jueves, 27 de diciembre de 2018

Crónicas de la nerd entusiasta: Mis películas favoritas del año.




Con respecto al ámbito Cinematográfico, el 2018 fue bastante ambiguo. No podría decir que fue prolífico en originalidad — hubo abundancia de secuelas y remakes innecesarios — pero tampoco aseguraría fue del todo estéril: el cine, el bueno, el de hueso rojo, el comprometido, siempre te sorprenderá y hubo varias propuestas extraordinarias, a pesar de todo. Así que podría decir que como cinéfila, el año fue sustancioso, aunque con algunas lamentables carencias. Y es que hubo mucho para todos: desde los acostumbrados Blockbuster prefabricados para reventar taquilla — con resultados dispares — hasta las propuestas destinada a arrasar en la temporada de premiaciones, tan manufacturadas como el taquillazo de ocasión. Pero en medio de ambas cosas, subsiste como siempre, el cine sólido, el inolvidable, el que nos recuerda que el séptimo arte es una conversación entre nuestra visión del mundo y la sensibilidad de la historia que se cuenta.

Personalmente, este año disfruté de una serie de películas que me demostraron que siempre hay algo nuevo que decir en el cine, algo novedoso que plantear y una vuelta de tuerca en ese arte discreto de contar grandes historias en metáforas. Como siempre, me resultó difícil encontrar un grupo que pudiera llamar “las mejores”, de manera que me limitaré a decir que son “mis favoritas”, un matiz que deja muy claro que esta lista es totalmente subjetiva y personal. Porque así es el cine — el arte en general — una mirada a la belleza que solo nos refleja a nosotros mismos.

Entonces ¿Cuáles podría decir son mis películas favoritas durante este año? Las siguientes:


Roma de Alfonso Cuarón
A la obra de Cuarón podría llamársele “autobiográfica”, aunque sería reducir sus alcances a la experiencia personal del director, que no es el caso e indudablemente, no pretende serlo. Cuarón cuenta la historia con la misma naturalidad de un observador casual, pero se esmera en lograr que Roma combine la versión panorámica y en rápida expansión sobre México, en algo más puro y sincero de lo que se adivina en primer lugar. De la misma manera que en su oportunidad lo hizo Federico Fellini — quien usaba sus películas como un valle inmenso, desconcertante y surreal de sus pulsiones y obsesiones, pero siempre brindándole un espacio específico a la estética como mensaje — la Roma de Cuarón analiza el espacio, el tiempo y a sus personajes desde una concepción conmovedora pero también, levemente confusa. Cuarón tiene la habilidad de reconstruir a cada personaje de escena en escena, hasta lograr una mirada atrayente sobre no sólo lo que se narra, sino también, lo que sostiene a nivel cognoscitivo a la historia. La película está impregnada de esa noción del peso existencial, de las dudas y complejidades inevitables con las que se debate todo espíritu humano. De allí la predilección de Cuarón por reflexionar sobre lo humano, lo divino, lo mundano y lo invisible a través de todo tipo de símbolos y sobre todo, de un acercamiento irreverente al espíritu de la época. De la misma manera que Fellini — que no respetaba nada, no creía en nada y a la vez, rendía devoción a todo — Cuarón toma la decisión de sostener a Roma sobre su percepción del país espectral, el que existió y se escindió hasta convertirse en otra cosa. Roma es un reflejo pero también un retrato y una mirada incisiva sobre el yo que aniquila cualquier espacio sin nombre. Para Cuarón, México existe gracias a los mexicanos, pero también, a pesar de la historia y el país. Y esa dicotomía confusa y por momentos devastadora, lo que brinda a la película sus mejores momentos.


