viernes, 18 de noviembre de 2011
De la inseguridad y otros tormentos: La Venezuela de hoy
Camino por la calle, mirando a mi alrededor, con la sensación inevitable de encontrarme expuesta, vulnerable. Me detengo y cada ciudadano con el que me cruzo me parece tan victima como yo de este clima de angustia insostenible, un prisionero de esta circunstancia lamentable de encontrarnos atrapados en la violencia como forma de vida. Acelero el paso, miro de nuevo a mi alrededor y de pronto, soy absolutamente consciente de una idea estremecedora: soy una sobreviviente de una Venezuela sitiada por una sociedad armada y violenta. Y no dejo de preguntarme como podemos soportar una situación insostenible como esta, una realidad tan quebradiza que parece llevar al país a una simple ruptura de nuestra identidad histórica, nuestra visión como conglomerado social.
La inseguridad no es un tema nuevo, en este su blog, de confianza. No obstante cuando ese monstruo de mil cabezas toca a uno de quienes amas, probablemente comienzas a pensar en la delincuencia no como un concepto abstracto, estadístico, sino como un hecho concreto, un arma de doble filo que puede herirte en cualquier momento, en cualquier circunstancia. Y el pensamiento se torna no solo amenazador, insoportable, como sus ramificaciones llegan a todos los estratos de tu vida, a todos los niveles de tu cotidiano: un prisionero de la coyuntura histórica, un eventual testigo impotente de una historia que se repite a diario.
Ayer mi madre sufrió un atraco en plena vía pública y un amigo muy querido tuvo que intervenir en un hecho de violencia, también a plena Luz del día y en una calle transitada ( lee su experiencia aquí ), lo que me hizo asumir la idea que simplemente, en nuestro país el concepto de la seguridad ciudadana se perdió en algún punto del trayecto democrático. Y por supuesto, no es una idea nueva ni mucho menos reciente, pero si es realmente preocupante como la violencia te roza tan cerca, se hace parte de tu idea de lo común, te hace definitivamente consciente del clima de Orfandad en que el Venezolano de a pie se encuentra. Porque ya no hablamos de un planteamiento político, hablamos que el ciudadano común se encuentra aislado, restringido en sus libertades básicas por el desborde de una carrera armamentista local, por la impunidad y la idea que simplemente debemos luchar para sobrevivir a una situación social que nos sobrepasa y se torna cada vez más incontrolable.
Y que terrible resulta, tener que intentar vivir tu vida, tu presente, vadeando entre la paranoia y el temor. Que esfuerzo lleva construir tu camino teniendo la sensación que debes sobrevivir no solo al caos cultural que atraviesa la sociedad en la que naciste, sino que reinterpretar con temor la idea de país que tuviste. Y es entonces cuando me pregunto, ¿Cuando seremos plenamente conscientes que la inseguridad no es idea política, es una necesidad concreta que no conoce de colores partidistas y mucho menos de divisiones ideológicas? Porque afrontemoslo, un hecho de violencia no discrimina, no se detiene a analizar a quien apoyas o a quien prefieres al momento de votar. La violencia de este país supera los indices aceptables, comprensibles, normales dentro de una urbe de características como la nuestra. Hablamos de una capital donde asesinan semanalmente a casi cien personas por motivos fútiles, donde el sistema legal es incapaz de sostener un mínimo de coherencia administrativa. Vivimos en una sociedad donde se hizo común temer y eso creo, que será el legado más lamentable que pueda dejarnos todos estos años de caos procesal y de aplicación de justicia.
C`la vie
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