jueves, 5 de marzo de 2015
¿Que tiene que decir Venezuela a España? Del PSUV a PODEMOS, un trayecto histórico paralelo.
Mi amigo L. emigró a España hace más de diez años, mucho antes que la emigración se convirtiera en una idea común en nuestra generación. Lo hizo por las razones comunes: mejorar su calidad de vida, escapar de la inseguridad de un país cada vez más sumido en la violencia pero sobre todo, para huir del discurso beligerante, ideológico y pugnaz de Hugo Chavez Frías. Incluso a comienzos del 2005, cuando el Chavismo disfrutaba aún de una amplia popularidad y de una improbable bonanza económica, para L. fue evidente que la llamada “Revolución” de los pobres Venezolanos comenzaba a deteriorarse. De manera que decidió recomenzar su vida en un país que admiraba por su solidez política y con el que compartía firmes raíces culturales y personales. No lo consideró una huida. Tampoco lo hace aún. Para L. la Venezuela que abandonó por multiples motivos, era un paisaje probable de una situación mucho más complicada y hostil.
Tenía razón. Durante la última década, Venezuela cumplió sus peores expectativas y se transformar en un país que avanza a la deriva en un terreno incierto. Desde la complicada y cada vez más grave crisis social hasta el delicadísimo panorama económico, el país se convirtió en un escenario desconocido, en una combinación de elementos que para L. no son más que la consecuencia de la estructura ideológica sobre la que se sostiene el discurso del poder. Desde su privilegiado punto de vista, L. analiza el deterioro de la Venezuela Chavista con un ojo crítico que pocos tenemos. Y por supuesto, reconoce las señales que llevaron al Chavismo — como idea y como argumento ideológico — al poder. Por ese motivo, el surgimiento del partido español PODEMOS, no sólo no le toma por sorpresa sino que además, le permite analizar la idea de la España política desde un punto de vista muy especifico y sobre todo, concreto. Porque L., como otros tantos Venezolanos, es un sobreviviente a un proceso ideológico y social que comenzó gracias al desconcento y que cimentó sus bases en esa percepción de la reacción política como forma de expresión ciudadana. Una combinación preocupante que fue el origen del poder personalista que ejerció Hugo Chavez durante casi una década y media.
Cuando le pregunto a L. sobre PODEMOS y su influencia sobre la España actual, sonríe con cierta amargura desde la pantalla borrosa del Skype. Hace casi una década en que me insiste en que no es un hombre político, pero que lamentablemente ha tenido que aprender a reflexionar sobre las corrientes políticas por pura necesidad. Así que lo que ocurre con PODEMOS — la súbita importancia que toma el partido frente a las venideras elecciones españolas y sobre todo, su presencia como opción de los desencantados de la política tradicional — le resulta terreno conocido. Para L. podemos es otra vuelta de tuerca sobre lo que se asume como descontento genérico.
— España no es Venezuela, pero si está reaccionando de la misma manera que Venezuela a la crisis, al descontento y a la decepción partidista — me comenta — lo de PODEMOS es basicamente la misma idea del chavismo que reconstruye y se mira así mismo como un héroe necesario, la culminación de un trayecto histórico. Para gran parte de los que apoyan a PODEMOS, la opción de un partido que se oponga al poder actual es necesaria e imprescindible. Es una ruptura con el pasado reciente.
En Venezuela, país petrolero, adolescente y con fuerte tradición personalista y presidencialista, el nacimiento de Chavez como líder político fue casi accidental. Luego de su histórico “por ahora” y de su breve paso por la prisión, el Chavez opositor decidió reconstruir su figura política a la medida de la necesidad de un país desconcertado por una crisis económica incomprensible. Después de todo, Venezuela seguía recordando con mucha claridad su breve período de bonanza saudita y más allá, esa percepción general del “país rico”. Chavez, no sólo capitalizó la idea de los partidos políticos como responsables de la crisis y se erigió como una opción ciudadana — a pesar de su origen militar y de su violenta actuación en la asonada militar del ’92 — sino que además, se mostró así mismo como un héroe de la Venezuela posible. Una promesa política tradicionalmente populista que gracias al momento histórico fue asumida como una realidad histórica.
