domingo, 30 de septiembre de 2012
De la apatía a encontrar el Camino: Mi experiencia hoy marchando por Caracas, de nuevo.
Ser opositora al gobierno de Hugo Chavez Frías en el Oeste de la ciudad de Caracas no es sencillo. Estás expuesto a una especie de estigma de "minoría", esencialmente porque existe la creencia que los detractores al Gobierno actual, se aglutinan en las zonas más lujosas y pudientes de la ciudad. Hay toda esta imagen, un poco banal, realmente, sobre que las "minorías privilegiadas" no aceptan el "Socialismo del siglo XXI" que propone el Gobierno como alternativa social y debido a sus "propios intereses" se le oponen dramáticamente De manera que, la clase media, el ciudadano de a pie, el estudiante, el trabajador, el obrero, el personaje cotidiano de cualquier parte del país, y a quien supuestamente beneficia la "revolución", debe entonces apoyar la política gubernamental. Asi que adversarlo, era una especie de soledad del argumento, un ostracismo social a-la-venezolana, digamos.
Por supuesto, nunca ha sido tan sencillo, en tonos tan contrastados y mucho menos tan evidente. Tal vez hace catorce años, si había una contundente mayoría que consideraba a Chavez una alternativa viable. Y muchos de mis vecinos le apoyaban. Hablamos de jóvenes profesionales, estudiantes universitarios y todo una pléyade de descontentos que encontraron en el discurso férreo del por entonces candidado Chavez, la manera más rápida de castigar a quienes por entonces ostentaban en el poder. Incluso entonces, yo era una férrea opositora a Chavez. Nunca admití la idea que un militar quien había llevado una intentona golpista con las armas de la República creyera en la democracia, y muchos menos, con un discurso donde aseguraba "freiría las cabezas" de sus detractores, en aquel momento la desprestigiada élite política de Venezuela. Pero eran otros tiempos. Todos estaban llenos de un furor casi ciego por aquella propuesta novedosa - que en realidad era tan vieja como ya lo había sido en la Chile de Allende - y como diría Gabriel Garcia Marquez, todos estaban en la ventolera del cambio. Pero yo me oponía, una minoría muy pequeña en medio de un griterío atronador.
Seguí siendo opositora férrea incluso cuando pequeñas cosas preocupantes comenzaron a ocurrir sin que a nadie parecieran importarles. El discurso pugnaz, el enfrentamiento diario, la lucha de clases. Y fui de esos primeros opositores que acompañaron a Padres y Representantes a protestar cuando se intentó aquel famoso decreto educativo preocupó a una porción de la población Venezolana y los hizo salir a la calle. Rodeada de vecinos que me miraban un tanto alarmados, llevaba la bandera - símbolo que la oposición tomó por entonces y continúa utilizando - y mis pequeñas pancartas torpes. Era un bicho raro en medio de toda esa idiosincrasia recién descubierta del Héroe Patrio Presidencial y la Quinta República.
Pero poco a poco dejé de encontrarme sola. Con el transcurrir de los años, fueron cada vez más los desencantados los irritados, los preocupados los francamente angustiados. Eran enormes por entonces, aquellas marchas multitudinarias de opositores que exigían elecciones, que exigian con un brumoso "Fuera Ya" una idea que parecía resumirse en una única cosa: "Vete Chavez". Pero oponerse a un Presidente, no es cosa de desear solamente que abandone su cargo y por ese motivo, aquellas marchas eran huérfanas llenas de un enorme descontento sin dirección. Seguí asistiendo casi por inercia, hasta que un día tomé mi camiseta, mis zapatos de correr y los arrojé al armario y no volví a regresar a ninguna. Porque simplemente la política del ciudadano descontento, sin líder sin dirección, sin propuestas perdió sentido. Y yo me agoté, me enfurecí, me deprimí. Perdí esperanzas en este país, en su dirigencia, en lo que podía esperar del futuro.
El tiempo siguió transcurriendo. El descontento aumentó. El nivel de vida decayó aun más, mientras la "Revolución" se anunciaba Omnipotente, con un Mesías violento que seguía insistiendo en su permanencia en el poder. Pero ahora el descontento no era tan brumoso. Se comenzó a hablar de unidad. Se insistió en un escoger un candidato que aglutinara la propuesta opositora. Seguí sin interesarme. Me resistí de nuevo a confiar en esa simpleza de la angustia del ciudadano decepcionado. Hasta que se anunciaron elecciones primarias para escoger un candidato opositor único. La idea me gustó y decidí votar por la opción "cerebral" : Henrique Capriles R. En realidad, voté de manera tan desapasionada que me preocupó la sensación: Votaba porque no teníamos otra opción. Votaba por "Lo menos malo".
Y la "opción sencilla" ganó. Un político joven, serio, adusto, con nada de aquella demoledera personalidad del Presidente en funciones, un lider carismático a la antigua Usanza. Capriles era un hombre - o me pareció - sencillo, sin más recurso que su experiencia a cuestas y su buen hacer en los anteriores cargos políticos que había desempeñado. Me entristeció pensar en atravesar de nuevo la amarga experiencia de participar en una elección y apoyar a un candidato sin opción, pero soy de las soñadoras que no decaen, de las que insisten, de las que intentan, de manera que tomé mis esperanzas, las desempolvé de algún lado, y volví a intentarlo. No sin tanta energía, debo admitir. Nunca con tanta convicción, por supuesto. Pero sí, con esa sensación que el peor esfuerzo es el que no se hace.
Pero Capriles me sorprendió. Me sorprendió no solo por de pronto, convertirse en un David, como él mismo se llama, luchando a brazo partido con recursos limitados contra un Goliat mediático violento y pendeciero, que maneja con puño de hierro todos los poderes públicos. Y lo hizo a la manera sencilla, la obvia: la de comprender este país desde su base. Por tres meses, Capriles, el candidato en que nadie creía, recorrió Venezuela no una, sino tres veces. Visitó poblados olvidados, habló con Venezolanos que no forman partes de las estadísticas y de alguna manera lenta pero sostenida, se abrió pasó entre los gritos, los desafueros y la violencia, para llegar a representar algo que habíamos olvidado existía en catorce años. Una opción. Una opción que dejó atrás el "Vete Ya", por "Progreso" . Una opción real que comenzó a recordarnos, con insistencia, que somos ciudadanos, no miembros de un partido político. Porque de pronto Capriles despertó la conciencia que el Gobierno debe servir al ciudadano, que es de hecho, un acto de poder destinado a lo social. Y todos nos encontramos sorprendidos, ante la idea, ante el poder de comprender que este país lo construimos juntos, lo hacemos los Venezolanos a cuatro manos y que más allá de la división ficticia de un Gobierno irresponsable, somos ciudadanos de un mismo país.
Así que hoy de nuevo, tomé mi camiseta con su enorme bandera y mis zapatos de caminar. Y me eché a la calle para gritar no mi frustración, no mi angustia, no mi miedo. Grité "Progreso". A todo pulmón. Grité "Progreso" con mis amigos y vecinos, con esos desencantados que ahora construirán el futuro que nos espera de ahora en más. Y que emocionante es, que absolutamente hermoso, caminar por las calles, levantando mi única arma, la única que he enarbolado durante estos últimos catorce años, mi bandera, y gritar "Creo en Venezuela". Porque de esto se trata todo esto, una idea de fe, de creer y confiar que nuestra casa grande, que esta circunstancia caótica y extraordinaria que llamamos Venezuela, tiene una esperanza. Y la eres tu, y la soy yo y la somos todos, quienes caminamos gritando "Progreso" no solo en nombre nuestro, sino en el de el que no nos apoya ni comulga con nuestras ideas. Porque si algo aprendí, en estos catorces años de insultos, de ser llamada "Escuálida" y "Majunche" es que sobre todo, quiero, deseo ser simplemente Venezolana.
¿Que ocurrirá el domingo que viene? No lo sé. Lo que sí estoy convencida, es que este país, esta ciudadanía, está consciente de su responsabilidad en el futuro. Y ese pequeño prodigio, desde ya, cambió este país para siempre.
Ahora solo nos resta, tal vez, hacer historia.
C'es la vie.
sábado, 29 de septiembre de 2012
Alas de Mariposa
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?
Tabaquería
Fernando Pessoa.
Fragmento ajeno
Sos un extraño
un huésped
que no busca no quiere
más que una cama
a veces.
Qué puedo hacer
cedértela
pero yo vivo sola.
Un Huésped
Idea Vilariño
Y a 8 días de las elecciones: Carta para un ciudadano Chavista
Amigo Chavista:
Ayer, 28 de Septiembre del 2012, se hizo pública una muy amable misiva dirigida a usted escrita por el escritor y político Enrique Krauze ( La puede leer aquí ) y me pareció que, aunque muy hermosa, resultaba muy poco consistente y directa con el dilema que usted y yo atravesamos. Me supo a poco, como ciudadana de esta circunstancia caótica que llamamos Venezuela. Por ese motivo, le escribo, a motu proprio y con toda la intención de lograr algo que se ha olvidado en nuestro país durante los últimos diez años y un poco más: dialogar. Y dialogar no únicamente motivados por las elecciones que se llevaran a cabo en pocos días, sino porque al final de cuentas, usted y yo, opositores en ideas, somos Venezolanos, antes y después de nuestros respectivos lideres políticos - o quienes intentan serlo - y la afiliación a un pensamiento ideológico Hijos de una Venezuela que nos necesita a usted y a mi, en su momento más crítico, para construir eso tan abstracto con lo que todos soñamos llamado futuro.
Durante trece años he aprendido un par de cosas y una de ellas, es reconocernos, ambos bandos en disputa política y social, como reales y concretos. Le invito Señor Chavista que tiene la amabilidad de leer esto, a hacerlo. Por un momento, abandone el verbo pugnaz, el insulto, la grosería el menosprecio, el pensamiento que no existe una "oposición seria" en este país y míreme como lo que soy: una ciudadana que al igual que usted, desea lo mejor para su país. No soy escuálida ni majunche, ni cualquier epíteto vulgar que haya sido arrojado por el Presidente al ring político en un momento de furibundez verbal, sino solamente una ciudadana a quien las ideas del Presidente Hugo Chavez Frías no le convencen. Por razones igualmente válidas que las que usted tiene para celebrarlas. Porque lo primero que hay que dejar en claro, en este dialogo imaginario, es que con el correr de los años ( esta muy larga década y media que ha transcurrido de este extraño proceso de transición que vivimos ) el mayor error del Venezolano que ha nacido fruto del mandato de Chavez, ha sido, justamente no reconocer la existencia del otro. La confrontación política disminuye, menosprecia, destruye lo que debería ser una idea tan simple como casi natural: aceptar que no todos debemos pensar de la misma manera para comprendernos. Así que para continuar leyendo lo que le escribo, debe ante todo, asumir, que quien escribe esta carta es una ciudadana con los mismos deberes y derechos que usted, que cree y ama a este país de la misma manera en que usted lo hace y que puede, haciendo en legítima libertad, adversar al Presidente.