Spider-Man: Into The Spider-Verse de Peter Ramsey, Robert Persichetti Jr. y Rodney Rothman.
Luego de tres remakes distintos — y de diferente calidad — la franquicia del amistoso vecino de Nueva York, parecía no tener nada nuevo que ofrecer. Sobre todo, luego que Marvel llevara a la pantalla grande quizás la versión más cercana al cómic — y al personaje imaginado por Stan Lee y Steve Ditko — dentro de un Universo esencialmente contemporáneo. Pero Spider-Man: Into The Spider-Verse, no sólo demuestra que el personaje — y su Universo — tiene mucho que ofrecer sino que las películas de Superhéroes de cualquiera de las grandes casas productoras, no han dicho la última palabra en cuanto a la forma de recrear sus grandes historias. Con su juego de multiversos, ritmo trepidante pero sobre todo, uno de los guiones más audaces, inteligentes y bien construidos de los últimos tiempos, la película es una mezcla afortunada de aventura y homenaje al producto original, que además, lleva consigo una propuesta de sorprendente eficacia. Con un nuevo tipo de Superhéroe que hereda de su versión cómic todo el desenfado y aire contemporáneo que el resto de la franquicia aún no logra plasmar, Spider-Man: Into The Spider-Verse”está llena de riesgos a nivel argumental pero también, de una propuesta basada en llevar al personaje — en todas sus múltiples facetas — a una nueva dimensión. En una época saturada sobre historias de superhéroes, la película no sólo resulta ser la más original, sino con toda seguridad, la mejor propuesta del género de un año en el que Avengers: Infinity Wars de los Hermanos Russo pareció llenar — y decepcionar, en parte — las expectativas.


Burning de Lee Chang-dong
El director Lee Chang- Dong crea una mirada turbia sobre el amor y sus obsesiones en mitad de lo surreal en Burning, una extrañísima combinación del ambiente onírico de Murakami con algo digno de Cocteau. Original, poderosa, pero sobre todo, desconcertante en su uso de lo visual y el diálogo para crear un ambiente claustrofóbico y violento, Burning tiene mucho de drama psicológico aunque no parece directamente orientado al análisis de la mente de sus protagonistas. En realidad, Chang — dong está mucho más interesado en desmenuzar la sociedad de consumo, el dolor, el apremio y la ansiedad del deseo en una improbable combinación que resulta por momentos agobiantes y a la vez conmovedora. Llena de escenas de asombrosa potencia visual, la película recorre Corea del Sur con ojo crítico, irónico y también, con una rara comprensión sobre la naturaleza humana. El argumento analiza la rivalidad, el miedo y la soledad moderna desde la concepción del absurdo y lo hace con cierto lirismo no exento de una amargura casi pesimista. Pero Lee Chang-dong no tiene la intención de pontificar o sermonear, por lo que sus personajes — todos imperfectos, irritantes y desagradables — van de un lado a otro mostraron lo peor del rostro de la juventud asiática contemporánea pero también su fragilidad. Una combinación dura y enigmática que crea una versión de la realidad levemente alterada.


Lazzaro feliz de Alice Rohrwacher
Sin duda, para la directora Alice Rohrwacher, el neorrealismo italiano es un reflejo ideal para el argumento enrevesado, rico en matices y levemente amargo de su película. Atemporal, dulce y a la vez, con una crudeza incidental que resulta por momentos dolorosa, Lazzaro Feliz tiene el sentido de una fábula sobre el nacimiento de un país, su entorno y su cultura en clave de realismo mágico. Con la misma lenta y exquisita noción sobre el absurdo y lo maravilloso que el Macondo de Gabriel García Márquez, Rohrwacher crea una estructura muy parecida a la mitológica para narrar la historia de Italia desde la periferia. Lo logra y además, crea una versión descarnada sobre el declive de un país radiante lleno de espacios oscuros. Filmada en 16 mm, la película tiene el aire de la vieja fotografía, lo que le otorga un engañoso aire nostálgico.

Pero lo mejor de Lazzaro Feliz no es su argumento tramposo o esa versión de la realidad quebradiza y a punto de disolverse en radiantes imágenes, sino el pausado pulso de la directora para elaborar una versión del mundo casi infantil que remonta su propia inocencia para mostrar todos el dolor de los matices más profundos y peligrosos. La Italia profunda presta a la película un indudable aire pastoral — familiar en el trabajo de Rohrwacher — y también, esa percepción del tiempo que no transcurre sino que parece suspendido en medio de las pequeñas escaramuzas locales y el mundo más allá. Para Rohrwacher, Italia es una postal del tiempo y sus personajes, los pequeños engranajes que hacen mover su enorme mecanismo. Toda una visión de la belleza que sorprende por su sutil inteligencia.


