Hace poco, en medio de alguno de mis insomnios, pude ver finalmente ‘Sin Reservas’, film protagonizado por Catherine Zeta Jones. No lo había hecho antes, no solo porque olía a típica comedia romántica - y lo es, de esas que tanto les gustan hacer a los norteamericanos, los cuales ya se han olvidado cómo se hacen las cosas en ese género - sino que se trata del remake, de un film alemán titulado ‘Deliciosa Martha’, el cual si tuve la oportunidad de disfrutar y me pareció impecable. No obstante, decidí darle el beneficio de la duda a la versión comercial, digamos. Todo sea en pro de la justicia cinéfila.
Lamentablemente, tenía razón en mi sospechas sobre su baja calidad: "Sin Reservas" es una pelicula plana, sin mayor sustancia y carente de toda la belleza lírica de la original. De manera que a efectos de gustos, de este, su blog de confianza, prefiero comentar mi opinión sobre la versión Europea, que puedo decir que es lo que podríamos llamar "un plato fuerte" - pido disculpas por la obvia analogia ajajajajaa - de la cinematografia Europea, llamemosle, más pop.
El argumento de la película nos habla de una mujer llamada Marta, chef de cocina en un restaurante. Maniática y perfeccionista con el mundo que le rodea, vive única y exclusivamente para la cocina, sin poseer siquiera vida social. Un día tendrá que hacerse cargo de su sobrina huérfana, y el mundo que hasta ahora controlaba, empezará a derrumbarse delante de sus narices, más aún cuando en su cocina contratan a otro chef, un italiano lleno de vida y buen humor, y que entrará en la vida de nuestra protagonista de la forma más inesperada.
Estamos ante una película bastante sorprendente en más de un aspecto. En primer lugar, posee un magnifico guión que lo sostiene en todas las formas posibles, tocando todas las estructuras sensoriales de la manera más delicada. Sí, puede parecer exagerado lo que he dicho, pero es la única forma que encuentro de transmitir lo que he sentido mientras veía ‘Deliciosa Martha’, film servido con una apariencia cautivadora, que como dije, si de un plato de cocina se tratase, sería uno de esos platos tan bien presentados, que te lo comerías con los ojos; algo que alcanza su máximo exponente en todas aquellas escenas en las que los personajes están cocinando algo, pues entran unas irresistibles ganas de meterse en la película (en plan Mia Farrow en ‘La Rosa Púrpura del Cairo’), y empezar a devorarlo todo, del hambre que te entra.
Su directora, Sandra Nettelbeck, demuestra tener una inusitada sutileza y ternura al tratar la historia, ya sea por lo bien que trata a sus personajes, a los que mima cuidadosamente durante toda la proyección, o por el estilo visual que adopta en algunos momentos en el interior del restaurante, en el que realiza algún plano secuencia verdaderamente impresionante, nada efectista, y sí muy efectivo. Una sensibilidad puramente femenina que le da un toque de distinción a la película, la cual hubiera sido completamente distinta si hubiese sido dirigida por un hombre (el remake sí lo está e indudablemente veremos la diferencia). Además, Nettelbeck retrata a esa mujer maniática, y casi fría, con un amor especial, bastándole un par de detalles argumentales para definirlo con total precisión.
La directora nos acerca a sus personajes en toda la película, nos los hace familiares, para así poder identificarnos con ellos en algún que otro momento. Los toques de comedia están sutilmente realizados, de forma que la película no caiga en el chiste fácil, y la parte de drama lo mismo, para no hacerlo innecesariamente lacrimógeno. Y mezclándolo todo de forma sencilla, sin demasiados sobresaltos, logra que nos riamos cuando hay que reir, y que nos emocionemos cuando hay que hacerlo. Baste recordar la relación de Marta con su psicólogo, o la parte final del film, claros ejemplos de las dos cosas.
Marta está interpretada por Martina Gedeck, actriz que se entrega con total facilidad a su personaje y simplemente lo borda, logrando transmitir varias sensaciones a lo largo de su evolución. Y se compenetra a la perfección con Sergio Castellitto, que interpreta al chef italiano que ve la vida de otra manera, sin tanto perfeccionismo y demostrando que se pueden hacer las cosas con la misma pasión que se cocina el mejor de los platos. Evidentemente es todo un acierto la diferencia de caracteres en los dos personajes centrales, ella alemana, mujer fría, él italiano, hombre apasionado. Quizá un poco evidente, pero maravillosamente mostrado y resuelto.
