jueves, 19 de febrero de 2015
La gran biblioteca o los pequeños hábitos que enriquecen el amor a la lectura.
Leer es un habito pasional. Una mirada al mundo de las palabras que se hace personal, intima, tranquilizadora. Una noción sobre la creatividad y la imaginación profundamente sentida. Y es que leer es algo más que sostener un libro entre las manos: es mirar nuestro reflejo en la historia que cuenta, esa percepción sobre cómo comprendemos y asumimos la realidad, incluso nuestra propia individualidad. Sin duda puede parecer romántico concebir la lectura desde un ángulo tan emocional — visceral — pero luego de refugiarme en la lectura por todos los motivos, de encontrar en la lectura no sólo aprendizaje sino también consuelo, es la única manera en que la concibo. Una percepción sobre leer como una forma de mirarme, de analizar mi manera de pensar y sobre todo, mi manera de aprender. Porque leer es una aventura que comienza en la página del libro y termina en la palabra que se recuerda, que se admite como propia, que transforma, que construye, que elabora nuevas ideas y las hace cada vez más poderosa a medida que se hace más personal.
De manera que, de vez me pregunto que hace a un buen lector, serlo. Que lo hace disfrutar y paladear a plenitud la experiencia de leer. ¿Un buen lector tiene prejuicios? ¿Un buen lector escoge cuidosamente lo que lee o disfruta de la experiencia con espontaneidad? ¿Que necesita un buen lector para sentirse satisfecho? ¿Que necesitamos para disfrutar de la experiencia de la lectura a plenitud? Quizás no exista una respuesta para ninguna de esas preguntas — ¿por qué debería de haberlas? me digo en ocasiones — pero aún así, resulta interesante analizar que consideramos valioso al leer o lo que es incluso más intrigante, que nos hace continuar cultivando un hábito tan intimo como valioso para nuestra salud emocional.
¿Cuales serían entonces esas pequeñas costumbres que pueden enriquecer el hábito de leer? Quizás, las siguientes:
* Leer alguna vez un libro que jamás leerías:
Todos tenemos pequeños y grandes prejuicios y un buen lector, no es la excepción. Con todo, a la hora de decidir que leer o que no, la experiencia de lector siempre intentará seguir una línea común y frecuente. Leemos lo que nos gusta, los que nos hace sentir cómodo, con los que nos identificamos. Así que, una manera de renovar el hábito de la lectura es leer justamente un libro que jamás leeríamos por iniciativa propia, ese libro al que no le daríamos una segunda mirada en el anaquel de una librería, el que consideramos de poca calidad o que no podría despertar ningún interés. Quizás tengas razón y el libro no consiga despertar tu interés o te puede ocurrir como a mi, que he me llevado con extraordinarias sorpresas con libros que jamás podría terminar de leer o que incluso, soportaría. Libros que directamente deseché incluso antes de leer la primera palabra y a los que decidí dar una segunda oportunidad por mero aburrimiento. Y es que Leer es un ejercicio de imaginación: disfruta jugando con tus propios límites, rompiendo tus propias reglas de lectura. Lo más probable es que te sorprenda lo que encontrarás en un libro que jamás pensaste pudiera serte de verdadero interés.
* Lee las obras completas de un sólo autor:
Uno de mis profesores Universitarios solía decir que leer todas las obras de un autor te hacia correr el peligroso riesgo de enamorarte perdidamente de su manera de escribir, lo cual consideraba muy poco recomendable para la salud del buen lector. Sin embargo, leer todos los libros escritos por un autor, te hace no sólo comprender con mayor profundidad su planteamiento filosófico sino además, analizar su transformación espiritual y creativa a través de las palabras. Sin duda, una experiencia única y muy intima. Además que, leer todo lo que un autor de tu preferencia ha escrito te permite construir una idea más clara sobre los motivos por los cuales te identificas con su escritura y lo que es aún más singular, los motivos por los cuales disfrutas su punto de vista y sobre todo, la manera en que concibe el mundo.
* Leer una obra en su idioma original:
Cortazar insistía en que aconsejar que al menos una vez al año, todo lector debía leer un libro en su idioma original. El escritor — que se consideraba así mismo un dedicado traductor — solía comentar que leer una obra en su idioma natal es quizás una de las experiencias más poderosas que cualquier buen lector puede tener, una percepción directa y profunda de las intenciones que tuvo su autor a escribirla. Y es que cualquier traducción, incluso la más precisa y erudita, jamás podrá captar a plenitud la esencia de un libro, el estilo, el ritmo e incluso la personalidad que su autor quizo brindarle. Cada lenguaje tiene su propia profundidad y sobre todo personalidad. Leer una historia en su idioma original, permite al lector comprender el poder de la personalidad de la lengua en que fue concebida y más aún, la forma como el escritor deseaba expresar ese misterio intricando que resulta esencial para comprender toda obra literaria.