Ahora bien, a mis treinta y dos años, me hice adulta en medio de esta Revolución a medias, que parece encontrarse en una eterna transición. Y me hice adulta, en medio de un enfrentamiento político cada vez más virulento, en un ambiente enrarecido de crecer en medio de dos bandos ideológicos y sociales, aparentemente irreconciliables. Me hice adulta en medio de insultos, de temores, de un clima de tenaz enfrentamiento que simplemente me ha hecho recelosa, desconfiada, pero sí, ante todo, un ciudadano exigente. Porque debo decir señor Chavista, que una de las poquísimas ventajas que han tenido esta década y un poco más de diatriba política, es que crecí consultando mis derechos, crecí muy atenta a mis deberes, y sobre todo, bastante consciente de cuando debo reclamarlos. Así que haciendo uso de este nuevo conocimiento, le escribo hoy a usted y le pregunto:
¿Es válido Señor Chavista vivir en un país donde la Impunidad sea uno de los principales motivos del altísimo clima de inseguridad que vivimos en la calle? ¿Sabía usted que al 70% de la población carcelaria ni siquiera se le ha comenzado un juicio? ¿Sabe usted que la mayoría de los criminales que son detenidos por delitos menores vuelven a las calles en 48 horas? ¿Esta usted consciente que hoy por hoy, La población penal de Venezuela es de unos 45.000 presos distribuidos en 33 recintos y que esta cifra desborda, de manera preocupante la capacidad fisica del Estado para sostener cárceles y retenes de reeducación?
¿Por qué la inseguridad no es tema de agenda política? ¿Por qué somos el país con mayor criminalidad de Latinoamerica y el cuarto en el mundo? ¿Por qué nuestra policía tiene armas y entrenamiento tan deficiente? ¿Por qué existe un deficit de patrullas, motos y otros vehículos necesarios para el Patrullaje? ¿Como se explica que los módulos policiales sean tan escasos como inútiles debido básicamente al hecho que los funcionarios policías poseen un armamento sustancialmente inferior al del delicuente al que debe enfrentarse? ¿Sabe usted la escalofriante tasa de secuestros que estamos padeciendo? ¿Sabes cuantos ciudadanos son asesinados en ajustes de cuentas?
Todavía más preocupante:
¿Sabe Usted Señor Chavista que el Ingreso per capita del Venezolano se ha reducido cuando debería haber aumentado, en buena lógica, debido al altísimo precio del petróleo que disfrutamos? ¿Sabe usted Señor Chavista en que se está invirtiendo las ganancias petroleras? ¿Ha consultado los proyectos llevados a cabo? ¿Ha tomado en consideración que el Presupuesto se elaboró estimando el precio del petróleo en mucho menos del valor actual de la cesta Petrólera? ¿A donde va todo ese excendente? ¿En que se invierte?
¿Sabía usted que el proceso de centralización despojó de todo tipo de derechos y deberes a alcaldes y Gobernadores, debido a lo cual usted y otros ciudadanos parecen una infraestructura pública lamentable? ¿Sabía usted que debido a una decisión puramente política del alto gobierno, los Gobernadores y alcaldes no pueden reparar, mantener y custodiar autopistas, puertos y aeropuertos sino que están supeditados al poder Central? ¿Sabía usted que Gobernadores y alcaldes no reciben las asignaciones de manera completa sino fraccionada, lo que repercute en cualquier acción social que lleve a cabo cualquiera de ellos en sus respectivos territorios?
Más aún
¿Quién se responsabiliza por los apagones generalizados que todos padecemos? Porque usted amigo Chavista, debe haber sufrido, como yo, de horas interminables sin electricidad sin que medie explicación alguna de ningún organismo público. Se habla de saboteo...¿Saboteo de quién? Es sin duda evidente, que todos los trabajadores de empresas públicas deben ser fieles devotos a la consigna presidencial y además, sin duda alguna, pertenecer al partido de gobierno. Es la raison d'etre de la existencia de la lista Tascón. Conocer exactamente nuestras lealtades, y es así entonces, que cada organismo gubernamental está bajo la responsabilidad de enconados y asumo, muy leales militantes del oficialismo. ¿Quién sabotea entonces? ¿Quién destruye la infraestructura eléctrica?
¿Sabía usted que durante casi diez años el crecimiento del parque eléctrico ha sido sostenido sin que las instalaciones, equipos, centrales sea ampliado o mejorado en consecuencia ¿Sabia usted que las nuevas centrales eléctricas inauguradas solo corresponden a un 10% de lo que se necesita construir para solventar la situación que atravesamos? ¿Sabía usted las enormes fallas de mantenimiento que suceden a diario, por razones tan peregrinas como animales que destruyen cableado eléctrico o simplemente "sabotaje" podrían ser evitadas con un mínimo de inversión en el sector?
Aun más
¿Por qué las Misiones, punta de lanza de la política Social Venezolana, son tan superficiales, pudiendo, con el ingreso petrolero que gozamos, ser una gran estructura de ayuda social? Y no hablo solo de brindar atención inmediata, sino transcender en el tiempo y crear un dispositivo de atención eficaz al más necesitado. ¿Por qué los módulos de Barrio Adentro están cerrados en su gran mayoría? ¿Por qué los hospitales, dispensarios de nuestro país carecen del equipo, insumos y personal mínimo para trabajar de manera eficiente?
Lo más angustioso:
Hablamos del Socialismo, de una izquierda enaltecedora, humanista, progresista y sobre todo, que busca el bienestar de la mayoría. Y para ese bienestar, es necesario educación. ¿Por qué nuestras Universidades, sobre todo las de reciente creación, han perdido prestigio y nivel competitivo frente al resto del nivel educativo mundial? Sé que probablemente me hablará los planes de analfabetismo, las diversas misiones educativas. ¿Usted está seguro que el plan de Analfabetismo tuvo resultados? ¿Verificó? ¿Se conformó con la información de VTV? ¿Le preocupa la educación que imparten en la Misión Robinson y Rivas? ¿Verificó los programas de estudio que se imparten? ¿Le parece que sean suficientes? ¿Le gusta que haya un tinte político en los programas escolares? ¿Protestó en caso contrario? ¿Preguntó el motivo por el cual la historia que se imparte actualmente está llena de referencias dudosas de nuestra historia Patria? ¿Esa es la educación que recibió usted?
¿Quieres un nivel academico alto para su hijo? ¿Le parece que las Universidades nacionales pueden otorgarselo? ¿Ha investigado sobre el presupuesto que se les asigna? ¿Sabe en que se utiliza? Son documentos público, pueden ser consultados. ¿Le parece suficiente el dinero? ¿Cree que podría ser más? ¿Le parece que un médico deba graduarse en año y medio? ¿Le confiaría su salud a un profesional graduado en tan poco tiempo?
Pero también el Socialismo promete igualdad. ¿Es socialista por tanto, las leyes que se aplican a los opositores, presos políticos, a todo aquel que adversa el gobierno? ¿Hubo igualdad de trato para Franklin Brito que para Acosta Carles? ¿Hay igualdad de trato para Globovisión que para VTV? ¿Podría yo insultar de la misma manera en que lo hace Mario Silva y continuar en libertad? ¿Lo ha pensado, mientras lo escucha insultar, con toda vulgaridad a sus adversarios políticos? ¿Aprueba usted que un Funcionario público como lo es el Presidente insulte, menosprecie, satanice todo contendor político? ¿Le gustaría ser a usted un opositor y recibir el mismo trato?
Aun más, el socialismo promete respeto. Por el pensamiento, por la idea política. ¿Lo tenemos en Venezuela? ¿A usted le parece que a mi se me respeta como opositora? ¿Que le parece la lista Tascón? ¿Que piensa sobre el hecho que sea utilizada cada vez que se va a contratar personal en un ente público? ¿Que ocurriría si ese fuera su caso? ¿A donde acudiría? ¿Donde se quejaría? ¿Que organismo lo escucharía?
Para mi, es prioritario todo lo anterior. Prioritario porque siento temor a diario de salir a la calle, porque el transporte público es insuficiente y deficiente, porque las calles están destruidas, porque sufro apagones, porque la inflación es cada día más alta y presiona mi bolsillo, porque temo que pueda ocurrir con las calles desbordadas de violencia, porque me preocupa que país construiremos en el futuro. ¿Le preocupa a usted también? ¿Le duele a usted también? ¿Esta pensando como yo que este país está construido sobre bases frágiles y que necesitamos algo mejor?
Entonces, ahora me comprende. Y sabe que ambos somos ciudadanos.
Y no le pido que vote por mi opción política. Le pido que levante la voz y se responsabilice por el país, que luche por algo tan concreto como un país funcional, prospero, de un nivel como el que todos merecemos. Comprenda que, aunque no me vista de rojo ni coree el nombre del Presidente, Venezuela para mí tiene el mismo valor que para usted. Que soy tan Venezolana como usted lo es y que aspiro, como presumo que también lo hace usted, a intentar construir mi futuro en esta tierra bendita donde tuve el honor de nacer.
Con aprecio, y esperando que la próxima vez que le escriba, solo le llame Venezolano
A.
viernes, 28 de septiembre de 2012
En la biblioteca del fotógrafo ¿Que libros deberían haber?
Durante este año y debido esencialmente a la experiencia de #ProyectoBiblioteca de @EscuelaFotoArte en la que participo, he llevado a cabo una cuidadosa investigación de los que podríamos llamar los Libros imprescindibles que debería tener o al menos hojear alguna vez, un fotógrafo. ¿Como he llevado a cabo esta selección? Por el método sencillo de preguntar a fotógrafos que respeto, reunir literatura en distintas bibliografias, conversar con profesores e investigadores del arte fotográfico leer blogs especializados, intercambiar correos y llamadas con catedráticos y otros interesados en el tema de la creación visual. Por meses, envié correos a universidades internacionales, que muy amablemente - la gran mayoría, claro - se tomaron un tiempo para aconsejarme sobre que libros que debería contener una biblioteca dedicada esencialmente al tema fotográfico. De manera que al final, me encontré con cientos de nombres de volúmenes muy diferentes entre sí pero que tenían algo en común: educar la sensibilidad y el poder creativo que el fotógrafo que los leyera.
