martes, 18 de diciembre de 2018

Del estereotipo roto al triunfo de las grandes ideas: Todos los personajes femeninos que hicieron historia durante el año 2018.





Durante los últimos meses, la repercusión del fenómeno #MeToo y #TimeUp ha brindado una nueva dimensión a la forma en que se comprende lo femenino en el mundo del espectáculo. No se trata sólo de los alcances del trabajo de toda una nueva generación de mujeres que muestra un valioso rostro sobre la equidad, sino además, una percepción original sobre la figura de la mujer. Desde los escarceos de la serie Girl para atacar la imagen de la it Girl hasta el debate sobre el discurso de género en mujeres tan jóvenes como Emma Watson y Malala Yousafzai, la imagen de la mujer objeto — la frágil, la deseable, la abnegada, la heroína secundaria, la decorativa — dieron paso a un protagonismo que asombró también, demostró que la forma como se interpreta a la mujer — su identidad — se está transformando en algo más. Como si luego de siglos de orfandad intelectual y menosprecio sobre lo que lo femenino puede ser, comenzara a evolucionar hacia ese reconocimiento sobre la figura de la mujer como individuo.

Sin duda, se trata de un fenómeno necesario y al que llevó un buen tiempo ocurrir. Pocas actrices pueden presumir de interpretar papeles iconos alejados del cliché habitual de la mujer en el cine: Desde Katharine Hepburn en la Bringing Up Baby ( Howard Hawks — 1938) , Barbra Streisand en What’s Up, Doc (Peter Bogdanovich-1972) a Diane Keaton en Annie Hall (Woody Allen — 1977) la mujer en el cine atraviesa una idea extraña y cada vez más desigual en cómo se le concibe desde lo argumental y lo narrativo. Se trató de una insistente concepción de la mujer como reflejo de pulsiones culturales y sociales (Hepburn convertida en la clásica chica problemática y rebelde o Keaton, en una intelectual insólita e inalcanzable) que parecía destinado a complacer cierta imaginaria masculina. Tal vez por ese motivo, sorprende la percepción que durante la última década ha tenido la imagen de la mujer en la pantalla grande. Según un estudio de 2017, durante las últimas dos décadas, la presencia de personajes de mujeres con mayor peso argumental pero sobre todo, mucho más complejos aumentó a casi tres veces de lo que había sido menos de una década atrás: de 900 películas estrenadas, casi el 20% tenían a una mujer por protagonista. Y además, una que parecía romper el viejo esquema de la percepción sobre la fragilidad, torpeza y expresión emocional que suele achacarse a lo femenino.

