillo en algo mucho más tenebroso y que apela a la imaginación del espectador como principal elemento para crear un clima opresivo y claustrofóbico. Rugna no cede a los lugares comunes y aunque su película tiene notorios problemas de ritmo y algunos cuantos de continuidad, es lo suficientemente sólida como para remontarlos sin mayor dificultad. Con evidentes referencias al terror japonés, “Terrified” es un cuidadoso recorrido por el terror como parte de la vida cotidiana y es justo esa percepción su mayor fortaleza: en el momento en que todas las líneas cronológicas que el guion insinua a medida que avanza se unen, crean quizás uno de las escenas del genero más interesantes del año: tres investigadores de lo paranormal de la tercera edad, de pronto se enfrentan no sólo a lo desconocido sino también a la percepción de su mortalidad y la incertidumbre de la muerte. Con su discreta puesta en escena y contundente equilibrio argumental, Terrified es una de las grandes sorpresas del año.

The Witch in the Window de Andy Mitton
En un año lleno de películas que analizan las peculiares relaciones entre el dolor emocional y el miedo , The Witch in the Window de Andy Mitton, lleva la propuesta al terreno de lo analítico basado en un terror difuso y sustentado sobre el hecho de humanizar no sólo los lugares que habitamos, sino las huellas que dejamos en cada uno de ellos al morir. Una idea extravagante que la película explora con delicadeza y enorme buen gusto: La casa embrujada de Mitton no sólo alberga fantasmas (que lo hace) sino también, los dolores, pesares y horrores de una larga sucesión de pequeñas y grandes desgracias atrapadas entre las paredes de la en apariencia inofensiva construcción. Basada en la atípica y tibia relación entre un hombre y su hijo (casi desconocidos entre sí), The Witch in the Window recorre lo esencial del miedo a los lugares desconocidos desde una perspectiva inquietante: La vieja Granja en Vermont en que la transcurre la trama es si misma un personaje y son sus espacios siniestros y sombríos, los que brindan un sentido de extraña complejidad al mecanismo del miedo que se pone en marcha una vez que la pequeña familia intenta restaurarla. El terror es una combinación entre lo que se esconde entre las paredes a punto de venirse al suelo y la presencia que se manifiesta, como una parte indivisible de la casa como estructura. Escena tras escena, Mitton logra crear una sensación terrorífica sobre la casa como centro de todos los horrores que habitan en la oscuridad y a la vez, refugio de los dolores de quienes le habitan. Una combinación clásica que sin embargo en The Witch in the Window toma un cariz por completo inesperado.

Ghost Stories de Andy Nyman y Jeremy Dyson
¿Que es un fantasma? se preguntaba Guillermo del Toro en su ya antológica “El Espinazo del Diablo” sin dar una respuesta directa, sino la apariencia de un enigma a punto de resolverse. En “Ghost Stories” los directores Andy Nyman y Jeremy Dyson juegan con el mismo planteamiento — que ya habían manejado en la obra teatral del mismo nombre — y lo llevan a un nivel por completo nuevo, para abarcar una concepción del miedo elaborado a través de los pequeños detalles. Concebida como un juego de antologías (y también una mirada sobre la versión de lo paranormal y lo sobrenatural desde diferentes puntos de vista), “Ghost Stories” evade las explicaciones racionales sobre lo que produce el miedo y se atreve a cuestionar el arte de construir las historias terroríficas desde el origen. Poderosa, con un ritmo sólido y una maravillosa coherencia entre las historias que cuenta, “Ghost Stories” es quizás la mejor de todas las películas en las que el miedo atraviesa diferentes puntos de vista para concluir ideas idénticas. Lo desconocido y lo temible como parte de lo que intentamos comprender y más allá de eso, lo que hace cuestionar lo esencial de la naturaleza humana.

Cam de Daniel Goldhaber
Durante los últimos años, la productora Blumhouse se ha convertido en referencia de un nuevo tipo de terror, que recorre la delgada línea entre lo experimental y algo mucho más elaborado. Con “Cam” de Daniel Goldhaber, alcanza un nuevo nivel que se echó de menos en la fallida “Verdad o reto”. El sólido guión de Isa Mazzei utiliza el afán moderno por la fama y el reconocimiento como un nuevo filón para mostrar lo terrorífico: la cámara se convierte en un arma que se antepone y reconstruye la mirada sobre la identidad, pero además, es el hilo conductor hacia un tipo de horror tan contemporáneo que por momentos resulta imposible de clasificar. Frenética, con un ritmo inteligente y un uso de los símbolos y metáforas actuales sobre la comunidad y la comunicación, “Cam” demuestra que el terror moderno puede tener una perspectiva sofisticada sin perder un poderoso sentido de la amenaza.

¿Qué sostiene en la actualidad el género del terror? ¿Qué permite que todavía siga siendo una reflexión profundamente asimilada sobre nuestra cultura y nuestra visión sobre la identidad y la incertidumbre hacia lo desconocido? Tal vez sean las mismas razones que sustentaron la propuesta por décadas pero en nuestra época, se enfrenta además a la noción del cinismo de una cultura descreída y cínica a la que le lleva esfuerzos asumir el peso del miedo como parte del paisaje de su mente. Y es entonces cuando el género — como propuesta reflejo y sobre todo discurso — elabora una noción más profunda sobre su meta y objetivo. Se convierte en ese espejo deformado a través del cual podemos analizar la percepción cultural sobre la oscuridad íntima, los monstruos con rostro humano y la penumbra real que se oculta bajo la radiante superficie de nuestra percepción sobre la realidad.

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