jueves, 29 de diciembre de 2011
Entre risas y lágrimas: De esas pequeñas desgracias cotidianas
Tengo la firme filosofía que siempre hay un lado gracioso en todo lo que ocurre: lo digo con completo conocimiento de causa. De hecho, durante este año, lograr darle un giro jocoso a situaciones realmente tensas, me enseñó que la risa no solo es la mejor manera de construir algo mejor en base a una situación angustiosa, sino que también, las carcajadas siempre serán la mejor manera de comprender el mundo. Lo dicho, no hay otra manera de asumir los pequeños ridículos de la vida diaria como no sea con buen humor.
De manera que, haciendo una pequeña retrospectiva personal, encontré que varios de los momentos más tensos que viví durante el año que casi termina, también fueron los más divertidos. Y los puedo resumir así:
* La extraña historia del Yogurt laxante:
Una de las situaciones más caóticas que viví el año pasado, se debió a mi poco recomendable costumbre de no leer el nombre escrito en los envases de alimento. Todo comenzó siguiendo mi rutina matutina de manera casi robótica: muy adormilada aun, caminé hacia el refrigerador y me serví un generoso vaso de Yogurt. De hecho, me pareció tan deliciosa la bebida que me serví de nuevo - y la misma enorme cantidad - antes de volver a colocar el envase dentro de la nevera...y leer que se trataba de un Yogurt laxante de uso médico. Lo demás...fue el caos.
No solo tuve que correr por una calle concurrida en busca de un baño - y más de una vez - sino que además, finalmente me vi obligada a telefonear a un buen amigo para que me pasara recogiendo. Entre cólicos y temblores, permanecí tendida en un sillón por casi tres horas - por supuesto con otra tantas visitas al baño - riéndome un poco de mi torpeza. Porque al final de cuentas lo que más gracioso resultó de todo no fue la completa locura de la situación sino además, la sensación un poco escandalosa que había sido una de esas torpezas "A lo Aglaia" que pasarían a formar parte no solo del anecdotario de familias y amigos, sino una de esas experiencias de las que sueles reírte, quieras o no, mucho tiempo después.
* De paseo entre las motos:
Otra de las experiencias hilarantes de este año, se debió de nuevo, a la torpeza. Y un poco de ingenuidad. En esta ocasión, mi prima N. y yo conducíamos nuestro flamante coche por las calles de la ciudad, sin conocer demasiado no solo el lugar donde nos encontrábamos, sino además, las rutas alternas en el habitual caos urbanístico de nuestra ciudad. Pero lo peor no fue eso: una vez que encontramos una avenida troncal que seguir hacia presumiblemente terreno conocido, nos encontramos nada más y nada menos, que un desfile interminable de motocicletas con sujetos malencarados a bordo, entre bebidas y con armas en las manos, que escoltaban a quien aparentemente era un colega fallecido y que viajaba, unos metros más adelantes, en un aparatoso camión con cornetas. Así que sin beberlo ni esperarlo, nos encontramos en mitad de aquel bizarro desfile, medio ensordecida por música estridente, intentando atravesarlo sin lograrlo - de hecho, tuvimos que seguirlo unas 6 o 7 cuadras más hasta conseguir una desviación -. Por alguna razón que por ahora no comprendo, tanto N. como yo empezamos a reir, y a corear las consignas de los extraños dolientes, mientras avanzabamos. Eso si, con los vidrios cerrados y dentro de la seguridad minúscula de nuestro coche.
* De la moda y otras pequeñas desgracias:
Mi vida social no es demasiado interesante, de manera que mi guardarropa, corresponde más a un estilo informal, lo bastante urbano como para que no tenga demasiado donde escoger en caso de asistir a un evento social de cierta relevancia. Entre mis pocas opciones, esta el siempre cumplidor vestidito negro, como unas cuantas prendas de cierta elegancia por las que siento predilección.
No es de extrañar entonces que para un evento de cierta trascendencia en la Escuela de fotografía donde trabajo, escogiera el sempiterno vestidito negro. La verdad, tenia unos cuantos años sin usarlo, de manera que cuando me lo probé, no solo me quedaba un poco ajustado - he aumentado unos cuantos kilos últimamente - sino además, me encontré que aquel vestido que tanto me agradaba, realmente ya no me gustaba tanto ahora. Mucho menos, un extraño listón rematado en un botón que sobresalía sobre el hombro. Lo miré, intenté acostumbrarme a él mientras caminaba de un lado a otro del espejo...hasta que decidí que lo mejor era quitarlo. Y le di un suave tirón al botón, esperando poder quitarlo y mejorar el aspecto del vestido. Con lo que no contaba, fue que al hacerlo, no solo logré quitar el botón...sino también un gran trozo de tela de la manga del vestido. Boca abierta, permanecí un par de minutos mirando el lugar donde el vestido parecía desgarrado y abierto. Y después comencé a reír y a reír.
Y de hecho, seguí riendo mientras me subía al coche, llevando por supuesto el vestido - no había plan b en el vestuario - con el cabello cubriéndome el accidente. Y seguí riendo, cuando asistí al evento y lo disfruté, siempre cuidando de cubrirme la zona del desastre con la mano - en todas las fotografías de la noche aparezco con una extraña postura semi rígida inexplicable - y prometiéndome jamás tomarme la justicia por mi propia mano, en lo que a ropa se refiere.
Podría contar infinidad de pequeñas anécdotas que este año me hicieron reír de lo lindo a pesar de ser pequeñas tragedias domésticas: el día en que no lograba encontrar el coche en el estacionamiento de un Centro Comercial de la Ciudad o cuando estuve casi quince minutos conversando con un extraño al teléfono antes de notar que no hablaba con la persona a quien había telefoneado - de hecho no sabía con quién hablaba - pero creo que estas pocas ilustran esa necesidad que creo cada uno de nosotros tiene de burlarse un poco de nuestras propias y pequeñas desgracias. ¿Has pensado cuales son las tuyas? ¿Te animas a contarlas?
1 comentarios:
te falto contar las infinitas malas relaciones con tus espiritus y tus problemas informaticos jajaja como la tarjeta de video y tus discos duros (QEPD) de lo demas.. solo es bueno ver las cosas, reflexionar y reir.. y sacar lo bueno de cada experiencia vivida
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