Enciendo la Tv. Una desencajada Diana Carolina Ruiz intenta explicar a la teleaudiencia que el SENIAT ( organismo recaudador de impuestos de mi país ) aumentó la multa de Globovisión ( Canal opositor al regimen chavista que impera en Venezuela ) al doble. La periodista frunce los labios, intenta parecer objetiva, serena, pero la rabia le impregna cada gesto. Finalmente, entre titubeos, termina de comentar lo que parece obvio: El Gobierno atesta lo que parecer ser otro golpe de efecto para desmoralizar a los opositores de conciencia - entre los que me cuento - que durante el fin de semana recolectaron dinero para pagar la suma original de la penalización tributaria. No soy tan buena como Diana Carolina para disimular la ira y comienzo a arrojar al suelo todo lo que encuentro en mi desordenado escritorio: arrojo un par de vasos y una vieja taza que se rompe en pedazos, un cuaderno que resbala y se queda abierto con las hojas arrugadas y finalmente mi arma contra el olvido, mi boligrafo favorito. Miro el desorden con una leve sensación de desconcierto, de futilidad y descubro que durante diez años me he sentido justamente asi: Levemente confusa, sin saber como enfrentarme a un monstruo decimonónico que devora la voluntad por el simple hecho de golpearme en esa emotividad simple del ciudadano. Aguardo, de pie, con los puños apretados. Maldigo en voz baja a los funcionarios que jamás sabrán - ni se imaginarán - el dolor que me produce la impotencia. Y recuerdo una frase, escuchada en alguna parte de mi cinemateca mental: "El odio solo afecta a quién lo siente. El que lo produce ni lo sabe, ni le importaría, de saberlo". Asi que recojo de nuevo los trozos de mis objetos - la furia - y los veo languidecer al fondo del cesto de basura.
Subo el volumen de la Televisión. Escucho a la gente en pantalla gritar que volverán a recoger dinero, el que sea necesario, en una demostración de poder silencioso contra este gobierno dictatorial. Y sonrio. A pesar de la furia. Sonrio.
Todvía hay esperanza. Quizá.
Subo el volumen de la Televisión. Escucho a la gente en pantalla gritar que volverán a recoger dinero, el que sea necesario, en una demostración de poder silencioso contra este gobierno dictatorial. Y sonrio. A pesar de la furia. Sonrio.
Todvía hay esperanza. Quizá.
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