Y a partir de esa enorme diversidad de libros y autores, decidí elaborar la lista que incluiré a continuación. No es, bajo ninguna manera, una lista definitiva y supongo que con el correr de los años, incluiré poco a poco nuevos títulos que creo puedan enriquecer la educación fotográfica de quien se de a la tarea de revisarlos. Los libros no se encuentran organizados en ningún orden, ni alfabético ni de prefencia, solo de autor, y en algunos casos. Ha sido una lista que he realizado con otros propósitos además de la publicación por estas tierras del Aglaworld, por lo que es posible que exista errores o algunos libros repetidos. No incluí los de consulta y lectora, sino Photobook propiamente dicho. Aclarado lo importante les dejo la lista, incompleta o no, de cuales son los libros que todo fotógrafo debería leer, hojear o al menos echar un vistazo alguna vez:
Antoine D´Agata - Vortex
Sebastiao Salgado - Workers
Alberto García-Alix - Fotografías
Cristina García Rodero - España oculta
Pep Bonet - Watching in silence
Cris Killip - Seacoal
Joachim Ladefoged – Albanians
Fouad Elkooury – Be… Longing
Juan Manuel Díaz Burgos – Historias de la Playa
Larry Fink – Social Graces
Stephen Shore – Uncommon Places
Ernesto Bazán – Cuba (B&N)
Ernesto Bazán – Al Campo (Color)
Nobuyoshi Araki – A Sentimental Journey, Winter Journey
Mark Steinmetz – South Central
Jacob Aue Sobol – Tokyo
Alec Soth – Sleeping by the Mississippi
Kramer O`Neill – Till Human Voices
Rimaldas Viksraitis – Grimaces of the Weary Village
Samer Mohdad – Mes Arabies
Sergey Chilikov – Selected Works 1978
Trent Parke – Minutes to Midnight
Trent Parke – Dream/Life
Ed Kashi – No Surrender: The Protestans
Tom Wood – Bus Oddysey
Tom Wood – F/M
Mark Steinmetz – Summertime
Richard Rotman – Redwood Saw
Summerset Stories – Venetia Dearden
William Eggleston – Los Alamos
Brenda Anne Kenneally – Money Power Respect
Joseph Rodriguez – East Side Stories
Tom Wood – All Zones Off Peak
Bruce Davidson – Gangs
Bruce Davidson – Subway
Bruce Davidson – Black & White (Obra Completa)
Magnum Contact Sheets
Henry Cartier-Bresson – Europeans
Bruce Gilden – Facing New York
Bruce Gilden – Haiti
Bruce Gilden: Coney Island
Mark Cohen – Grim Street
Mark Cohen – True Color
Fred Herzog – Photographs
Jason Eskenazi – Wonderland
Joel Sternfeld – American Prospects
Joel Sternfeld – Stranger Passing
Joel Sternfeld – First Pictures
Martin Parr – Last Resort
Martin Parr – Think of England
David Alan Harvey – Divided Soul:A Journey Through the Hispanic Diaspora
David Alan Harvey – Cuba
Joel Meyerowitz – Cape Light
Joel Meyerowitz – Bystander: A History of Street-Photography
Helen Levitt – Lírica Urbana: Fotografias 1936-1988
Emmanuel Smague - Kurdes, de l’ombre à la lumière
Txema Salvans – Nice To Meet You
Steve McCurry – Instantes
In Public – 10 Years of In-Public
Cristóbal Hara: Vanitas
Craig Semetko- Unposed
Paul Trevor – Like You’ve Never Been Away
Cristophe Agou – Life Below: The New York City Subway
Andre Kertesz
Robert Frank – Looking In: The Americans (Versión Extendida)
Jun Abe – Citizens
Joseph Koudelka – Invasión 68: Praga
Joseph Koudelka – Gitanos
Joseph Koudelka – Exiles
Bruce Davidson – Subway
Bruce Davidson – Black & White (Obra Completa)
Magnum Contact Sheets
Henry Cartier-Bresson – Europeans
Larry Towell – The Menonnites
Larry Towell – The World From My Front Porch
Larry Towell – El Salvador
Larry Towell – Then Palestine
Mark Cohen – Grim Street
Mark Cohen – True Color
Fred Herzog – Photographs
Jason Eskenazi – Wonderland
Joel Sternfeld – American Prospects
Joel Sternfeld – Stranger Passing
Joel Sternfeld – First Pictures
Martin Parr – Last Resort
Martin Parr – Think of England
David Alan Harvey – Divided Soul:A Journey Through the Hispanic Diaspora
David Alan Harvey – Cuba
Joel Meyerowitz – Cape Light
Joel Meyerowitz – Bystander: A History of Street-Photography
Helen Levitt – Lírica Urbana: Fotografias 1936-1988
Emmanuel Smague - Kurdes, de l’ombre à la lumière
Txema Salvans – Nice To Meet You
Steve McCurry – Instantes
In Public – 10 Years of In-Public
Cristóbal Hara: Vanitas
Craig Semetko- Unposed
Paul Trevor – Like You’ve Never Been Away
Cristophe Agou – Life Below: The New York City Subway
Andre Kertesz
Robert Frank – Looking In: The Americans (Versión Extendida)
Jun Abe – Citizens
Garry Winogrand – Figments From the Real World
Garry Winogrand – Arrivals & Departures
Garry Winogrand – Public Relations
Garry Winogrand – The Animals
Diane Arbus – An Aperture Monograph
Ernst Hass – Color Correction
Mary Ellen Mark – Ward 81
Mary Ellen Mark – Streetwise
Elliot Erwitt – Snaps
Elliot Erwitt Sequencially Yours
Elliot Erwitt – Personal Best
William Eggleston- William Eggleston’s Guide
William Eggleston – Chromes
Friedlander – Friendlander (MOMA)
Alberto García Alix – Lo Más Cercano que Estuve del Paraíso
Stephen Shore – Uncommon Places
Daido Moriyama – The World Through My Eyes
Richard Kalvar – Earthlings
Jeff Mermelstein – Sidewalk
Walker Evans: A photographers.
Vivian Maier – Street Photographer
Nikos Economopoulos – Into The Balkans
William Klein – Retrospective
William Klein – Life is Good & Good for You in New York
Alex Webb – Suffering of Light
Alex Webb – Istambul: City of a Thousand Names
Ricardo Cases – La Caza del Lobo
Ricardo Cases (La Fábrica)
Cristina García Rodero – Transtempo
Dorothea Lange – Los Años Decisivos
Carl De Keyzer – Zona: Siberian Prison Camps
Arthur Tress – San Francisco: 1964
Weegee – Weegee’s World
Weegee – Naked City
Jens Olof Lasthein – White Sea Black Sea
Jens Olof Lasthein – Moments In Between
Saul Leiter – Early Color
Takuma Nakahira – For a Language to Come
Christopher Anderson – Capitolio
Constantine Manos – Greek Portfolio
Gilles Peress - Telex Iran: In the Name of the Revolution
Tony Ray Jones – Day Off: an English Journal
Charles Harbutt – Travelog
Larry Clark – Tulsa
Larry Clark – Teenage Lust
miércoles, 26 de septiembre de 2012
De personales delirios: La Telefonophobia o las angustias que Graham Bell nunca imaginó.
Me ocurre con frecuencia ( tal vez a usted también, mi querido lector o al menos eso espero): El teléfono suena y de pronto, sufro una especie de parálisis de puro pánico. Miro el aparato - mientras por supuesto, la campanilla sigue sonando - sin atreverme a levantar el auricular hasta que en una especie de arrebato demencial, lo levanto. Se me seca la garganta cuando intento contestar. Escucho a mi interlocutor, que lógicamente no tiene idea de mi pequeño dilema y cuando finalmente le respondo, lo hago con una humillante vocecita temblorosa, como si contestar el teléfono fuera el gesto más aterrador del mundo. Y para mí, lo es. Tal vez parezca gracioso - realmente a mi me lo parece. Una vez que cuelgo claro - pero mi fobia telefónica me ha traído más de un traspiés, momento incomodo y sobre todo, una serie de situaciones más o menos sin sentido que me lleva esfuerzos controlar.
Entre los delirios que Graham Bell no soñó:
No fui de esas adolescentes que se colgaban horas a conversar por teléfono. Tampoco teléfoneo para dar noticias, ni buenas ni malas. De hecho todos los que me conocen alguna vez han sido testigos de esta particularidad crisis de ansiedad vía cable directo. Largos silencios, respuestas incomodas y entrecortadas, risas sin sentido, respuestas cortas y espasmódicas a monosílabos sin mayor explicación. Durante años pensé que todo era medianamente normal, pero una vez que la cosa comenzó a ser realmente preocupante, me dediqué un poco de información al respecto. Y me encontré que no estaba sola. Como todo en este mundo moderno, esta especie de alergia telefónica está debidamente clasificada por la ciencia y se denomina "Telephonophobia" y se define - ¿podría ser de otra forma? - como un temor injustificado e irracional a contestar llamadas telefónicas Investigando un poco la información al respecto - que resulta tan hilarante que me pregunto si es cierta - el origen del padecimiento es una brusca experiencia desagradable mientras se sostiene una bocina telefónica o al recibir una llamada. Como no podía ser de otra forma, en EEUU hay toda una red de ayuda para el singular transtorno y de hecho, el padecimiento incluso se encuentra en el directorio de la mundialmente conocida red de ayuda para transtornos de ansiedad Social ( mira por aquí si te interesa ver la información o sientes simple curiosidad ) lo cual, sin duda, le brinda alguna respetabilidad - veracidad, vamos - al tema.
Pero en mi caso, el pánico a responder el teléfono no tiene ningún detonante, que yo recuerde. Ni sufrí una experiencia traumática sosteniendo el teléfono o padecí algún hecho tortuoso mientras conversaba animadamente por teléfono. Lo mio se trata de una combinación de timidez, impaciencia y como no, mi proverbial torpeza social. De manera que diagnósticos aparte, lo mio parece más el fruto de esa suprema incomodidad que me produce sociabilizar - en cualquiera de sus variantes - y que se traduce sin duda, en este estrafalario comportamiento teniendo la bocina del teléfono en la mano. Y aunque parezca algo hilarante, la mayoría de las veces resulta preocupante y en otras, francamente vergonzoso. Porque, en un mundo intercomunicado, resulta imprescindible esa habilidad mínima que supone conversar teléfonicamente y que por alguna razón que desconozco perdí o nunca tuve.
De ring misterioso al silencio incomodo: toda una odisea.
Suele ocurrirme que cuando debo realizar una llamada importante, comienzo a prepararme mentalmente horas antes. De hecho, he llegado al extremo de escribir una especie de "guión" de posibles respuestas, con toda la inocente intención de controlar el pánico y darme algo de seguridad. Algo totalmente inutil como es de suponer y que suele desembocar en situaciones más o menos descabelladas, como la siguiente:
Telefoneo a un potencial cliente con la intención de concertar una entrevista de trabajo. Durante dos horas, he practicado, un "tono profesional" e intento imaginar la posible conversación desde todos los puntos posibles. Aun así, retraso el momento del terror todo lo que puedo, hasta haciendo acopio de valor, telefoneo. Escucho el repique con las manos heladas y la boca seca de puro pánico y cuando finalmente, me contestan, me quedo muda y sin saber que decir.
