Y es que tal vez debido a mi pertinaz insomnio, nunca he sido una persona matutina. Por años, he luchado contra esa especie de resaca mañanera sin motivo: con el mal humor que intento contener sin resultado, la torpeza inevitable, el apetito confuso. Por supuesto que con el correr del tiempo, me he visto obligada a acostumbrarme a despertar muy temprano en la mañana, incluso hay ocasiones en que lo disfruto, pero la mayoría de las veces continuo sintiendo el mismo malestar que siempre he experimentado durante el despertar matutino. Un pequeña condena quizá, que me hace poco menos que insoportable las primeras horas del día.
Cuando era una adolescente, creí que se trataba de algún trastorno propio de mi edad y traté de llevarlo con filosofía. Me inventé chistes y rituales para superar la inquietud mañanera, con escaso o ningún resultado. Pero a medida que crecí, comprendí que el problema tenía mucho que ver con mi propia biología: de otra manera, no tenía explicación el hecho que mi energía pareciera aumentar a medida que el día avanzaba hasta tener su definitivo cenit en la tarde o muy entrada la noche. Continué pensando se trataba de algo relacionado con mi habitual insomnio. No obstante, incluso cuando lograba dormir unas cuantas horas más de lo acostumbrado - y en teoría descansar mejor - el despertar matutino continuaba siendo una especie de suplicio menor. Así que finalmente acepté la idea que solo se trataba de otra de esas particularidades orgánicas a las que nunca encontramos una explicación concreta y traté de sobrellevarlo con cierto sentido del humor.
Hasta que comencé a investigar y encontré que de hecho, si tenía una explicación concreta y clara. Me sorprendió constatar que lo suponía era una especie de reacción inaudita de mi organismo, se encontraba perfectamente verificado y clasificado como una reacción física constatable. La idea me hizo sentir alivio y también muchísima curiosidad, porque por lo visto, mi incomodidad mañanera va más allá de mi malestar por despertarme muy temprano. Veamos un poco que provoca esta especial irritación mañanera en muchos de nosotros.
Del malhumor mañanero al ciclo circadiano:
Todo comienza por pequeñas diferencias orgánicas. Según los doctores Juan Francisco Díaz Morales y Marta Aparicio García, de la Universidad Complutense de Madrid, desde un punto de vista fisiológico, las personas matutinas y vespertinas se diferencian en sus ritmos biológicos, siendo la temperatura corporal una de las variables fisiológicas más estudiada como índice de estas diferencias. Las personas matutinas tienen su pico máximo (o acrofase) de temperatura corporal antes que los vespertinos (de 1’5 a 3 horas). De acuerdo con Tankova et al. (1994) las personas matutinas y vespertinas difieren en la acrofase de sus principales funciones fisiológicas. Además, parece que el nivel de activación central es diferente en matutinos que en vespertinos independientemente de la hora del día. En este sentido, la idea se hace más compleja a medida que avanzamos: nuestro organismo parece responder a una serie de estímulos que determinan nuestra capacidad a determinadas horas del día. Resulta sorprendente pensar, que lo que consideramos hábitos e incluso costumbres tan personales como lo es nuestra costumbres al despertar - o al dormir, que al respecto de estos estudios, son perspectivas análogas, puedan tener una relación definitiva con nuestro capacidad orgánica o la manera como nuestro cuerpo responde a determinados estímulos, pero así es. De manera que, una vez que asumimos la idea que nuestra biologia determina nuestra capacidad y energía habitual, las cosas empiezan a aclararse un poco.
De manera que, la cuestión es un poco más profunda que la simple pereza matutina: según los expertos, nuestra propia genética determina que tanto influye o no, en nuestro rendimiento diario, nuestra predilección por las horas diurnas o las nocturnas. Y aunque no se hallaron diferencias en la eficacia ni en la actividad cerebral de ambos cronotipos en lo que respecta a la tarea realizada una hora y media después de despertarse, si se detectó diferencias entre lo que los cientificos han comenzado a llamar "Gente Diurna, gente nocturna". De hecho, los investigadores observaron un cambio en la eficacia y la actividad cerebral tras diez horas y media de vigilia, debido al aumento de la presión del sueño.
El reloj circadiano principal se encuentra en una de las regiones de actividad del cerebro. Por consiguiente, las interacciones entre las regiones del cerebro que controlan los ritmos circadianos y la presión del sueño influyen en las diferencias de comportamiento que se dan entre las personas matutinas y las vespertinas. En consecuencia, en la prueba que se llevó a cabo tras diez horas y media de vigilia el nivel de atención aumentó en el grupo de los vespertinos, pero no en el de los matutinos.
