Este año leí mucho más libros de terror que cualquier otro género. No sólo porque son mis favoritos, sino también, porque encontré en muchas de las historias una mirada simbólica sobre los cambios y transformaciones que definen a nuestra época. La fantasía, el miedo y sobre todo, las especulaciones científicas, siempre parecen tener la capacidad de reflexionar con muchísima más claridad que cualquier otra propuesta sobre los dolores y temores de la cultura que nos tocó vivir y sobre todo, la época incompleta y en ocasiones caótica que atravesamos. En mi recopilación anterior me preguntaba sobre lo que hace a un libro extraordinario, inolvidable o simplemente imprescindible por encima de otro. Y llegué a la conclusión que no hay una respuesta para eso: después de todo, lo que leemos es un reflejo de nuestro mundo personal, el recorrido intelectual que llevamos a cabo y sobre todo, esa expectativa espiritual que nos hace encontrar nuestro un lugar — emocional, privado — entre las páginas de un libro. Con todo, creo que estas pequeñas retrospectivas nos permiten comprender nuestro trayecto como lectores y sobre todo, la manera como asumimos nuestra relación con la literatura. Un hábito — espejo que nos muestra lo mejor — y quizás, lo más privado — de nuestra forma de mirar al mundo.
De manera que estas pequeñas listas recopilan esa mirada asombrada de la literatura sobre el mundo y sus vicisitudes. Ese complejo devenir entre lo que somos y lo que la imaginación puede construir a partir de esa identidad difusa que consideramos nuestra. No están todos los que son y mucho menos, todos los que me gustaría incluir, pero siempre me será complicado llevar a cabo una recopilación de mis lecturas favoritas. Para mí, la lectura siempre ha sido el viaje, el renacimiento, el poder de evocación, la compañía, la alegría, la sabiduría, la ignorancia, el poder de creer. Así que recopilar mis libros favoritos — y sobre todo, de mis géneros favoritos — siempre resulta en listas incompletas, en amigos injustamente olvidados, en pequeños silencios de libros perdidos en la memoria. Igualmente, quise llevar a cabo esta pequeña selección, para celebrar no solo el hábito — la pasión — por la fantasía, el miedo, lo grotesco y lo sublime, sino también mirarme a través de todos los rostros que nacen en las páginas, comprender quién soy y a donde voy a través de ellas.
Sin orden particular y por supuesto terriblemente incompleta, esta es una lista pequeñita de lo mejor del terror que leí durante el año 2018:
The Outsider de Stephen King
La novela tiene una percepción de sí misma que refleja la intención de Stephen King por innovar en pequeños fragmentos de horror sugeridos. The Outsider es la historia de una imposibilidad: La novela narra la extraña historia de como Terry Maitland, hombre intachable, buen esposo y ciudadano ejemplar (además del entrenador de béisbol de ligas juveniles) es acusado del cruel asesinato de un niño. De figura apreciada, querida y respetada, Maitland se transforma muy pronto no sólo en un paria sino también en el chivo expiatorio de los peores dolores y terrores de un pueblo obsesionado con su culpabilidad. Aún peor: Maitland ha formado parte de la vida de la mayoría de quienes le acusan (La mayoría de los personajes le conocen por haber sido entrenador en algún momento dado de su hijo, nieto, sobrino) lo que hace la confusión y la ira acerca de su culpabilidad aún más dura de asimilar. La investigación corre a cargo del detective Ralph Anderson, que como todos el resto de los personajes de la trama, también conocía a Maitland lo suficiente como para agradarle (esa visión periférica y tangencial de un hombre corriente dentro un espacio corriente) y a quien le lleva esfuerzos comprender que pudo cometer un crimen tan atroz. No obstante, la evidencia — y al principio de la novela, todo parece resumirse a lo comprobable — apunta a que no sólo es culpable sino que de hecho, es el único sospechoso en medio de una situación enrevesada y difícil de digerir.
King juega entonces con la línea temporal, el narrador y las pequeñas estructuras argumentales — de la prosa en tercera persona va a los testimonios y declaraciones, de una forma muy parecida en que lo hizo en los primeros capítulos de It — y crea la sensación que la historia tiene un único objetivo o mejor dicho, una sola forma de comprender el motivo y la percepción sobre lo moral y lo ético. Pero como siempre, King encuentra una arista no explorada sobre el tema — en esta ocasión, la culpabilidad, la acusación colectiva y la percepción de lo ético en medio del estigma — y lo transforma en algo por completo nuevo y lóbrego. Con su estupenda documentación legal — es notorio que King se tomó una buena cantidad de tiempo para construir una visión del sistema legal creíble — pero sobre todo, su lenta aproximación a la culpa como hecho casi fortuito, de pronto la novela toma el riesgo de contradecirse en sus líneas más elementales y es entonces, cuando el mejor estilo King sale a relucir: Maitland no sólo tiene una sólida, comprobable y sustentable coartada, sino además una grabación de video, en la que puede constatar que se encontraba en otra ciudad al momento en que ocurrió el crimen del cual se le acusa. De manera que ahora Anderson deberá lidiar no sólo con un caso por completo distinto sino también, con la singular sensación que algo sin explicación está ocurriendo en mitad de todo el misterio que trata de resolver, sin lograrlo. De pronto, lo que parecía ser un delito forense — y una narración policíaca al uso — se transforma en algo más. King, con su habitual habilidad para la construcción de peculiares capas de información y dimensión de lo temible, encuentra en The Outsider una manera por completo nueva de analizar el terror pero sobre todo, la identidad colectiva como una forma de expresión individual.