- ¿Alo? ¿Hay alguien allí? - insiste mi interlocutora. Trago saliva y tomo una gran bocanada de aire, casi con ansiedad. Esta mujer va a pensar que hay un demente en la linea, pienso parpadeando aturdida.
- Buenas tardes, deseo...es decir...recibí un correo para concertar una cita. De trabajo - balbuceo. Y lo hago en voz baja. Un tartamudeo lamentable que hace que la persona al otro lado de la linea me interrumpa un par de veces para hacerme preguntas, en un mundano todo impersonal. Claro está, aquello no mejora mis nervios y lo que debería haber sido un intercambio de información rápido y directo - agendar una fecha de mutuo acuerdo - se convierte en una trabajosa y agónica conversación que para cuando termina, deja dos cosas muy en claro: No tengo idea para cuando finalmente fue fijada la cita y que tampoco, me he molestado en preguntar con quién conversé ni si debo llamar de nuevo, cuestiones que claro está, terminan por mermar mi poco buen ánimo y disposición telefónica. Más tarde, cuando recibo el correo electrónico de confirmación, encuentro que tengo la cita justamente para el día en que no podia aceptarla y además en un horario imposible para mi. Y todo gracias a mis titubeos, carraspeos y largos silencios sin sentido.
Y es que la fobía telefónica, es una especie de handicap del delirio en un mundo intercomunicado. Y eso que mucho tengo que agradecer a los correos electronicos, a los mensajes privados vía facebook y twitter y a las cada vez más esporádicas - pero todavía sobrevivientes - entrevistas personales para sobrevivir en el mercado laboral y en el personal. Pero todavía, estas fobias interfieren marcadamente con la rutina normal de la persona, con las relaciones laborales (o académicas), familiares o sociales. Leido, puede parecer extravagante y hasta exagerado, pero en mi caso, llamar por teléfono es todo una odisea que termina causandome trastornos de pequeños a grandes en todo tipo de ámbitos: si veo mi teléfono celular sonando y el número me resulta desconocido, lo más probable es que no conteste, y permanezca largos minutos mirandolo sonar, sin saber que decir. Siendo free lance, la costumbre tiene la inmediata consecuencia que puedo ofender a un potencial cliente o lo que es peor, perder directamente el trabajo. Pero aun así, continuo mirando, con los ojos muy abiertos, la pantalla del celular sin atreverme a contestar. Si eso no es una fobia social paralizante, no sé cual podría ser, suelo pensar con cierto cansancio.
Hace poco, conversaba con una amiga sobre lo extraño que resulta aquella fobia mía, y ella comentaba, con muy buen tino, que no es tanto lo singular que pueda parecer, sino lo definitamente inoportuna. Porque basicamente es la fobia menos conveniente para alguien que vive de llevar a cabo relaciones públicas y de largas conversaciones. Me hizo reir el pensamiento. Hace unos días, había estado leyendo algunas cosas sobre el sindrome de ansiedad telefónica y alguien ponderaba sobre la existencia o no del trastorno. Y tuve esa sensación, casi dolorosa de escucharme a mi misma pensar en términos parecidos, de preguntarme si no era exageraciones de mi mente imperactiva o mi propia neurosis descontrolada. Claro esta, todo eso lo reflexiono hasta que suena el teléfono y me congelo, con las manos apretadas casi en un nudo doloroso, escuchando el sonido del teléfono hasta que en un impulso lo respondo y toda aquel ciclo de silencio, tartamudeo y pánico comienza de nuevo. ¿Existe o no? Para mí, por supuesto, es muy real.
martes, 25 de septiembre de 2012
Entre Santones y pensadores te veas: Critica a la razón simplona de Coelho.
Siempre he insistido que hay que leer. Y es una frase que engloba la necesidad de no tener prejuicios, de leer lo que se pueda siempre que se pueda. Por ese motivo, predico con el ejemplo: leo desde periódicos de pasquín, hasta los respetables y venerables monumentos del periodismo nacional, best Seller hasta los clásicos más profundos y complejos de la literatura Universal. Y siempre hay algo disfrutable en todo, siempre hay una idea rescatable, una iniciativa encomiable. Porque leer es leer y siempre es lo más parecido a soñar - en palabras, danzando en mundos ajenos - que conozco estando despierta.
Por ese motivo leí a Coelho, en su oportunidad. Lo leí sin prejuicios, sin ningún reconcomio prejuicioso...y terminé aburriéndome profundamente de su estilo, de sus historias, de su perenne búsqueda de algo misterioso que sabe a poco, que no llega a ser más sustancioso que una idea sugerida, de las historias grandilocuentes que se derrumban al primer análisis. Me aburrí de hecho bien pronto y los dos o tres libros que leí de su sutoria luego de la llegaba del aburrimiento, fueron simples agradecimientos a obsequios bien intencionados. Pero el aburrimiento seguía estando allí. Y algo peor: un cinismo nacido justo donde Coelho pretendía ser enaltecedor y majestuoso. Porque lo peor de este escritor, de este super éxito de ventas con infulas de filósofo de la nueva era, es justamente eso: su renuencia a reconocerse como una voz de lo sencillo, de ese mercado tan simple como común de escribir lo que se quiere leer y hacerlo sin mayor trascendencia. No obstante, el propio Coelho se mira así mismo exento por completo de la humildad que predica - insiste - en sus obras. Hace poco leía que criticaba al Ulises de Joyce - sí, a esa complejidad meticulosa y dura que creo todo un nuevo universo literario - por considerarlo un libro "sin trascendencia". Asombrada, leí un poco más la alocución donde Coelho pareció decidido a ponderar sobre su propio "valor" y me asombro que se llamara así mismo "El mayor intelectual de Brasil". Caramba, mucho trecho hay entre este escritor de "lo pequeño y lo trascendente" un oximorón inquietante y en el cual Coelho insiste con frecuencia y este intelectual de gran importancia, que declara que su obra tiene un valor fuera de todo rasante.
Tal vez por lo irritante que me resultó esa entrevista, o porque ya estoy un poco harta de Coelho y su necesidad de imponer la filosofía de lo superficial, es que decidí escribir este pequeño resumen, de las razones por las cuales no volveré a leer a Coelho y lamenté haberlo hecho antes:
* La filosofía de lo Barato:
Y no me refiero a lo sencillo, sino a lo barato, lo superficial, lo flojo y fútil de la filosofía que el escritor condesa en sus libros. Y no es un fenómeno nuevo, aunque en el caso del escritor, si si uno bastante fallido.
Ejemplos de intentonas parecidas no faltan. Hace casi dos décadas, El escritor Jostein Gaarder decidió construir un mundo donde la filosofía fuera un elemento esencial y lo logro, conservando la complejidad y la belleza de ese análisis incesante de lo humano. En su libro "El Mundo de Sofia" habla de la filosofía de lo cercano, de lo cotidiano, de lo intimo. Trajo a los terrenos del Best Seller literario toda una serie de conceptos y pensamientos de la filosofía profunda que de alguna manera logró conjugar para dar origen a una novela rica en matices, poderosamente evocadora. Pero en el caso de Coelho, el autor simplemente toma una serie de propuestas esencialmente complejas e intelectuales y al resume a formulas baratas sin mayor profundidad. Jugando con el asombro, lo misterioso y lo increíble, el autor tantea la imaginación del lector sin ofrecer demasiado, sin preocuparse en exceso por ofrecer un discurso concreto, sustancioso sobre lo que enuncia. Y tal vez su recurso más evidente sea su intento de jugar al enigma, al secreto que jamás termina de descubrirse del todo para encubrir justamente lo que es evidente desde la primera linea: el poco interés de Coelho por mostrar algo más que una idea aparente de complejidad que no terminar de cuajar realmente.
¿Existe en algún libro del escritor una busqueda real de la sustancia de un pensamiento superior? ¿Un análisis sencillo pero poderoso sobre las supuestas doctrinas donde aparentemente están basadas sus historias? ¿El Autor intenta explorar ese norte mistico que intenta subrayar con algo más que simploneria barata? Hasta ahora, no he encontrado en ninguna de sus novelas el menor intento de hacerlo y dudo que lo encuentre después, si llego a leer otro libro suyo.
* Trucos de Salón: Ahora lo ves, ahora no.
La primera novela que leí de Pablo Coelho, fue Brida, uno de esos obsequios que no se agradecen mucho pero que se conservan en un gesto de buena voluntad. Para quién no conozca la trama, la historia cuenta como una aprendiz de "bruja", recorre los caminos de Irlanda en busca de iluminación y sabiduría. Y resulta asombroso la manera como el escritor decide resumir lo que debió ser un intenso camino espiritual en una especie de cuarteto de escenas donde lo sobrenatural, lo pretendidamente desconocido y lo increible sustituye lo emocional, lo poderoso de una toma de conciencia puramente sensorial de una conexión espiritual. Decepciona que en cada una de sus novelas, el escritor insiste en el elemento mágico sin más razón que el efectismo, lo pobremente narrado y lo frágil de sus argumentos que parecen que se resquejabrajarán ante un análisis más concienzudo. Y debo decir, como comenté antes, que no es el primero en hacer el intento, pero si otro de los tantos fallidos: En su hermosa tetatrología "Las Nieblas de Avalón", Marion Zimmer Bradley intenta lo mismo con un resultado tan hermoso como profundamente bello: la lucha entre creencias, la comprensión del yo superior, la conceptualización de la divinidad. ¿Cuales es la diferencia entre ambas historias? Que mientras Coelho busca asombrar bordeando una supuesta sabiduría que jamás muestra, Zimmer Bradley argumenta, entrelaza su historia con una visión profundamente sentida sobre el mundo y la divinidad.
* De lo complejo a lo superfluo, un viaje sin retorno:
El discurso literario de Coehlo es grandielocuente. A pesar que la trama de sus novelas casi siempre es sencilla, basica y esquemática, el lenguaje que utiliza intenta crear la sensación de misterio portentoso siempre a punto de descubrirse sin lograrlo. Y resulta lamentable que esa afición suya por el enigma hueco, por anunciar arcanas sabidurias que nunca terminan de conocerse para ocultar esa lamentable llaneza de sus historias, esa idea que nunca termina de concretarse sobre un camino espiritual incompleto y carente de verdadera consistencia. Porque el Lector esforzado espera, sin lugar a dudas, comprender todas esas pequeñas insinuaciones de un misterio que se roza, que se atisba pero nunca se revela. Y quizá nunca sucede es justamente porque para Coelho revelarlo es perder esa fragilidad temática de sus narraciones: la insistencia en lo que puede ser que jamás llega a comprenderse del todo.
