jueves, 7 de mayo de 2015
Del escritorio al sofá: Una rápida mirada al mundo del Free Lance.
Sólo una vez en mi vida, he trabajado en una oficina. Tenía veintiún años y acababa de recibirme como abogada, de manera que me pareció lógico intentar formar parte de la compleja estructura laboral de mi país. Ceñirme a la severa disciplina de los horarios y el ritmo de trabajo. Después de todo, era lo que se esperaba de mi o eso era lo que cabría suponer de una recién graduada con buenas calificaciones como las mías. Hasta entonces, sólo había trabajado como freelance: como traductora de textos en inglés y francés, alguna que otras tutorias en literatura e incluso, unos pocos trabajos fotográficos mal remunerados. Pero formaban parte de esa experiencia brumosa del mundo Universitario — tan lejana a la realidad — y sobre todo, de esa idea un poco contrahecha sobre el trabajo más allá de la línea que consideramos habitual.
Por supuesto, que sentarme detrás de un escritorio y obedecer el ritmo de trabajo típico me desconcertó. Nunca esperé que lo hiciera de la manera que lo hizo. Me afectó no sólo desde el punto de vista de como concebía el trabajo — y como lo estructuraba como una idea mucho más amplia — y sobre todo, mi percepción sobre lo que deseaba hacer como profesional. No sólo no pude soportar los horarios restringidos, el hecho de lidiar con la jerarquía vertical de una empresa como la que me empleó — era pasante en un lujoso Bufete de la ciudad donde vivo — sino que además, comencé a replantearme directamente lo que deseaba hacer con mi vida. ¿Esto es lo que deseas hacer por las próximas dos o tres décadas? ¿Es en este campo de trabajo en el que deseas profundizar? Como abogado en formación, mis tareas eran limitadas pero también, esenciales para un futuro desempeño de una carrera en el rubro. De manera que muy pronto, comencé a cuestionarme si deseaba continuar avanzando en el campo de las leyes o por el contrario, la experiencia diaria me estaba demostrando mis pocas capacidades para mi desempeño en la especialidad.
Una vez leí, que si miras el reloj con mucha frecuencia en el lugar donde trabajas, ese probablemente sea el lugar menos indicado donde debas estar. Recordé esa frase muy a menudo durante los agónicos seis meses en los que archive una interminable pila de documentos desparramados sobre mi escritorio, ordené investigaciones legales y consulté jurisprudencia disponible para alguno de mis superiores inmediatos. Y es que muy pronto descubrí que mi inconformidad con el sistema de trabajo, implicaba algo mucho más profundo, doloroso e incómodo: en realidad no deseaba trabajar bajo la rama legal. Era un sentimiento persistente que me aterrorizó por semanas y con el que por último no pude lidiar. No se trataba únicamente del inmediato cuestionamiento sobre qué podría hacer en adelante, ahora que había culminado la Universidad y que la licenciatura que había cursado no me satisfacía, sino mucho más preocupante aún ¿Qué ocurriría ahora? Hablamos que me encontraba en el punto que todo adulto joven comienza a transitar el camino hacia la necesaria madurez, las ambiciones y la comprensión de lo que necesita construir para el futuro inmediato. Y mientras la mayoría de mis compañeros lidiaban con los primeros sobresaltos de una prometedora carrera, yo me preguntaba en voz alta si podría soportar continuar ejerciendo una profesión para que la evidentemente estaba poco dotada o mejor dicho, me interesaba muy poco. Resultaba agotador hasta límites extenuantes, aceptar que con toda probabilidad me había equivocado al momento de escoger mi licenciatura Universitaria y las infinitas repercusiones que eso podía tener en mi vida. Pero llegado cierto momento, la idea fue obvia. O mejor dicho, inevitable: la vida como abogado, no era para mi. Ni lo sería después.
Recuerdo el día en que renuncié al bufete con toda claridad. No se trató de una decisión meditada ni una que tomé luego de meses de reflexión. Ocurrió, simplemente. Me levanté del escritorio, tomé mi carísimo maletín de cuero y salí por la puerta cristalera sin mirar a nadie más. No sabía de hecho, que estaba renunciando. No tenía la más mínima idea de por qué apretaba el botón del elevador con un gesto nervioso, conteniendo los deseos de llorar. Solo tenía algo muy claro: debía salir de allí. Una de las secretarias me dedicó una mirada distraída.
— ¿A que hora vuelves? — me preguntó.
— En un rato.
Nunca regresé. Abandoné el edificio con una triunfal sensación de alivio que me hizo sentir profundamente agradecida y me convenció que la decisión correcta era la que estaba tomando, aunque no sabía bien cual era en realidad. ¿Se trataba de abandonar mi humilde trabajo como pasante? ¿Asumir otro riesgo dentro de la procesión? ¿Abandonar la oficina y tratar de encontrar una manera de encajar mi manera de percibir el trabajo con la rutina diaria? ¿O se trataba de algo más complejo? ¿El hecho que directamente necesitaba analizar mi afinidad laboral desde otro punto de vista?
