Para la arqueóloga Marija Gimbutas -que excavó poblados agrícolas en Europa del Este con una antigüedad de 7000 y 8000 años- las diosas del tipo de Deméter representan a la Dadora de Vida y Dispensadora de la Muerte cíclica.
Ella es útero y tumba similar a la Pachamama de los indígenas latinoamericanos. Y su hija Perséfone es la Doncella del Renacimiento y la Regeneración indentificada con la luna, la primavera, las serpientes y el Mundo Subterráneo.
Esta Gran Diosa, desdoblada en dos o tres aspectos, representa el poder sustentador de la vida presente en las fuerzas y energías de la tierra, con sus florecimientos y repliegues estacionales que influían en la vida de las personas y en sus formas culturales. Los pueblos agrícolas veneraban estos arquetipos sagrados femeninos para obtener alimento, salud y bienestar sabiendo que Démeter-Perséfone era su fuente de origen, la Diosa de los comienzos o Diosa de la Creación que periódicamente volvía a recrear el mundo manifestando la abundancia de los comienzos en cada primavera y en cada cosecha.
A pesar de las distorsiones helenas, en la mitología griega hay una línea contínua que va desde Eurínome -la creadora pelasga- a través de Gea y Rea, abuela y madre de Démeter, que persiste en Perséfone como diosa de la Vida y de la Muerte cíclica. En Perséfone tenemos a la ancestral diosa que desciende al Mundo Subterráneo actuando redentora o resurrectora; un rol mítico también característico en Inanna, Ishtar e Isis. La Gran Diosa engendra no sólo hijas divinas sino también hijos y amantes-consortes identificados con el potencial de la vegetación, el cereal y el renacimiento cíclico. Dentro de los Misterios de Eleusis esta el culto de Dioniso, dios de los nuevos brotes y arquetipo masculino, y el de Adonis como amante de Perséfone-Afrodita para celebrar el "hierosgamos" la unión sexual sagrada de la pareja divina.
Rastros del mito original
Como Diosa Madre, Deméter engendra a su Hija junto con la creación simbolizada en la primavera y la agricultura. Ambas viven juntas poniendo en marcha los ciclos de vida cósmica, vegetal, animal, humana. La Hija recibe las iniciaciones de la Madre para que colme de poder y sabiduría esos ciclos, ejerciendo como protectora de las leyes de la Diosa Madre. A medida que crece y madura, la Hija comienza a alejarse de la Madre. Recorre distintos lugares animando la creación y por donde ella camina todo crece y florece.
Un día escucha unos lamentos que provienen del fondo de una cueva. Entonces la Hija enciende una antorcha y desciende al Mundo Subterráneo de los Muertos. Cuando éstos ven la luz dejan de gemir y se alegran con la presencia de la joven diosa. Como Perséfone es la Diosa de la Vida y la Regeneración, los muertos encuentran en ella una esperanza de renacimiento. Ella se queda a vivir con los muertos siendo su Reina-sacerdotisa ofreciéndoles el fruto del Árbol de la Vida: la granada. Su estancia en este ámbito trae el otoño y comienzan los repliegues cíclicos permitiendo a la naturaleza y a los seres vivientes despojarse de lo viejo en espera de lo nuevo. Un proceso también vivido por las almas de los muertos a las cuales Perséfone está iniciando para su ingreso en otra forma de vida.
Después de educar, iniciar e impulsar a la Hija, Demeter se repliega ante su ausencia asumiendo su faz de Hécate, diosa otoñal e invernal de la tierra y de las encrucijadas. En este sentido, ella no es una madre desesperada ni una mujer atormentada por la pérdida sino una Anciana Sabia oculta en las raíces y las hierbas curativas, debajo de la tierra y dentro de las cuevas donde la vida se refugia hasta que el ciclo de vida se complete.
Este retraimiento de la Madre, más el descenso de la Hija al Mundo de los Muertos, manifiestan a la "Tomadora de Todo", la dispensadora de una "muerte temporal", resguardando en lo profundo de su ser divino y de cada ser vivo la llama de la vida en estado de latencia y espectación. El grano de cereal aventado y almacenado en las vasijas del templo de la Diosa agrícola también era un "muerto durmiente" en espera de su futura resurrección en la nueva planta.
