viernes, 11 de marzo de 2011

De la historia Inmediata y otros pequeños milagros incompresibles





Despierto y como siempre, incluso antes de tomar mi primera taza de café del día, enciendo la televisión. Una de esas costumbres modernas que tengo mis dudas pueda ser del todo sana. Y la primera imagen del día, es una sala pequeña, grabada a través de lo que parece ser una cámara de deficiente calidad, sacudiendose de un lado a otro. Un rostro pequeño y de rasgos asiáticos mira a la cámara brevemente y el terror en su expresión es tan evidente y profundo, que basta para despejarme de cualquier somnolencia. Un terremoto. Aumento el volumen. Una voz pausada e indiferente, me cuenta que un Terremoto devastador acaba de suceder en Japón. Me explica detalladamente las victimas, lo que está ocurriendo además con el inevitable Tsunami. Información, información, información. Pronto, olvidé esa leve sensación de paz que ocurre cuando has dormido bien - lo que suele pasar pocas veces - y la comodidad de la cama cálida, el olor delicioso del sol que se cuela por la ventana. Ahora, solo existe la tragedia humana, tan cercana como evidente, tan cruda como inapelable. Continuo mirando las imagenes, entre aterrada y fascinada, simplemente desconcertada.


La inmediatez de la información moderna siempre me sorprenderá. Tal vez no debería hacerlo: Nací en una Era donde la información es la manera de comunicarse del ser humano. Y no hablo de la sustancia de las palabras, sino de la información como tal: el hecho noticioso, la descripción acusiosa, la imagen impactante.  Pero sí, me asombra  y quizá se deba a que no deja de inquietar, el hecho que nos hayamos convertido en una enorme comunidad mundial, tan pequeña en distancias virtuales como enorme en esa rapidez para llevar el diario acontecer de un lado a otro del globo.  Y tan sencillo: hace  dos, tres siglos atrás,  la realidad era borrosa y localista, sin sentido, desdibujada en las distancias y en la incapacidad del hombre para cubrirlas. Los centros de poder eran pocos y alejados entre sí, y los Grandes personajes que ahora admiramos, fueron en su pasado simples nombres repetidos, anónimos, simplemente perdidos por ese silencio de la ignorancia. Los subditos jamás conocian el nombre del rey o mucho menos su rostro. Solo sabian que un hombre les Gobernaba y ejercia sobre ellos un poder enorme, inevitable. Los soldados obedecian a ciegas, ese general, ese gran comandante, ese Emperador admirable era solo un nombre que tenía el poder para llevarlos a la batalla y a la muerte. Y ese desconocimiento, ese enorme silencio que abarcaba todas las direcciones a partir de una historia común, fue con toda seguridad, el simbolo de un tiempo donde la palabra y la noticia fueron casi inexistentes. Un tiempo donde el mundo era tan inmenso como inabarcable e igual de infinito para el hombre común.


Pero ahora el hombre es el protagonista. El poder de la palabra es el hecho. No solo a través de la imagen, la facilidad de comunicación, sino el poder que tiene ese enorme privilegio. El ciudadano como protagonista de la historia: informa a través de las redes sociales, documenta con la cámara de su telefono celular, escribe a través de sus espacios personales la historia, como tu que me lees al momento que intento expresar mi opinión sobre este extraño fenómeno en este mi blog. Resulta inquietante, sin duda y mucho más, cuando de pronto comprendemos que esto solo es el principio, que probablemente en unas décadas más, esa instantánea manera de crear un mundo de ideas sea incluso más poderoso de lo que suponemos ahora o podemos imaginar ahora mismo. La fuerza del pensamiento hecha instantánea, determinante, constructora y destructora quizá.

Continuo mirando las noticias. Y el mundo, en mi mente, en la imagen, en mi necesidad de comprender, se hace pequeño, elemental, engañosamente comprensible. Sonrio al pensar, que necesariamente el pequeño milagro radica en esa trampa que espero no nos traiga el inevitable desengaño a no tardar.


C' la vie.

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