El escritor Laird Hunt usa la misma fórmula en su novela In The House in The Dark of the Woods (2018) y además, le añade una notoria capacidad para conjugar el horror desde la mirada de la brujería y la magia como una versión de la incertidumbre. De la misma forma que Stephen King (que redimensiona la fórmula de Shirley Jackson y la lleva a un nuevo nivel), Hunt analiza el mal y el miedo desde la conveniente distancia de un hecho fatídico envuelto en el manto de lo cotidiano. Su novela explora lo mítico y enigmático a través de una mirada sobre circunstancias en apariencia carentes de importancia, para luego crear una historia de horror folk que desde su engañosa apariencia de vulgaridad, logra el efecto inmediato del miedo en estado puro. A primera vista, no hay nada destacable ni especialmente peligroso en los paisajes que describe el escritor. Tampoco en la desaparición de uno de los personajes, punto de inflexión en la narración que Hunt sostiene con pulso inteligente pero también, con una evidente consciencia sobre lo engañoso de su propuesta. Como en el cuento La lotería de Jackson, Hunt incursiona en una nueva dimensión de lo terrorífico y lo hace con un pulso que sorprende por su eficacia.
A medio camino entre un cuento de hadas y un thriller a toda regla, la obra de Hunt funciona a dos bandas paralelas. Por un lado, recorre las enigmáticas zonas rurales de Nueva Inglaterra (la norteamérica profunda construida a la medida del desarraigo cultural) y a la vez, se concentra en la poderosa voz del personaje narrador, que asume el papel de guía en mitad de un recorrido complejo e incompleto a través de la oscuridad — exterior e interior — y además es la frontera entre lo absurdo y lo terrorífico que se esconde en los extensos bosques de árboles centenarios. Hunt maneja con inusual habilidad la connotación de lo desconocido que se extiende alrededor del personaje central. Lo sobrenatural se estructura como una amenaza casi orgánica. Con sus caminos impracticables, el sonido del viento cada vez más violento y la persistente sensación de anomalía, la historia de Hunt se superpone a lo evidente para mostrar una dimensión original sobre lo terrorífico. Para el escritor, el centro de toda la acción es una búsqueda incesante de significado — de lo temible, lo misterioso, lo que se esconde en la oscuridad — y las formas que asume lo inquietante en medio de la realidad.
Elevation de Stephen King
A medio camino entre el drama existencialista y el terror, la novela Elevation de Stephen King es una mezcla poco común entre los temas habituales del escritor y una extraña remembranza sobre el poder de la ternura, el amor y la solidaridad para combatir la oscuridad. No se trata de una combinación sencilla y en manos menos hábiles que las de King, habría sido con toda seguridad un argumento informe y fallido. Pero el escritor no sólo supera el escollo de la combinación de géneros sino que además, crea algo tan novedoso que el lector se encuentra en la extraña situación de decidir sobre el sentido de lo que lee. Elevation retoma la línea — que no los personajes o la historia — de uno de los relatos menores del autor — la novela Thinner de 1996—y lo reconstruye hasta crear una metáfora maliciosa sobre la sociedad norteamericana. Hay algo de espectáculo transmedia, en esta mirada del autor a su realidad — la novela extrae parte de su vitalidad de la crítica abierta y público de King hacia el gobierno de Donald Trump — pero sin duda, su mayor fortaleza es el recorrido desde lo siniestro hacia una percepción más elaborada y consecuente de la realidad desdoblada y reconvertida en algo incomprensible. Mientras que en su trilogía de Bill Hodges (a la que se podía incluir de manera tangencial la novela The Outsider, también publicada este año) lo sobrenatural es una especie de conjetura a medias, en Elevation toma el lugar del símbolo y elabora una percepción de la realidad asimétrica. La narración cambia a medida que el personaje pierde peso — o sería más apropiado decir, se hace más ligero — y lo hace, para brindar un sentido de asombro inaudito más parecida a la narración como experimento que a cualquier otra cosa. Todos los elementos habituales de las historias de King están allí — lo cotidiano que esconde lo siniestro, la lóbrega visión de la naturaleza humana en contraposición al mundo más allá de la incertidumbre — pero también, una compresión casi gentil del dolor colectivo. De nuevo, la acción transcurre en Castle Rock — la mítica ciudad núcleo del escritor — pero el escenario conocido es sólo una excusa para el misterio, a su vez que el misterio es una puerta abierta para un tipo de durísima reflexión sobre norteamérica, el futuro y la identidad. La mezcla resulta asombrosa por momentos y excesiva en otros, pero aún así, Elevation llena las expectativas y construye una nueva dimensión de lo terrorífico que asombra por su sutileza.
