lunes, 5 de julio de 2010

De pequeños delirios o mi amor por el café


En ocasiones, los amigos me preguntan sobre como mantengo cierta perspectiva en medio de un país caótico, cada vez más violento y extravagante. Para todos ellos siempre tengo una sola palabra:

Café!!

Claro que, tal vez quién lea esto puede considerar mi respuesta banal o carente de interés. Pero en realidad es la que más se ajusta a mi modo de afrontar la cotidianidad. De alguna manera un tanto enigmática, el café - su olor, beber un sorbo, mi simple y difusa dependencia hacia mi acostumbrada taza diaría - me hace sentir identificada a una cierta idea de mi misma que conservo de una manera anecdótica: De niña, luego de tener alguna de mis recurrentes pesadillas, tomaba un poco de café, aromatizado con canela y suavizado con un poco de leche. Ah, sí, que tranquilidad, el poderoso sabor brindandome un cierto sosiego abstracto y sin sentido. Unos años más tarde, en plena adolescencia, me acostumbré a tomar café en las largas noches de insomnio, una manera de reafirmar las largas horas en blanco que por entonces carencian de sentido biologico. El hilo de miedo que siempre me acompañaba por entonces desaparecía, mientras paladeaba el sabor amargo, mis pensamientos divagando en busca de una explicación a lo que sucedía en mi mente y en mi espiritu. De adulto, una taza de café consigue tranquilizarme, devolverme un poco el sentido de la realidad, luego de lo que llamo mis "momentos excéntricos". Con los dedos temblorosos, sostengo una taza de café humeante, dejandome llevar por una cierta tranquilidad sin sentido. El desconcierto desaparece lentamente, envuelto por el exquisito aroma, los ojos cerrados, los dedos recorridos por una exquisita cálidez. De hecho, el café - mi adicción a beberlo, mejor dicho - ha sido una constante en mi vida, la respuesta fácil y exquisita para los momentos más extraños, ilógicos, inconclusos. Café y café. Es casi demasiado sencillo ¿no es así? Me hace sonreír el pensamiento mientras escribo estas lineas y el olor de un exquisito grano colombiano revolotea en el aire, impregnando mis cabellos y gravitando en algun lugar de mi memoria.

Y es que tengo la impresión que cada momento de mi vida necesita una huella de cafeína para tener sentido. El temor antiguo y casi infantil a la oscuridad, merece un sorbo de amargo café sin azúcar. Las mañanas olorosas al sol de la montaña de la ciudad donde vivo, un cremoso café con una medida de leche. Con dos cucharadas de azúcar y unas cuantas gotas de zumo de limón para las tardes lluviosas, mientras escribo sentada junto a mi ventana favorita. El denso y espeso, con un poco de vainilla, para los largos ratos en solitario, la intimidad de la reflexión y el tiempo intimo. Crema bátida y chispas de chocolate para mis momentos más festivos, esa felicidad irregular y peculiar que le da sentido a ciertas magnificas escenas de la vida. Incluso en el amor, tiene un dulce y magnifico sabor. Una humeante taza de café, en medio de la noche, preparada a la carrera, sin demasiado detalle, solo la textura magnifica e inolvidable de un beso secreto. Sí, definitivamente, el aroma de un voz inquieta en mis pensamientos. La huella limpia y desigual de mi fe en las cosas sencillas y exquisitas. Sentada, con los ojos cerrados, sonriendo levemente, mientras las lentas espirales de poderoso aroma me rodean, enrojeciendome las mejillas, llenando mi mente de imagenes y recuerdos.

Tomo un sorbo. Un estremecimiento de profundo placer me recorre. Un arrebato indispensable, una mera banalización de mis pequeñas diatribas diarias. Ah, si realmente es muy sencillo. La pequeña magia de un pequeño sorbo del oscuro mana. Uhmmmmm...lo paladeo, sueño con cierta paz que no termina de llegar, pero cuyo anuncio es casi previsible. Que engañoso, que adecuado, que personal forma de intuir el delirio de otro en mi propio rostro.

En ocasiones, me imagino a mi misma como el cacterístico personaje de South Park, con un aspecto algo nervioso y famélico, mirando el café con una codiciosa vanidad. Y es que, verdaderamente necesito café!!!


Arrivederci!

6 comentarios:

Jacobo Alonso dijo...

totalmente identificadooooo... el cafe una adiccion simplista o un tranquilizante creo q los 2 ^^

l.lill dijo...

Excelente tus palabras. Y es sorprendente como el anestesiante y seductor café se apodera de nuestro ser, grano del demonio.

Miss B dijo...

ajajajajaaja Jacobo, para mi es EL VICIO @.@ ajajajaja gracias por leer y comentar :D

Migue si, ajajaja :( necesito mi grano del mal para vivir ajajaja :D Besos y gracias por leer y comentar!

adal23 dijo...

Que buen homenaje a mi amigo el café. me alegra todo lo que se escribe de él. Comparto las gratas sensaciones que nos produce. Es infaltable para mi despertar y en los ratos de interrupciones laborales durante el día.
No me imagino la vida sin al menos un café diario; y es que no podría dejar de tomarlo porque el organismo me lo reclamará a las pocas horas.
Creo que de las cosas buenas de esta país hermoso, está el ser productor de un excelente café, Dios bendiga ésta tierra y nos brinde por siempre su fruto.

Yliana dijo...

También me he sentido identificada... definitivamente, no puedo comenzar el día sin mi taza de café y algunas veces, tampoco continuar mis tardes, jeje :-)

Miss B dijo...

ajajajaaja Es que para mi Adal, el café es una manera de conectarme con una parte profundamente hedonista y privada de mi mente. Le otorgué una simbologia especial. Gracias por leer y comentar!

ajajajaaj Yliana, para mi el café es indispensable! caprichos locos :D Un beso! Gracias por leer y comentar!

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