Hace unos una semana y poco más, nadie conocía a la directora de comunicación de InterActive Corp (IAC), ( empresa propietaria de sitios web como match.com, Meetic, Vimeo y The Daily Beast ) Justine Sacco. Como otros millones de internautas en el mundo, Justine utilizaba su cuenta en la red social de microblogging Twitter para dejar comentarios sin mucho sentido y uno que otro, francamente burlones, pero nada que sorprendiera al usuario habitual. El día 20 de diciembre a punto de subir a su avión con destino a Sudáfrica, escribió lo siguiente: "Me voy a África. Espero no contraer sida. Es broma. ¡Soy blanca!". Luego se subió al avión, sin saber que durante las catorce hora de viajes siguientes se convertiría en un paria del mundo 2.0.
Y es que esta gran aldea global, de redes de comunicación interconectadas, funciona a una velocidad inaudita y desconcertante. Porque si hoy le estoy contando la historia de Justine Sacco, es debido a que durante las horas que tardó en llegar a Sudáfrica, se convirtió en el personaje más odiado de un mundo gobernado por la virtualidad y que se enfrenta a la inmediatez del concepto. Porque Justine Sacco se enfrentó, sin esperarlo al mundo de comunidades virtuales construido a través de opiniones, despertó ese instinto de rencor en grupo que parece anidar en una parte muy primitiva de todos nosotros. Lo más intrigante es que para Sacco, las implicaciones de la web no era desconocidas. Pero quizás justamente eso jugo en contra suya: Justine asumió que ese tono irreflexivo, progresista y ambivalente de la red social nunca encontraría su comentario fuera de lo común. Después de todo, comentarios como el que hizo se realizan a diario - y quizás incluso más punzantes - y no parecen levantar un revuelo especialmente significativo. Pero a Justine Sacco le costó no solo la reputación, la tranquilidad sino incluso el empleo. ¿Por qué? ¿Cual es la diferencia que convierte un Tuit en una tendencia emocional y otro que pasa desapercibido? ¿Qué es lo que hace que la lucha entre ambas cosas se enfrente a lo que consideramos cotidiano para transformarse en algo más? ¿En que se basan las leyes y reglas de un mundo virtual que parecen cambiar a diario para dar paso a algo más? Nadie tiene las respuestas a ninguna de estas cuestiones claro, pero tampoco parecen preocupar demasiado. Y es que entre la virtualidad y el mundo que la consume, hay un espacio que puede tener cualquier significado.
Justine Sacco: del odio de masas a la idea de odiar en grupo.
Finalmente Sacco se disculpó: lo hizo con las palabras de profundo arrepentimiento. Ponderó sobre lo mucho que lamentaba haber realizado un comentario tan ligero sobre una situación tan grave e insistió en una serie de argumentos predecibles donde insistía en que nunca fue su intención lastimar la sensibilidad mundial con un chiste malo. Pero eso es evidente ¿No? Porque cada día, todos nosotros utilizamos la red como un desahogo, una manera de expresar ese alter ego un poco retorcido que parece habitar en cada uno de nosotros. Porque la red tiene el mismo efecto en la mayoría que antes se le achacaba al alcohol: deshinibe. Y es esa repentina libertad, esa impunidad sin limites, lo que hace tan apetecible y peligrosa la red. Muy probablemente Justine Sacco dice la verdad: no esperaba herir suceptibildiades incluso haciendo un comentario de pesimo gusto sobre tema potencialmente sensibles. ¡Pero es que la red parece que esa es la ley y la norma! ¿Cuantas veces no hemos leído comentarios incluso más hirientes y politicamente incorrectos en nuestros propios TL? ¿En cuantas ocasiones no hemos reído por chistes sobre temas que se asumen sin resquicio de humor? Para el recuerdo, los cientos de chistes y comentarios sarcaticos que suelen realizarse luego de la muerte de cualquier personaje público o luego de incluso tragedias especialmente graves. ¿Para el recuerdo? Lo ocurrido con la cantante Dulce María, ex cantante del grupo mexicano RBD ( @DulceMaria ), que decidió utilizar al Tsunami Japonés de gravisimos proporciones ocurrido en el 2011 para una desconcertante metáfora "Como un tsunami en Japón, puede hacer que tus olas revuelquen el maldito corazón", escribió en su cuenta de Twitter, lo cual provocó revuelo no entre sus asombrados seguidores sino también en un enfurecido público lector que la considero ofensivo e insultante. Por días enteros, la cantante soportó insultos y críticas, hasta que finalmente la cantante se disculpó : "Lo siento mucho... Solo lo decía por el efecto mariposa :( pero en realidad espero que llegue luz a Japón y que todo mejore pronto. Perdón', insistió. No obstante, la reacción continúo y aún años después, continúa siendo blanco de burlas y criticas.