Cuando los habitantes de la cultura agrícola de la Diosa sembraban enterrando esas diminutas semillas secas e inertes, éstas seguían la simbólica del invierno y de la muerte cíclica. Las semillas debían ser sepultadas en el útero-tumba a la espera del milagro que las conviertía en una potente fuente de alimento y prosperidad. La siembra y el invierno a su vez recordaban la gestación uterina cuando la sangre menstrual de la mujer fluía hacia adentro para alimentar el feto que crecía en las penunbras de su cuerpo.
Con el retorno de la primavera cuando la Hija emerge del Mundo Subterráneo, la Madre vuelve a poblar el mundo y la vida durmiente nace sobre la tierra: las hembras paren, las plantas florecen y los árboles dan sus frutos. Los humanos participan de este retorno primaveral expresando sentimientos de amor, amistad y solidaridad. Realizan alegres danzas; celebran ritos de iniciación de las nuevas generaciones de jóvenes y la vida de la comunidad como la de la naturaleza, se renueva. Hay festejos y esperanzas compartidas.
No es difícil imaginar a las jóvenes de las comunidades agrícolas celebrar la primavera adornadas con coronas de flores participando de iniciaciones femeninas identificándose con la joven Core y la amante Perséfone. Y a los jóvenes celebrando sus iniciaciones del Dios Verde de la vegetación: el joven Adonis y el excitante Dioniso. En este contexto las jóvenes no corrían riesgo de ser raptadas, violadas, ni degradas. Al encarnar el aspecto de Core eran altamente respetadas y disponían de su sexualidad celebrando uniones libres con sus compañeros en los campos y los bosques.
El mito ancestral de transformación cíclica de Inanna y Dumuzi; Ishtar y Tamuz; Isis y Osiris como así también los cultos del folklore pagano europeo estudiado por Sir James Frazer en "La Rama Dorada" siguen el mismo patrón arquetípico de Démeter y Perséfone. Por su parte, los evangelistas rodearon la figura de Jesús con las metáforas sagradas del mito matrístico para predicar la muerte y resurrección de hijo divino identificado con el grano de trigo y así difundir una nueva religión sin la Diosa Madre.
El mito en nuestros días
Una prodría preguntarse por qué los occidentales hemos sido tan sensibles al mito de la madre doliente que llora a su hija, hijo o consorte que desaparece o muere violentamente. Por qué el símbolo tardío de la Virgen María frente a su hijo crucificado sigue resonando en la conciencia de las personas. Posiblemente porque el mito griego y el cristiano exaltan la muerte injusta y el dolor materno como arquetipo de amor sublime y abnegado.
La muerte injusta y el dolor materno implícitamente nos hablan sobre la vigencia de sistemas de dominación que victimiza a madres, hijas e hijos en la historia de Occidente. Las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo reclamando por sus familiares desaparecidos y las Marchas de Silencio en Catamarca encabezas por la madre de María Soledad y la hermana Pelloni (todas encarnando el arquetipo Deméter y Hécate) por ejemplo, reactualizaron el mito griego de Démeter y Perséfone, como así también lo siguen haciendo las periódicas violaciones, acosos sexuales y asesinatos "pasionales" que sufren las mujeres en nuestra sociedad.
Pero el significado ancestral del mito de Deméter-Perséfone no está en el dolor y el desgarro. Tampoco en la muerte injusta y el rapto violento como símbolo para expresar los repliegues en la naturaleza o la muerte del humano.
El significado ancestral más bien se refiere a una concepción sagrada donde vida-muerte conforman parte de un mismo proceso. Ambos no están dualizados y no funcionan como opuestos irreconciliables. La muerte natural como la vida es una experiencia de transformación, iluminación y maduración que abarca dimensiones espirituales, psicológicas y culturales de las personas. En este sentido, la interrelación e interconexión de las diferentes formas de vida es un tema central en este mito matrístico agrícola. Así la Diosa Madre agrícola no sólo debe apreciarse como una productora de alimentos. El arquetipo expresa los métodos de subsistencia más inteligentes y benéficos para las especies y para la comunidad humana.