* Erase una vez, lo mismo de siempre:
Una vez leí que Coelho era un fiel devoto de Propp, uno de los padres del método narrativo tal y como lo conocemos actualmente y que en 1928 publicó en Leningrado su monumental Morfología del cuento infantil. Y estoy convencida que es cierto. Palabras más, palabras menos, Propp insistía en el hecho que toda historia ya ha sido contada y que lo que hace cualquier escritor es reinventar la idea una y otra vez. Cierto o no - personalmente creo que sí - estoy convencida que Coehlo asimiló la idea de Propp para crear su prolífica serie de libros, porque es evidente que en cada uno de ellos, existen - y se repiten - todos los esquemas conocidos de las historias más populares, solo que aderezados con todo un lenguaje misterioso en la búsqueda de una idea asombrosa que nunca concreta. Y es que para Coelho resulta sencillisimo ocultar la simplicidad fragil de sus historias en finales felices pretendidamente filosóficos, en grandes proclamas esotéricas que terminan derrumbandose por falta de consistencia.
¿Razones evidentes? por supuesto, y sin duda, no faltará el lector que me insulte mentalmente llamandome pretenciosa o prejuiciada con respecto a la obra de este Santón moderno que intenta ser Coelho. No obstante, en lo personal, siempre pensaré que es mejor escrudiñar y mirar un poco más allá de lo que supone debemos comprender y tratar de encontrar nuestra propia opinión bajo lo evidente. Algo muy diferente a lo que insiste este dudoso peregrino de lo Intelectual, en su atropeyada carrera hacia el estrellato.
C'est la vie.
Pd: Si alguien desea leer los libros que menciono en el artículo, solo dejemelo saber y se los envío a su correo electrónico personal. Porque como dije, siempre insistiré en que hay que leer.
lunes, 24 de septiembre de 2012
De pequeñas grandes obsesiones: La búsqueda del lenguaje fotográfico
Hace un año y un poco más, le pregunté a mi profesor de Coolhunting, que hacia a un fotógrafo, serlo. Mi profesor, quién es una persona que durante años ha dedicado su tiempo a mirar portafolios y analizarlos de manera muy detallada, ya sea por cuestiones comerciales o de mera selección individual, tiene esa rara capacidad de contemplar la imagen de una manera casi fría, pero sin perder conexión con lo que mira. De manera que la pregunta no le tomó desprevenido - imagino mucha gente se la hecho antes - sino que estoy casi convencida, lo hizo ordenar, en esa calurosa mañana de agosto, esos conocimientos en una respuesta concreta.
- El lenguaje - dijo sin titubear - lo que lo define, lo que hace que sea, indistintamente a lo que ocurra a su alrededor, lo haga único.
Lo escuché un poco asombrada. La misma pregunta se la había hecho a varios fotógrafos en diferentes momentos de mi educación fotográfica y la respuesta había variado un poco de interlocutor a interlocutor. La técnica, el manejo de la luz, la conciencia de sí mismo, la forma de comercializarse, la madurez visual, el acercamiento a su propia de la fotografía, la facilidad para construir o no ideas. Pero esa tan contundente, me dejó un poco desconcertada. ¿El lenguaje? Sin duda es el elemento más contundente e imprevisible que define una imagen, pero aun así, el más difícil de captar, de crear, de elaborar. Una idea sobre lo que se crea fotográficamente tan profunda como abstracta, tan espontánea como visceral. Y de la cual, debo decir, no tenía la mayor idea en ese momento, estando justo tan confusa y en mitad de "algo" de mi propia visión fotográfica casi doloroso: una confusión insoportable.
Me dediqué entonces a investigar sobre el "lenguaje". No me resultó sencillo. Hay muchos libros sobre técnica, sobre ideas fotográficas, largos tratados de análisis, cuidadosos y detallados artículos sobre el estilo, peor pocos sobre el lenguaje como tal,. Porque el lenguaje fotográfico abandona el ámbito de lo común, de la idea básica sobre la fotografía e invade algo más, una visión esencial de lo que haces como creador visual, esa región nebulosa donde parecen coincidir el estilo, lo que nos gusta fotografiar y lo que nos define. Y que difícil resulta diferenciar cada cosa. Leí todo lo que pude, recopilé escasa información y al final deseché todo. No estaba buscando por el camino correcto, pensé un poco decepcionada. Rara vez no encuentro en los libros la pregunta que formulo en voz alta. No obstante, esa decepción tenía sabor agridulce: que no fuera sencillo de consumir y comprender, quería decir que el concepto de "Lenguaje fotográfico" formaba parte de algo más complejo y esencial de la fotografía a la que pocas veces había prestado atención y de lo que ahora estaba muy consciente. La creación del lenguaje del fotógrafo: a pasos, con dolor y esfuerzo. Una construcción elemental.
No abandoné el tema. Al contrario, seguí investigando aunque no sabia donde ni exactamente que buscaba. Comencé a leer sobre arte en estado puro. La conciencia pictórica, la identidad de la obra que nace. Seguí escudriñando en biografías de pintores que amaba, otros no tanto. Leí mucho sobre la personalidad del creador artístico. Pero sobre todo, vi fotografías. Retomé un hábito adolescente que abandoné por mero descuido y que fue revitalizante recuperar: mirar libros de fotografía en silencio. Miré por largas horas los grandes reportajes, las series personales, las historias en luz y sombra. Contemplé las ciudades del mundo a través de la visión de los fotógrafos que soñaron con ellas, que las elevaron como ideas visuales consistentes, que les otorgaron una nueva belleza. Me conmoví con retratos de jóvenes y viejos, casuales, en hermosos estudios elegantes, en calles perdidas, en campos empobrecidos. Y de pronto, la idea de "lenguaje" no me pareció tan esquiva. Comenzó a hacerse clara, concreta. Porque comprendí que el lenguaje fotográfico es esa necesidad de quien porta la cámara de decir algo, de comprender algo, de analizar la realidad en piezas a través de la imagen. La perspectiva del mundo a través del ojo ajeno, del significado de otro.
Fue como un descubrimiento dentro de un descubrimiento mayor. Porque fue elaborar ideas visuales a través de una intención singularmente personal. Todos vemos lo mismo pero no lo expresamos de la misma manera. Y es esa diferencia lo que hace que el lenguaje fotográfico sea tan valioso, tan necesario, tan imprescindible. Miré fotografías de amigos y desconocidos, descubriendo las repeticiones, las obsesiones, la idea que parecia ineludible. ¿Que buscas? ¿Que pretendes decir? ¿A que huyes? ¿A que temes? ¿A que te enfrentas? ¿Que reconoces? ¿Que odias? ¿Que amas? ?¿Que creas?
Y tal vez lo mejor de esa búsqueda, fue entender que solemos repetirnos por mero cansancio. Me descubrí de pronto mirando mi trabajo con una dureza inusual, todos esos autorretratos insistentes en el tema de la soledad y al claustrofobia, la angustia, la intimidad, la feminidad, el temor y un pequeño e intimo dolor. ¿Que estaba diciendo? Me pregunté mirando mis fotografías, comprendiéndolas como un conjunto, elaborando una idea de mi percepción del mundo más allá de mis propias debilidades y fortalezas. ¿Estaba diciendo algo realmente? Sí, siempre lo hacemos, ¿Pero qué? Y de pronto comprendí que ese lenguaje era comprensible, pero estaba perdiéndose en la repetición, en la comodidad de hacer lo mismo porque lo comprendo y no resulta tan doloroso. Y esa idea me subyugó, me abofeteó. Destruyó una serie de pensamientos que daba por inevitables y construyó otros nuevos, inmensos y dolorosamente hermosos. Fue agónico, entender hasta que punto había lastimado mi lenguaje fotográfico para favorecer el ego, la comodidad incluso la necesidad de decir algo a medias. Pero una vez que el dolor - emocional y mental pasó - tomé de nuevo la cámara y encontré algo tan nuevo como radiante. Tan duro como inquietante. La urgente necesidad de comunicar algo. De decirlo en voz muy alta y casi grosera, de construir ideas fotográficas tan personales que me doliera el solo mirarlas, pero que fueran reales, profundamente intimas y sobre todo, un reflejo de ese proceso personal que atravesaba en silencio, en mi espíritu, más allá de la cámara y detrás de ella. La de comprenderme como creadora, y aun más, como comunicadora en imágenes.
Todavía busco el significado de ese lenguaje. Quizá nunca me de por satisfecha. Quizá nunca quiera estarlo. Cual sea la respuesta, el camino que transito posee una cierta consistencia que se construye a cada paso: la de estar completamente convencida que la fotografía es el medio que escogí para hablar en silencio y a la vez, crear a viva voz.
C'est la vie.
domingo, 23 de septiembre de 2012
Cumpleaños feliz!
Y aquí, mis otros super regalis de cumpleaños además de Usted, que me lee!
Hojas nuevas: Un año nuevo que escribir
Soy fanática acérrima de Mafalda, no sé si lo he comentado en este, su blog de confianza alguna vez. El hecho es que crecí con las ocurrencias de esta feroz filósofa de lo cotidiano, y muchas de sus frases y ocurrencias forman parte de mi mente, de esa diminuta porción de nuestro pensamiento que llamamos identidad. Tal vez por ello, de vez en cuando, una de sus frases definen el día, o el momento que vivo y de una manera tan exacta que en ocasiones no queda menos que sonreír por la coincidencia. Si es que eso existe, claro.
Como hoy.
Recuerdo una viñeta, donde Mafalda, de pie, miraba el calendario y decía ( refiriéndose al año nuevo ) "Lo que me gusta del año nuevo, es que todos los días son nuevecitos, recién por estrenar". Y siempre me hizo sonreír, la sensación de expectativa, de renacimiento de esa sencilla idea. Porque es poderosa, la idea de comenzar otra vez, de tener la oportunidad de tomar tus errores, aprender de ellos y volver a construir, con torpeza y con cierto temor, algo nuevo. Pero que maravilla es la sensación que siempre podrás enmendar el camino, recorrer el que necesitas reconstruir, levantar con tus manos en el futuro. A veces tengo la sensación que los cumpleaños justamente nos recuerdan esa frescura, ese nuevo despertar: Los brazos abiertos, hacia un amanecer delicado, una linea de luz en el Horizonte, y después luz. La imagino siempre. Luz de esa nuevecita, recién hecha, blanquisima. Luz de las que baña las cosas y las embellece, de las que crea sueños, de las calma pesares y consuela pesadillas. Y luego veo esa luz abriéndose como un gran abanico, parpadeando en todas direcciones, en rayos infinitos que se resbalan por paredes y por calles, por los altos edificios y las casas pequeñitas, por los árboles y las montañas. Y es siempre luz, luz de las cosas que nacen, de las cosas nuevas, de las cosas que sueñas, de todos lo que deseas. De las lagrimas de alegría, de las carcajadas espontáneas, del rico café de las mañanas, de la sensación de estar vivo para crear. Y despertar, sí, para sentir que hay un mundo nuevo cada día, que construir, en el cual creer, con el que soñar y tener esperanza. Un mundo que construyes y esperas, que anhelas y levantas. Y es el mundo de las cosas que irradian fe, de las que siempre son parte de tu historia y forman parte de ti,
De manera que, sí, como diría mi Inefable Mafalda, me queda un nuevo año nuevecito, recién estrenado. Un año con hojas impolutas que escribir, donde comenzar toda una nueva historia. Un año en el cual podré colocar imágenes recién nacidas y subrayar los renglones de lo que he aprendido, de lo que queda por desear. Un año totalmente nuevo para levantar los brazos, cerrar los ojos y aspirar, en un momento de supremo bienestar, la vida, el tiempo, todo lo nuevo y lo hermoso, que sé, espera por mí.
