martes, 15 de mayo de 2012

Del desnudo que desconsuela: "Shame" de Steve McQueen




A la película "Shame" ( Dirigida por el interesante Steve McQueen ) la precede su fama: cuando se trata de sexualidad - y supuestamente explicita - siempre hay expectativa. Y "Shame" la despierta porque toca algunos extremos de ese tema Tabú que produce tanta necesidad de ser comprendido como lo es el sexo, crudo y duro. Se rumoreó de los desnudos frontales de un actor reconocido como Michael Fassbender, se analizó hasta el último detalle de una trama que parecía tocar directamente un tema complicado como lo es a adicción sexual. Y "Shame"se alzó como una incógnita, un metraje que podía tanto sorprender como decepcionar.

No obstante, "Shame" no hace ninguna de las dos cosas. En realidad, esta película difícil, perturba, antes de cualquier otra cosa. Y de una manera sosegada, congruente que la hace aun más complicada de asimilar y mucho más, de comprender y olvidar.


De hecho, gran parte de que se comenta de Shame no es cierto: Brandon no un adicto al sexo es el sentido más clásico del termino, Brandon tampoco es un ejecutivo de alto nivel, ni esta película es un drama erótico que tenga relación con lo que concebimos como erotismo ( del placer, para el placer, por el placer).  Brandon, en todo caso, es un hombre disfuncional en medio de una sociedad quebradiza que no lo cuestiona pero a la vez lo rechaza. Que rara idea, un adicto al sexo - o alguien que sugiere serlo - en medio de una cultura que incita al consumo de lo genital, sin más,  que lo lleva a un estrato de sencillez tan carente de todo misterio que termina siendo una idea más entre muchas ideas que se disputan la atención del ciudadano del estimulo.  Su necesidad de estimulos, su busqueda insaciable de "algo más" es un reflejo de la amenaza latente del orden simbólico, de esa idea del hombre moderno de satisfacer la simple soledad del ser sin comprenderla. Solamente la parte fetichizada del sexo le genera un contingente placer. Y sin embargo, este placer carece de verdadera retribución, de coherencia y sustancia. Otro estimulo entre otros miles. La soledad del infinito. La desnudez del alma.



Porque sí, hay desnudos en "Shame". Pero no solo físicos. Hay una brutal necesidad del director de transmitir esa soledad moderna, esa desconexión dolorosa del hombre moderno que transita de un lado a otro en la vida cotidiana buscando significados, sentidos, quizá una emoción que lo desconcierte,  sin lograrlo. Asombra como el director, en un ejercicio intimista y mesurado, nos narra la historia de un hombre que se niega a sentir empatia, intimidad o mucho menos alguna sensación, y naufraga en medio de una angustia existencial tan nítida como angustiosa. Maravilla, la manera como en una película que podía esperarse escandalosa por el mero hecho de mostrar un desnudo frontal masculino, pueda expresar ideas tan nítidas y contundentes, como el aislamiento, el dolor de la perdida, la profundad frialdad de la mentalidad contemporánea del sexo por sexo y la desazón de la simple ruptura emocional, el deseo estéril y la fragilidad espiritual de un ciudadano cualquiera de un mundo que condena, sutilmente, los lazos emocionales. Y es que la verdadera sustancia de "Shame" no es la mirada fría hacia la sexualidad del hombre moderno y mucho menos su desencanto hacia la perdida del significado del mero acto carnal, sino esa tristeza y angustia que se manifiesta por el abandono definitivo de la esperanza. En un planteamiento complicado y enrevesado, McQueen logra lo que pareciera más complicado: brindar una sutil sensibilidad a sus personajes, una ternura casi trágica que les brinda una humanidad desconcertante.

Por supuesto que, gran parte del éxito de la película se lo debe a su reparto de lujo: Michael Fassbender, sorprende a todo nivel. Su "Brandon" no solo es un personaje atormentado, sino profundamente dividido entre la gratificación inmediata del sexo y su profundo distanciamiento emocional  con todo lo que le rodea.  Porque Fassbender parece más desnudo que nunca precisamente cuando va vestido, sentado a solas en un vagón del Metro, mirando a una mujer como el depredador volátil y desesperado que es. O más allá, cuando deambula en su vida cotidiana, jugando un delicado juego de equilibrios entre su vicio - necesidad - cada vez más abrasiva y el rostro que debe mostrar. De antología, la escena donde es descubierto en la oficina donde trabaja como un sexopata: de pie, con el cuerpo levemente inclinado, los ojos llenos de simple frustración, su vulnerabilidad es tan patente como fragil, tan demoledora como discreta. Un actor en estado de gracia.

Lo mismo podríamos decir de Carey Mulligan, a pesar que comienza a repetirse en su registro de Dama frágil. No obstante, es su magnifica actuación como "Sissy" , la hermana ausente que llega de improviso a descalabrar la vida de nuestro personaje principal, la que da sentido a un segundo tramo de secuencia tan turbulento como perfectamente bien ensamblado con el anterior. Porque Sissy necesita justo lo que Brandon no puede brindarle: amor, cercanía emocional, afecto.  Y esa contradicción, esa lucha feroz entre ambas dualidades de una misma idea - de la emoción, del sexo como nexo afectivo, de la necesidad de Brandon de evitar todo parámetro de normalidad - lo que construye una resolución tan espléndida como inolvidable. La pelicula avanza sin desperdicio hacia una conclusión evidente aunque no precisamente fácil de asimilar, y tal vez, allí reside su triunfo.

De manera que "Shame" no solo sorprende, sino que incomoda. Pero sobre todas las cosas, tiene la capacidad de mantener esa expectativa - disyuntiva - sobre el verdadero sentido de la historia que cuenta, la sutil locura de sus personajes, cuando la película acaba. Y ese tal vez, es su mayor logro.

0 comentarios:

Publicar un comentario