Me llevó meses comprender que simplemente, no me encontraba a gusto — ni lo estaría nunca — con el área laboral que había escogido en primer lugar. Que nunca me sentiría cómoda como abogada y que de hecho, era bastante probable que no tuviera la menor afinidad con la práctica de la licenciatura que había escogido por una serie de razones que ahora no parecían tener mucho sentido. Es una decisión durísima, admitir que te equivocaste al escoger un planteamiento tan trascendental como lo que harás durante el resto de tu vida, lo que creíste podría definirte no sólo a nivel profesional, sino incluso de cierta manera en el personal. Luego del desconcierto inicial, asumí que había ocurrido porque justamente, había errado en mi forma de interpretar cómo deseaba ganarme la vida. No se trataba de un asunto práctico — no al menos, por completo — sino una perspectiva del futuro, mi manera de concebir mi propia capacidad de trabajo y también, mis capacidades y aspiraciones. También había obviado algo muy concreto, que finalmente había distorsionado mi interpretación sobre el trabajo: mi talento para áreas muy específicas y sobre todo, mi ritmo al trabajar. Todo lo anterior me llevó a una sola conclusión: debía comenzar de nuevo.
No es sencillo hacerlo. Retomar otra vez la vida Universitaria luego de haberla terminado y sobre todo, reconstruir tus aspiraciones laborales es quizás el proceso más duro y complicado que he atravesado jamás. En más de una oportunidad, me pregunté si era necesario, sino se trataría de la necesaria — e inevitable — frustración que produce el primer empleo. Pero muy pronto comprendí que no se trataba de eso: volver al salón de clase como alumna de una licenciatura mucho más acorde a mis aptitudes y capacidades renovó por completo la forma como concebía el estudio y poco después, también mi campo laboral. Además, comprendí que mi insatisfacción, ansiedad y sobre todo, la frustración que me había provocado mi breve tránsito por la oficina del bufete se había debido en esencia a que no me sentía identificada con el ambiente de trabajo y en especial, con el ritmo laboral que me imponían las normas laborales tradicionales. Así que una vez que decidí replantearme mi carrera profesional, necesariamente también tuve que hacerlo en la manera como quería comprender mi forma de trabajar.
No es un paso único. De hecho, la mejor manera que podría describir todo el proceso para convertirme en freelance a pleno derecho (en otras palabras, poder crear un concepto de trabajo personal, administrar mi cartera de clientes e independizarme económicamente) me llevó años. No sólo se trató de tomar la decisión de trabajar por mi cuenta, sino de construir toda una concepción laboral — como desempeño mi profesión, la manera como construyo una serie de decisiones específicas que pueden afectarme y las ganancias que obtengo — que pudiera considerar propias. En el trayecto, tuve múltiples traspiés, me encontré con todo tipo de obstáculos imprevisibles e incluso, en más de una ocasión, me encontré decidiendo si continuar siéndolo o regresar al ambiente laboral tradicional. No lo hice, pero la tentación a veces resultó casi insoportable. Y es que lidiar con toda la incertidumbre del mundo del freelance no siempre es sencillo y mucho menos gratificante, sobre todo en un país como el mio, donde la economía en ocasiones hace imposible cualquier previsión y precaución. No obstante finalmente comprendí que el arte de trabajar de forma independiente es una mezcla de capacidad para improvisar, lógica y sobre todo, tener la suficiente flexibilidad mental para aprender de los cambios que necesariamente atravesarás y en ocasiones, con mayor frecuencia de lo que podrías desear.
En el camino, por supuesto, aprendí una serie de lecciones que podrían resumir lo que ha sido mi experiencia con respecto al trabajo independiente y sobre todo, cómo lograr una cierta estabilidad profesional y económica. Mucho más allá de eso, se trata quizás de una mapa de ruta que muestra que el freelance no es sólo un riesgo — con todo lo que implica la idea — sino una visión mucho más personal y dinámica de nuestro desempeño profesional.