C'est la vie!
sábado, 22 de septiembre de 2012
Danzando Al Sol: Celebración de Equinoccio
Siempre he llamado al Penúltimo Equinoccio del año "Mi celebración bruja" por razones obvias: mañana es mi cumpleaños y la gran mayoría de las veces, recibo un nuevo año de vida celebrando el renacimiento y la belleza de la Tierra, el poder de la Diosa, en mí. Es una sensación curiosa, casi infantil la de despertar y mirar el primer rayo de sol y tener la nítida sensación que es el primer regalo de tu fecha más personal. Y quién sabe, suelo pensar, con los brazos abiertos, mirando el cielo resplandeciente de un amanecer extraordinario, tal vez es así.
La fiesta de las Tormentas:
Durante el equinoccio de Otoño, la Tradición de la Diosa que practico, lleva a cabo la celebración denominada "La fiesta de las tormentas" en la cual se conmemora el poder y la fuerza espiritu de la bruja. No obstante y como he repetido en varias ocasiones, deseo que este blog sea un acercamiento sencillo y natural al mundo de la magia y los rituales, por lo que quisiera que todo el que desee llevar a cabo esta celebración, pueda hacerlo. A continuación, incluyo una variación del ritual de la fiesta de las tormentas que realizo, para que todo el que así lo quiera, lo lleve a cabo.
Necesitarás:
7 velas rojas
un copa de vino tinto
Una rosa roja
Disposición:
Toma las velas y colocalas de tal manera que formen un circulo, en el centro del cual te sentarás. Dispón frente a ti la copa de vino y la rosa roja.
Cierra los ojos y toma una lenta bocanada de aire. Procura que todo tu cuerpo se relaje, que todos los músculos de tu cuerpo expulsen toda la tensión hasta que sientas que una exquisita sensación de tranquilidad te llena. Sigue respirando lentamente, mientras visualizas que la energía a tu alrededor toma una tonalidad rojiza, cálida y protectora. Ahora abre los ojos y enciende la vela que se encuentra frente a ti invocando:
Enciende la segunda vela ( siguiendo la dirección de las agujas del reloj):
La cuarta vela:
La quinta vela:
La sexta vela:
Y finalmente la séptima:
A continuación, levanta las manos y siente como la energía de la Diosa se manifiesta en ti. Con los ojos cerrados, visualiza que te encuentras en un valle al atardecer mientras gruesas nubes de lluvia cubren el cielo. Ahora, siente como el viento se hace más rápido y violento, levantando hojas y ramas del suelo. Imagina su poder, soplando sobre el valle en el te encuentras, sintiendo con toda claridad como toda la luz del sol comienza a desaparecer ante las nubes grises de tormenta. Escucha el sonido de los truenos lejanos, el resplandor de los rayos y centellas que iluminan por un momento las sombras. Alza el rostro, y finalmente, siente el contacto con la lluvia, las gotas frias y abundantes que comienzan a caer, mientras el sonido de la fuerza de la naturaleza se extiende a tu alrededor. Siente la forma como todo a tu alrededor parece lleno de poder, de la energía poderosa y fértil de la Madre secreta. Suspira, percibiendo el olor de la lluvia y la sensación de paz y fuerza que te transmite el sonido de la tormenta. La manifestación viva y perenne de la fuerza de tu espiritu.
Ahora, abre los ojos y toma la copa de vino. Alzala entre tus manos e invoca:
Toma un sorbo de la bebida y siente como el liquido te refresca, te llena de una sensación sensual y cálida. Por último, toma la rosa y deshojala. Cuando lo hayas hecho, toma sus pétalos y crea un circulo a tu alrededor con ellos mientras invocas:
Sí lo deseas, realiza una corta meditación sobre tu perspectiva de vida y las esperanzas que guardas en tu espíritu mientras aguardas que las velas se consuman. Sino puedes o quieres hacerlo, apaga las velas ( nunca soplandolas ) diciendo:
Posteriormente, come y bebe algo para completar la estructura energética que has llevado a cabo.
viernes, 21 de septiembre de 2012
Haunted
Vio el dedo de la muerte posado en su pecho, y supo que, como la efímera, había sido creada perfecta en su hermosura sólo para morir; pero, para ella, los terrenos de tumba se reducían a una consideración que me reveló una tarde, a la hora del crepúsculo, a orillas del Río de Silencio. Le dolía pensar que, una vez sepulta en el Valle de la Hierba Irisada, yo abandonaría para siempre aquellos felices lugares, transfiriendo el amor entonces tan apasionadamente suyo a otra doncella del mundo exterior y cotidiano.
Leonora
Edgar Allan Poe.
En el día de la fotografía: #SoyFotografo: Una manera de crear a diario.
Hay un momento mágico que resulta casi inolvidable: levantas la cámara, miras por el visor. El mundo cambia. Las manos te tiemblan un poco. Y decides. Tomas la decisión de captar un instante, de crear con el algo más, de soñar y capturarlo para siempre. Continuas de pie, aguardando, el corazón latiendo muy rápido. Y entonces, ocurre el click. Un sonido que llena el mundo, tu mundo, que define, que enaltece, que le otorga sentido a lo que hasta entonces no tenía.
Nace una imagen. Nace una voz. La tuya. Nace un mundo.
Y es que ser fotógrafo es un oficio de todos los días, de un renacimiento continuo. Nadie te dice que lo eres, nadie tiene que hacerlo. Ni tu mismo lo sabes. Solo sabes que necesitas atrapar el tiempo una, cien veces, solo sientes que debes perseguir las imágenes, traerlas a tu mente, coleccionarlas, cazarlas con la habilidad de quien persigue un sueño. Sabes que lo necesitas y aunque no sepas porque, lo haces. La cámara es el refugio, el cómplice, la voz de tu conciencia, la manera de hablar, la risa contenida, la lágrima secreta. Y la imagen es la historia que se cuenta, la privada, la personal, la que habita en la mente, la que le da sentido y sustancia a lo que necesitas decir, a lo que creas. Entre ambas cosas, esta el deseo, irrevocable, irresistible, de encontrar una manera de crear, un lenguaje que expresar, una historia que contar. Porque son historias ¿No es así? La tuya y la mía, la de la calle que eternizas, la del cielo tan azul, la montaña silenciosa, el grito de angustia, el rostro esquivo entre velos, la sonrisa, la mirada, y el amor. Y son tantas, tan interminables, tan infinitas, tan duras, tan hermosas, que a veces tienes la sensación que nunca será suficiente todas las fotografías para hablar de cada una de ellas, para traerlas a ese mundo de lo eterno, de lo que vive en sombras y luz. El recuerdo que se eterniza, la pasión que nace, el deseo que se crea.
Por eso, sigues fotografiando. Lo haces con más ímpetu, sin cesar. Fotografías en la búsqueda, respondiéndote tus propias preguntas, avanzando hacia ese lugar de ti mismo tan profundo y personal que resulta doloroso. Fotografías por placer, por deseo, por rabia, por infinita desesperación, por insoportable pasión, buscando la belleza, sanandote, creándote a diario. Porque lo deseas. Y que deseo tan fuerte es ese! Nunca más será igual un paisaje, un rostro, un rayo de sol, el perfil de una sombra cuando decides robarlo a lo cotidiano y conservarlo! Porque fotografías para conferir importancia, como diría Sontag, o tal vez para contar un secreto de un secreto, como dirían Arbus, pero al final de todo, la fotografía es una necesidad. Siempre insatisfecha, siempre ha medio construir, siempre creciendo, abriéndose en todas direcciones a través de lo que te rodea, del mundo que palpita radiante a tu alrededor, que cambia, que habla, que guarda silencio, que parece caerse a trozos. Porque la fotografía se crea así misma, es un aprendizaje inacabado, interminable, un camino que nunca termina de construirse al completo. Y es tan extraordinario que sea así! que cada día haya algo nuevo que descubrir, que soñar, que esperar detrás del lente de la cámara. Una manera de hablar en imágenes que nunca termina, una creación del día a día, de comprender el poder de esta vocación que es pasión, que es furia, que es belleza, que es soñar, que es agradecer.
Que es amar.
Y mientras exista un fotógrafo que pueda sonreír después del click, que cierre los ojos y tome una bocanada de aire de satisfacción al mirar la imagen, que se arrodille para captar el último instante de la tarde o levante la cámara para captar el primer rayo luz del día, la fotografía será siempre niña, siempre una nueva palabra que decir, un nuevo sueño que llevar a cabo. En imágenes, en fe y sobre todo, en pasión.
C'est la vie.
jueves, 20 de septiembre de 2012
No me abandones
Y para no alargar las presentaciones, queda con ustedes Kevin Johansen y Liniers, en lo que mejor saben hacer: Conmover y brindarme esa pequeña travesura de sonreir detrás de una lágrima.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
#HayUnaAnsiedad: Con miedo, de nuevo. A votar, de nuevo. Esta es la Venezuela donde crecí.
Hace unos cuantos años atrás - exactamente casi catorce años - votar era un asunto normal. Casi cotidiano pues. Vulgar, llegué a pensar más de una vez. Cada cinco años, la campaña electoral alborotaba medianamente la calle, pero no te preocupaba demasiado. Por entonces, estaba más interesada en todo lo nuevo que ocurría en mi vida que en quién sería el Presidente de turno. Realmente, la política tenía muy poco peso en mi vida y lo ocurría en el ámbito gubernamental me parecía de otro mundo, algo que poco o nada tenía que ver con mi día a día, ese cotidiano muy personal y sin nombre que consideraba bastante alejado de "Aquello". ¿Y que era aquello? todo aquel barullo legal, las largas discusiones de asamblea, el rostro del Presidente de turno, los largos debates legales sobre cual o cual tema.
Eran tiempos un poco anónimos. La política tenía un espacio definido, y pocas veces lo abandonaba. No había cadenas o algo semejante para recordartela. ¿ Hegemonía de las comunicaciones? ¿Con que se come eso? te podría preguntar, mi yo adolescente al escuchar ese término estrambótico. Recuerdo que las cadenas se transmitían en tardes interminables de algún feriado Patrio y eran de una majestad aburridisima. El Presidente leyendo un discurso intricando y muy correcto sobre el acontecer nacional. O el interminable desfile militar para celebrar fechas de especial importancia nacional. De resto, la política, lo militar, tenía poca o ninguna importancia en mi vida, relevancia alguna.