En esta concepción ancestral también se tenía en cuenta la existencia de situaciones injustas que podían surgir en el seno de la comunidad. En su cualidad de Madre, la Diosa ejercía como legisladora y patrona de la justicia, indicándonos que las mujeres y varones agrícolas poseían normas y procedimientos para juzgar a los transgresores de la ley. Temis y Atenea, por ejemplo, tenían a su cargo administrar justicia ya sea desde el templo o el tribunal.
Es posible que el mito pre-patriarcal de Deméter-Perséfone aún sea una cuenta pendiente, una experiencia existencial poco transitada en toda su dimensión. Algunas personas presienten la necesidad de este mito ante la acelerada destrucción ecológica y en el dominio de los recursos naturales por unos pocos "Hades" de la economía mundial. No pocas personas sienten que la vida en las grandes ciudades las ha desconectado de la naturaleza y de los ciclos que la mente, el cuerpo y el espíritu necesitan para vivir en armonía y plenitud. La pobreza que afecta a millones de personas sucede como un largo e interminable invierno decretado no por la Madre Tierra a la cual no se tiene acceso sino por los "Zeus" que detentan poder sobre otros.
Con todo, mujeres y varones en distintos ámbitos están recuperando algo de la cualidad de las diosas gemelas y de sus hijos-consortes cuando buscan soluciones y alternativas al repetido rapto de la vida y la esterilidad provocada por la mentalidad patriarcal. Las mujeres, particularmente, con el desarrollo de la Conciencia Femenina sagrada están devolviéndonos los rostros originales de la Diosa ancestral influyendo en las formas culturales de vinculación con la naturaleza y entre los humanos.
Los mitos son muy persistentes, decía Mircea Eliade, porque contienen modos de ser y actuar que son relevantes para las personas. Al estar encarnados en diosas y dioses, animales, plantas o lugares sagrados, los mitos pre-patriarcales y sus símbolos arquetípicos comunican una historia de los tiempos primordiales que pueden iluminar las búsquedas del presente. Muchos mitos y arquetipos como el de Deméter-Perséfone siguen latentes en el inconsciente colectivo y a veces saltan a la conciencia de las personas en momentos de crisis y de cambio.
Ella es útero y tumba similar a la Pachamama de los indígenas latinoamericanos. Y su hija Perséfone es la Doncella del Renacimiento y la Regeneración indentificada con la luna, la primavera, las serpientes y el Mundo Subterráneo.
Esta Gran Diosa, desdoblada en dos o tres aspectos, representa el poder sustentador de la vida presente en las fuerzas y energías de la tierra, con sus florecimientos y repliegues estacionales que influían en la vida de las personas y en sus formas culturales. Los pueblos agrícolas veneraban estos arquetipos sagrados femeninos para obtener alimento, salud y bienestar sabiendo que Démeter-Perséfone era su fuente de origen, la Diosa de los comienzos o Diosa de la Creación que periódicamente volvía a recrear el mundo manifestando la abundancia de los comienzos en cada primavera y en cada cosecha.
A pesar de las distorsiones helenas, en la mitología griega hay una línea contínua que va desde Eurínome -la creadora pelasga- a través de Gea y Rea, abuela y madre de Démeter, que persiste en Perséfone como diosa de la Vida y de la Muerte cíclica. En Perséfone tenemos a la ancestral diosa que desciende al Mundo Subterráneo actuando redentora o resurrectora; un rol mítico también característico en Inanna, Ishtar e Isis. La Gran Diosa engendra no sólo hijas divinas sino también hijos y amantes-consortes identificados con el potencial de la vegetación, el cereal y el renacimiento cíclico. Dentro de los Misterios de Eleusis esta el culto de Dioniso, dios de los nuevos brotes y arquetipo masculino, y el de Adonis como amante de Perséfone-Afrodita para celebrar el "hierosgamos" la unión sexual sagrada de la pareja divina.
Rastros del mito original
Como Diosa Madre, Deméter engendra a su Hija junto con la creación simbolizada en la primavera y la agricultura. Ambas viven juntas poniendo en marcha los ciclos de vida cósmica, vegetal, animal, humana. La Hija recibe las iniciaciones de la Madre para que colme de poder y sabiduría esos ciclos, ejerciendo como protectora de las leyes de la Diosa Madre. A medida que crece y madura, la Hija comienza a alejarse de la Madre. Recorre distintos lugares animando la creación y por donde ella camina todo crece y florece.
