jueves, 2 de julio de 2015
ABC del fotógrafo curioso: El lenguaje fotográfico y otros misterios de la propuesta visual moderna.
Hace poco, decía Joan Fontcuberta que toda fotografía es un documento destinado a ser biográfico, a pesar de las intenciones de su autor sobre lo que desea mostrar o no. Que la fotografía, como arte y técnica, se encuentra actualmente en un proceso de transformación hacia una idea mucho más amplia, que incluye lo que llama “un corpus ideológico” por completo nuevo. Para Fontcuberta, la fotografía dejó de ser un documento en estado puro — si es que lo fue alguna vez — para compartir terreno con otros valores como la conectividad, la comunicación, la intemporalidad, la banalidad. Una y otra vez, el autor ha insistido que la fotografía responde y compite con una percepción totalmente nueva sobre lo que el mundo es y cómo se percibe a si mismo y que esa noción novedosa repercute en el mensaje que se transmite — o se intenta transmitir — y el lenguaje fotográfico.
Y es que para el autor, esa construcción de símbolos y metáforas que definen un trabajo fotográfico, es quizás la única manera en que un fotógrafo puede redefinir la idea fotográfica a conveniencia. En un mundo desbordado, saturado y sobre todo redefinido a través de imágenes virtualmente idénticas, el lenguaje fotográfico es la única percepción diferenciadora sobre una propuesta genérica y una idea personal. No obstante, basados en este argumento, la pregunta que de inmediato cualquier fotógrafo podría formularse, es ¿en qué consiste el lenguaje fotográfico? O mejor dicho: ¿qué hace que una imagen sin mayor identidad se transforme en un documento por derecho propio?
El concepto ha sido debatido por décadas. Desde esa percepción de lo fotográfico como un documento de expresión personal e intima de las primeras experimentaciones sobre la técnica hasta ese documento histórico instantáneo que cambió la manera de comprender el mundo — como noción y creación de ideas — para siempre, la fotografía siempre ha sido una visión subjetiva sobre la realidad. Y no obstante, el lenguaje fotográfico parece ser algo más profundo, un planteamiento que parece resumir esa intención del autor por construir un medio de expresión propio sobre sus ideas y visiones. Porque la fotografía, como arte, es un reflejo de lo que asumimos real. Y sobre todo, de lo que creemos inmediato como forma de construcción evidente. ¿Que hace que una imagen sea un reflejo fidedigno de lo que asumimos es parte de nuestra identidad artística? ¿Que lo hace convertirse en una elaboración de conceptos profundamente asimilados? Tal vez la respuesta se encuentre en esa aseveración sobre la fotografía moderna que sugiere que cada una de nuestras fotografías son un autodocumento o más allá, que cada idea se base en la capacidad del fotógrafo de construir un forma de mirar el mundo tan intima como única. Una elaboración de la idea artística personal.
Y es que con frecuencia, el lenguaje fotográfico es una mirada a esa asimilación sutil de lo que consideramos fotografiable y fotográfico. De lo que elaboramos como discurso visual y también, de todos los detalles que pueden sostener una comprensión sobre quienes somos como creadores visuales y que nos identifica, en ese trayecto interminable sobre la razón estética de nuestro trabajo fotográfico. Tanto como si se trata de una imagen accidental como otra mucho más elaborada, el lenguaje fotográfico parece trascender esa idea de lo inmediato fotográfico para convertirse en trascendental.
De manera que, cabe preguntarse, cuales son esas nociones sobre lenguaje fotográfico que pueden beneficiarse de una reflexión profunda por parte del fotógrafo o mejor dicho, de un análisis concienzudo sobre nuestra intimidad fotográfica. ¿Que elementos pueden beneficiar a ese lenguaje fotográfico? ¿Que ideas proporcionan mayor solidez a lo que deseamos crear y construir a partir de nuestra percepción sobre la fotografía y sobre todo, el elemento autoral en ella? Quizás los siguientes:
* Crear su propia mirada sobre el mundo:
Durante la primera clase de fotografía que recibí en mi vida, el profesor me mostró una fotografía del atardecer más espléndido imaginable. La imagen mostraba un valle apacible y radiante, iluminado por gloriosos rayos de sol carmesí. Cuando todos los alumnos nos maravillamos e alabamos aquella preciosa pieza estética, el profesor sonrío.
— Y aparentemente única ¿verdad? — nos preguntó.
