lunes, 27 de abril de 2015

Un debate interminable: ¿Por qué los fotógrafos subestiman a la fotografía?




Hace unos días, escribí un artículo donde analizaba los errores que todos los fotógrafos cometemos en nuestro aprendizaje. Se trataba también de una reflexión sobre algunas ideas que considero esenciales sobre la fotografía: la necesidad de asumir el crecimiento fotográfico como una experiencia personal, los elementos indispensables para crear y construir un lenguaje fotográfico y sobre todo, lo que significa para el fotógrafo la experiencia de captar el mundo en imágenes. Al final, el artículo resultó ser más una mirada a ese largo camino que todo fotógrafo atraviesa hacia el conocimiento y la expresión visual que otra cosa.

Como respuesta, recibí algunos correos con comentarios sobre el tema. Uno de ellos me asombro — y me entristeció — especialmente. Luego de identificarse como un fotógrafo de cincuenta y tantos años, mi interlocutor me preguntó con una franqueza desarmante, el motivo por el cual la mayoría de los fotógrafos jóvenes menospreciaban e irrespetaban la profesión. Lo hizo, sin hacer acusaciones ni tampoco señalamientos, sólo explicándome su particular punto de vista:

“Es muy triste notar como la gran mayoría de los fotógrafos jóvenes están convencidos que fotografiar consiste en tener una cámara carísima. O unos lentes que nadie más pueda comprar. La idea es mostrar que tienes un montón de herramientas que te hagan especial. O tomarse la foto más popular de una Red Social. La persecusión del Like, le llamo. No importa si todas las fotos son igualitas unas a las otras. Si viste el mismo amanecer tantas veces que te duelen los ojos. O el mismo punto de vista. Lo importante es tener tu público, ese grupo de desconocidos que ven esa foto allí y después la olvidan. Uno se termina preguntando entonces donde queda la fotografía de Cartier Bresson. O no nos vayamos tan allá: la de Larraín, la de Meyer. Durante cuarenta años — recién los cumplí ejerciendo — me dediqué a la fotografía como mi trabajo. Gracias a la fotografía me mantuve a mi a mi familia. Gracias a la fotografía conocí a mis amigos más queridos. Obtuve reconocimientos y premios. Vi el mundo. Uno dice entonces: le debo tanto a la fotografía. No es por la cámara. No es por el lente. Es por todo lo que me dio. ¿Donde quedó eso ahora? ¿Por qué los fotógrafos jóvenes se dedican a menospreciar tanto en vez de darle un nuevo empuje?”.

El cuestionamiento me tomó por sorpresa. No sólo se trataba de un análisis sobre el quehacer fotográfico desde un punto de vista muy sutil, sino también una inquietud legítima de alguien que asume la fotografía como parte de su vida, de la misma manera en que yo lo hago. Luego me entristeció profundamente no encontrar una respuesta al planteamiento de mi anónimo interlocutor. Y es que quizás, lo más doloroso de su análisis es asumir que realmente, la fotografía atraviesa quizás su período más popular pero también el más complicado y el más duro de atravesar. Porque mientras la accesibilidad de medios hace más fácil tomar una fotografia, los motivos por los cuales se fotografía se hacen más difusos, insustanciales e incluso, carentes de sentido. La herramienta se hace más simple, mucho más cercana, fácil de usar. Lo preocupante es pensar que esa facilidad también provoca que fotografía pierda su poder para evocar, para cautivar, para asombrar.

¿Qué hace realmente inolvidable una fotografía? ¿La herramienta que permite crearla o algo más poderoso que la sostiene? ¿Qué crea el lenguaje fotográfico? ¿Que sostiene la visión del autor, que intenta construir una opinión visual coherente por medio de una insistente búsqueda de metáforas creativas? Son preguntas que todo fotógrafo se hace alguna vez, sobre todo mientras avanza trabajosamente para encontrar una forma de expresar sus ideas visuales idóneas. Y es que la imagen, como esencia de lo que se crea, como elemento que refleja el mundo interior de su autor, tiene la capacidad de replantearse así misma, de asumirse más allá de lo ideal y construirse como un concepto real. La fotografía que expresa, pero también cuenta, analiza, denuncia, crítica. La fotografía como documento, como pensamiento. Como aspiración.

