miércoles, 16 de mayo de 2012

De la Violencia y otros males modernos: Del sobreviviente al alivio del amor





Vivimos en un mundo violento. Nadie lo duda. Es peligroso dudarlo. Y en ocasiones, esa violencia, de la palabra, del temor, del día a día temoroso, te supera, te deja sin fuerzas, atrapado en un espiral que parece repetirse con la sincronía de un ciclo interminable. Y lo sé de primera mano: vivo en la cuarta ciudad más peligrosa del mundo, donde el ciudadano común convive entre la violencia y la angustia. No obstante, aun encuentro la manera de sobrellevar el miedo y la desazón. A diario. Porque se puede. Es un poder tan simple como evidente, tan habitual que tal vez lo ignoramos la mayor parte del tiempo. Pero existe.

El poder de creer que el mundo puede ser mejor.

¿A que me refiero?  A cosas muy simples. Y este pequeña reflexión no es un acto de pura simplicidad, sino una mirada de eso tan abierto a toda interpretación como es nuestra capacidad de confiar.

De la Violencia al amor: Un acto de fe en medio del caos. 

Ayer, ocurrió un atentado con carro bomba en el Centro de Bogotá. La noticia me sobresaltó y no solo por las razones obvias: una pareja de amigos a quienes quiero muchísimo se encuentran a la sazón en la ciudad y mi primer pensamiento fue para ellos. Inquieta, intenté comunicarme por varios medios con cualquiera de los dos sin lograrlo, y mientras aguardaba una respuesta, sentí ese pánico frío y directo del miedo a la ruptura de lo cotidiano. Me convencí firmemente que J. y Y. se encontraban bien y de hecho, cualquier otra posibilidad era inadmisible en mi mente. Y de pronto, en el momento menos esperado, él apareció por la ventana de una conversación en mi teléfono: "estoy bien. No se preocupen."

J.! Que Alivio! ¿Qué ocurrió? 
No lo sé aún. Venía en el colectivo y de pronto, todos los teléfonos celulares comenzaron a sonar. Todos querían saber si sus familiares estaban bien. 


La imagen me sacudió. Imaginé, el sonido extraño de los timbres telefónicos, anunciando el miedo. Pero...realmente no es el miedo lo que expresaban, pensé de inmediato. Vi la escena en mi mente, tan claro como si la hubiese vivido: a ellos, a todos los que corrieron a marcar un número, con los dedos temblorosos, los ojos muy abiertos, el corazón latiendole muy rápido. Telefoneando a padres, hijos, maridos, esposas, amantes. Y de pronto el alivio. El alivio de escuchar la voz y consolar el pánico de lo impensable. Después quizá una sonrisa, breve, temblorosa, pero sonrisa al fin.

Entonces pensé que todas esas llamadas simbolizaban amor. Amor del cotidiano, del de todos los días, del que apenas notas, como un perfume sencillo, tan discreto, que te acompaña en todos los momentos, sin que lo notes en realidad. Pero está allí, y su firmeza es de las cosas que cosechas con esfuerzo, que sientes como parte de tu mundo y de tu realidad. El amor que profesas por tu padre, por tu hijo, por tu hermano, por tu amigo. Ese amor de las sonrisas de alivio y de la tranquilidad.

La escena que acabo de contar, me recordó inevitablemente que al parecer, la Violencia despierta sin duda esa firmeza del corazón humano que suele pasar desapercibido. Recuerdo que cuando mi madre viajó a Jerusalem, me contó una escena que también habla de esa necesidad del espíritu humano por encontrar lo bello incluso en lo terrible. Al atravesar el aeropuerto Ben Gurion, encontró que habia varios letreros en Inglés, que recordaban a visitantes y ciudadanos llevar el teléfono celular siempre a mano. Mi madre lo observó todo, casi convencida que se trataba de alguna campaña publicitaria un poco sin sentido, hasta que se encontró con una gigantografía donde una joven, sostenía el celular y sonreía - la sonrisa del alivio, sin duda-. La chica sostenía el celular y pronunciaba una única frase: "estas bien?". Mi madre entonces comprendió que no se trataba de una moda o una imposición cultural. Más bien, una muestra de humanidad sobrecogedora, en un país donde el terrorismo es un peligro real y el dolor de la perdida algo de todos los días. Y de hecho, mi mamá no dejó de sorprenderse que cada ciudadano Israelí llevara un celular: en la mano, o en la cintura, en el morral, o el bolso. Pero todos comunicados, en un gesto de amor.