Todos volvimos a mirar la imagen y nos apresuramos a asegurar de nuevo que sin duda, aquella formidable fotografía era una obra visual perdurable. El profesor asintió comprensivo y luego, comenzó a mostrarnos imágenes de otros atardeceres, exactamente iguales al primero y en algunos casos, incluso más fastuosos. Pero en esencia, era la misma fotografía repetida hasta la saciedad, con los mismos elementos, bajo la misma perspectiva y construida bajo los mismos planteamientos visuales. Luego de varios minutos de contemplar aquella sucesión de imágenes idénticas, el Profesor nos mostró el grupo de imágenes — indiferenciables entre sí, convertidos en cientos de variaciones del mismo tema — y señaló la primera que habíamos visto, perdida entre una serie de apreciaciones y variaciones de la misma percepción sobre un hecho.
— La fotografía debe buscar un punto de vista personal. No imitar el popular. Hacerlo nos condena al anonimato — sentenció.
Nunca olvidé esa idea. Y de hecho, al investigar sobre lenguaje fotográfico encontré que la mayoría de las veces, un fotógrafo analiza sus ideas fotográficas a través de sus referencias inmediatas y no, sobre su punto de vista en particular, lo cual es natural dentro de todo aprendizaje. No obstante, esa mirada privada del creador visual hacia el mundo que le rodea y hacia sí mismo, es lo que le brindará una identidad única a sus imágenes. Una manera nueva de construir las ideas visuales sobre las que desea plantear su propuesta o incluso, una identificación muy concreta sobre quienes somos y lo que deseamos expresar como planteamiento estético, visual y personal.
De manera que, aunque es natural que todo fotógrafo trate de imitar ideas muy generales sobre temas Universales en el mundo visual, debe tarde o temprano, comenzar a manejar visiones propias sobre esos mismos planteamientos. En otras palabras, encontrar un modo de expresar sus ideas de manera única. Una creación visual elaborada a través de sus símbolos personales y sobre todo, que sostenga una versión privada sobre sus opiniones y reflexiones. Y es que la fotografía como creación estética, no solamente se comprende a través de lo que consideramos habitual y evidente, sino a través de esa sutil visión que hace único punto de vista.
De manera que toma riesgos, crea nuevas percepciones sobre ideas corrientes. Analiza perspectivas por completo desconocidas sobre lo habitual. Observa tu entorno no desde lo que asumes absoluto, sino desde toda esa serie de matices que te permitan brindar un rostro nuevo a todo lo que asumimos real. Cuestiónate, contradice planteamientos que se consideran válidos y encuentra la manera de comunicar lo que miras y como lo miras desde un dimensión por completo original.
* Atrévete con lo feo:
Durante años, el fotógrafo Nelson Garrido ha estado obsesionado con un concepto desconcertante sobre lo artístico y lo que podría no serlo, que tituló “la estética de lo feo”. De hecho, Garrido se ha dedicado a fotografiar con enorme frecuencia temas incómodos como la muerte, lo escatológico y la sexualidad desde un punto de vista que podría considerarse vulgar e incluso chocante, de no estar sostenido sobre un planteamiento argumental tan coherente como profundo. Para el fotógrafo, la imagen es una versión de la realidad que puede construir un ideario totalmente novedoso no sólo desde lo que consideramos agradable y más allá de eso, visualmente atractivo, sino justo lo contrario. Esa elaboración sobre lo que queremos ver y lo que construimos a partir sobre lo que expresamos como ideas básicas sobre el temor, la belleza, la repugnancia e incluso directamente, lo que nos resulta insoportable.
No se trata de una idea nueva: Amedeo Modigliano solía pintar a sus modelos desde un punto de vista muy cercano a una cierta fealdad conceptual. No sólo se trataba de la novedosa concepción del Artista sobre el cuerpo femenino — y cómo podía pintarse — sino de elaborar verdaderas elucubraciones estéticas sobre los elementos que se consideraban sexualmente atractivos. De manera que Modigliani pintaba mujeres con el vello púbico bien visible y las axilas velludas, en una época donde se proclamaba el ideal de la feminidad delicada. No obstante, esa percepción sobre la mujer — y sus implicaciones — permitió al artista construir toda una visión elemental sobre lo esencial de la belleza femenina y sus implicaciones. Modigliani no intentó ensalzar la belleza tradicional o lo que se consideraba bello en su época, sino que construyó una nueva visión sobre un tema artístico que aceptaba pocas revisiones. Un punto de vista desconocido hasta entonces que revolucionó la mirada estética sobre el cuerpo femenino y que legó al futuro una serie de cuestionamientos sobre le estético y lo sensual que aún son muy válidas.
