Una vez leí que la fotografía es un acto de fe. Una frase que puede resultar abstracta, sin sentido si se contrapone a la practicidad, a la simple idea que toda técnica debe tener un fundamento y objetivo. Pero tal vez por su especial cualidad dual, por su capacidad para conjugar el arte con el mero conocimiento mecánico, la fotografía pueda darle sentido a la frase. Y no solo sentido, sino valor. Porque ¿que otra cosa es la fotografía sino nuestra capacidad de soñar, de hablar en el idioma más intimo, de mostrar casi con timidez los mundos que habitan en nuestro espíritu? Una imagen que es un lenguaje, un sueño que se crea así mismo.
Reflexiones idealistas, pensarán sin duda alguno de los amables lectores, de este, su blog de confianza. Pero sin duda, yo he comprobado cual reales son, a lo largo de estas extraordinarias siete semanas en que he hecho un recorrido cada vez más profundo, sensible y analítico en el lenguaje visual. Porque gracias al taller de CoolHunting que cursé durante este casi mes y un poco más y que mañana finaliza - o abre la puerta a algo más grande en si mismo, como tan bien ponderó ayer mi Profesor Marcos Durán - encontré el recorrido cierto hacia un concepto de mi propio trabajo fotográfico que abarca no solo la idea de la creación de la imagen como tal, si no el poder de la comunicación: ese lenguaje diminuto, veraz y tan profundamente bello como lo es, contar historias a través de una imagen.
Y es que, durante todo este tiempo, concentrándome en mi trabajo no en busca de deslices técnicos o de fracturas invisibles del discurso, sino en su significado, en su expreso simbolismo, comprendí que la fotografía es una ventana abierta hacia lugares de mi mente totalmente inexplorados, hasta ahora silenciosos y quizá carentes de un verdadero orden. Una coherencia que me permitiera hablar, con toda la claridad y a la vez, con el misterio que supone desentrañar las voces internas, a través de mis fotografías, de mi concepción sobre el arte como técnica y como expresión plástica, sobre la manera como estoy construyendo un lenguaje visual a través de mis experiencias. Porque al mirar muy de cerca lo que sueño, lo que aspiro, lo que creo, lo que construyo, lo que deseo, cada vez que levanto mi cámara e intento capturar un segundo que llevaré conmigo para siempre, encuentro que es mi mundo, mis experiencias lo que le brindan el matiz, la fuerza. La fotografía como un documento personal, como un enorme anecdotario de ideas, creencias y deseos. La fotografía como un espejo donde puedo mirarme atentamente y comprender cosas sobre mí, que de otra manera no serían tan claras, tan evidentes, tan poderosas.
Sin duda, la fotografía construye tu historia personal. Por ese motivo, la necesidad de reinvención constante, de recorrer conceptos sobre ti mismo que puedan resultarte sorprendentes, siempre dolorosos. Mirar, no solo la imagen como ese reflejo de lo que analizas, sino de lo que aspiras comprender. Un vehículo de aprendizaje, una manera de aprender lentamente, que cada palabra que se transforma en palabra, tiene la cualidad no solo de ejercer un enorme poder sobre tu personal mundo de símbolos, sino de evolucionar, hacia una interpretación más depurada, intima y poderosa de lo que es tu propia visión del mundo.
Una experiencia de inestimable valor. Un aprendizaje que sé tendrá un peso especifico dentro de todo proyecto visual que lleve a cabo. El poder extraordinario de encontrar en mi misma, en mis propio mundo, en mi propia perspectiva, mi manera de crear.
Muchas gracias al Gran Marcos Durán por su dedicación, inteligencia y capacidad pedagógica y por demostrarme que fotografiar, es realmente un acto de fe: una forma de esperanza, una manera de soñar.
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