— Pablo Iglesias no es ni lejanamente el líder que fue Chavez, pero si hereda de esa tendencia de la izquierda histriónica la necesidad de la reivindicación por medio del cambio radical — me dice — no hablamos sobre una refundación de la República al estilo Venezuela, sino una visión de la política por completo nueva. Su primera intención, tanto como líder como Secretario de PODEMOS, es mostrarse como una opción de cambio. Y de cambio inmediato.
Porque PODEMOS es un fenómeno de data reciente, lo que hace que sea aún más sorprendente la influencia que está obteniendo en una España con una profunda necesidad de transformación. La vertiginosa ascensión de PODEMOS en las encuestas recuerda al Chavez candidato, que apenas en seis meses remontó las cuestas y se coronó como imbatible en unas elecciones presidenciales en las que no encontró un verdadero rival. Otro tanto ocurre con PODEMOS: cuatro meses después de su formación, participó en las elecciones europeas de 2014 , logrando un éxito arrollador. Obtuvo la mayor votación en España, a pesar de no poseer grandes medios a su alcance ni tampoco un bagaje político que convalidara la efervescencia del apoyo que recibe. Aún así PODEMOS triunfó y de manera resonante: en los primeros veinte días en que abrió sus filas para las inscripciones de militancia, logró reunir a más de 100 mil miembros, lo que lo convirtió en el tercer partido con mayor número de partidiarios en España. Actualmente, el número se duplicó y según encuestas, es la primera opción en la intención de voto.
— El Chavismo nació gracias a Chavez, desde luego. De su arrolladora carrera política, de esa visión reivindicadora moral que fascinó a una Venezuela abrumada por la corrupción y una historia fallida de bipartidismo burocrático — me dice L. con cierta amargura — ahora bien, con Pablo Iglesias, la situación es otra. Sobre todo porque aunque es un líder por derecho propio, también es parte de una propuesta, al contrario de Chavez.
Pablo Iglesias es un personaje desconcertante o al menos es la percepción de sus enemigos. Quienes le apoyan le perciben como un hombre cabal, un nuevo tipo de político. Sus detractores como un lider político confeccionado por la necesidad de una situación política que exige un rostro y un tipo de consigna. Pero más allá de eso “el coletas”, como se le llama en España, se ha erigido como un fenómeno político por derecho propio. Desde su puesto como eurodiputado y sobre todo como colaborador de diversos Centros de Estudios políticos y Sociales, se presenta así mismo como un hombre común que intenta la renovación de la política Española y sobre todo, su percepción sobre la democracia como hasta ahora la ha percibido el país.
— A diferencia de España, en Venezuela el “hombre fuerte” es una figura que se toma con cierta distancia y se analiza con muchisima precaución — me explica — por ese motivo, Pablo Iglesias no lo es. Se presenta así mismo como la voz de los disconformes, un hombre común, que se enfrenta a la clásica política Española y le planta la cara. Hay una idea coherente sobre la forma como PODEMOS se presenta: es el populismo clásico, pero revestido de una cierta motivación. Se mira así mismo como necesario y de esa forma, asume la idea de la confrontación política.
Chavez también lo hizo. Mucho antes de oficializar su candidatura presidencial, el Chavez opositor se dedicó a recorrer todo tipo de programas de entrevistas, a conceder entrevistas y a llevar su mensaje de la necesidad del cambio a una Venezuela que admiraba la figura del rebelde y fantaseaba con una idea de transformación contundente y perdurable. Más tarde, como líder político y candidato presidencial, se miró así mismo como un necesidad histórica. Más de un vez repitió que la “Revolución de los pobres” ocurriría antes o después, pero que Venezuela aspiraba y necesitaba una “transformación”. Apoyado por los intelectuales y un buen número de empresarios, Chavez se convirtió en un símbolo de cambio imprescindible y su candidatura se mostró como una visión necesaria para la Venezuela posible.