Casi todos los fotógrafos, aspiramos a crear fotografías hermosas, visualmente correctas y sobre todo, que sea agradables a la vista de manera muy directa. Esa percepción sobre lo bello y lo estético es una característica cultural heredada de una percepción sobre lo visual como expresión de lo que considerables aceptable y lo que no. De manera que ir en contra de esa noción, nos obliga a profundizar sobre nuestros conceptos acerca de lo artístico y estético, sino que además brinda una nueva concepción sobre lo que consideramos comprensible e incluso, agradable. ¿Cómo podemos teorizar sobre lo que consideramos bello o feo si no tenemos la oportunidad de construir teorías al respecto? ¿Puede lo feo convertirse en una idea mucho más profunda que la simple repulsión? ¿Puede lo bello sostenerse sobre argumentos mucho más complejos que el hecho de coincidir con un ideal estético?
Intenta crear una idea visual que te resulte directamente chocante. Elabora una percepción sobre lo que consideras desagradable hasta lograr comprender los elementos que lo forman y sobre todo, reflexiona sobre tus ideas estéticas de manera más profunda. Te sorprenderá todo lo que podrás encontrar sobre tu concepto sobre lo atractivo, lo estético y lo hermoso y cómo puedes re definir esa percepción en algo único.
* Crea tu propio antihéroe:
Hace unos cuatro años, tomé una clase de CoolHunting — análisis de tendencias visuales — en la que el profesor me pidió fotografiar una idea que llamó “el antihéroe”, que no era otra cosa que crear una imagen a partir de una idea que no me resultara atractiva en absoluto. Lo que nunca fotografiaría. Pasé varios días obsesionada con la idea, mirando a mi alrededor y preguntándome que podia interesarme tan poco como para no ser fotografiado. Finalmente y luego de largas horas de debate interno, comprendí el juego del ejercicio y lo realicé lo mejor que pude: Fotografié un bello jarrón de Cristal con dos Flores de colores muy llamativos. Un bodegón tan impersonal que no me reconocí en la imagen. Más tarde, mientras discutíamos en clase sobre el motivo por el cual había tomado esa fotografía como mi “antihéroe”, la respuesta surgió con mucha sencillez: Había tomado una imagen que no tenía otro significado que ser visualmente correcta y bonita.
— ¿Eso no es suficiente para ti? — preguntó el profesor. Me encogí de hombros. No sabía como explicar una idea tan compleja. — No lo es — admití por último — lo que busco en la fotografía es una comprensión muy concreta sobre mi misma. Y esa fotografía no sólo no refleja mis opiniones, sino que forma parte de algo mucho más brumoso y abstracto. — ¿Carece de valor estético?
Miré la imagen proyectada en la pared. Se trataba de una imagen impecable: Había cuidado hasta el menor detalle para lograr una fotografía sin ningún detalle técnico. Y justo era lustrosa belleza genérica, lo que tanto me molestaba de ella. No había nada que pudiera diferenciarla o mucho menos, vincularme a ella. No era parte de mi propuesta fotográfica.
— No, pero no es mi valor estético. — La peor tragedia de un fotógrafo es que sólo tener fotografías genéricas — dijo entonces el profesor — y parte del quehacer fotográfico es justamente avanzar hacia una toma de conciencia de los elementos que crean lo que fotografiamos y cuanto repercute en lo que asumimos como identidad visual.
Nunca olvidé esa reflexión. De hecho, me ha obsesionado por años: con el transcurrir del tiempo he meditado sobre qué hace a nuestras fotografías únicas y sobre todo, profundamente significativas. Y he llegado a la conclusión que no sólo se trata de una percepción sobre quienes somos o como nos comprendemos, sino de cómo esa percepción nos permite elaborar nociones intimas sobre lo que deseamos expresar. Toda imagen es una recreación de los elementos más profundos de nuestra personalidad y puede mostrar lo que consideramos esencial en nuestra manera de pensar. De manera que siempre que puedas, profundiza en tus imágenes. Bríndale profundidad más allá de lo obvio. Asume el valor de crear.