El infiltrado del KKKlan de Spike Lee:
Como en todas sus obras anteriores, el interés de Spike Lee en la historia de su país tiene un fino ojo crítico, lo que le permite construir un discurso argumental contundente que analiza la identidad estadounidense con una potencia descarnada que rara vez llega a la pantalla grande. Con mano experta, el director reflexiona sobre la discriminación y el prejuicio sin caer en tremendismos o sermones morales, limitándose a construir un entorno incómodo en la que los hechos reales elaboran una percepción acerca la segregación y la discriminación directa y temible. Del pasado al presente, Lee recorre la moral estadounidense para mostrar sus aristas y a la vez, las contradicciones de una sociedad hipócrita y violenta. La película está basada en la historia del detective Ron Stallworth, que en la década de los años setenta y en pleno enfrentamiento por los derechos civiles en el país, se infiltró en la organización. Pero para Lee la película es mucho más que un alegato o un discurso sobre el espíritu quebrantado de una cultura racista que ignora sus propios pecados. Durante los últimos quince minutos de su película, el director explora la simbología y la dialecta de EEUU hasta develar en todo su horror lo que habita bajo la imagen saludable de un país en esencia dividido y roto. Toda una hazaña argumental que demuestra que la brillante capacidad de Lee para la provocación continúa intacta.


The Favourite de Yorgos Lanthimos:
De ser un libro, The Favourite — la obra más reciente y convencional de Yorgos Lanthimos — podría considerarse parte del género inmortal de la picaresca. En la pantalla grande, la historia de las intrigas durante el reinado de Ana de Gran Bretaña, la última soberana británica de la casa de los Estuardo tiene algo de drama, mucho de comedia involuntaria y un grupo de extrañas secuencias sexuales, que tiene la cualidad de convertir la película en un fresco inclasificable sobre la ambición femenina, el deseo sexual, la rivalidad y la violencia. Pero Lanthimos avanza más allá y añade a la película el ingrediente de la provocación en mitad de una época como la nuestra, en la que lo políticamente correcto parece inevitable e incluso, imprescindible. De manera que el director junto con los guionistas Deborah Davis y Tony McNamara, convierten a The Favourite en una extraña combinación de extremos: Emma Stone ríe a carcajadas mientras bromea sobre la violencia sexual, al tiempo que la mayor parte de la corte se horroriza por lo que está ocurriendo justo bajo las narices de la Reina Ana, a saber una traición de alto nivel, todo tipo de intrigas y una sutil trama de corrupción que atraviesa los lujosos vestidos de los cortesanos entre sobornos y traiciones. Entre mujeres poderosas, otras fatales y algunas decididamente violentas, The Favourite es la obra más accesible de su director pero también, la más corrosiva sobre los peligros del poder y la ambición.



La balada de Buster Scruggs de Joel e Ethan Coen:
Absurda, extravagante y por momentos tenebrosa, la primera colaboración de los hermanos Coen con Netflix, es una especie de recombinación de su estilo con la comedia y un tipo de terror latente, que crea un híbrido argumental difícil de definir. Por supuesto, se trata del sello de la casa: El retorcido sentido del humor de los Coen obra maravillas y La balada de Buster Scruggs no es la excepción. En medio de lo que pareciera ser un Western al uso, los Coen crea una rarísima búsqueda de la identidad en tono cruel y desprovisto de verdadero sentido…o eso hace suponer la disparatada sucesión de escenas antológicas, unidas por lo que asemeja una historia única, sin serlo. Se trata de un cuento de hadas malicioso — o eso podría decirse — pero también, de una corrosiva crítica burlona a la moral pendenciera del viejo oeste. Entre una cosa y otra, la historia de los Coen se desenvuelve con maravillosa inteligencia entre tiroteos, Damas en peligros, perros perdidos en la llanura y asesinos a sueldo, todos con una rarísima mezcla entre profundidad y fatalismo. Para los Coen, el límite entre la comedia negra, lo sarcástico y el drama es casi inexistente y en La balada de Buster Scruggs es incluso más difuso. Pero de algún modo, los directores se las arreglan para construir algo más poderoso y extraño que la simple provocación. Con una impecable puesta en escena, diálogos rápidos y una rarísima visión sobre el bien y el mal, La balada de Buster Scruggs es una rareza cinematográfica de enorme valor anecdótico.