El ritmo circadiano regula nuestro estado de alerta en ciclos de veinticuatro horas. El estado de vigilia es más intenso durante el día y se modera durante la noche. Asimismo, nuestra propensión al sueño va aumentando a lo largo del día y se reduce durante la noche, de acuerdo con lo que se denomina proceso homeostático. Según explicaron los investigadores, el equilibrio entre los procesos circadianos y homeostáticos nos permite mantener un rendimiento uniforme en las distintas tareas cognitivas que realizamos en cada periodo de veinticuatro horas.
Otro descubrimiento interesante son las reacciones de las personas matutinas y vespertinas ante los cambios en la presión del sueño que tienen lugar a lo largo del día. Los investigadores descubrieron que las personas que preferían la mañana presentaban una presión del sueño más acusada al principio de la noche. Efectivamente, son más sensibles a la sensación del sueño, que a su vez tiene que ver con el nivel de actividad durante la tarea de alerta en una región del cerebro denominada núcleo supraquiasmático.
«Descubrimos que la capacidad de mantener la atención por la noche estaba relacionada con que los cronotipos vespertinos registraban una mayor actividad que los matutinos en una región del locus coeruleus y un área supraquiasmática», explicaron los autores. «La actividad en el área supraquiasmática disminuía a medida que aumentaba la presión homeostática del sueño. Este resultado demuestra que la interacción homeostática y circadiana ejerce una influencia en la actividad neuronal que motiva el comportamiento humano.»
En este estudio también participaron el Centro de Cronobiología del Hospital Psiquiátrico de la Universidad de Basilea (Suiza) y la Unidad de Investigación en Neuropsicología y Neurorradiología Funcional de la Universidad Libre de Bruselas (Bélgica).
De la mañana amarga a la noche divertida:
Por supuesto que, todo estas reacciones biológicas y fisicas no se limita únicamente al ámbito de reacciones fisiológicas. A partir de los años ‘70, se establece la relación entre los sujetos de tarde y su aparente personalidad extrovertida y los sujetos de mañana y su hipotético temperamento introvertido. Todo lo cual indica, que incluso en aspectos tan personales como la personalidad, nuestro comportamiento tiene mucha relación con eso tan sencillo como lo es nuestro odio por las mañanas o amor por las horas nocturnas. No parece absurdo, entonces, suponer una relación entre la tipología y las diferencias en fluctuación en el rendimiento diario tenga mucho que ver con la idea que nuestro cerebro está naturalmente condicionado para aprovechar mejor o peor ciertas horas del día. Claro que, los datos, en cualquier caso, no son unánimes, con respecto a las relaciones encontradas entre introversión y matutinidad y extroversión con vespertinidad. Aparecen también resultados que indican una mayor abundancia de sujetos extravertidos entre las personas que se adaptan mejor al trabajo rotativo, aunque es cierto que esta diferencia no aparece en todas las investigaciones.
Estas investigaciones son relevantes para la vertiente aplicada de la psicología. En general, la salud, la educación y el trabajo se benefician de los estudios sobre el sueño y sus relaciones con la vida cotidiana y los resultados que van produciéndose; cosas que no pensamos que tal vez tengan relación con la hora - y el humor - con que despertamos como la adaptabilidad de los sujetos a los turnos de trabajo, la mayor facilidad para ciertas materias educativas e incluso el talento natural para bailar o cantar. Según estas teorias, aquellos sujetos que muestran una tipología circadiana matutina aparecen como sujetos con una mayor dificultad en su adaptación al trabajo rotativo, mientras que los sujetos catalogados como vespertinos, a la hora de desarrollar su actividad laboral en un sistema de trabajo rotativo, inicialmente muestran un mejor grado de adaptación.
Asi que, cuando vuelvas a despertar de mal humor o por el contrario, seas de esos bendecidos con una gran energía mañanera, piensa que tu cuerpo tiene una manera muy particular de expresar sus preferencias y sobre todo, la manera más idonea de como organizar solo tus actividades cotidianas a todo nivel.
2 comentarios:
Con algunas diferencias me refleje en este post jejeje, las mañana no me agradan para nada y levantarme temprano solo por necesidad de resto como los vampiros de noche.
Te entiendo, es mi ritmo: mis momentos matutinos son tan complicados como demenciales, de manera que mis momentos de mayor productividad son nocturnos. Gracias por leer y comentar!
Publicar un comentario