En una oportunidad, le preguntaron a Gabriel Garcia Marquez si su obra en ficción - ese realismo mágico que construyó todo un nuevo mundo literario - era consecuencia de su buen ojo como periodista. El viejo patriarca de las letras latinoamericanas rio de buen humor y sacudió la cabeza. "No se trata de qué cuentas, sino como lo cuentas" contestó, como si resumiera casi cincuenta años de narrar historias en una única frase. Porque Garcia Marquez, el escritor que creó un pueblo imaginario donde el continente entero parece habitar entre metáforas y símbolos, fue ante todo, un periodista. Uno muy bueno, además, que por décadas se obsesionó con el continente adolescente donde nació y que contó sus historias en cientos de maneras distintas y originales hasta crear un fresco realista sobre una historia muy joven. No obstante, la mayoría de los lectores e incluso el mundo literario que tanto celebra su obra suele olvidarlo: Una salvedad que descontextualiza no sólo el valor de la capacidad de Garcia Marquez para comprender Latinoamerica sino ese trayecto desde la realidad evidente hacia algo más sutil, que trayecto que recorrió con enorme habilidad y sensibilidad hasta crear un género único. O quizás, una mirada renovada sobre la idea de la realidad como hecho concreto y la mirada de quien la cuenta, como espejo en que puede reflejarse.
Más de una vez, Gabriel Garcia Marquez insistió en que ser periodista le enseñó a crear mundos. Que imaginar historias desde la realidad y crearlas a partir de lo que consideraba verídico, le mostró un matiz desconocido sobre ese hábito tan latinoamericano de narrar su propia historia. Como la suya: solía contar a quien quisiera escucharle, que su nombre no iba a ser Gabriel, sino Olegario. Que cuando nació, acababan de sonar las campanas dominicales de la primera misa del día, cuando su tía Francisca gritó a todo pulmón: "Es un varón y viene bendecido". Lo "bendito" era el cordón umbilical atado al cuello, como las fábulas de pesadillas que todas las madres de la serranía suelen temer y que es quizás, esa sentencia de muerte segura para los recién nacidos en todas las historias tristes de los pueblos de provincia. Pero el futuro escritor sobrevivió y fue bautizado con el nombre del Santo Patrono de Arataca. Para la posteridad, para la leyenda, para su mito personal. Como si el Macondo de las páginas del libro que escribiría en el futuro, hubiese comenzado a concebirse en esa historia personal tan diminuta como emocionante, tan simple como conmovedora. Gabriel, que nació con las campanadas de la tarde y que sobrevivió a su propia historia.
Pero sí, Gabriel Garcia Marquez era periodista y durante años, ejerció el oficio con buen tino y una enorme inteligencia. Desde muy joven aprendió que el arte de contar es también, la capacidad del ojo intelectual para construir horizontes y paisajes realistas en palabras. Para Ryszard Kapuscinski, lo mejor de la obra periodística del escritor residía no sólo en esa ambición suya por abarcarlo todo - cuento lo que veo, lo que sueño y lo que imagino - sino también, por concebir el mundo desde lo original, como si fuera la piedra angular de una idea recién nacida. “La grandeza estriba en sus reportajes. Sus novelas provienen de sus textos periodísticos. Es un clásico del reportaje con dimensiones panorámicas que trata de mostrar y describir los grandes campos de la vida o los acontecimientos. Su gran mérito consiste en demostrar que el gran reportaje es también gran literatura” aseguró Kapuscinski refiriéndose a la obra de Garcia Marquez. Más tarde, el reconocido periodista insistiría en que la obra del escritor le había mostrado el poder de narrar la realidad desde el punto de vista personal o lo que es lo mismo, concebir la realidad desde la perspectiva de lo intimo. Una sutileza a la que Gabriel Garcia Marquez brindó especial atención durante su vida y que finalmente definiría su obra - ficcion y periodistica - bajo el cariz de una mirada profunda al mundo real.