¿Y cuales serían esas lecciones? las siguientes:
* Comienza con buen pie:
Si ya tomaste la decisión de dejar tu estable posición laboral en una empresa tradicional y dedicarte a la vida freelance, toma precauciones. A lo que me refiero es que solo comienza a trabajar por tu cuenta cuanto estés seguro de que tienes a tu alcance todos los elementos que te permitirán hacerlo y además, facilitarán tu transición. Hablo que jamás comiences una carrera Freelance sin asegurarte de tener a tu disposición todo lo que requieres para no lamentarte por la decisión que tomaste y mucho menos, pensar que tomaste la decisión equivocada. ¿Y cuales podrían ser esos aspectos? En lo personal creo que son los siguientes:
* Toma precauciones acerca del dinero: ahorra — a pesar de lo difícil que eso pueda resultar en Venezuela — y sobre todo, asegúrate que conoces el terreno que pisas en cuanto a tus gastos y deudas. Es decir, no olvides que aunque tu vida cambie, muy probablemente tus responsabilidades asumidas seguirán siendo las mismas. Asegúrate que dispones de dinero para sobrevivir a los primeros meses de duro aprendizaje: calcula los gastos monetarios que te permitirán continuar a pesar que no tengas las mismas entradas de dinero que solías tener. Realiza un presupuesto realista que te permita analizar de cuanta base económica dispones y de cuanto requerirás. Es importantisimo que además asumas una idea incómoda: es probable que no empieces a trabajar de inmediato, de manera que toma precauciones para sobrellevar el momento de incertidumbre de la mejor manera posible.
* Define tu trabajo, perfil de empleo, aspiraciones a futuro: Es probable que aunque te sientas capacitado para trabajar en tres o cuatro cosas a la vez, debas dedicarte solo a una. Así que evalúa tus posibilidades y habilidades para depurar tu perfil laboral. Antes de comenzar la aventura como trabajador independiente, capacitate lo mejor que puedas en el área que desempeñarás. No importa si tienes conocimientos previos o te dedicas a la misma área laboral en el mundo empresarial: recuerda que por la via independiente se te exigirá mucho más y deberás llevar a cabo toda una serie de tareas que antes probablemente realizabas en equipo.
* Consulta el mercado: Aunque pueda parecer muy apetecible y lleno de oportunidades, el mundo free lance puede resultar muy duro y complicado si no encuentras tu público y mucho menos, el lugar donde tus habilidades y conocimientos te sean más útiles. Asegúrate que conoces las estadísticas de productividad, frecuencia de trabajo y más allá, cualquier otro elemento que pueda brindarte una mejor idea del área especifica donde trabajarás.
* Ten todas las herramientas y equipos que necesitas para trabajar a tu disposición: Y no necesariamente deben ser de alta tecnología. Lo que sí debes asegurarte es que cuentes con el equipo básico para desempeñar tu trabajo de manera idónea y además, que sabes utilizarlo a su mayor capacidad. Si necesitas orientación, conocimientos, actualizaciones, no dudes en dedicar tiempo y esfuerzo en hacerlas. Recuerda que el mundo freelance es muy competitivo y tu única carta de presentación es tu buen desempeño y tu talento. De manera que intenta ser lo más productivo que puedas.
* Curriculum, recomendaciones, clientes: Imprescindible que te asegures que tu imagen profesional sea idónea. Necesitas no solo actualizar tu Curriculum vitae sino además, todas las herramientas que te permitan incursionar en el mercado laboral de la manera más profesional posible. ¿Tienes una página web? Llegó el momento de revisar si está mostrando lo mejor de tu portafolio y tu trabajo como creativo. ¿Tienes imagen gráfica? dependiendo de la rama profesional a la que te dedicarás es necesario que tengas una imagen laboral consistente. Actualmente también es necesario que verifiques el uso y la manera como manejas tus redes sociales profesionales, y comiences a pensar sobre como puedes vender tu trabajo de manera directa.
Por supuesto, cada uno de los anteriores elementos te llevará un tiempo de preparación, por lo que otro buen consejo que podría darte antes de comenzar, es que realices un pequeño cronograma sobre la manera como piensas llevar a cabo la transición entre el mercado tradicional de trabajo y los puntos que debas cumplir para dar el llamado gran salto hacia el trabajo independiente. Recuerda calcular lapsos realistas de tiempo y tener muy en cuenta que cualquier plan profesional está sujeto a cambios personales o de la circunstancia laboral que vives actualmente. No obstante, es necesario que sepas hacia donde te diriges y sobre todo, que esperas lograr en un futuro próximo.
* Concibete como un profesional:
El mundo del freelance suele ser considerado un mundo liberal y muy flexible, pero en realidad es tan demandante como cualquier otro trabajo corporativo. Incluso aún más: el trabajador independiente es responsable de cada aspecto laboral que ofrezca como profesional y más allá, es la eficiencia lo que será su única referencia futura. De manera que aunque pueda parecer divertido e incluso juvenil, tomate tu experiencia como trabajador independiente muy en serio. Y asegúrate que:
* Entiendes los contratos, presupuestos, valores y leyes: Suele ocurrir que un freelance, sobre todo en las áreas netamente creativas, tiene poca o ninguna idea de la manera como debe comercializar su trabajo. Toma precauciones al respecto: asesórate en el ámbito legal y financiero sobre que esperar y que ofrecer en tu trabajo. Familiarizate con los términos de contratos, presupuestos y los elementos que debes manejar al momento de negociar tarifas y cobros por prestación de servicios. Sobre todo, sé muy ordenado con respecto a tu manera de analizar la manera como ofrecerás tu trabajo comercialmente. ¿Existe algún gremio que pueda proteger tu trabajo? Afiliate y no dudes en solicitar ayuda si lo requieres. Es muy necesario que seas capaz de solucionar situaciones concretas que puedan afectar tu trabajo y más aún, tu desempeño como trabajador independiente.