Mission: Impossible — Fallout de Christopher McQuarrie.
Misión Imposible: Fallout conserva el ritmo y estructura de sus predecesoras, pero su director Christopher McQuarrie (que repite frente a una entrega de la franquicia) logra el complicado prodigio de dotar al entretenimiento de cierta emoción plausible y sobre todo, profunda y compleja. Además, es sin duda la película más ambiciosa de la saga: sus colosales escenas de acción tienen algo de icónico y están filmadas con una pulcritud metódica que convierte al film en algo más que una serie de reinvenciones de la misma percepción sobre la acción y el suspenso. De hecho, hay un notorio parecido -en ritmo, forma y cohesión de la acción con momentos de peso argumental — que emparentan a Misión Imposible: Fallout con la serie Bond, específicamente la que protagonizó el célebre Roger Moore.

El enfoque de McQuarrie tiene un considerable acento sobre el misterio, más allá del habitual argumento de vencer al villano de turno y ese, es el triunfo de una película que remonta sus debilidades para hilvanar con cuidado, una versión del cine de acción rejuvenecida y audaz. Misión Imposible: Fallout es un espectáculo a todo nivel: McQuarrie explota el encanto de Tom Cruise hasta transformarlo en la piedra angular que une al viejo equipo de agentes y después, en el reflejo del ritmo incansable de una historia al servicio de la espectacularidad. Pero además, se trata de una trama repleta de buenos momentos en la que se entrecruza el peso de la franquicia como contexto y también, la notoria madurez del personaje de Ethan Hunt, al que Cruise dota de una tridimensionalidad inesperada. A pesar de algunos altos y bajos en el guión y algún que otro despropósito argumental al servicio de la batería de efectos especiales, la acción transcurre sin tropiezos y convierte a Misión Imposible: Fallout en quizás, la mejor película de la franquicia. Todo un éxito en medio de una época plagada de reboots y sagas menores sin mayor trascendencia real.


“First Man” de Damien Chazelle:
En First Man de Damien Chazelle, los problemas de comunicación del ser humano, el miedo hacia lo desconocido, los vericuetos de la realidad que no puede comprenderse de inmediato, hacen de los conflictos argumentales acerca del hasta entonces, el más importante logro tecnológico de la humanidad algo por completo nuevo. Toda la historia parece girar alrededor de esa necesidad del director por comprender al individuo desde un viaje interior gradual hacia algo mucho más complejo e inquietante. El proceso de reflexión parece hacerse cada vez más intrincado, con innumerables ramificaciones que crean un metamensaje sobre la historia que se muestra y la que se sugiere, mucho más dura y rica en matices. La fuerza poética, la atmósfera melancólica, la soledad y el silencio parecen construir una idea extrañísima sobre la experiencia humana en la historia y, lo que es aún más desconcertante, la propia y compleja visión del ser humano sobre sí mismo.

Damien Chazelle además añade un elemento deslumbrante a la visión de Neil Armstrong, encarnado por un hierático Ryan Gosling y crea una percepción sobre la idea de los misterios interiores del espíritu humano, reflejados sobre la grandeza de un infinito dibujado desde la percepción de lo atípico y lo complejo. A pesar del muy conservador guión de Josh Singer — basado en la biografía de James R. Hansen — , Chazelle encuentra un vínculo entre la concepción del ser humano como pionero de su propia historia y convierte a Armstrong en la encarnación del siglo americano. No obstante, la obsesión de Chazelle con Armstrong resulta por momentos excesiva. El astronauta que dibuja Chazelle representa el modo de vida norteamericano, sus valores y su noción sobre el futuro; una especie de Adán que abre una nueva manera de comprender el tiempo y el progreso de un país en plena evolución. Pero el retrato resulta incompleto. Aún así, la película es un triunfo visual y una extraña alegoría a la pérdida de la inocencia, todo bajo la elegante pátina del cine de autor.

Una selección corta, sin duda y reconozco que faltan muchísimas obras que agregar a la lista, pero creo las escogidas reflejan bastante bien mi opinión cinematográfica sobre el año que acaba de terminar. Una experiencia sensorial y profundamente emocional que de nuevo, me recordó todos los motivos por el cual amo el cine y su capacidad para crear realidades alternativas. Una forma de construir mundos privados que jamás pierde su capacidad para cautivar.

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