Hasta ahora, España ha confiado en sus instituciones políticas. Y no obstante, PODEMOS se presenta así mismo como la opción indispensable para la transformación. Con una acendrara vocación populista — fruto sin duda, de su necesidad de vender su proyecto político como una serie de promesas poco concluyentes sobre bienestar, probidad y estabilidad — PODEMOS ha sido acusado por políticos conservadores y analistas de tener una decidida influencia no en la izquierda Europa, sino en la experiencias latinoamericana. Una idea que preocupa e inquieta a mucha gente y que otras tantas, consideran improbable e incluso fantasiosa.
— Los temores sobre PODEMOS no son infundados — me explica L. con cierto cansancio — varios miembros de la cúpula del partido PODEMOS se han desempeñado como asesores en Venezuela y Ecuador. Conocen la manera de vender esa promesa de un país que se recupera así mismo, que avanza hacia su reconstrucción moral gracias a un partido político que representa el cambio. La necesidad de impulsarlo, al menos.
Como bien indica L., los temores con respecto a los vinculos de PODEMOS con el chavismo y la izquierda histórica latinoamericana, no son infundados ni muchos menos, paranoicos. El co- fundador de PODEMOS Juan Carlos Monedero tiene claros vínculos políticos e ideológicos con el chavismo y fue consultor del ALBA. Pablo Iglesias muestra una simpatía nada disimulada por Rafael Correa, así como también, por la “revolución” venezolana. No obstante, la preocupación sobre los pararelismos entre PODEMOS y el chavismo, a pesar de la distancia histórica y sobre todo, económica entre Venezuela y España no se basa unicamente en la afinidad política de sus líderes con los proyectos socialistas latinoamericanos. Las visiones teóricas y la estrategia política y social del partido parece beber de las mismas fuentes que alimenta al Chavismo — como corriente ideológica-, sobre todo en su visión de criticar a la política — no los politicos — como fuente de la grave coyuntura política que atraviesa el país ibérico. Mucho más preocupante aún resulta que los líderes de PODEMOS fueron ávidos lectores y seguidores de los textos de Ernesto Laclau, que insisten en que el populismo es la única noción viable contra la política poco representativa. O mejor dicho, esa insistencia de las corrientes alternativas de destruir las instituciones establecidas en beneficio de nueva estructura política.
— A pesar de las fuertes críticas y sobre todo, de la idea de reivindicación, en España las instituciones aún tienen suficiente solidez para enfrentarse a las críticas — me explica L. quién por años ha intentado establecer comparaciones entre la España actual y la Venezuela del 1999 — En España, los partidos políticos están profundamente desprestigiados, pero el Estado aún mantiene solvencia moral y social. Si, por ejemplo, Pablo Iglesias decidiera invocar una constituyente o alguna otra formula a lo Venezolano, España posee las instituciones para detenerlo, para evitar pueda disponer del poder electoral en beneficio propio. Desde el tribunal constitucional hasta la Cote Europea de Justicia limitarían las invocaciones al poder constituyente y las posibles ansias de refundar el sistema político.
En Venezuela, la idea de la constituyente sedujo y sobre todo, conquistó a los indecisos y a los que no se identificaban con algún tipo de corriente política. Sobre todo, fue una promesa electoral que sostuvo toda la oferta política de Chavez y que brindó la oportunidad a la sociedad Civil de intentar reconstruir el poder político a través de un gesto formal y concreto. Nadie se cuestionó que tan válido o peligroso podría ser esa concepción del poder constitucional en beneficio de una ideología o proyecto. La Venezuela inocente votó, escogió y probablemente se equivocó en el planteamiento de asumir la República que surgió de la constituyente como parte de una oferta política esencial.
