Escribir es tan doloroso y hermoso como una herida destinada a convertirse en una cicatriz memorable. ¿Existe algo así realmente? Creo que sí. Hay pequeña cicatrices que son intimas, una especie de huella temporal a partir de la cual podemos hacer una crónica silenciosa que solo nuestra piel comprende a cabalidad. Una fotografia que solo pertenece a nuestro ojo, a nuestro recuerdo especifico. Una minima vocalización de la imagen.
Escribiendo estas notas descubrí que tengo mucho que contar. Por supuesto que sé que las historias que se recuerdan son mucho más hermosas y ricas que las que realmente sucedieron, pero deseo intentarlo, quiero intentarlo. Me siento como un escriba prolijo, copiando aceleradamente las palabras que fluyen rapidamente de un pozo profundo de mi propia capacidad para crear. Quiero contar tantas cosas de mi misma! narrar, recrear, inventar un poco. Caminar por los rincones de mi castillo de la memoria, abrir y cerrar cajones, sacudir viejos trajes, arrojar hojas al viento. Me siento tan revitalizada, tan maravillosamente idealizada dentro de mi propia mente. Ahora soy uno de mis personajes. Soy ella, la otra, la mujer que tendré que describir, crear, analizar, comprender, desgarrar con furia, delinear con ternura. Soy ella y soy yo. Una fusión de valores.
En el espiritu de toda mujer, incluso de la más discreta, la más timida, la más dedicada a fingir una falsa paz, alienta una vida secreta y expurea, este poder, esta una fuerza poderosa llena de buenos instintos, creatividad, pasión y sabiduría eterna. Es la Mujer Salvaje, una especie en peligro de extinción. Es la fuerza del verbo, del tiempo, de la creación, de la fuertilidad de las ideas. La expresión del yo más profunda, más pura y brutal. Si, esa mujer que rie en voz alta y grita de rabia, que siente con la misma intensidad el odio y el placer, la sensualidad y el asombro.
Siento este fuego consumiendome, transformandome, un ciclo de renacimiento insoportable y necesario. En los llanos y valles de pensamiento, corro con toda la libertad, con toda la furia indomable de la pura sensación. Soy yo, la fuerza de mi voz y mi necesidad. Sin más nombre que el que deseo darme, sin otra forma que la de llama inextinguible en mi espiritu.
Si, un suspiro de puro anhelo.
Siempre he sentido que un buen comienzo es semejante a arrojarse desde un abismo hacia la oscuridad. Asi que, no hay mejor comienzo para esta historia que dejar atrás mi pequeña dosis de locura secretista y arrojarme al fondo de todas las cosas, envueltas en preguntas y esperando respuestas. Cierro los ojos y abro los brazos. Echo la cabeza hacia atrás y siento como el aire cargado de voces del pasado y del presente me aturden, me envuelven en una cacofónia insoportable. Relajo mi cuerpo, siento el leve movimiento de la gravedad atrayendome hacia esa sombras raquideas y pulposas que se extienden bajo mis pies. Tengo miedo, un terror tremendo a lo desconocido, a lo que encontraré alli, escondido, esperando por mi. Pero el miedo no es tan fuerte, como la simple felicidad irracional de dejarme llevar por el instinto, por la fuerza de gravedad que me atrae al nucleo de mi misma. Rio en voz alta. En esta soledad absoluta de las ideas, siento como la energia irrevocable me recorre.
Es el momento.
Me dejo caer.
La oscuridad me rodea. No soy nada más que lo he creado de mi misma.
Una historia entre la fantasia y una realidad meticulosamente desgranada.
Un reflejo de oscuridad entre dos dimensiones de mi rostro.
Alicia cayendo en el país de las maravillas.
Podría gritar ahora pero simplemente rio, a carcajadas, llena de puro vertigo.
El momento es ahora. La palabra nace en mi.
Escribiendo estas notas descubrí que tengo mucho que contar. Por supuesto que sé que las historias que se recuerdan son mucho más hermosas y ricas que las que realmente sucedieron, pero deseo intentarlo, quiero intentarlo. Me siento como un escriba prolijo, copiando aceleradamente las palabras que fluyen rapidamente de un pozo profundo de mi propia capacidad para crear. Quiero contar tantas cosas de mi misma! narrar, recrear, inventar un poco. Caminar por los rincones de mi castillo de la memoria, abrir y cerrar cajones, sacudir viejos trajes, arrojar hojas al viento. Me siento tan revitalizada, tan maravillosamente idealizada dentro de mi propia mente. Ahora soy uno de mis personajes. Soy ella, la otra, la mujer que tendré que describir, crear, analizar, comprender, desgarrar con furia, delinear con ternura. Soy ella y soy yo. Una fusión de valores.
En el espiritu de toda mujer, incluso de la más discreta, la más timida, la más dedicada a fingir una falsa paz, alienta una vida secreta y expurea, este poder, esta una fuerza poderosa llena de buenos instintos, creatividad, pasión y sabiduría eterna. Es la Mujer Salvaje, una especie en peligro de extinción. Es la fuerza del verbo, del tiempo, de la creación, de la fuertilidad de las ideas. La expresión del yo más profunda, más pura y brutal. Si, esa mujer que rie en voz alta y grita de rabia, que siente con la misma intensidad el odio y el placer, la sensualidad y el asombro.
Siento este fuego consumiendome, transformandome, un ciclo de renacimiento insoportable y necesario. En los llanos y valles de pensamiento, corro con toda la libertad, con toda la furia indomable de la pura sensación. Soy yo, la fuerza de mi voz y mi necesidad. Sin más nombre que el que deseo darme, sin otra forma que la de llama inextinguible en mi espiritu.
Si, un suspiro de puro anhelo.
Siempre he sentido que un buen comienzo es semejante a arrojarse desde un abismo hacia la oscuridad. Asi que, no hay mejor comienzo para esta historia que dejar atrás mi pequeña dosis de locura secretista y arrojarme al fondo de todas las cosas, envueltas en preguntas y esperando respuestas. Cierro los ojos y abro los brazos. Echo la cabeza hacia atrás y siento como el aire cargado de voces del pasado y del presente me aturden, me envuelven en una cacofónia insoportable. Relajo mi cuerpo, siento el leve movimiento de la gravedad atrayendome hacia esa sombras raquideas y pulposas que se extienden bajo mis pies. Tengo miedo, un terror tremendo a lo desconocido, a lo que encontraré alli, escondido, esperando por mi. Pero el miedo no es tan fuerte, como la simple felicidad irracional de dejarme llevar por el instinto, por la fuerza de gravedad que me atrae al nucleo de mi misma. Rio en voz alta. En esta soledad absoluta de las ideas, siento como la energia irrevocable me recorre.
Es el momento.
Me dejo caer.
La oscuridad me rodea. No soy nada más que lo he creado de mi misma.
Una historia entre la fantasia y una realidad meticulosamente desgranada.
Un reflejo de oscuridad entre dos dimensiones de mi rostro.
Alicia cayendo en el país de las maravillas.
Podría gritar ahora pero simplemente rio, a carcajadas, llena de puro vertigo.
El momento es ahora. La palabra nace en mi.
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