viernes, 14 de octubre de 2011
Libertad y pequeños gestos: A cara Limpia
Sentada, frente al espejo, me observo. ¿Quién soy? es una pregunta que me hago con frecuencia. Tal vez se deba por esa necesidad que todos tenemos de cuestionarnos, de preguntarnos a donde vamos, que deseamos realmente. Y casi nunca encuentro una respuesta. Al menos, no una satisfactoria, concreta. La interrogante continua flotando alli, en medio de mi imagen reflejada, mi nombre, mi percepción de mi misma,el silencio de ese concepto que tengo sobre mi identidad y que aun no tiene mayor sentido.
Levanto la mota de algodón y con cuidado, casi con cierta ternura, me froto el ojo izquierdo. Recuerdo la primera vez que me maquillé: me pareció un acto de rebeldia, una construcción de las ideas que tenia como propósito crearme un rostro nuevo. Creo que con 12 años todos tenemos ideas semejantes, pero en mi caso particular, la idea del maquillaje resultó simbolico, casi tribal. Fui criada por una mujer llena de ideales femeninos - que no femenistas - y de ideas progresistas, que consideraba el maquillaje una forma de expresión más que de estética, y de hecho, ese fue el sentido que siempre le di a ese pequeño ritual diario de dar forma a mi rostro. Lo hacia de manera exagerada, notoria y torpe: habia algo de insultante en mis ojos rodeados de color negro y las mejillas pálidas. Una especie de declaración de ciertos principios que ni yo misma tenía demasiado claros. ¿Eres una idea abstracta sobre mi mente, una imagen reflejada de lo que deseas o una caricatura de esa pequeña ambición que todos tenemos de Individualidad? No podría decirlo. Tal vez solo se trataba de mi deseo de ocultar esa vulnerabilidad, ese cierto cansancio existencial que todos experimentamos alguna vez.
Me maquillé exageradamente por años. Recuerdo que mi primer dia de trabajo en mi corta experiencia como pasante en un bufete legal, el resto de los empleados me miraban un poco inquietos. Y mis clientes, invariablemente suelen creer que soy una mezcla entre hippie y algun otro tipo de tribu urbana extravagante. Y por mucho tiempo, me definí asi: mi rostro es un lienzo y dibujo en él lo que quiero. Un concepto que muchas veces consideré una forma de identidad, y otras - creo que la más cercanas a la idea real - como una forma de ocultar cierto aspectos de mi misma que me hacian sentir fragil, cuando no terriblemente expuesta.
Miro el trozo de algodón. Una mancha negra azabache crea una especie de extraño dibujo. Y pienso en todas las veces que vi la misma mancha en mis dedos, en mi ropa, incluso en las toallas de baño. Me siento de pronto confusa, con la leve sensación de no comprender a cabalidad una parte de mi misma. De pie, frente al espejo, me observo, detenidamente y entiendo cual es el fragmento incomprensible, disonante: En algun momento de este año duro, hermoso, crudo, furioso, intenso, doloroso y de transformaciones, dejé de necesitar la mascara del maquillaje para ocultarme. Dejé de mirarme a través de ella para encontrar una respuesta. Una liberación, simbolica y pequeña, una sensacion de plena libertad. Mirandome al espejo, asombrada, desconcertada y sobre todo conmovida, sonrei hasta el rostro de esa mujer pàlida, de ojos un poco sorprendidos, que me miraba al espejo y que era yo misma, oculta tras mi propias dudas y esa sensación de simple desconcierto que siempre me ha acompañado durante los primeros años de mi adultez.
Me inclino hacia el agua, el primer bofetón de agua fria me reconforta, me despierta de una especie de duermevela quebradiza. Sonrio y una sensación enorme, casi embriagadora me alivio me llena, me deja sin aliento. Y me miro de nuevo, esa mujer de rostro joven y limpio que es el reflejo de esta libertad, de esta sensación de cerrar puertas para abrir otras. Pequeños gestos tal vez, pero que para mi, tienen un significado enorme.
C`la vie!
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