Aún así, la cantante solo fue el ojo del huracán de una serie de comentarios de mal gusto y supuesto humor negro con respecto a la tragedia. Por supuesto que su popularidad y visibilidad la hizo blanco fácil - chivo expiatorio - pero el hecho continúa siendo evidente: cualquier red social parece ser una peligrosa tentación para dar rienda suelta a una sinceridad sin censura que puede resultar ofensiva. Porque hablamos de comentarios que probablemente se hacen en privado, entre risas nerviosas. Chistes y burlas que compartímos sin asumir en realidad su peso y significado. ¿Pero que es exactamente lo que hace que el mundo 2.0 se convierta en una caja de resonancia de esa personalidad oculta que procuramos ocultar en el mundo real? La respuesta podrían ser numerosas: por un lado está la sensación de falso anonimato. Las redes Sociales ofrecen al usuario una sensación de seguridad artificial hacia lo que dice y lo que comparte. La infinita cantidad de datos que a diario se comparten y se intercambian, hace que el mundo 2.0 posea una caualidad casi infinita. Y es esa interminable variedad de opciones y visiones lo que hace que cualquiera pueda suponer que puede perderse entre las intricadas conexiones que se crean gracias a esa aparente vastedad. Más aún: La red presupone el anonimato evidente, ese de ocultarse detrás de un seudónimo o incluso una imagen cualquiera para dar rienda suelta a esa expresión sin tabues y sin filtro social que ninguno de nosotros conoce en el mundo real. La libertad parece traducirse en esa capacidad del usuario de rebatir sus propios limites, de abrirse camino y suponer que la amplitud lo protege, que esa infinita variedad de opciones lo sepultan y lo hacen invisible. Una teoria que la mayoría de las veces parece resultar correcta, pero como descubrió Justine Sacco, no siempre es infalible.
Porque lo que ocurrió con Sacco demuestra que hay una grieta e interconexiones en la red impensable. Para ella, lo fue que su tuit fuera retuiteado a un empleado de la página web Buzzfeed.com, que a su vez lo incluyó en uno de los conocidos reportajes del sitio web. Lo demás, es historia: el tuit se convertió, de un comentario personal en una red limitada, a una información de amplio alcance para los millones de usuarios de la web. En apenas cuestión de horas, el Tuit habia generado un verdadero escándalo virtual entre una red que necesita nuevos idolos y villanos a la misma velocidad que los consume. De inmediato Justine, con su comentario un poco sin sentido y falsamente provocador, se convirtió en el simbolo del peligro de la red social anónima, de la que todo lo que ve y con toda probabilidad todo lo recuerda.
Hace unos días, le hice el comentario anterior a un amigo, que de hecho, había sido uno de quienes reclamó a Justine "su falta de sensibilidad". Me dedicó una mirada severa.
- Parece que para ti el sentido del tuit no es realmente importante - me reclamó - se burló de una situación muy delicada.
Tomé un sorbo de café de la taza que acababa de servirme. Me pregunté si debía recordarle que luego de la muerte de Hugo Chavez Frías, le leí en un par de oportunidades, bromeando sobre el dolor de las multitutes que desfilaron para despedir al fallecido presidente. Preferí no hacerlo, por aquello de no confundir la política con cualquier tema que se debate pero aún así, me pregunté si era consciente que la red es el medio natural de la burla y la incorrección. Traté de recordarselo con un ejemplo menos sensible.
- La red no tiene etiqueta social. Es hipocrita censurar a Justine solo porque podemos hacerlo como si jamás hubiesemos algo parecido - opiné - es decir, su comentario es grave y de eso nadie tiene duda, pero lo que me pregunto es ¿Por qué nos parece mucho más grave el suyo que los cientos de memes burlones que utilizan imágenes de situaciones críticas como chistes? ¿Que hace que Justine Sacco sea en esta ocasión la Villana cuando usualmente nos burlamos de las mismas cosas y con la misma frivolidad?
- Justine no solo se burló, insultó directamente a todo el que pudo - insistió - Es el ejemplo de lo que las redes provocan: te aseguro en ningún momento meditó sobre lo que decía, jamás...
- ¿Tu lo haces?
- No me refiero a eso.
- Yo no lo hago - admití - jamás pienso demasiado en lo que escribiré en Twitter. Me gusta el factor espontáneo, la sensación que dialogo en voz alta con quien quiera escucharme. ¿Justine se burló directamente de temas dolorosos? Por supuesto. Pero no es la primera y la última.
- Pero si la idiota que pagó por todos los demás.