Y si además la mayor parte del tiempo te lo adornan todo con un tema musical compuesto por Keith Jarrett para el imprescindible ‘My Song’ (disco obligado para todo amante de la música), en el que el piano de Jarret y el saxo de Jan Garbarek se entremezclan en una melodía inolvidable, pues entonces a uno no le queda más remedio que rendirse ante el plato que tiene delante. Toda una pequeña joya del cine, sustentando en calidad más allá de la capacidad comercial de sus actores. Asi que, creo que no desmejoraré el magnifico sabor de ‘Deliciosa Martha’, con una reservación a destiempo y probablemente, simple y desabrida. Seguramente no me arrepentiré.
El argumento de la película nos habla de una mujer llamada Marta, chef de cocina en un restaurante. Maniática y perfeccionista con el mundo que le rodea, vive única y exclusivamente para la cocina, sin poseer siquiera vida social. Un día tendrá que hacerse cargo de su sobrina huérfana, y el mundo que hasta ahora controlaba, empezará a derrumbarse delante de sus narices, más aún cuando en su cocina contratan a otro chef, un italiano lleno de vida y buen humor, y que entrará en la vida de nuestra protagonista de la forma más inesperada.
Estamos ante una película bastante sorprendente en más de un aspecto. En primer lugar, posee un magnifico guión que lo sostiene en todas las formas posibles, tocando todas las estructuras sensoriales de la manera más delicada. Sí, puede parecer exagerado lo que he dicho, pero es la única forma que encuentro de transmitir lo que he sentido mientras veía ‘Deliciosa Martha’, film servido con una apariencia cautivadora, que como dije, si de un plato de cocina se tratase, sería uno de esos platos tan bien presentados, que te lo comerías con los ojos; algo que alcanza su máximo exponente en todas aquellas escenas en las que los personajes están cocinando algo, pues entran unas irresistibles ganas de meterse en la película (en plan Mia Farrow en ‘La Rosa Púrpura del Cairo’), y empezar a devorarlo todo, del hambre que te entra.
Su directora, Sandra Nettelbeck, demuestra tener una inusitada sutileza y ternura al tratar la historia, ya sea por lo bien que trata a sus personajes, a los que mima cuidadosamente durante toda la proyección, o por el estilo visual que adopta en algunos momentos en el interior del restaurante, en el que realiza algún plano secuencia verdaderamente impresionante, nada efectista, y sí muy efectivo. Una sensibilidad puramente femenina que le da un toque de distinción a la película, la cual hubiera sido completamente distinta si hubiese sido dirigida por un hombre (el remake sí lo está e indudablemente veremos la diferencia). Además, Nettelbeck retrata a esa mujer maniática, y casi fría, con un amor especial, bastándole un par de detalles argumentales para definirlo con total precisión.
La directora nos acerca a sus personajes en toda la película, nos los hace familiares, para así poder identificarnos con ellos en algún que otro momento. Los toques de comedia están sutilmente realizados, de forma que la película no caiga en el chiste fácil, y la parte de drama lo mismo, para no hacerlo innecesariamente lacrimógeno. Y mezclándolo todo de forma sencilla, sin demasiados sobresaltos, logra que nos riamos cuando hay que reir, y que nos emocionemos cuando hay que hacerlo. Baste recordar la relación de Marta con su psicólogo, o la parte final del film, claros ejemplos de las dos cosas.
Marta está interpretada por Martina Gedeck, actriz que se entrega con total facilidad a su personaje y simplemente lo borda, logrando transmitir varias sensaciones a lo largo de su evolución. Y se compenetra a la perfección con Sergio Castellitto, que interpreta al chef italiano que ve la vida de otra manera, sin tanto perfeccionismo y demostrando que se pueden hacer las cosas con la misma pasión que se cocina el mejor de los platos. Evidentemente es todo un acierto la diferencia de caracteres en los dos personajes centrales, ella alemana, mujer fría, él italiano, hombre apasionado. Quizá un poco evidente, pero maravillosamente mostrado y resuelto.
Y si además la mayor parte del tiempo te lo adornan todo con un tema musical compuesto por Keith Jarrett para el imprescindible ‘My Song’ (disco obligado para todo amante de la música), en el que el piano de Jarret y el saxo de Jan Garbarek se entremezclan en una melodía inolvidable, pues entonces a uno no le queda más remedio que rendirse ante el plato que tiene delante. Toda una pequeña joya del cine, sustentando en calidad más allá de la capacidad comercial de sus actores. Asi que, creo que no desmejoraré el magnifico sabor de ‘Deliciosa Martha’, con una reservación a destiempo y probablemente, simple y desabrida. Seguramente no me arrepentiré.