sábado, 7 de abril de 2012
De pequeñas obsesiones: La paradoja inquietante del ser
A veces me miro en el espejo y no sé quién soy. O mejor dicho, lo sé con meridiana claridad, luego de años de ser mi lienzo artístico: como mujer, como observadora y después como libre cuestionadora de todo lo relacionado con la identidad, la mía y la de cualquiera. De manera que digamos que me conozco muy bien, pero no tanto como para comprenderme. O mejor dicho, no tanto como para poder abarcar esa simplicidad del mundo personal.
Porque hablamos de simplicidad. Que es lo crea algo complejo: miles y cientos de lineas sencillas, entremezclándose entre sí, creando ideas y pensamientos. Y de esa amalgama, enorme y cada vez más nudosa, más imprevisible, brota esa individualidad que encontramos como aristas de un concepto sobre nuestra mente, nuestra manera de ver la realidad. Y es allí donde surge el debate, el tiempo preocupante, todas esas pequeños matices de un gran todo que se extiende en todas direcciones. Que se abre, se retuerce, le da forma al pensamiento. Que es todo, que es nada, que es algo, que es doloroso y a la vez, absolutamente carente de sentido. Probablemente eso tan abstracto que llamamos personalidad.
Continuo mirándome en el espejo. Una mujer de treinta años, pàlida y ojerosa me mira del espejo. Aglaia, que es ciclotimica, neurotica, insoportable en su nerviosismo, introvertida, como bien lo puede decir cualquiera que la conozca. También es torpe - en exceso -, tiene el cabello rizado en punta, y algunas pecas en la nariz. La nariz pequeña, un poco curva, pero no aguileña ( algo que siempre me frustró, por alguna razón me hubiese encantado tenerme ). Con algunos complejos, pocos fisicos, todos relacionados con mis propias manias, que siente un desmedido amor por la literatura, un infinito amor por la imagen, y exhibe una completa ignorancia con respecto a la matemática. Pero hablo de algo auténticamente vergonzoso: no entender ni las cosas más simples de la ciencia exacta. Que ama las palabras y la hora antes del amanecer. Los vampiros, el terror, lo singular, lo apoteósico, lo duro, lo cruel, más que cualquier otra cosa.
¿Esa soy yo? ¿Son suficientes esas pocas lineas para describrime? Suspiro, me siento sobre el suelo, y continuo mirándome al espejo. Cuando lo haces durante el suficiente tiempo, sientes una especie de escalofrio de desconcierto. ¿Quién es esta extraña de cabello oscuro? ¿De ojos levemente tristes? ¿Quién es esa mujer de cabello despeinado? ¿Que elemento la conecta con mi mente? ¿la que trabaja afanosamente para comprender, analizar, degustar cada particula de la realidad en palabras? Porque mi mente nunca descansa, tal vez por ese motivo mi insomnio. Porque mi mente se encrespa, se llena de una angustia helada, mientras brota y busca manifestarse. Siempre con dolor y asombro. Una niña mujer que no ha crecido lo suficiente. Y tal vez nunca lo hará.
Me observo. La observo. A ella, la mujer que soy. Al reflejo que une mi pensamiento con lo corporeo. Aglaia es de esas mujeres que "no se visten, se tapan" o mejor dicho, le importa poco la ropa, el perfomance al completo de lo que es la actuación cotidiana. Se maquilla. Mucho y casi siempre mal. O como le dijo una de sus tías "no se arregla, se boicotea". Una Lolita ya mayor que jamás aprendio a maquillarse. Los ojos muy de negro. Lleva el cabello negro, pero una vez lo tuvo rojo, muy encendido. Prerrafaelista, le llamó ella. Mal gusto, parece el termino más adecuado. Pero por supuesto, volvió al negro, a ese detalle de su propia estética que no puede abandonar.
Pero, ¿Son suficientes estas cosas para saber quién soy? Por supuesto que no. Pequeños detalles. Como mi aficción por Poe, casi obsesión. Por el terror, como forma de expresión, como pequeño misterio del alma humana. Por el También que me gusta el gore y aplaudo y pega saltos en el sofá cuando a alguien se le salen las tripas o echa chorros de sangre y sufre tremendamente cuando matan a la mascota. Que mi película favorita es Un Perro Andaluz, aunque siempre haga bromas que nunca vi un perro o un Andaluz en los escasos minutos del metraje. También le gusta el Hollywood clásico (mucho) y el cine mudo. Y la nouvelle vague. Y lo que su dentista llama "cine de cineclub" y el resto de los mortales "cine de autor". El boom de la literatura hispanoamericana, el modernismo brasileiro, el XIX europeo que no sea español (salvo La Regenta y un par de cosas más), las lenguas que derivan del latín y los escritores que te hacen paladear las palabras. Ponerse margaritas en el pelo cuando empiezan a salir por todas partes y los primeros días en que es posible ponerse sandalias. Los cuadros prerrafaelistas y los romans artúricos medievales. Y Munch. Munch es su pintor favorito. Y también claro esta, un Caravaggio en estado gracia.
Un todo, una forma enorme de pensamiento, los que nos crea a cada uno de nosotros. Y la pregunta se repite. ¿Quienes somos? ¿Que nos define? ¿Que nos hace ser ese pensamiento único, indivisible de una identidad concreta? No lo sé, pienso, y sigo mirándome, a la mujer de ojos oscuros que reconozco a medias. Y quizá eso sea lo hermoso verdad? No saberlo en ningún momento de nuestra de vida, con absoluta seguridad.
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