Tiene sentido, pienso. Más tarde, mientras investigo para este artículo, encontraré que Justine es una estadistica más dentro de lo que parece ser una tendencia cada vez más popular de equivocaciones, burlas e imprudencias bajo el amparo de la web. Desde políticos hasta actores, todos parecen ser la cara más visible de una costumbre que se hace cada vez más generalizada. El mundo 2.0 no solo acoge a la osadía sino también a la irresponsabilidad, a esa sensación de poder decir cualquier cosa y por cualquier motivo, sin que importe demasiado las posibles consecuencias, porque estamos convencidos que nos las habrá. Un fenómeno que además, no parece exclusivo de los más conocidos sino que proviene como es obvio, de esa gran usuario invisible, el anónimo y multitudinario que abarrota las redes.
También hay otro tipo de criatura virtual, fruto de esta sensación de limites infinitos que brinda el Mundo 2.0: el que asume que las redes sociales pueden - o de hecho sustituyen - la vida real. Y es que la amplitud, capacidad de comunicación y vastedad de la red de información, parece satisfacer con muchísima facilidad esa curiosidad intrínseca que es parte de toda mente o simplemente, de nuestra capacidad de construir ideas. Es notoria, esa sustitución de lo real, a través de las múltiples opciones que la web brinda. Porque admitamoslo, el mundo virtual pareciera - a cierta distancia y con miopía intelectual - brindar las posibilidades de construir un espacio personal que no tenga que padecer los limites de la normalidad. Hablamos que la web - dúctil, transformadora y por supuesto, sin nombre - ofrece la oportunidad de construir una versión personal de la realidad. Una idea que parece exagerada, hasta que avanzamos en la premisa y nos tropezamos con que la web de hecho, reconstruye el mundo real para muchos usuarios. Desde relaciones emocionales basadas esencialmente en el intercambio virtual, trabajo al alcance de un click, hasta el célebre alter ego, la interpretación de la metarealidad virtualizada parece reconstruir la fantasía del otro yo desconocido a un nuevo nivel.
De insultos y otros sobresaltos: La red Social como espejo deformado.
Me ocurre con frecuencia, sobre todo cuando escribo sobre un tema especialmente sensible: de pronto, un grupo de users anónimos me insultan de las maneras más extravagantes y floridas que conocen amparándose bajo esa invisibilidad aparente de carecer de nombre e imagen. Sobre todo, me pasa cuando abordo temas feministas o donde los comentarios directos podrían ser interpretados políticamente incorrectos o groseros. Es un fenómeno que me parece no solo curioso sino sintomático de la nueva máscara social, la gran red Social que permite ocultar el origen del comentario en beneficio del mensaje. Y es que probablemente, el que se siente protegido para insultar y denigrar en la red o incluso, solo expresar opiniones que podrían considerarse escandalosas, deja muy en claro que la red parece erigirse como una barrera protectora entre la opinión y la reacción real, y la que puede emitirse sin sufrir las consecuencias. Una idea que inquieta e intriga a partes iguales: ¿Hasta que punto las redes son el terreno fértil ideal no para la opinión desprejuiciada sino para la desinhibición y la provocación directa? ¿Hasta que punto el usuario de la red asume la opinión no solo como una meditada expresión de su forma de pensar sino en su capacidad para irritar y cuestionar la forma de pensar del otro? El enfrentamiento entre ambas cosas es inevitable pero sobre todo, sintomático de algo más: la opinión que se hace inmediata se hace por tanto, menos profunda y meditada. ¿Qué ocurre entonces con el intercambio de ideas que supone fomenta cualquier red social? Es otro de esos planteamientos sin respuesta, que forman parte de toda el análisis de esta nueva cultura de lo que ocurre casi sin intervalo de interpretación y mucho menos de asimilación. La cultura del ahora mismo, de la noticia inmediata, del hecho instantáneo. La opinión que apenas tiene sentido y mucho menos sustancia. La cultura banal.
Escribo esta reflexión cuando un user anónimo de Twitter decide responder uno de mis comentarios con una grosería. Palabras más, palabras menos, es un comentario sexista, ridículo y casi adolescente. Lo hace un anónimo por supuesto, que además no tiene fotografía. Y mientras lo leo, pienso en la sencillez en que actualmente se puede ser políticamente incorrecto, en las máscaras que forman parte de esta nueva comunidad Universal de palabras y expresiones ególatras que la mayoría de las veces parecen carecer de medida y sentido. Un reflejo de esta generación que se educó bajo la visión de la palabra sin sustancia y quizás sin valor.
¿Quienes somos bajo esta nueva perspectiva del mundo que se desdobla en una especie de estructura virtual? Muy probablemente solo lo sabremos en unas décadas más, cuando la comunicación se haya transformado para siempre sin vuelta atrás y lo que es aún más desconcertante, cree un nuevo concepto de quienes somos, como nos expresamos y más allá, como nos miramos como parte de la sociedad.
C' est la vie.
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