No obstante, esa ignorancia era forzada, digamos que un decidido ejercicio de indiferencia un poco torpe. Ya por entonces, habían ocurrido una serie de hechos en Venezuela que presagiaban un tipo de ruptura, un movimiento telurico de lo que considerábamos hasta entonces rutinario. Primero los disturbios del 27 de Febrero del 1989, evento del que apenas recuerdo nada y los dos golpes de Estado contra el Presidente Carlos Andrés Perez. Tampoco recuerdo esos días con toda la claridad que ahora mismo desearía, pero si lo suficiente como para comprender que sabía, de una manera muy intuitiva, que el mundo - ese pequeño mundo de lo cotidiano que llamamos normalidad - había cambiado para siempre. Conservo unas cuentas escenas en mi memoria que de vez en cuando me producen escalofríos: del 27 de Febrero, un grupo pequeño de personas de pie en la plaza justo frente a donde vivo, observando los edificios residenciales en silencio. Y alguien de mi familia diciendo en un susurro "van a saquear". No sabía exactamente que era "saquear" - era una niña muy pequeña entonces - pero había visto lo suficiente en las imágenes de televisión para entender que era algo violento, destructor, temible. Sentí un miedo inenarrable y me escondí por horas bajo mi cama, temblando de un miedo tan puro como desconocido. Esa fue mi primera idea sobre lo que vendría a continuación, sobre el futuro que se estaba construyendo con torpeza y a marchas forzadas, en la Venezuela que me veía crecer.
Los Golpes de Estado contra Carlos Andrés Perez, nos tomaron de sorpresa a todos. De ambos días, recuerdo una serie de imágenes casi simbólicas: Los Aviones sobrevolando Caracas, las caras tensas de diversos personajes políticos en las pantallas de televisión, el mítico "por ahora". Y el miedo, eso sí lo recuerdo nítido, el terror de todo aquel caos incomprensible, tan viejo como nuevo. En ese momento, no entendí demasiado que ocurría pero si lo esencial: "Algo" había terminado y "otra cosa", totalmente nueva, estaba por comenzar. No tenía idea muy clara de que quería decir esa sensación, pero sabía que era cierta.
Y lamentablemente, no me equivoqué.
Las elecciones de 1998 me encontraron como una joven universitaria que se horrorizó porque un militar que había intentado una intentona golpista, fuera un candidato presidencial. Cualquier consideración sobre su "valentía", la necesidad de cambio que parecía representar, quedaban empequeñecidas ante el hecho descomunal que aquel hombre no creía en el dialogo ni en la solución pacifica. Y lo había demostrado. Pero nadie estaba para escuchar esas cosas: Los Venezolanos habían soportado casi 40 años de una corrupción y burocracia sin cuento y el discurso duro, directo, virulento de Hugo Chavez Frías calzó en todas partes. Sostuve largas discusiones con profesores, con encumbrados expertos en materia política que intentaron explicarme aquella propuesta política brumosa y poco consistente como algo viable. Y quería creerles. De verdad me habría encantado creerles. Había una definitiva sensación de esperanza en esta Venezuela frágil impaciente, resquebrajada por mil decepciones, alentadas por un hombre que prometía un cambio. Radical, por supuesto. Pero no pude. Recordé el miedo de la niña que se ocultaba bajo la cama por el temor a "saqueo" y la sensación de asombro aterrorizado que sentí mirando las imágenes al asalto a Miraflores. Eso, era inolvidable y aquel Hugo Chavez delgado, taciturno, que se esforzaba por sonreír, me pareció más peligroso que nunca, más inquietante en traje que uniforme. Y sentí genuino miedo no solo por él, sino por las desmesuradas promesas. Refundar la República, la mítica constituyente. Sentí miedo por lo irrealizable y la esperanza depositada en esas ideas tan vagas como inconsistentes. Sentí miedo porque sabía, tal vez por puro instinto, que nada bueno podría salir de allí.
Hugo Chavez ganó las presidenciales de 1998 de una manera contundente. Nadie lo dudo entonces, y de hecho, hubo una gran celebración nacional por aquel triunfo. Ahora si vendría el "cambio". La transformación. Lo que nadie esperaba, en esta Venezuela conservadora, niña, inocente y crédula, fue que bajo esa promesa de "cambio" había también otra muy clara de destruir para construir, aun sin tener los medios para completar el ciclo. De pronto, todo ocurrió a una velocidad irreal, la constituyente, la tragedia en Vargas, el descontento subito, las marchas y protestas, la calle hirviendo. El primer mandatario agrediendo y destrozando a gritos cualquier intento de conciliación. Y la división. La división del Venezolano común, del dicharachero, del bromista, del servicial, del cálido en dos bandos irreductibles. Los largos discursos incendiarios incitando al odio de clases, que encendieron no solo en quienes apoyaban al presidente sino también a quienes se le oponían. Y entre elección y elección, entre tragedia y tragedia, entre enfrentamiento y enfrentamiento, Venezuela se transformó en un campo de batalla dialéctico, sin sentido y sin mayor consistencia. Porque aquí se dejó de discutir, de comprender y de analizar lo básico, lo realmente importante, en favor de una guerra de valores inconsistentes que se hace cada vez más blanda, fútil, carente de verdadera utilidad. Nos convertimos en contendores antes que en ciudadanos, la política se apoderó de todo ámbito posible, pero para dividir, para destruir y fragmentar la idea de nacionalidad hasta crear un enfrentamiento de proporciones imprevisibles.
En esta Venezuela me hice mujer. En la Venezuela donde el presidente no es un simple funcionario público sino un mesías de proporciones casi míticas. Me hice adulto en un país donde disentir políticamente del Gobernante es motivo de insulto, censura e incluso de agresión legal. Crecí en una Venezuela donde la grosería, la vulgaridad, la ineficiencia, el jalabolismo es parte de una idea de país que destroza esa otra, la del país que progresa, que avanza día a día, que intenta construir un futuro donde cada ciudadano sea parte y promesa. Y que doloroso es, cuando comprendes que Venezuela recorre este camino herida de gravedad por la desidia, la indiferencia, la destrucción moral de casi trece años de agresiones, de violencia, de la cantaleta del diferente, del odio al otro, de la insistencia en que la pluralidad de opiniones tiene poco valor en medio de la aplastante y única verdad oficial. Que angustioso resulta ser un extranjero en tu propio país, un huerfano de discurso y propuesta por el mero hecho de disentir.
Por ese motivo, abrumada por la política, por el miedo que he sentido invariablemente durante los últimos trece años, iré a votar el 07 de Octubre. Iré a votar de nuevo tomando toda mi esperanza y tratando de darle un rostro al país donde todos merecemos vivir. Votaré por mí, por la niña que se escondía bajo la cama aterrorizada, por la que se sobresaltó en el "por ahora", por la adolescente que creció siendo llamada "escuálida", "Apátrida". Por la que desea que de nuevo el Presidente sea un funcionario público, por la mujer que necesita un día hablar del color del cielo y el nuevo libro favorito, antes del último suceso sangriento del país. Votaré por usted que me lee, me apoye o no, suscriba o no mis reflexiones, por todo el que forma parte de este país y también votaré por Venezuela, ese proyecto de país que sigue sin existir, que continua siendo una esperanza a medio construir y que tiene, más que nunca, derecho a nacer.
martes, 18 de septiembre de 2012
De la fotografía y otras obsesiones: La vida más allá de Cartier Bresson
Crecí admirando las imágenes de Cartier Bresson. Es decir, no por decisión, sino por inevitable. E inevitablemente, me enamoré de su estética, de su cuidada simetría, de esa aparente espontaneidad de lo hermoso que sin duda era obra de un ojo fotográfico privilegiado. Por allí, a eso de los doce, descubrí a Erwitt y fue como si el asombro que siempre me causó Bresson se transformara en algo más. En poder y belleza. En descubrir en lo cotidiano, esa enigmática estética que nacía de las cosas más sencillas. Con Capa descubrí la violencia, el documento, el valor de mirar el mundo en toda su crudeza. Con Robert Doisneau , sentí un arrobador amor por ese gran drama súbito del mundo a mi alrededor. Con Brassai amé la noche. Con Margaret Burke -White aprendí que cada imagen es parte de tu memoria, de tu capacidad para tomar tus propia historia y recrearla en imágenes. Un sentido del valor de lo anecdótico, quizá. Después llegó Francesca Woodman y me enamoré de su dolor. Y también Sally Mann y me enamoré de esa infancia atemporal que documentó con fruición, fotografía a fotografía. Un mundo provocador, una especie de silencio con olor a hojas frescas, a humedad de lluvia, a carcajadas de niños.
Por supuesto, fue inevitable que mis primeras fotografías intentaran imitar - sin lograrlo - aquella enorme riqueza visual de los maestros. Me esforcé por supuesto, pero sentía que escribía sobre las lineas de alguien más, cuando intentaba captar los juegos de sombra que no me interesaban, o a mis primas jugando a gritos en una playa desierta, sin que sintiera una sincera necesidad de decir nada con aquellas imágenes. Porque no eran mias al fin y al cabo. A veces veo esas imágenes quinceañeras, tan contrastadas, con tanta necesidad de cumplir un patrón, que siento claustrofobia. Porque me obsesioné con el Precioso París de Brassai, con las pequeñas escenas de Doisneau, con la exquisita fuerza de Bresson...sin comprenderla. Y que angustioso era preguntarme porque no podía encontrar en mis propias fotografías esa vitalidad. Obviamente, además del desconocimiento de la técnica, de mis temores presentes y futuros sobre mi capacidad fotográfica, había allí un tema de lenguaje, una búsqueda incesante de decir lo que quería decir a mi manera, o de la manera que prefiriera, que quizá es lo mismo. Pero no sabía como hacerlo. Me llevó tiempo aprenderlo.
Por entonces me hacia autorretratos, desde luego. Como siempre. Pero eran "otra cosa" o así los clasificaba en mi mente. Eran algo "más", una idea sin sentido. Era "vagancia" , porque no eran no perfectos, ni eran escenas de calle, ni tampoco eran esas moduladas criaturas místicas de Francesca Woodman, emergiendo en pura y prístina belleza de su imaginación. Era yo, aterrada de mi misma, medio escondida entre el cabello, los ojos muy abiertos, temblando. Las manos extendidas. Eran mis pies y mis manos. Era ese ínfimo dolor de la adolescente, era esa idea que nace y muere en tu propio rostro. ¿Y que era aquello con respecto a las espléndidas escenas de Bresson, al brillo de la Brassai de una París infinitamente perfecta? ¿De las calles abiertas a la interpretación de Atget? Nada, o eso me parecía, al menos.
Una especie de dolor pequeño, en el ojo que crea y en la voz imaginaria que desea hablar.