* Pon atención a los detalles:
En una ocasión, decidí crear una serie fotográfica sobre la incomodidad que le produce a cualquier mujer contemporánea el ideal estético que pocas puede alcanzar. No se trata de un tema novedoso y justamente, el reto fue encontrar una manera de decir lo mismo sobre el tema que mucha gente había planteado - resulta inevitable que ocurra - pero desde un punto de vista nuevo. Por meses me fotografié, desnuda y vestida, en cientos de lugares y escenas. Hasta que encontré que no se trataba de la imagen como propuesta, sino de los elementos que la distinguían y comunicaban opiniones elementales sobre ideas muy puntuales e importantes para mi. Por ejemplo, encontré que siempre me que me sentía muy incomoda, apretaba los dedos sobre la piel o encogía los hombros. Y descubrí, que más allá de llevar ropa o no, encontrarme en un escenario específico o en cualquier otro, lo que hacia verdaderamente significativa una de esas imágenes, era su capacidad para resumir, de manera casi casual, mi incomodidad, preocupación, angustia. Incluso de reconstruir elementos tan complejos como percepciones abstractas sobre la belleza — o mi apariencia — y como coincidían con el supuesto general sobre lo que se supone es una emoción en concreto. Así que, comprendí que lo que sostiene un gran concepto fotográfico — o uno muy significativo, que son matices de una misma percepción sobre lo visual — puede ser un detalle que simbolice todo lo que fotografía puede expresar y además, sostenga sobre argumentos conceptuales el mensaje que comunica.
De manera que, analiza tu trabajo fotográfico hasta encontrar el motivo que se repite, la idea que se asume poderosa o lo que es lo mismo, el planteamiento visual que crea y sostiene lo que deseamos expresar sobre nosotros mismos. Después de todo, la fotografía es una búsqueda de elementos personales sobre lo que nos rodea y esa noción, puede además construir algo tan valioso como un elemento nuevo sobre lo que deseamos contar a través de las imágenes.
* Olvida por un momento al espectador:
Unos años atrás, debatía con alguien sobre lenguaje fotográfico e insistí, que es necesario que todas nuestras imágenes se sustenten sobre una percepción reconocible de la realidad. Mi interlocutor pareció muy irritado por esa idea y a continuación puntualizó que “incluso sus fotografías más sencillas tenían muchos favoritos en la plataforma virtual donde las incluía”. El planteamiento me sorprendió pero sobre todo, me demostró que tal vez, el nuevo replanteamiento de la imagen como una visión generalizada y sobre todo, sometida a la idea de lo popular, afecte lo que concebimos y comprendemos como lenguaje fotográfico. La gran conclusión a la que llegué luego de esa disparatada conversación — en la que mi interlocutor continúo insistiendo que no toda fotografía debe ser entendida mientras “guste” — , es que la percepción sobre lo que identifica, sostiene y sobre todo, enriquece nuestro lenguaje visual debe ser comprendido más allá de la opinión del posible espectador y sobre todo, lo que se crea a partir de esa noción de lo que se mira.
Se trata de una idea en apariencia compleja que no lo es tanto. Aunque la fotografía nació para mostrarse, no siempre debe agradar ni tampoco complacer la opinión de alguien más. De hecho, la fotografía no debe asumirse como inmediata consecuencia a lo que puede agradar y sobre todo, de lo que la hace agradable, sino de algo más esencial que ese planteamiento. Toda imagen es una reconstrucción de las ideas que se elaboran entre sí, que se asimilan como una percepción muy amplia de lo que asumimos es nuestra percepción de la estética y también, de lo que puede simbolizar. De manera que toda imagen debe sustentarse — o al menos, es lo deseable — sobre una percepción conceptual lo suficientemente sustanciosa como para brindarle profundidad. La posible mirada del espectador sólo le brindará sentido — o no — a esos símbolos y además, recorrerá un planteamiento esencial sobre lo que identifica a su autor y a las ideas que maneja. Una identidad propia por encima de cualquier opinión externa.
* En lo posible, crea:
Más de una vez, he escuchado que imitar es una manera de aprender fotografía, lo cual es cierto y de hecho, por completo válido. No obstante, insistir en sólo imitar como una forma de construir una noción de fotografía propia, no sólo nos limita, sino que además, cierra espacios sobre lo que queremos expresar, podemos comunicar y más allá, deseamos mostrar como lenguaje fotográfico. Es por ese motivo, que la imitación sólo es una parte del trayecto en el aprendizaje fotográfico. Y probablemente una que el fotógrafo debe intentar atravesar lo más rápido que pueda. La imitación no sólo aplasta la identidad fotográfica de cualquier autor, sino que limita su perspectiva a ideas elementales que podrían no sostener cualquier expresión creativa propia. A menos claro, que la imitación sea un recurso concreto al momento de crear una propuesta visual, que sin duda es otro tema para analizar.
Como siempre insisto, se trata de una lista corta, que no resume bajo ningún aspecto lo que podría integrar o formar parte del lenguaje creativo. Aún así, es una mirada más o menos profunda sobre lo que la expresión estética puede ser y sobre todo, hasta que punto puede crear un reflejo sobre lo que deseamos construir y comprender a través de ella.
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