Porque quizás, para Garcia Marquez no había verdadera diferencia entre narrar la realidad y contar lo imaginario. Mientras escribía para el Espectador de Bogotá ( y elaboraba forma a lo que sería su crónica más reconocida: "Relato de un naufrago" ) escribía en paralelo "El Coronel no tiene quien le escriba". Entre ambas obras, el paralelismo es inmediato y también profundamente significativo. Una y otra, parecen completarse y más allá de eso, crear un híbrido coherente donde lo cotidiano se fusiona con lo irreal para construir un nueva forma de hablar sobre la historia que se cuenta. Por ese motivo, los artículos que componen el volumen de "Textos Costeños" y que recopilan la obra periodistica de Gabriel Garcia Marquez desde el año 1948 hasta 1958 no sólo es un recorrido por la evolución de un periodista con enorme talento narrativo sino la de un escritor en ciernes que aprendió desde la realidad el valor de la ficción. No se trata de una mirada a los trabajos más antiguos de quien después sería un escritor de enorme influencia en la literatura de nuestro continente, sino la comprensión de sus orígenes, de la raíz misma que le permitió elaborar toda una nueva propuesta sobre el poder de la palabra.
Sorprende además, que los "Textos Costeños" sean una recopilación de pequeños hechos a los que la narración de Gabriel Garcia Marquez infunde una especial belleza. Sucesos mínimos, noticias cotidianas que el escritor transforma en un recorrido sensible y de enorme riqueza literaria por el mero esfuerzo de su imaginación y talento. Hay una cierta coherencia entre ese universo de pequeñas situaciones y escenas, que parecen sostener - ser la raíz esencial - de lo que sería después el Gabriel Garcia Marquez novelista, el padre de esa Tierra Misteriosa y amplia poblado de seres maravillosos que le obsequiaría la gloria literaria. Pero ahora, en esta colección de Textos, Garcia Marquez sólo cuenta las historias desde su perspectiva, las desmenuza con delicadeza, las recorre con esa mirada contemplativa que parece resumir lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo en una sola idea sobre lo que se mira, lo que resulta asombroso y profundo. Lo que asume parte de esa realidad alternativa que construye con tanto cuidado como habilidad. Contemporáneos entre sí, la sucesión de narraciones parecen convertirse en un terreno fértil donde el escritor encuentra no sólo los elementos que más adelante integrarán su obra, sino que crean un mosaico tempranero sobre su personalidad como narrador. Y es que pareciera que entre la sucesión de historia que encuentra en su recorrido por las Costas Colombianas, Gabriel Garcia Marquez se reencuentra consigo mismo, se sostiene sobre la idea esencial que después, brindaría sentido y fortaleza a su obra: El poder de crear belleza incluso desde lo aparentemente corriente. Lo inverosímil que nace de lo común.
Aún quedaban muchos años para que el escritor obsesionado por las historias de su niñez, por el color amarillo y la historia dolorosa del continente, escribiera su obra cumbre, la que le obsequiaría la inmortalidad literaria y lo transformaría en una metáfora del escritor en eterna búsqueda del sentido último de las historias que cuenta. Pero aún así, este recorrido por su obra anterior y paralela, permite reconocer ese génesis literario de donde nacería todo un Universo extraordinario. En estos impecables textos estos impecables textos -recopilados y prologados por Jacques Gilard- los ecos de los mundos venideros ya son muy claros. Y esa sensación de reconocimiento, de encontrar huellas y fragmentos de algo que después sería una gran expresión de lo fantástico y lo real combinados de una manera por completo nueva, conmueve y emociona. Porque más allá de las palabras, de las narraciones y las intenciones, Gabriel Garcia Marquez ya comenzaba su viaje hacia el futuro, hacia lo eterno, hacia el Universo repleto de personajes inolvidables y mariposas amarillas que finalmente le brindaría un lugar en la historia literaria y sobre todo, en esa idea sobre lo que se narra que trasciende la palabra y habita a la imaginación. Quizás el mayor legado de un hombre que contó historias para recordarlas y creó otras, para reflejar esos recuerdos. Un escritor devoto que creyó en el poder de la palabra y la imaginación como una única idea más allá de si mismo.
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2 comentarios:
Hola Aglaia. Por favor envíamelo. Gracias de antemano. Un abrazo. :)
veritomoreno50@gmail.com
francisco.silva1130@gmail.com
gracias!
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