Un día escucha unos lamentos que provienen del fondo de una cueva. Entonces la Hija enciende una antorcha y desciende al Mundo Subterráneo de los Muertos. Cuando éstos ven la luz dejan de gemir y se alegran con la presencia de la joven diosa. Como Perséfone es la Diosa de la Vida y la Regeneración, los muertos encuentran en ella una esperanza de renacimiento. Ella se queda a vivir con los muertos siendo su Reina-sacerdotisa ofreciéndoles el fruto del Árbol de la Vida: la granada. Su estancia en este ámbito trae el otoño y comienzan los repliegues cíclicos permitiendo a la naturaleza y a los seres vivientes despojarse de lo viejo en espera de lo nuevo. Un proceso también vivido por las almas de los muertos a las cuales Perséfone está iniciando para su ingreso en otra forma de vida.
Después de educar, iniciar e impulsar a la Hija, Demeter se repliega ante su ausencia asumiendo su faz de Hécate, diosa otoñal e invernal de la tierra y de las encrucijadas. En este sentido, ella no es una madre desesperada ni una mujer atormentada por la pérdida sino una Anciana Sabia oculta en las raíces y las hierbas curativas, debajo de la tierra y dentro de las cuevas donde la vida se refugia hasta que el ciclo de vida se complete.
Este retraimiento de la Madre, más el descenso de la Hija al Mundo de los Muertos, manifiestan a la "Tomadora de Todo", la dispensadora de una "muerte temporal", resguardando en lo profundo de su ser divino y de cada ser vivo la llama de la vida en estado de latencia y espectación. El grano de cereal aventado y almacenado en las vasijas del templo de la Diosa agrícola también era un "muerto durmiente" en espera de su futura resurrección en la nueva planta.
Cuando los habitantes de la cultura agrícola de la Diosa sembraban enterrando esas diminutas semillas secas e inertes, éstas seguían la simbólica del invierno y de la muerte cíclica. Las semillas debían ser sepultadas en el útero-tumba a la espera del milagro que las conviertía en una potente fuente de alimento y prosperidad. La siembra y el invierno a su vez recordaban la gestación uterina cuando la sangre menstrual de la mujer fluía hacia adentro para alimentar el feto que crecía en las penunbras de su cuerpo.
Con el retorno de la primavera cuando la Hija emerge del Mundo Subterráneo, la Madre vuelve a poblar el mundo y la vida durmiente nace sobre la tierra: las hembras paren, las plantas florecen y los árboles dan sus frutos. Los humanos participan de este retorno primaveral expresando sentimientos de amor, amistad y solidaridad. Realizan alegres danzas; celebran ritos de iniciación de las nuevas generaciones de jóvenes y la vida de la comunidad como la de la naturaleza, se renueva. Hay festejos y esperanzas compartidas.
No es difícil imaginar a las jóvenes de las comunidades agrícolas celebrar la primavera adornadas con coronas de flores participando de iniciaciones femeninas identificándose con la joven Core y la amante Perséfone. Y a los jóvenes celebrando sus iniciaciones del Dios Verde de la vegetación: el joven Adonis y el excitante Dioniso. En este contexto las jóvenes no corrían riesgo de ser raptadas, violadas, ni degradas. Al encarnar el aspecto de Core eran altamente respetadas y disponían de su sexualidad celebrando uniones libres con sus compañeros en los campos y los bosques.
El mito ancestral de transformación cíclica de Inanna y Dumuzi; Ishtar y Tamuz; Isis y Osiris como así también los cultos del folklore pagano europeo estudiado por Sir James Frazer en "La Rama Dorada" siguen el mismo patrón arquetípico de Démeter y Perséfone. Por su parte, los evangelistas rodearon la figura de Jesús con las metáforas sagradas del mito matrístico para predicar la muerte y resurrección de hijo divino identificado con el grano de trigo y así difundir una nueva religión sin la Diosa Madre.