Por supuesto que, al contrario, también hay una serie de ideas que parecen oponerse a esa construcción — e interpretación — con respecto a la imagen. Como si la fotografía misma, en su necesario binomio de herramienta y concepto, provocara que el artista se cuestionara y se mirara desde una dimensión confusa, que le resta valor y peso. ¿Por qué fotografiamos? ¿Que hace a un fotógrafo serlo? ¿Que hacemos los fotógrafos para sabotear directa o indirectamente nuestra profesión? ¿Cuales son esas ideas que a fuerza de repetirlas parecen no sólo distorsionar el hecho fotográfico sino amenazar su importancia esencial? Pregunté a varios fotógrafos, estudiantes y entusiastas de la fotografía varias de las cuestiones anteriores y sus respuestas parecieron dejar muy claro, que la mayoría de las veces, los fotógrafos tenemos una enorme responsabilidad en esa visión que menosprecia la fotografía, pero sobre todo, en esa insistencia en minimizar el hecho fotográfico como mera consecuencia de la calidad de la herramienta que lo produce. Una percepción que ha provocado la banalización de la fotografía como arte y técnica y sobre todo, su percepción como un arte menos.

De manera que, a la pregunta: ¿Por qué la fotografía suele menospreciarse? recibí algunas perspectivas que reflejan esa percepción ambigua e incluso preocupante sobre la creación visual:

* La fotografía se menosprecia porque se simplifica: La sobre dimensión de la cámara como elemento fotográfico.
El filósofo Vilém Flusser ha insistido durante años — sobre todo en su magnifico ensayo “Hacia una filosofía de la fotografía” — en que la fotografía es una mezcla entre la aspiración artística del autor y el desempeño técnico de la herramienta que utiliza. Una idea que se sostiene sobre todo, por el hecho que “el aparato” — la manera como Flusser denomina a cualquier mecanismo capaz de permitir la toma de la imagen — puede afectar o beneficiar el hecho de la fotografía que se toma. Aún así, Flusser considera a la imagen un fenómeno autónomo, que nace de la imaginación del autor. Que se interpreta a partir de la ideas que propone y sobre todo, se construye a partir del punto de vista del autor y su perspectiva personal sobre las cosas. En otras palabras: la fotografía depende en un grado muy concreto de la herramienta que lo produce, pero como arte es algo mucho más elocuente, profundo que la simple capacidad técnica.

Por tanto, cada vez que un fotógrafo asume que su capacidad fotográfica mejorará con una mejor cámara, no sólo menosprecia su propia capacidad para crear, sino el poder de la idea que sostiene una imagen. Porque a pesar que es indudable que la herramienta permite al fotógrafo crear un hecho visual concreto, también lo es que lo que se crea, posee un profundo significado artístico y metafórico. Disminuir la fotografía al hecho simple de una toma tecnológica, es mutilar el hecho artístico. Convertirlo en un planteamiento mecánico sin mayor valor conceptual, lo que contradice la aspiración central de la fotografía: La creación de un lenguaje visual.

* La fotografía se menosprecia porque banaliza: Cualquiera puede fotografiar.
Hace años, tuve un amigo que me insistía que cualquiera podía fotografiar. Me lo decía sin especial malicia — como no sea la puntualizar un punto de vista controversial — y basado en la experiencia que la mayoría de los fotógrafos que conocían dedicaban muy poco tiempo y esfuerzo a la creación artística fotográfica. Casi todos, de hecho, parecían obsesionados por la capacidad técnica de la herramienta fotográfica y también, por los conceptos técnicos. En una ocasión llegó a decirme que una fotografía “bonita” era suficiente en la medida que agradara a los ojos. “Mucho color, muchas cosas hermosas que ver, eso es fotografiar”.

Un pensamiento que parece acentuarse cada vez que un fotógrafo asume que fotografiar consiste solamente en levantar la cámara y apuntar al lugar más colorido. O cuando la minimiza, asumiendo que la idea fotográfica se basa en usar la cámara de manera correcta. Cada vez que alguien que se asume como fotógrafo fotografía sin analizar la imagen desde su concepto, en crear y comunicar una idea, en construir una expresión intima sobre la manera como el mira el mundo, convierte a la fotografía en una simple consecuencia de un acto mecánico.

* La fotografía se menosprecia porque se usa herramienta genérica:
En una ocasión, el fotógrafo Nelson Garrido me comentó que jamás mostraba ninguna de las cámaras que utilizaba para fotografiar porque lo consideraba “irrespetuoso”. Cuando le pregunté el motivo, me miró entre preocupado e irritado.

— Últimamente hay una moda de mostrar la cámara como si tuviera mucho más valor que la imagen. La fotografía es un trozo de metal y plástico. La fotografía — se señaló así mismo en un gesto firme — soy yo.

