Soy una amante de las fantasías sociales que consuelan esa sensación de pura ignorancia que llamamos normalidad. Durante toda mi vida he sido asidua a la mitologia, venga de de donde venga y de hecho, creo que muchos de mis arquetipos y patrones mentales tiene una definitiva influencia de este lenguaje tan primitivo como efectivo. Pero sin duda, claro, prefiero la mitología artúrica a la judeo-cristiana y la vuelta del dux bellorum a la del hijo del carpintero, y no solo por mis indiscutibles rasgos intelectuales paganos - que por supuesto, resultan un elemento definitorio aunque por supuesto discriminatorio en mi manera de pensar - sino porque no puedo no pensar en el Asiento Peligroso (Siège Périlleux, si queremos ser pedantes) donde se sentará Galaaz (pero que antes freirá a unos cuantos caballeros) antes que en el Hilasterion. Una inevitable deformación fruto de mi educación clasica o un minimo gesto de pura arrogancia intelectual, quien sabe.
El caso es que siempre termino recreando cada situación de mi vida bajo el cariz de la leyenda y la grandielocuencia: una nada disimulada tendencia al melodrama que solo ahora aprecio en realidad. Una sensación onirica esa, de imaginar el mundo como un enorme campo de batalla donde el bien y el mal luchan en valles púrpureos e irreales. Una minima y elocuente construcción de mi memoria que supongo es la manera en que la niña que aun soy, expresa su fascinada necesidad de comprender el mundo a través de simbolos personales. Ah, Una ofelia que se arroja a un lago de Opalos olvidados, mientras piensa - en último suspiro, un postrero desvario - en que el señor Cave prefiere, como explicación al adulterio, la paloma y la virgen a la transformación física de Uther en Gorlois. Aunque, como Gorlois muere mientras Igerne cree que está con ella, la cosa tiene más glamour y culmina con una espada en una piedra.
Y me debato en medio de una oscuridad espejada y magnifica, me arrojo a un abismo interminable de pura belleza. Un delirio argumental, un sueño espléndido y carente de verdadero sentido.
Sí, definitivamente necesito dormir más por las noches.
El caso es que siempre termino recreando cada situación de mi vida bajo el cariz de la leyenda y la grandielocuencia: una nada disimulada tendencia al melodrama que solo ahora aprecio en realidad. Una sensación onirica esa, de imaginar el mundo como un enorme campo de batalla donde el bien y el mal luchan en valles púrpureos e irreales. Una minima y elocuente construcción de mi memoria que supongo es la manera en que la niña que aun soy, expresa su fascinada necesidad de comprender el mundo a través de simbolos personales. Ah, Una ofelia que se arroja a un lago de Opalos olvidados, mientras piensa - en último suspiro, un postrero desvario - en que el señor Cave prefiere, como explicación al adulterio, la paloma y la virgen a la transformación física de Uther en Gorlois. Aunque, como Gorlois muere mientras Igerne cree que está con ella, la cosa tiene más glamour y culmina con una espada en una piedra.
Y me debato en medio de una oscuridad espejada y magnifica, me arrojo a un abismo interminable de pura belleza. Un delirio argumental, un sueño espléndido y carente de verdadero sentido.
Sí, definitivamente necesito dormir más por las noches.
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