Se trata de una reinterpretación del canon tradicional que tiene referencias claras pero que sólo ahora se convirtió en un fenómeno masivo: La Leia Organa de Carrie Fisher — primero Princesa y después, General — fue una de las primeras imágenes de la mujer con iniciativa, poder e identidad en un mundo cinematográfico en esencia masculino. Años después, la estela de Leia Organa se conceptualizó en un tipo de personaje de envergadura que con lentitud, se transformó en un ícono reconocible: Desde Ellen Ripley (encarnada por Sigourney Weaver en cuatro de las películas de la franquicia Alien) hasta Sarah Connor (interpretada de manera sucesiva por Linda Hamilton, Lena Headey y Emilia Clarke), la mujer firme, individual y de peso argumental se hizo un elemento cada vez recurrente en la ficción. No obstante, desde hace medio lustro, la evolución encontró otra forma de manifestarse: se trata de una estructura novedosa que abarca la concepción del héroe tradicional, ahora encarnada por una mujer. El personaje de Jyn Erso en Rouge One (Gareth Edwards -2016) y la Diana Prince de Gal Gadot en Wonder Woman (Patty Jenkins — 2017) , crean una metáfora de poder, liderazgo, fuerza de voluntad y poder espiritual que hasta entonces había sido vedado a los personajes femeninos. La Hermione Granger de la actriz Emma Watson es uno de los pilares del Universo ideado por la escritora JK Rowling y se trasladó a la pantalla grande con la misma notoria influencia del camino del héroe reinventado para una nueva generación de personajes y sin duda, actrices. Unos años antes, Arwen ( Liv Tyler), Éowyn (Miranda Otto) y Galadriel (Cate Blanchett) se convirtieron en personajes preponderantes de la saga El Señor de los Anillos de Peter Jackson. La Daenerys Targaryen de la serie Game of Thrones (interpretada por la actriz Emilia Clarke), resumió además a un tipo de nuevo poder femenino, signado y estructurado bajo la óptica del líder que crece a medida que aprende de los errores. Lo mismo podría decirse de la icónica Cersei Lannister (Lena Headey), que se aparta de manera radical de la imagen de la tradicional mujer malvada del cine y la televisión. Con su carga simbólica — Cersei es reina, madre de reyes y también una feroz enemiga estratégica — el personaje destruyó las últimas versiones de la mujer accesorio perpetuadas en las series de fantasía y Ciencia Ficción hasta ahora. Del mismo modo, la Viuda Negra de Marvel, encarnada por la actriz Scarlett Johansson, tiene la misma frialdad, inteligencia, audacia y fuerza física de su homónima en papel. Natasha, como personaje y también como miembro del equipo de Los Vengadores es un personaje entrenado para matar que ue además, lo hace con singular eficiencia. Natasha no sólo gir educada como un arma letal sino también, para ejercer su habilidad como asesina de manera despiadada y dura. La reinvención del esquema del héroe cinematográfico desde una mirada femenina crea un nuevo tipo de héroe ambiguo que hasta ahora, habían sido potestad exclusiva del sexo masculino.

En un año lleno de ficciones profundas y densas, el cine y la televisión se pobló de personajes que fueron un reflejo directo de la transición de la mujer paradigmática del cine — con toda su carga conservadurismo —, hacia un nuevo tipo de símbolo complejo, lleno de matices y cargado de una perspectiva novedosa sobre el ideario femenino. Personajes que se rebelan contra la percepción supeditada a lo masculino y más allá, a la tradicional idealización del mundo del espectáculo sobre lo deseable, lo maternal e incluso, lo sexualmente atrayente en la mujer.

¿Y cuáles fueron los personajes femeninos más importantes en la pantalla chica y grande en un año de enormes transformaciones sobre la figura de la mujer? Quizás los siguientes:

Camille Preaker (interpretada por Amy Adams) de la miniserie “Sharp Objects” de HBO:
Ningún personaje de la autora Gillian Flynn es sencillo: su trabajo literario describe a un tipo de mujer compleja, peligrosa e imperfecta muy poco habitual en la ficción Occidental. Su Camille Preaker no es la excepción: encarnada por Amy Adams en la Miniserie que adaptó el libro Sharp Objects para la cadena HBO, el personaje es un espíritu ambiguo, al borde del abismo y lleno de profundos contrastes. Fascinante como pocos, esta periodista de Chicago, marcada por una relación familiar agónica, una niñez violenta y una relación demoledora y destructiva con su cuerpo, resume la versión sobre la mujer de su autora, pero además, lleva a una nueva dimensión la concepción sobre los personajes atormentados y el concepto del antihéroe. Con sus momentos de absoluta desesperación, constante batalla contra el dolor y el sufrimiento moral, pero sobre todo, la desconcertante complejidad psicológica que le caracteriza, Camille es una metáfora de las relaciones familiares devastadas por el terror, el miedo y los secretos. Independiente, sexualmente libre y además, más cerca de una cualidad amoral que una versión sobre la mujer idílica, Camille demostró que los personajes femeninos televisivos aún tienen mucho que ofrecer a una nueva audiencia y sobre todo, bajo una nueva connotación de su valor.