También, toda esta circunstancia me recordó una de mis escenas favoritas de una película que atesoro como uno de mis mayores gestos de cursileria - bien asumida y satisfecha -, Actually Love del director Richard Curtis. En la escena que menciono, la cámara recorre en un paneo horizontal, el andén de desembarco de un aeropuerto que podría ser el de cualquier país del mundo. Con los mismos protagonistas. Los rostros ansiosos mirando a las puertas de salida. Las sonrisas entre preocupadas e impacientes. Y de pronto, alguien grita, de felicidad y corre a estrechar entre sus brazos a quién esperaba. Hay un instante donde el mundo parece desaparecer, envueltos en ese abrazo radiante, de lágrimas y murmullos. Y más allá,   los abrazos y esa emoción dispareja y torpe, pero tan hermosa, parece repetirse, una y otra vez. El amor a puertas abiertas, la ternura de ese instante puramente humano. El poder de esa calidez inesperada, profundamente significativa. Y entonces, una voz en off nos recuerda una estadística de dolor, que sin embargo se antoja tan hermosa como inquietante: " De todas las llamadas que se hicieron durante los atentados del once de Septiembre de 2001, ninguna fue de odio. Solo para recordar amor" La escena continua, en un parpadeo de rostros que sonríen, otros que lloran. Un sueño lento y casi hermoso, en medio de esa sentencia tan terrible como hermosa.

Sonrío, entonces, con toda mi cursileria del Quijote Torpón que soy. Sonrío mientras pienso en el mundo violento que me tocó vivir. Porque la violencia está en todas partes. La violencia de la palabra y el hecho, del miedo, del temor que está en todas partes. Pero también esta el amor. El amor que hace pensar que no todo está perdido, que en esta gran familia humana que somos todos, en el Hogar que creamos a cuatro manos todos los días, hay esperanza. Hay bondad para confiar, fe para soñar. Y sonrío, sí, porque en esa convicción vivo mi vida, a pesar de todo - o quizá incluso, enfrentandome a todo - porque el mundo, en toda su terrible crueldad, es también una poesía diminuta, casi imperceptible, de pura ternura real.

Que ingenua ¿Verdad? Sin duda. Y cuando agradezco continuarlo siendo aun.

C'est la vie.

2 comentarios:

Jacobo Alonso dijo...

Jamas pense que tu Aglaia Berlutti -I sorry si lo escribi mal your surname- pudieras escribir sobre "el amor" claro desde tu punto de vista un tanto cursi pero no deja escapar a la reflexion... Creo que tienes razon pero creo que ese sentimiento llamado amor es ese sentimiento tonto que en los peores momentos te sacan una sonrisa. sin mas creo que el fastidio y la lluvia te estan haciendo efecto brujita ya no eres ese bicho raro que me comentaste hace tiempo jeje tienes tu coranzoncito en el fondo =)

Miss B dijo...

Jacobo, creo no entendiste el sentido de la entrada, que no tiene nada que ver con amor romántico ni amor de pareja. Hablo de esa esperanza que te lleva a creer y confiar, a soñar y a esperar en algo más grande que ti mismo. El de pareja es válido y nunca he dicho algo contra él, pero lo que yo hablo, es esperanza.

Ah, sí, siempre he insistido que soy cursi. Y bicho raro siempre :=)

Gracias por leer y comentar :)

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