Y es que en una época donde la apariencia lo es todo, parecer fotógrafo es mucho más sencillo que aprender a fotografiar o analizar los motivos por los cuales se hace. Desde abrir una página en cualquier red Social para incluir un interminable número de imágenes, hasta comprar herramientas fotográficas para mostrarlas como trofeos en medio de una cultura superficial, el fotógrafo actual se enfrenta a la idea de crear una imagen que tenga verdadero valor conceptual mientras a su alrededor, el poder de la imagen parece radicar en lo que muestras, de lo que te ufanas y en cuanto puedes mostrar de lo que haces. Y no obstante, la fotografía es algo más sustancioso, poderoso y sensible que simplemente tener el equipo apropiado o insistir a quien quiera escucharte, eres un profesional cámara en mano. La fotografía es el arte de saber mirar, crear, construir ideas, de elaborar conceptos. De utilizar la imagen para elaborar planteamientos complejos y profundamente significativos. Por el motivo que lo hagas o de la forma en que lo hagas, fotografiar siempre es un reflejo de tu mundo interior. Y debería ser respetada en consecuencia.

* La fotografía se menosprecia cuando se abarata:
Desde el profesional que cobra por sus servicios precios irrisorios, afectando al mercado fotográfico al que pertenece hasta el que considera que la fotografía no necesita el mínimo esfuerzo y aprendizaje, el arte fotográfico se menosprecia cuando se abarata como una simple actividad de ínfima calidad. Y es que la fotografía precisa método, estructura, comercialización, para sostener no sólo la manera como se expresa sino también, como se elabora la imagen como vehículo de comunicación y de planteamiento artístico. La fotografía debe ser valorada por su calidad, por el hecho de ser parte de una serie de ideas concretas sobre su capacidad para ser considerada como pieza arte e idea comercial. Más allá de eso, la fotografía necesita un aprendizaje consecuente, una idea perenne que se sostenga por encima de los prejuicios en su contra. Y es que la fotografía es un hecho concreto, poderoso y esencialmente constructivo. Una manera de crear por derecho propio.

* La fotografía se menosprecia cuando el fotógrafo subestima su trabajo:
La fotografía es arte, a pesar de las opiniones en contra que insisten que la cámara lleva el mayor peso creativo o peor aún, es la responsable de la creación visual. No obstante, aún no se ha construido una cámara capaz de tomar decisiones artísticas, visualmente consistentes y mucho menos, que enriquezcan por si mismas, el lenguaje visual que el fotógrafo desea mostrar. La fotografía nace de la misma aspiración a la belleza, la comunicación y la expresión que cualquier otra forma de arte. Que la cámara sea el vehículo para obtener un resultado concreto, sólo hace al fotógrafo mucho más responsable de crear una estructura visual que desborde la mera técnica y construya algo más significativo.

* La fotografía se menosprecia cuando el fotógrafo cree que aprender sobre la creación visual es simplemente un requisito cosmético:
Toda profesión requiere esfuerzo, dedicación y perseverancia. Todo arte necesita trabajo, comprensión, una lenta construcción de una intima idea que se expresa a través del objeto o la pieza que se crea. La fotografía también. De manera que cuando un fotógrafo decide que no es necesario aprender sobre fotografía — por cuenta propia, gracias a la experiencia de otro fotógrafo o desde el salón de clases — no sólo la transforma en una idea simple, sino que además la despoja de toda su belleza. No aprenderás fotografía sólo porque levantes la cámara y conozcas la técnica para obtener una imagen concreta. No aprenderás fotografía porque tu padre, madre, hijo o pareja sea fotógrafo. Lo harás, cuando dediques la pasión, el amor, la dedicación a entender que la expresión fotográfica tiene un valor personal, que se trata de un larguísimo recorrido por tu forma de mirar, asumir el valor de lo que haces y lo que imaginas. Menospreciar lo que haces, sólo provoca que la fotografía continúe siendo considerada una técnica con aspiraciones artísticas y no una expresión artística con enorme valor intrínseco.

No sé si pude responder el planteamiento de mi interlocutor. Al menos, espero haberlo hecho. Lo que sí es evidente, es que sus sabias palabras me permitieron replantearme una serie de ideas y conceptos que sostienen a la fotografía como arte y como expresión elemental. Quizás, la mejor respuesta que recibí al respecto, al plantearme la pregunta en voz alta, fue la de mi amigo Antonio, joven fotógrafo aún en pleno recorrido en medio de la expresión visual: “¿Sera que han olvidado que mucho antes de ser una profesión, (La fotografía) fue una practica experimental, hasta ser reconocida como ARTE?”. Una opinión que deja muy claro que para la mayoría de los fotógrafos, la imagen es aún un reflejo fidedigno de nuestro lenguaje personal.

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