Lila Cerullo (Interpretada de niña por Ludovica Nasti y de adolescente por Gaia Girace) de la serie “My Brilliant Friend” de HBO/RAI Italia:
La tetralogía Napolitana de Elena Ferrante se convirtió en un fenómeno de ventas y crítica internacional por el poder de evocación de sus personajes, pero sobre todo, sus complejas personalidades. Para su adaptación a la pantalla chica producida por canal por cable HBO y la RAI Italiana, los guionista Saverio Costanzo, Francesco Piccolo, Laura Paolucci en colaboración con escritora Elena Ferrante, se esforzaron por retratar el espíritu indomable, apasionado e impredecible de Lila Cerullo. Y lo lograron a cabalidad: La Lila televisiva tiene toda la fuerza salvaje, la concentrada determinación y a la vez, la fragilidad casi inquietante de su gemela literaria. Sin duda, Lina Cerullo llegó a la pantalla chica con la misma capacidad para fascinar y desconcertar del personaje literario de la obra de Ferrante, cuya obra se considera como uno de las más representaciones más brillantes y complejas mujeres en la literatura actual.

El decimotercer Doctor Who (interpretado por Jodie Whittaker) en la serie “Doctor Who” de la cadena BBC:
El domingo 16 de Julio del 2017, los acérrimos fanáticos de la serie Doctor Who de la BBC finalmente pudieron ver a la figura del nuevo Doctor atravesando un bosque frondoso. En el corto video, lleva capa negra y durante los primeros minutos, es imposible distinguir quién se esconde debajo de la capucha. De pronto, el Doctor se detiene y extiende la mano. La llave de TARDIS aparece entre pequeños chispazos de luz multicolor. Y es entonces, cuando la nueva TimeLord que llevará sobre sus hombros la responsabilidad de luchar contra el bien y el mal mientras viaja de un lado a otro de los espacios temporales, aparece. Se trata de una mujer. A la distancia, TARDIS brilla en medio de la maleza, como para dar la bienvenida a su nueva ocupante. Interpretada por la actriz Jodie Whittaker de 35 años de edad- conocida por su papel como Beth Latimer en la serie “Broadchurch” — el decimotercer Doctor (de ahora en más, Doctora) es el símbolo de un cambio considerable en la forma como la serie se ha comprendido hasta ahora. De pronto Doctor Who parece haberse convertido en algo más que una percepción sobre la Ciencia Ficción como vehículo de entretenimiento en estado puro. Encarnado en una mujer, el argumento parece tomar una dimensión y profundidad por completo nueva.

Aunque pueda parecerlo, no se trata de una decisión políticamente correcta y mucho menos, una forma de complacer a la cada vez más diversa audiencia del programa. La decisión que el Doctor número trece sea una mujer, quizás sea una de las más acertadas que haya tomado el programa en su inevitable necesidad de transformación y de cambio. Algo que el show necesita desesperadamente no sólo para sostener su propuesta como una mirada sobre la especulación fantástica y la comprensión cultural sobre el asombro, sino que además renueva por completo no sólo sus planteamientos sino también, sus alcances. Para mantener su relevancia y sobre todo su frescura, Doctor Who necesita asumir que su forma de analizar el futuro, la lógica y las relaciones humanas debe transformarse a medida que el Doctor avanza a través del tiempo. Ya no se trata de un héroe de acción ni tampoco una alegoría a la capacidad de la Ciencia Ficción para reinventarse, sino un reflejo de la dinámica interna que ha convertido la serie en un suceso. El Doctor viaja a través del tiempo y del espacio, pero también a través de todo tipo de consideraciones y connotaciones sobre la fantasía y la maravilla, que necesitan una transformación inmediata. Además, Doctor Who se enfrenta a una producción cinematográfica y televisiva en constante crecimiento a la que debe enfrentar sin perder su esencia. No basta sólo con ser la serie más longeva del panorama televisivo, la que se ha tomado más en serio la percepción sobre la ciencia ficción y tampoco, una de las más queridas. El Doctor Who depende de la transformación — argumental, visual, conceptual — para crear un lenguaje pero sobre todo, de una percepción en esencia nueva sobre su propuesta. Así que era inevitable que el nuevo Doctor fuera un momento de ruptura y de construcción de un nuevo lenguaje dentro de la serie.