Con quince años, pocos ahorros y muchas ganas de aprender fotografía sin saber donde, me hice asidua a la Biblioteca Nacional. Por extraño que parezca y siendo el lugar menos artístico que pueda imaginarse, encontré allí muchísimo más de lo que esperé en cuanto a fotografía se refiere. Allí conocí por primera vez las fotografías de Luis Brito - en viejas copias de catálogos destartalados que me asombraron - y también a Sergio Larraín. Y escuché por primera vez el término estrafalario y absolutamente maravilloso de la "estética de lo feo", nacido de la mente insólita de Nelsón Garrido. Investigué mucho, por horas, en tardes muertas que me escapaba del colegio solo por el placer de mirar y mirar fotografías. De pensar que hacer con esa pasión que estaba en todos los momentos de mi vida, si era que debía hacer algo. También en la Biblioteca Nacional sufrí mi crisis de angustia sobre si lo que hacia era fotografía o no, y quien me respondió no fue un encumbrando bibliotecario o uno de los archivos que hacían vida en los pasillos y que solían mirarme con indiferencia sino uno de los pasantes, un ser tan anónimo como yo en aquel lugar enorme y a quien parecía intrigarle aquella niña delgaducha que pedía solo libros de fotografías. Así decía mi ficha, la cual por cierto encontré hace poco.
Solo libros de fotografía.
El chico, alto, lleno de granos y un poco sudoroso, me escuchó en silencio cuando le pedí me ayudara a buscar algo sobre "mujeres fotógrafas". Le hablé de Margareth Burke- White, Dorothea Lange y Diane Arbus y le pregunté si "había otras", que fueran más...como yo. Aunque no tuviera idea quien era yo entonces claro. El caso es que él, en toda su gloria de sus veintitantos me observó y sonrió.
- ¿Por qué quieres ver más mujeres fotógrafas? - me preguntó. Así, muy simple. Me ofendí, desde luego.
- Porque así voy a aprender - le respondí. Era muy altanera y malhumorada a esa edad. Él me observó, asintió. Y se fue. Si, eso búscame mis libros, pensé furiosa.
Pero cuando volvió no me trajo libros de fotógrafa. Me trajo libros de mujeres.
Recuerdo tan nítida la escena que incluso he soñado con ella. Frida Kahlo, Georgia O'Keefe, Manuela Saenz, Sor Juana Inés de la Cruz, La Malinche incluso. Me puso la pila en los brazos. Pesada, como si lo que contuvieran fueran un peso vivo. Lo miré bocabierta.
- ¿Que es esto?
- Si no aprendes con esto, bota la cámara.
Se fue. A su escritorio, a seguir pasando hojas y a bromear con el público. Yo permanecí de pie, un poco regañada, un poco confusa y como no, disgustada, pero luego me fui a la mesa y me senté. Me temblaban las manos cuando abrí el libro de Frida Kahlo ( una incompleta recopilación que según el sello de la primera página, había sido donado por la Universidad de México ) y contemplé a aquella mujer dura, hermosisima, de pie muy erguida, devolviendome la mirada desde una fotografía más antigua que yo, sin sonreir. Y sentí amor. Un indecible amor, por sus pinturas diminutas, deformes, toda belleza y significado.
No sé cuanto tiempo estuve allí. No sé cuantas semanas más regresé, cada tarde, puntual, a seguir leyendo de mujeres. A seguir mirando obras de arte. Hasta que dejé de ir. El pasante dejó de estar, supongo que regresó a sus aulas de la Central, pero yo seguí pensando en sus palabras. "Si no aprendes con esto, bota la cámara". Y seguí recorriendo librerías, bibliotecas ajenas, comprando con dificultad libros y mirando pinturas, historias, leyendo en voz alta poesía. Y mirando mis fotografías con mayor amor y compasión. Y fue un descubrimiento, un renacimiento, una forma de fe extraordinaria, comprender de donde proviene el nombre de mi vida, de donde nace cada forma de pensamiento, de que es cada idea que se hace y se construye. De como es lo que nutre el arte en tus venas, en tu forma de ver el mundo y lo que existe más allá.
¿Esperanza quizá? ¿Poder de creación?
No lo sé, quizá no lo sabré jamás.
Hoy camino la tercera década de mi vida. Todavía llevo la cámara entre mis manos. Otra historia nueva que soñar en el espíritu. Y más allá de la belleza de los maestros que me hicieron soñar, estoy yo. Esta la esencia de lo que me hace fotografiar cada día, de lo que me impulsa a mirar a través del lente y capturar un momento que vivirá para siempre.
Una forma de expresión. Un lenguaje personal.
Amor, simplemente.
C'est la vie.
lunes, 17 de septiembre de 2012
Teología de ciencia Ficción para Descreidos: Prometheus de Ridley Scott
Soy muy aficionada a la Ciencia Ficción. Supongo que hice la transición lógica: desde Asimov, Philip K. Dick y Ray Bradbury hasta el cine de Andrei Tarkovsky y George Lucas. Y por supuesto, Ridley Scott. Soy de esos fanáticos enconados y criticones, que se lamentan cuando la ciencia ficción se tiñe de algo más y la defiende en su estado puro. De manera que cuando comenzó el rumor de esta presecuela que-no-lo-era de "Aliens", me preocupe. Me preocupé porque estoy convencida porque aunque vi - y disfruté - la mayoría de las veces todas las secuelas, incluso esa basura fílmica que nació del híbrido entre la franquicia Aliens y el Depredador, conservo en mi memoria la primera película de la Saga como una joya cinematográfica. Ridley Scott en estado puro: con sus largos planos inquietantes, el ambiente claustrofóbico, la dureza de las escenas, el terror anónimo. Fue el nacimiento de una especie de Ciencia Ficción densa que ha sido repetida y mal copiada cientos de veces, con irregulares resultados. De manera que versionar la idea original me supo a poco, me desconcertó. Pero también, estaba lo intrigante: Ridley Scott de nuevo al mando. Y en la tenacidad de este director comercial con secretos deseos de cine de autor, si confío. A pesar de los traspiés, no obstante las malas experiencias, Scott continúa esforzándose por comunicar un mensaje, por crear algo denso de lo aparentemente sencillo. Así que le dí un voto de buena voluntad a "Prometeus" y me limité a esperar.
Comenzaron a llegar las críticas. Todas ellas ambiguas, cuando no muy duras. Según la gran mayoría, La película había generado enormes expectativas sin llegar a lo que se esperaba. Unas cuantas veces leí algo como que "El Hype" había sido excesivo para el resultado final y otras tantas menudencias que al final parecía resumirse en que todos habían esperado algo concreto de la película, sin conseguirlo. Sobre la trama leí adjetivos como "pretenciosa" "Inflada de filosofia barata" y toda una serie de epítetos que junto a unas cuantas muy buenas, solo indicaban una sola cosa: la película tenía material de debate. Había "algo" que exigía pensar y analizar, un inevitable debate. Y para mí eso era suficiente. Siempre he pensado que una buena pelìcula comienza en las discutiones que sucita luego de su primer visionado.
Así que ayer, cuando me senté en la butaba y se apagaron las luces, contuve la respiración. No supe que vería, con que me encontraría. Pero estaba convencida de una cosa: no me dejaría indiferente.
Y no me dejó.
Porque "Prometeus" es un pieza de Ciencia Ficción en estado puro. No solo con el inevitable análisis filosofico prometido, sino en la manera de crear en sí misma un Universo fantástico y unitario. El Guión de Prometeus no es sencillo, no es digerible. No ofrece explicaciones ni parece que tenga la intención en ningún momento de darlas. Scott, con un pulso exquisito, cuenta una historia en tres actos principales: Una ambigua introducción, un desarrollo fuerte y desconcertante y un final casi dolorosamente lírico. Y tal vez la combinación de estas tres ideas, de estas tres maneras de comprender la percepción de lo que narra, es lo que lleva a una inevitable confusión. Porque en "Prometeus" no hay largas secuencias autoexplicativas ni diálogos donde los personajes intenten justificarse. Pero se sabe, se asume, que todo está ocurriendo en una dirección definitiva, que se construye una idea inmensa a partir de breves pinceladas. Acertadisima la decisión artistica de Scott de no dar concesiones, de no extenderse en analisis innecesarios. Heredero directo de Phillip D. Clark, a Scott no le interesa explayarse en alternativas o crear largos argumentos. Como muy bien decía @Andres_Mkada en nuestro mini debate sobre la película en Twitter, Scott basa la película en el "error", y de allí el planteamiento se abre de manera casi infinita. Impecable los arcos narrativos que parecen superponerse, impecable la manera de autoconcluir sin hacerlo. El error, la confusión, lo imperfecto que el guión insiste en tomar como elemento humano, tropieza con la perfección helada del ambiente, del discurso. La belleza y el miedo subsisten, lo desconocido es una idea y más allá, habita algo parecido al horror, al miedo, en una atmosfera de tensión inquietante que Scott sostiene durante todo el metraje.
Mención aparte para el elenco: Noomi Rapace tiene la consistencia suficiente como para sostener a su personaje incluso en los momentos más duros y desconcertantes. Se diría que es una digna sucesora de la legendaria Ripley y Scott, como siempre, dota a las mujeres de sus historia con una fortaleza inaudita. Charlize Theron, helada y distante, intenta maniobrar en un personaje tan contenido que en ocasiones resulta desabrido, pero sin perder esa sustancia y fortaleza que parece definirlo. Pero los aplausos van para Michael Fassbender ( ¿Para cuando el Oscar para este hombre? ) : Su David es un personaje inquietante, extraordinario en minimos matices que parecen resumir la filosofia de la película en frases perfectamente moduladas. Porque su androide, fiel reflejo de la especie humana que lo creo, medita sobre su condición artificial rozando lo misterioso, lo inquietante, y quizá es quién crea el puente necesario entre el metalenguaje de la película - que existe y es referencial además - y la trama en su nivel más básico. Todo un placer, el registro histriónico de este actor, que a través de gestos y largos silencios, es capaz de argumentar con más elocuencia sobre su condición y en un plano más amplio, la de todos en la trama, que un largo monologo.
En resumidas cuentas, Scott lo hizo de nuevo. Como nos dije, nos da que pensar. Decía mi profesora @Arlette_Montilla, que todos los artístas meditan incansablemente sobre sus obesiones en sus piezas de arte. Y Scott lo demuestra con su criptica, poderosa y poco apreciada "Prometeus". Continúa elaborando ideas complejas sobre la muerte, la inmortalidad, la creación, el miedo y "eso" - cualquiera sea el nombre que le demos a ese elemento misterioso - que nos hace simplemente humanos. Se anuncia una secuela, quizá dos. Ya veremos que sucede entonces, pero por ahora, siento casi placer ante lo criptico, lo silencioso de esta historia que parece a ratos incompletas y otras veces tan profunda que produce una cierta sensación de desesperación.