jueves, 18 de junio de 2009

La belleza portatil


La belleza es un mito urbano. Y no lo digo, realmente, como metáfora elaborada o idea pretendidamente progresista. Me refiero al simple hecho, que la belleza es para cada uno de nosotros un ideal, una idea que se desliza al fondo de nuestra conciencia hasta tomar la forma de otros sentimientos más complejos y menos aparentes. Es decir, ¿que es la belleza entonces, sino un paliativo de determinados pensamientos demasiado dolorosos o abstractos para tomar un rostro concreto? Durante una conversación con mi inefable L., llegué a la conclusión que para la mayoría de nosotros la estética es cualquier cosa menos atractivo fisico.

L. sonrie, se encoje de hombres.

- De manera que mi mamá fue y se hizo no sé que en la cara - suspira. Sonríe - y después se aplicó botox en una arruga larga de la frente. Se ve diez años más joven!

Aguardo, un poco preocupada. En el tono y la expresión de L. no noto una especial alegria ante la decisión de su madre de recuperar un poco de juventud por la via quimica. Él se encoje de hombres, revuelve lentamente la taza con te que compartimos y finalmente sonríe: una mueca sin alegria, un poco cansada.

- Tiene casi sesenta años - continua - y ya sabes, creo que está llegando a ese momento de su vida donde sabes por seguro que morirás, que hay una linea que no cruzarás. Me entristece que mi madre empiece a pensar en la muerte.

Tomo un sorbo de la bebida. Ardiente, un sabor un tanto amargo. Asi que de eso hablamos. La muerte, la perdida del tiempo, la propia vulnerabilidad corporal. Me pregunto cuantas veces utilizamos algo tan simple como la belleza para sustraernos del temor, del olvido, del tiempo que nace y muere, de las pequeñas transmigaciones de la memoria impávida. Y me asusta el pensamiento de cuantas veces hablamos de belleza queriendo hablar de dolor y de perdida, de cuantas veces deseamos encontrar una voz en la memoria y simplemente nos miramos en el espejo.

L. y yo caminamos un rato, desviandonos del tema de su madre hacia otro derroteros. Mousavi, Chavez. El dolar permuta. Chavez. El tráfico. Chavez. Finalmente nos detenemos en algún punto de la calle transitada y guardamos silencio. Se vuelve, me dedica su bella sonrisa torcida, como de niño, que conozco tan bien.

- Se siente aliviada, ¿sabes? - murmura. Como de pasada, un poco nervioso - como si realmente fuera la mujer que fue hace una década. Eso es bueno, ¿verdad? Eso es...aliviante para ella.

Murmuro alguna cosa - claro que si, me alegro por ella - pero en realidad siento una intrigante sensación de inquietud que seguiré teniendo todo el rato. Incluso ahora mientras escribo esto. Y me sigo preguntando porque hablamos de belleza cuando queremos decir dolor, o simplemente soledad.


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