Durante varios dias me he sentido perdida: no hablo de algo tan definitivo como una confusión real, sino una leve desorientación. El insomnio es peor de lo que ha sido durante los últimos meses, y la fria sensación de encontrarme en un punto de total desconcierto crece con lentitud pero de manera sostenida. A veces, mientras recorro esta Caracas, caotica, desquiciante, pero aun asi tan mía que es casi una parte de mi personalidad, me pregunto que es lo que me agota tanto, que circunstancia me está produciendo tanta simple desazón. Razones no faltan, claro esta: Un país cada vez más inhospito, una sociedad cruda y violenta que parece regoderse en la furia. Y quizá un poco de simple hastio: ese tedio infinito de encontrarme en una zona gris, a medio camino entre cientos dias ideas que no termino de construir y todas las que nacen, tan abiertas al escrutinio como el temor. Es probable se deba a eso, por supuesto, o quién sabe si algo que no pueda comprender por completo.
Tal vez porque lo releí otra vez hace un par de meses, o porque recreé varios de sus capitulos con fotografías, ultimamente pienso muchisimo en Juan Pablo Castel, el heroe enloquecido de El Tunel. Comprenderlo mejor como personaje y sobre todo, la circunstancia que atraviesa me ha preocupado un poco, aunque solo se trate de un devaneo mediano de este extraño momento de mi vida que me atormenta. Tenía doce años cuando lo leí por primera vez y estaba un poco abrumada: como toda adolescente que se precie, me sentia profundamente incomprendida, aunque por supuesto no habia nada que me hiciera más o menos compleja. Una niña cansada, me parece la mejor definición. Y sin embargo, me pareció entender a ese Juan Pablo Castel, brutal y enloquecido por sus propias fantasmas. Como fantasma fue el libro en mi biblioteca: el libro me perseguía por las estanterías de mi casa: no es que los libros cambiaran tanto de sitio en las estanterías, pero ese sí. En mi recuerdo, los cambios de los libros están magnificados pero es sólo porque yo lo magnifico todo. Buscara lo que buscara, en el estante en que lo buscara, allí estaba.Y cada vez que comenzaba a leerlo de nuevo, comprendía mejor a Juan Pablo y mi propia soledad, mis temores me parecian insignificantes al lado de los suyos.
Y de nuevo, El Tunel. Esta vez en las manos de una joven adulta cansada, un poco atormentada por ese universo ciego de ideas que parece golpearme. Juan Pablo Castel, en toda su minuciosa y violenta locura, me parece más cercano que nunca, tan simple como este cansancio sin resolución que me atormenta. Bien podría quedarme en silencio, con el libro entre las manos, mirando pasar las horas. Bien podría aceptar, temer, permitirme un momento de pura duda, sobre este presente deshilachado y el futuro a medio construir.
Ah si, esta segunda adolescencia. Tardía y fresca, pero ineludible. Un simple temor, tal vez.
C´la vie.
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