Okoye (interpretada por Danai Gurira) de la película “Black Panther” de Ryan Coogler:
El personaje de Okoye apareció por primera vez en el cómic Black Panther en noviembre de 1998. El ilustrador Christopher Priest y el guionista Mark Texeira, crearon no sólo a un poderoso personaje femenino sino a todo un símbolo de la mujer en la ficticia Wakanda. General de la guardia personal del trono, la selecta Dora Milaje (que en su versión cómic, incluye también a las esposas simbólicas consagradas al Rey), Okoye se distingue por su fuerza pero además, por su particular personalidad. En su transición a la pantalla Grande, Okoye conserva toda la voluntad, firmeza e inteligencia de su par en papel, además de disfrutar de un rango igualitario dentro de la estructura de protección y resguardo del pequeño país de Wakanda. La actriz Danai Gurira encarna a Okoye desde la fortaleza imperturbable: un rasgo que se extiende al grupo de selectas guerreras que comanda. El director Ryan Coogler crea para Wakanda un ejército de mujeres poderosas que incluso resultan más intrigantes y fuertes que el pueblo de Amazonas imaginado recientemente por Patty Jenkins para Wonder Woman. De hecho, las mujeres en Wakanda tienen un papel particularmente importante y ofrecen al Rey T’Challa (Chadwick Boseman) todo tipo de conocimientos, apoyo y fuerza. Desde Shuri, la hermana del Rey T’Challa (la vivaz Letitia Wright), científica y personaje de enorme importancia por derecho propio, T’Challa se encuentra rodeado de poderosas mujeres. La actriz Angela Bassett encarna a su madre, en un papel que parece creado para demostrar su capacidad para interpretar mujeres de enorme presencia física y espiritual, mientras que Lupita Nyong’o, crea una contraparte fresca, madura y firme que asombra por su buen hacer y capacidad para sostener un hilo argumental particularmente fuerte. De modo que Okoye, estatuaria y poderosa es el epítome de la mujer que lucha y combate dentro de una mirada ideal de la batalla, pero además está rodeada de un grupo de mujeres que rompen los esquemas sobre personajes femeninos en el cine de acción. Todo un triunfo conceptual de enorme contundencia.

Sabrina Spellman (interpretada por Kiernan Shipka) de la serie "The Chilling Adventures of Sabrina" de Netflix.
La nueva encarnación de la bruja adolescente, poco o nada tiene que ver con el sonriente personaje de los cómics de la década de 1960 y mucho menos, con la simpática serie de mediados de los años noventa. Transformada en un reflejo de la juventud nihilista de nuestra época, Sabrina no tiene motivo para sonreír o bromear: de hecho lo hace muy poco y el productor Aguirre-Sacasa no parece muy interesado en que su personaje tenga momentos de alivio en medio de una historia tensa, por momentos angustiosa y casi siempre, muy tenebrosa. Pero se trata de una oscuridad poco creíble o al menos, no lo suficientemente poderosa como para asombrar o aterrorizar, sino que construye un tipo de parodia involuntaria sobre lo tenebroso que en algún punto, tiene algún encanto. La Sabrina de Kiernan Shipka tiene una sonrisa mordaz, un rostro inocente y un actitud un tanto distante, que la convierte en una especie de personaje escindido por una angustia existencial no resuelta. De hecho, es así: Sabrina no toma su naturaleza como bruja de la misma manera natural y encantadora de sus predecesoras, sino que se encuentra atada a su identidad enigmática desde una perspectiva casi dolorosa. Por un lado, Sabrina es una estudiante en apariencia normal de un escuela secundaria corriente, que debe lidiar y batallar con todas las pequeñas incomodidades y dolores que de cualquier chica de su edad. Pero por el otro lado, Sabrina también debe complacer a su aquelarre, que venera al diablo - así, sin matices - y a diferencia de otras tantas brujas de la ficción reciente, se encuentra literalmente atado a un tipo de maldad subyacente. Como si de un melodrama medieval se tratara, todas las brujas jóvenes deben firmar con su nombre el libro del Señor Oscuro al cumplir los dulces dieciséis, en una extraña parodia a la costumbre americana sobre el rito de paso hacia la temprana adultez. Pero este pacto con tintes faustiana, tiene su doble truco: a cambio de una petición, la bruja debe entregar todo a su futuro amo. Pero para Sabrina las cosas no son tan sencillas y su lucha por la independencia - y también el poder - son uno de los puntos más fuertes de la serie.