— En España la sociedad se concibe así misma mucho más compleja que una lucha de castas y un enfrentamiento entre pobres y ricos — me explica L. quien sacude la cabeza ante un discurso político que conoce muy bien — En España el ciudadano común se asume sí mismo como parte del sistema, no como un observador, de manera que es muy poco probable que asuman la idea de un mesías político, cosa que por otro lado Pablo Iglesias no es, no podría serlo, porque la sociedad Española no es muy asidua al personalismo. ¿Qué ocurrió en Venezuela? que los partidos políticos, instituciones y el Estado, estaban tan desprestigiados que nadie asumió como necesario su protección. Ni tampoco comprender la política más allá de lo emotivo o del Presidencialismo nato. Es poco probable que eso suceda en España.
Por el contrario, PODEMOS intenta que la lucha no sea entre ricos y pobres, sino entre el ciudadano al que promete poder político y los políticos tradicionales. Su propuesta insiste en que el poder debe democratizarse y de hecho, se plantea así mismo como una plataforma alternativa para la crítica del poder y la reconstrucción de las relaciones políticas. Chavez siempre fue un líder: desde su intentona golpista del ’92 se asumió así mismo como una nueva encarnación del Caudillismo y toda su aspiración política se basó en la premisa que era el hombre indicado para el momento histórico idóneo. Con su arrolladora personalidad, cautivó a un país empobrecido y logró utilizar su debilidad constitucional para llevar a cabo un proyecto personalista. ¿Hace lo mismo PODEMOS? cuando se lo pregunto a L. reflexiona durante unos minutos. Quizás analiza el lento trayecto de Venezuela en una crisis interminable, enfrentándose a la ortodoxia de la ideoleogía sin sostén popular, de esa necesidad insistente de no asumir el costo político de decisiones imprescindibles. Finalmente suspira, me mira de nuevo. Un rostro cansado de hombre adulto que me cuesta reconocer. Cuando abandonó Venezuela, L. tenía 24 años.
— PODEMOS puede intentarlo, pero en realidad sólo ha despertado la idea que el Español debe participar en la política activamente — me explica — es un proceso singular. Muchísima gente desilusionada está exigiendo reivindicaciones y esta tomando un papel mucho más activo dentro de las atribuciones políticas. Pero hay algo más: Ni a PODEMOS ni a Pablo Iglesias se les percibe como indispensables en el proceso. Tampoco es una corriente emocional y cultural, como lo es el chavismo. Es una propuesta, una idea, un planteamiento. De llegar al poder, pactará porque no tiene más remedio. Y hay instituciones sólidas que contendrán cualquier tipo de maniobra que no sea la de honrar esa idea de refundar a España en lo posible dentro de las reglas de juego. En Venezuela nunca las tuvimos. Y la Chavez lo sabía. Y lo aprovechó.
Más tarde, finalizada la conversación, pienso en esas palabras. Recuerdo a Chavez la noche que ganó su primera elección presidencial. Rodeado de una multitud, abrazaba a un joven militar e insistía, que sería un hombre que escucharía al pueblo. Un presidente distinto. Sonreía para las cámaras, con el rostro delgado y cetrino enrojecido por la alegría y la sonrisa amplia triufante. “Hoy es el primer día de la Venezuela que será” sentenció. Y lo hizo quizás en unos de sus arrebatos dialécticos. Aún así, esa frase parece resumir el país que heredó, el que dejó a su muerte y sobre todo, el que se construye sobre su supuesto legado político. Un país a fragmentos, que se desploma lentamente, abrumado por la incertidumbre y sobre todo esa idea venial sobre el poder que encarna una figura paternalista y sobre todo, obsesionada con el poder.
Me pregunto que ocurrirá en España. No lo sé y quizás sea muy pronto para decirlo. Lo que si sé es que a la distancia historica de Venezuela, la mera idea de un escenario semejante al nuestro desconcierta y preocupa, pero más allá deja muy claro que la historia que precede al hecho, puede ser la raíz esencial de la dirección del cambio que reclama un país confuso y con una enorme necesidad de reconstrucción.
Al menos, eso espero.
C’est la vie.
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