viernes, 23 de diciembre de 2011

Un día como cualquiera: Llegar finalmente a tu mundo










Te va a ocurrir, sin duda. O tal vez ya te ocurrió y lo recuerdas con una sonrisa.  El día menos pensado te encontrarás sentado, un poco asombrado, rodeado de risas y conversaciones en voz alta, un bello alboroto que te llevará esfuerzos entender. Alguien soltará una carcajada y te encontrarás con un vaso de bebida en la mano y un bocado suculento en la otra. Y la música estará tan fuerte, que apenas te escucharás pensar. Sonriendo, te preguntarás que ocurre, porque te sientes más cómodo de lo que te has sentido muchas veces en tu vida, porque todo este grupo que celebra, que ríe, que te rodea, te es tan querido y preciado. Y cuando lo comprendas, quizá te ocurra como a mi, que te quedarás por un minuto en silencio y agradecerás la mera sensación de felicidad, esa brillante comprensión que todos somos afortunados en creer y confiar.

Hay un viejo dicho italiano que reza que no escogemos a nuestra familia: los hermanos los regala el diablo, y los padres son accidentes del alma. Pero la familia de la vida, si podemos escogerlos: ese lugar donde somos nosotros mismos de una manera que nos sorprende, esa comunidad pequeña o grande a donde pertenecemos por completo. Porque la familia es el poder de confiar, es ese pedazo del mundo que construimos a cuatro manos y que forma parte de nuestra historia colectiva: la simple, la cotidiana, la habitual. La aventura de vivir día a día, la de construir sueños y consolar la tristeza,  permanecer juntos en esas diminutas tormentas de lo diario que a veces pueden ser más devastadoras que las reales. Y es que la vida te brinda esa capacidad de recorrer tu camino personal, de encontrar un lugar que llamar propio y un espejo de rostros donde verte reflejado.

Y a mi me ocurrió anoche. Y sonreí, por supuesto y sentí que mi historia se estaba construyendo un poco ayer, entre risas y entre conversaciones de fragmentos que no podía seguir todas a la vez. Y cuando permanecí en silencio, masticando un suculento trozo de pan de Jamón y bebiendo un trago de Ponche crema, pensé que la felicidad no abarca un pensamiento sino un momento que se extiende más allá de ti mismo, en cada momento que vives, en paz.

C`' la vie.

1 comentarios:

adal23 dijo...

C'la vie y la construimos con esos momentos y con esa familia que hacemos nuestra.

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