El mito en nuestros días
Una prodría preguntarse por qué los occidentales hemos sido tan sensibles al mito de la madre doliente que llora a su hija, hijo o consorte que desaparece o muere violentamente. Por qué el símbolo tardío de la Virgen María frente a su hijo crucificado sigue resonando en la conciencia de las personas. Posiblemente porque el mito griego y el cristiano exaltan la muerte injusta y el dolor materno como arquetipo de amor sublime y abnegado.
La muerte injusta y el dolor materno implícitamente nos hablan sobre la vigencia de sistemas de dominación que victimiza a madres, hijas e hijos en la historia de Occidente. Las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo reclamando por sus familiares desaparecidos y las Marchas de Silencio en Catamarca encabezas por la madre de María Soledad y la hermana Pelloni (todas encarnando el arquetipo Deméter y Hécate) por ejemplo, reactualizaron el mito griego de Démeter y Perséfone, como así también lo siguen haciendo las periódicas violaciones, acosos sexuales y asesinatos "pasionales" que sufren las mujeres en nuestra sociedad.
Pero el significado ancestral del mito de Deméter-Perséfone no está en el dolor y el desgarro. Tampoco en la muerte injusta y el rapto violento como símbolo para expresar los repliegues en la naturaleza o la muerte del humano.
El significado ancestral más bien se refiere a una concepción sagrada donde vida-muerte conforman parte de un mismo proceso. Ambos no están dualizados y no funcionan como opuestos irreconciliables. La muerte natural como la vida es una experiencia de transformación, iluminación y maduración que abarca dimensiones espirituales, psicológicas y culturales de las personas. En este sentido, la interrelación e interconexión de las diferentes formas de vida es un tema central en este mito matrístico agrícola. Así la Diosa Madre agrícola no sólo debe apreciarse como una productora de alimentos. El arquetipo expresa los métodos de subsistencia más inteligentes y benéficos para las especies y para la comunidad humana.
En esta concepción ancestral también se tenía en cuenta la existencia de situaciones injustas que podían surgir en el seno de la comunidad. En su cualidad de Madre, la Diosa ejercía como legisladora y patrona de la justicia, indicándonos que las mujeres y varones agrícolas poseían normas y procedimientos para juzgar a los transgresores de la ley. Temis y Atenea, por ejemplo, tenían a su cargo administrar justicia ya sea desde el templo o el tribunal.
Es posible que el mito pre-patriarcal de Deméter-Perséfone aún sea una cuenta pendiente, una experiencia existencial poco transitada en toda su dimensión. Algunas personas presienten la necesidad de este mito ante la acelerada destrucción ecológica y en el dominio de los recursos naturales por unos pocos "Hades" de la economía mundial. No pocas personas sienten que la vida en las grandes ciudades las ha desconectado de la naturaleza y de los ciclos que la mente, el cuerpo y el espíritu necesitan para vivir en armonía y plenitud. La pobreza que afecta a millones de personas sucede como un largo e interminable invierno decretado no por la Madre Tierra a la cual no se tiene acceso sino por los "Zeus" que detentan poder sobre otros.
Con todo, mujeres y varones en distintos ámbitos están recuperando algo de la cualidad de las diosas gemelas y de sus hijos-consortes cuando buscan soluciones y alternativas al repetido rapto de la vida y la esterilidad provocada por la mentalidad patriarcal. Las mujeres, particularmente, con el desarrollo de la Conciencia Femenina sagrada están devolviéndonos los rostros originales de la Diosa ancestral influyendo en las formas culturales de vinculación con la naturaleza y entre los humanos.
Los mitos son muy persistentes, decía Mircea Eliade, porque contienen modos de ser y actuar que son relevantes para las personas. Al estar encarnados en diosas y dioses, animales, plantas o lugares sagrados, los mitos pre-patriarcales y sus símbolos arquetípicos comunican una historia de los tiempos primordiales que pueden iluminar las búsquedas del presente. Muchos mitos y arquetipos como el de Deméter-Perséfone siguen latentes en el inconsciente colectivo y a veces saltan a la conciencia de las personas en momentos de crisis y de cambio.
1 comentarios:
Muy interesante tu análisis Aglaia.
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