Eve (Interpretada por la actriz Sandra Oh) de la serie Killing Eve de BBC.
Con su asombroso, complejo y por momentos angustioso argumento, la serie Killing Eve fue uno de los grandes sucesos de crítica y público del año 2018. No obstante, es su personaje Eve (Sandra Oh), quizás lo más intrigante en una serie llena de elementos desconcertante y sobre todo, una visión e inspirada sobre el mundo del espionaje y el suspense basado en la batalla entre rivales de idéntica inteligencia y poder de voluntad. Con su poderosa personalidad y letal inteligencia, Eve es una mirada hacia el temor y el poder inquietante de un tipo de maquinación intelectual que rara vez se atribuye a personajes femeninos. Toda una percepción sorprendente sobre el temor y la violencia, con rostro de mujer.

Dolores Abernathy (interpretada por Evan Rachel Wood) de la serie Westworld de HBO.
"¿Quién soy?" fue una de las frases más frecuentes durante la primera temporada de la serie Westworld (Lisa Joy y Jonathan Nolan para HBO - 2016). Por entonces Dolores (interpretada con una sutileza espléndida por Evan Rachel Wood) era una versión evidente y casi patética, del peligroso concepto del parque temático en el que la inteligencia artificial se enfrenta a sus peores extremos. Agredida, abusada y vencida por la violencia una y otra vez, Dolores era el rostro visible de los secretos inconfesables de Westworld y sus implicaciones. Pero para la segunda temporada, Dolores se convirtió encarnación de la peligrosa e invisible dualidad de la paranoia sobre la inteligencia artificial y también, en el reflejo del todopoderoso Robert Ford (Anthony Hopkins en una faceta espectral, convertida en la conciencia reflexiva y siniestra del parque). Transformada en el vehículo de la venganza y la perpetuación de una distorsionada idea de la inmortalidad construída a la medida de las ambiciones de Ford, Dolores llevó su comprensión sobre el bien y el mal paradójico convertido en derecho de creación. Una idea mucho más profunda sobre el temor y lo aciago, lo terrible y la percepción de esa gran interrogante imposible de resolver ¿Quiénes somos? vuelve a preguntarse Dolores, convertida en símbolo de la rebelión, escopeta cargada - con balas de verdad - al cinto y acariciando el rostro de Bernard, tímido y deconstruido por su propia mano. "Hay belleza en lo que somos" añade la anfitriona más antigua del parque, con una triste sonrisa casi cruel.

