La primera vez que escuché tu nombre, fue para abrir para mí un mundo que me maravilló: Alguien explicaba que el primer Gran sabio que habia pensando en crear imagenes eternas, había sido tu. Ah, la cámara Oscura, precursor de la cámara, del prodigio definitivo de atesorar el tiempo más allá de su inmediatez. Tendría yo apenas once años, creo que menos, y contemplé ese inquietante misterio del lente y la pequeña vela reflejandose mil veces como un misterio más allá de mi comprensión, indisoluble y poderoso como la esencia misma de todos los enigmas. Una sensación de maravilla que aun conservo, cada vez que sostengo la cámara y ese pequeño milagro que quizás aventuraste, sucede una y otra vez.
Porque sí, te he imaginado en esta época convulsa y radiante que me tocó vivir: ¿Que pensarías de los enormes edificios elevandose en perfecta vertical hacia el cielo? Tal como lo soñaste, tal como los dibujaste, en pequeños bosquejos que crearon un Universos impensables para tu tiempo, para tu mundo. ¿Que pensarías de este afán de aprender, de esta curiosidad insaciable de estos siglos casi infantiles en su abrumador afán por aprender? Tal vez sonreirías, pero sin duda, no te asombraría. Porque siempre supiste, tan claro como esa intuición que te permitió entender la mecanica invisible de este mundo, que el corazón del hombre estaba ávido de sabiduría, del poder de la creación. Quizá, de fe.
Y soñaste, sin dudas, con Eras luminosas donde crear fuera parte de un sueño más grande que tu mismo y la sabiduría, una prenda de valor tan importante como la simple necesidad de aprender. Y lo viste, con los ojos de la mente, ese mundo que ahora habito, donde lo feo y lo bello se confunden, y la técnica y la ciencia crean arte, y el tiempo es una quimera, y el cuerpo humano la maquinaria más perfecta. Porque tu Leonardo, que perseguiste incansablemente el conocimiento, estas aqui ahora, entre los niños del siglo de las Luces, como un simbolo de la audacia, la pasión y el deseo de elevarte más allá del temor y la simple desazón.
Ah, Leonardo, ¿que pensarías al ver tus obras, hermosas e inmortales, colgadas en medio de ciudades donde el hombre crea cada dia su historia? ¿Previste eso también? ¿Creiste posible tal prodigio? Sonrio, mientras observo uno de tus extravagantes inventos, que en este siglo se consideran una hermosa curiosidad. Seguramente sí, hombre de mil quimeras, genio irresistible, simbolo del poder humano para vencer el temor.
Vive en todos los rostros de tus creaciones. Vive en los Hijos del progreso que ayudaste a engendrar.
Con amor.
A.
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