The Hunger de Alma Katsu
Norteamérica tiene sus leyendas privadas, la mayoría tan famosas y tan arraigadas en la cultura popular que el origen se hace difuso o en ocasiones, tan dudoso como la mera idea de su existencia. De modo que escribir ficción histórica sobre estas grandes historias periféricas, anónimas y la mayoría de las veces inverosímiles, lleva un doble esfuerzo: el de la reconstrucción de la verdad — cualquiera que sean los elementos que puedan sostener una versión única — y a la vez, dotar de su propio cuerpo narrativo a la historia bajo los datos, las comprobaciones y los hechos reales que lo conforman. Una labor ímproba que Alma Katsu lleva a cabo con mano precisa en su novela The Hunger.
Basada en la llamada Donner Party — la fallida expedición de colonos norteamericanos que debió sufrir el invierno de 1846 — 1847 en la Sierra Nevada y que recurrió al canibalismo para sobrevivir — la novela de Katsu, es una historia de horror que no pretende serlo. La escritora no se concentra en el clima de lo que podría aterrorizar, sino que elabora una versión de la historia basada en los detalles reales, crudos y violentos. El resultado es una novela con cierto parecido a las obras de Cormac McCarthy pero a la vez, una percepción sobre lo terrorífico emparentado con la violencia inevitable, más propia de Dean Koontz. Katsu además plantea la situación desde lo inevitable: la expedición está plagada desde el inicio de errores de juicios, accidentes, dolores y temores que al final, concluyen en una tragedia progresiva de consecuencias inimaginables. La prosa seca y directa de Katsu tiene algo de crónica, pero también, de mirada objetiva y fría sobre una situación cada vez más caótica, agresiva y al final, devastadora. Pero además, Katsu incorpora el ingrediente sobrenatural como un ingrediente fatídico que eleva a la historia a un nivel por completo nuevo. De pronto, la drástica mirada de la escritora sobre la tragedia se hace menos ecuánime y más misteriosa, lo que hace que la novela tome un giro inesperado hacia una percepción del horror impecable. Katsu sabe qué necesita mostrar — y que ocultar — para elaborar un durísimo manifiesto sobre la naturaleza humana y el dolor. Y lo hace en quizás una de las novelas de terror más poderosas de los últimos años.
The Merry Spinster: Tales of Everyday Horror de Mallory Ortberg
De la misma manera que Laird Hunt, Mallory Ortberg analiza el terror desde la percepción de la realidad convertida en una mirada hacia el origen del arte de contar historias. The Merry Spinster: Tales of Everyday Horror podría considerarse una colección de cuentos de Hadas ligeramente siniestros, a no ser por la extraña percepción de su autora sobre la fantasía, mucho más cercana al existencialismo y al miedo en estado puro que a la mera metáfora. Sus narraciones, no sólo analiza la maldad, la violencia, lo moral y lo visceral desde un ángulo por completo nuevo, sino que también, parecen atravesar varios géneros a la vez para crear un tipo de narración donde nada es muy claro ni es lo que parece. Desde la fantasía hasta las leyendas especulativas — pasando por el terror convertido en una pieza de creación secreta entre historias en apariencia inofensivas —, la obra de Mallory Ortberg elabora una concepción sobre el cuento que resulta deslumbrante por su originalidad. Es notorio que Ortberg elabora una especie de nueva percepción sobre la oralidad originaria de cualquier narración arquetípica, pero a la vez, la entrelaza con la percepción de medio (ya sea en este libro de relatos o sus obras en formato web), que analizan algo más poderoso y siniestro. Con la misma fluidez de un cuento de hadas tradicional, los cuentos de Ortberg mezclan lo cotidiano con lo absurdo y lo temible, en una extravagante combinación que termina siendo un recorrido por lo desconocido. Después de todo para la escritora, lo cotidiano sólo es un hábito y lo extraordinario se encuentra muy cerca del límite de lo que asumimos real. De modo que cada una de sus obras, evaden cualquier clasificación inmediata: con una prosa que podría tildarse de simple — aunque no lo es — y una prosa atempora, Ortberg utiliza los cuentos de hadas para elaborar una versión del terror casi instintiva. Lo que tememos se encuentra más cercano de lo que jamás hemos creído y es esa concepción de lo inquietante — lo absurdo hilvanado entre lo cotidiano —, lo que crea un reflejo sobre lo que tememos por completo nuevo.
Una lista corta, sin duda, que por supuesto no resume del todo mi trayecto por el mundo de la palabra este año. Aún así, se trata de un recorrido profundo, emocional y como siempre privado que me demostró de nuevo el poder de la literatura para crear, ennoblecer y sobre todo consolar como una forma de arte de infinita belleza. Una manera de soñar.
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