Plum Kettle (interpretada por Joy Nash) de la serie “Dietland” de Amazon Prime:
La serie Dietland no toca directamente el tema de los trastornos alimenticios pero la noción sobre su existencia y gravedad, gravitan sobre el argumento como una presencia invisible. Se trata de una visión cruda, violenta y retorcida sobre la noción de la belleza y la fealdad en nuestra época, pero también, sobre la percepción de lo ético y lo moral para una generación que sostiene estándares de belleza imposibles de complacer. Los primeros capítulos son una mezcla cruel de la forma como nuestra sociedad analiza la apariencia — y la identidad — de quienes no calzan en el limitado canon estético y lo hace además, con una durísima crítica tácita que asombra por su cinismo. “El 90% de nuestros clientes dicen que el estrés los hace darse atracones. Y soledad. ¡Pero todos están solos, Dios mío! ¿Qué otra cosa pueden hacer? “¡Creo que lo vas a hacer genial y tendrás mucha piel suelta!” Con esta frase, novela y serie — que ambos casos se repite casi de manera literal — dejan muy claro que su análisis sobre la presión estética moderna no será amable ni mucho menos simple. En ese tono implacable y aparentemente optimista, la instructora de adelgazamiento Plum Kettle (Joy Nash) se enfrenta a sus clientes y además, a sí misma — Kettle también es una mujer obesa — en una especie de círculo vicioso que convierte a cada escena de la serie en una percepción inquietante sobre el hecho de la delgadez como símbolo del éxito y estatus, pero sobre todo,en una versión de la la batalla diaria que enfrenta cualquiera que no pueda satisfacer el estereotipo idealizado sobre la apariencia personal. Plum Kettle es un personaje lleno de inseguridades y dolores, pero también, una mujer profundamente consciente de la necesidad de comprender su cuerpo y su identidad como una forma de poder. La serie, con su extrañísimo punto de vista medita acerca de la sociedad de consumo, las expectativas irrealizables pero sobre todo el contexto de lo estético como expresión del yo elaborado como un reflejo distorsionado de la realidad.

Blanca Rodríguez (interpretada por MJ Rodríguez) en la serie “Pose” de FX:
La serie Pose no es sencilla de describir: con su combinación de referencias anecdóticas de la década de los ochenta, crítica racial solapada y mirada analítica sobre la recién nacida comunidad Queer, el argumento profundiza en temas incómodos de manera inteligente pero en ocasiones desconcertantes. Como todas las obras de Ryan Murphy — que tocan con excesiva frecuencia los excesos y la parafernalia visual — Pose es una combinación de un recorrido por una Nueva York convertida en crisol de tendencias, durante una década en que la ciudad parecía lidiar además por encontrar su identidad. En medio de la música estridente, las risas, los dramas pasionales y la efervescencia del guión, el personaje de Blanca Rodríguez (Mj Rodríguez) es una especie de figura materna, a mitad de camino entre el dolor de la pérdida y el símbolo del desarraigo. Pero Blanca pero no se desanima y toma la soledad — con todo el dolor invisible que lleva aparejado — con buen humor. Compleja, multidimensional y sobre todo, profundamente humana, el personaje de Blanca es quizás uno de los más de la televisión actual, al subvertir por completo la noción sobre el bien y el mal moral transformado en algo más poderoso y lúcido de lo que parece a primera vista. Con toda su portentosa capacidad para conmover, la Blanca de MJ Rodríguez reconstruye la visión de la figura maternal y lo lleva a una nueva — y desconocida — dimensión.

La revolución de las mujeres poderosas parece estar en todas partes. Desde magnífica Kimmy de Unbreakable Kimmy Schmidt (Protagonizada por una Ellie Kemper en estado de Gracia) a la poderosa Jessica Jones (una super heroína atípica y formidable que sobrevive en Nueva York) los roles para mujeres parecen cada vez mucho más complejos, poderosos y sobre todo, consistentes de lo que nunca había sido. De pronto, el estereotipo de la mujer frágil, víctima de las circunstancias, a la espera de ser rescatada, parece desaparecer, refundarse en una nueva mujer que asume la noción sobre quien es — y quien puede ser — con firmeza. Un tópico nuevo que brinda a lo femenino la posibilidad de mirarse desde una perspectiva desconocida y con toda seguridad perdurable.

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