* El portafolio: Ya comenté más arriba la necesidad de restructurar y depurar tu trabajo antes de dar el paso hacia el mundo independiente. Por supuesto, que dependiendo de tu área de trabajo, la forma como muestras y sobre todo como vendes tu trabajo será distinta, pero no olvides que en lineas generales un portafolio — de cualquier ámbito artístico o creativo — debe contener lo mejor de tu trabajo. Actualizalo con frecuencia y también, solo muestra el que tenga un nivel óptimo y profesional. Diferencia el trabajo personal — ese que desarrollas en privado y sin ninguna intención económica — del que pueda interesar a un cliente. Siempre recuerda que un buen portafolio — y en algunos casos tu página web — es tu mejor tarjeta de presentación. Y quizás la única que puedas tener en algún momento.
* Manejo de clientes: Si conocer tu mercado es necesario, asumir responsabilidad con respecto a tus clientes es imprescindible. Me refiero en concreto que tu relación con el cliente debe ser una combinación entre respeto, responsabilidad, comunicación y buen hacer. En una ocasión, uno de mis profesores me aconsejó que siempre procurara culminar cualquier relación laboral con una sonrisa. En su momento, me pareció una idea cursi y hasta hipócrita, hasta que en una ocasión, un cliente con quien había tenido una dificil situación laboral que no supe manejar, se aseguró de hacerle llegar su opinión sobre mi a un posible empleador. Obviamente, no solo el nuevo cliente no me contrató sino que por algún tiempo, tropecé de vez en cuando con la incómoda situación de una referencia preocupante sobre mi trabajo.
* Redes Sociales: Actualmente, las redes sociales tiene un peso importantisimo dentro de la promoción y publicidad de cualquier empresa: tomatelas en serio. No importa si eres un animal social o te lleva esfuerzo interactuar via web, recuerda que tu imagen empresarial como trabajador independiente dependerá del uso que hagas de lo que comunicas y compartes en las redes más populares. De manera que una buena idea podría ser que separaras tus redes personales de las que promocionan tu trabajo: evitarás malos entendidos y sobre todo, te permitirá un mayor control entre lo que muestras y lo que expresan la información sobre ti vía web.
* Recuerda: A pesar de lo divertido que pueda resultar el mundo freelance, estás trabajando.
Es algo que se olvida con frecuencia. Muchas veces, el recién estrenado independiente encuentra que no tener horarios ni responsabilidades inmediatas le brinda una libertad desconocida. Eso es cierto, claro, pero esa libertad también puede ser peligrosa. Recuerda que ya no trabajas para alguien más, lo haces para ti mismo y cualquier error repercutirá en tu desempeño profesional. Es saludable entonces, comprender que a pesar de los beneficios que pueda brindarte trabajar por tu cuenta, estás desempeñando una relación laboral con un cliente, idéntica a la que pudieras sostener puertas adentro de cualquier empresa. Aún más, recuerda siempre — y tenlo como prioridad — que el mundo freelance necesita de un cierto orden y disciplina: la que tu mism@ impongas sobre tu manera de trabajar y más allá, asumir responsabilidades con respecto a tu desempeño laboral.
Algo que también es imprescindible tener en claro: el trabajo independiente tiene su propio ritmo. Es un error muy común pensar que al carecer de horarios, siempre habrá tiempo de sobra para trabajar. En realidad, una vez que empecé a trabajar por mi cuenta, descubrí que es muchísimo más dificil administrar el tiempo y más de una vez me encontré trabajando contra reloj por mucho descuido. Aprendí entonces la importancia de organizar tu tiempo de tal manera que puedas no solo disfrutar de tu tiempo libre — que habrá, y mucho — sino también de tus momentos más productivos.
¿Una lista muy corta de recomendaciones? Quizás, pero resumen mi aprendizaje luego de casi década y media de trabajar a mi propio ritmo. De hecho, mientras escribo esto — en pijama y tomando un exquisito café — no puedo dejar de pensar en que me he divertido más de lo que admito. Y es que trabajar de manera independiente me dejó una gran lección que nadie aprende hasta que disfruta de la experiencia: trabajar puede ser, sin duda alguna, un placer.
C’est la vie.
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