* Leer una obra escrita por un autor de una cultura distinta a la nuestra:
Leer es una forma de comprender el mundo. Una mirada profunda y meticulosa a ese pequeño enigma que simboliza la vida más allá de la manera como la concebimos. Ya lo decía el escritor Amos Oz: “La literatura, es la mejor y más barata forma de viajar a cualquier parte del mundo, pues al leer te das cuenta de lo que se vive en otras partes. Si te sumerges en un texto puedes ser invitado a los dormitorios, las cocinas que aparecen en una historia, e incluso convertirte en parte de otro país”. Así que, al menos una vez al año, lee un libro de una cultura — o un país, una religión — que no te sea familiar en absoluto. Disfruta de la experiencia de contemplar el mundo a través de otros ojos, de apreciar el valor de otras costumbres, creencias, formas de comprender la realidad. Un libro puede ser la imagen más profunda que puedas encontrar sobre otros estilos de vida, una puerta abierta hacia el aprendizaje, la tolerancia, el valor de las ideas nuevas. Una manera de familarizarte con lo que no conoces y aún más, lo que no comprendes en realidad.
* Leer un libro de un autor que tenga ideas políticas/religiosas o culturales contrarias a las tuyas.
Michel Houellebecq no es un escritor sencillo de comprender. Mucho menos uno que me produzca especial simpatía o con cuyas ideas comulgue o esté de acuerdo. Tal vez por ese motivo, leer sus libros ha sido una experiencia tan gratificante: no sólo me permitió cuestionarme a un nivel filosófico y personal como pocos escritores me han permitido hacerlo, sino que además, me demostró que no siempre debo estar en completa sintonía con el parecer político o cultural de un escritor para disfrutar de lo que escribe. Y es que leer a un escritor que te produce incomodidad o antipatía, es la manera más compleja pero también satisfactoria de hacerte preguntas, de analizar tu punto vista y reflexionar sobre tus principios y tus formas de concebir al mundo. Sobre todo, una lectura que contradiga tus opiniones esenciales, te permitirá asumir que no toda posición es absoluta y que además, puede enriquecerse con el extremo contrario a lo que le permitió sustentarse por primera vez.
*Leer un libro por mero placer:
Muchísima gente que conozco lee cierto tipo de libros por una especie de sacrosanto deber intelectual. La idea de la lectura obligatoria o necesaria, hace que la necesidad de leer se convierta en una idea intelectual antes que emocional, lo que personalmente siempre me ha resultado incómodo cuando no desagradable. De manera que he descubierto que leer debe ser — ante todo y sobre todo por necesidad — un placer. Una distracción de los sentidos, una forma de complacer nuestra compleja mirada al mundo. ¿Te gustan los best sellers? ¿Las sencillas novelas de aventura? ¿Disfrutas de las novelas de terror? Leelas sin verguenza y sobre todo, sin la culpabilidad del lector que asume que sólo debe leer libros que puedan aportar algo más que sencilla diversión. En lo personal, estoy convenida que leer es asumir el poder de soñar y de imaginar mundos por completo nuevos — tantos como pueda — de manera que estoy convencida que el placer de leer debe ser siempre una prioridad ante cualquier otro motivo al abrir por primera vez un libro.
* Relee tus libros favoritos al menos una vez al año:
Nuestros libros favoritos son cómo amigos cercanos y queridos. La mayoría de nosotros tenemos líneas y frases favoritas, personajes amados, escenas inolvidables que transforman la lectura de un libro en una experiencia emocional. Disfruta ese reencuentro en palabras siempre que puedas. Hazlo con toda la libertad de recorrer esa visión del mundo tan personal que te brinda un libro que amas o el que te enseñó determinado punto de vista. Leer es un recorrido intimo y visceral a través del mundo de las ideas, una forma de construir y enriquecer tu punto de vista. Siempre puede resultar gratificante recordar porque pensamos como lo hacemos o mejor dicho, porque soñamos de la manera en que nos gusta hacerlo. Leer es un buen punto de partida para eso.
Quizás hay muchas otras maneras de robustecer el habito de la lectura, pero en mi caso, estos pequeños ejercicios personales me han permitido madurar y crecer en lo que el placer de leer se refiere. Después de todo, me digo sosteniendo un libro nuevo con la misma emoción que sentía de niña, un libro siempre será un fragmento de mi memoria, una experiencia espiritual y sobre todo, una forma de crear.
C’est la vie.
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