miércoles, 26 de agosto de 2015
De la propaganda ideológica a la credulidad: Las mentiras predilectas del venezolano
Hace unos días, mi amiga J. se quejó amargamente de la larga fila que había tenido que soportar para comprar un poco de carne. Desanimada y acongojada por la experiencia, me contó la humillación que le produjo estar de pie bajo el sol durante casi cuatro horas para finalmente, adquirir una bolsa pequeña de carne de ínfima calidad. Me explicó que de pronto, la idea de la crisis nacional dejó de ser una estadística, una noticia de opinión, un debate ideológico y se volvió parte de su vida privada, un elemento doméstico que le lleva esfuerzos asimilar y que de hecho, no termina de comprender en todas sus implicaciones. Aunque me sorprendió su confesión — ¿Dónde había estado mi amiga durante los últimos meses? Pensé con cierta alarma, aunque no se lo dije — aún más lo hizo cuando añadió:
— Y saber que toda esta mierda es culpa de los “Bachaqueros”.
— Revendedores — le corregí de manera automática y casi involuntaria. Mi amiga me dedicó una mirada costernada y un poco irritada.
— ¿Cuál es la diferencia?
— La diferencia entre una y otra palabra, es que entre ambas hay un peso de culpabilidad ideológica importante — le expliqué — la palabra “bachaquero” encubre una realidad muy concreta. La palabra “revendedor” deja muy claro quien es el responsable de lo que vivimos.
— ¿Me vas a decir que la culpa no es de todos estos ladrones que están vendiendo a treinta veces su precio los productos de primera necesidad? — me dijo, ahora muy enfurecida — ¿Qué todo lo que está pasando no es consecuencia de eso?
Me quedo callada, asombrada por su argumento. Mi amiga es una mujer profesional y bien educada, ella misma suele definirse como culta e intelectual. También es una férrea opositora a las políticas gubernamentales del gobierno chavista y lo ha sido por años. De manera que no sé muy bien como interpretar el hecho que no sólo repita casi de manera espontánea el fallido argumento ideológico para justificar la escasez sino que además, asuma el hecho de la escasez y sus implicaciones, no como una consecuencia, sino la una causa de la crisis de preocupantes proporciones que padece el país. ¿Hasta que punto el discurso ideológico ha calado en la forma como comprendemos el país? ¿Hasta donde las propaganda gubernamental construye una nueva versión de la realidad que la mayoría de los ciudadanos venezolanos acepta sin mayor objeción? Me cuestiono lo anterior mientras mi amiga continúa despotricando en voz alta contra “los desgraciados que provocaron esto” y a señalando sin dudar a los “venezolanos que no les duele la patria” como chivos expiatorios de una situación insostenible. Y resulta preocupante la forma como parece convencida, con una certeza casi dolorosa, que la ruptura histórica que sufre Venezuela es consecuencia no sólo de una serie de circunstancias aisladas, sino de una especie de culpa cultural muy antigua que todo venezolano sostiene casi con torpeza. De nuevo, me asombra esa visión inmediata e incompleta de la situación que vivimos. Pero sobre todo, lo que significa de cara al análisis de lo que ocurre realmente en nuestro país.
Y es que cuando se analiza desde cierta perspectiva la situación venezolana, desconcierta el hecho que se asuma como una serie de re interpretaciones políticas y económicas que surgen al margen de quienes detentan el poder. Que la visión sobre lo que ocurre se restringa al hecho concreto y no a sus implicaciones, causas y sobre todo, trayecto histórico que permitieron — y sustentaron — su aparición y gravedad. Una serie de proyecciones y distorsiones erróneas sobre las circunstancias que cimentan una situación cada vez más compleja e imprevisible, pero que aún así, continúa siendo atribuida a variables aleatorias y lo que es aún peor, a ideas más o menos caóticas sobre lo que ocurre en nuestro país.
¿Cuáles serían las interpretaciones y conclusiones erróneas más comunes con respecto a lo que ocurre en nuestro país? Tal vez las siguientes:
* El Bachaquero o el culpable universal de los anaqueles vacíos:
Por años se le denominó “bachaqueo” al contrabando de gasolina y otros productos hacia Colombia, utilizando la facilidad de tránsito fronteriza entre nuestro país y el vecino. No obstante, actualmente se utiliza el término para describir la reventa fraudulenta de productos de primera necesidad en un mercado secundario y semi clandestino, a varias veces el precio legal que el gobierno estipula como “justo”. Una y otra vez el gobierno culpabilizó a los “Bachaqueros” de la crítica caída del abastecimiento en la mayoría de los rubros prioritarios. Finalmente, el “Bachaqueo” se convirtió en un delito a toda regla, penado con cárcel y que el Gobierno además, considera una “traición a la patria”. La versión oficial insiste en que los mermados inventarios nacionales no pueden soportar la desviación de recursos que supone la venta ilícita y que por tanto, las largas filas, el mínimo abastecimiento e incluso, la inflación que padece el país se debe al “bachaqueo”. A su vez, el “bachaqueo” crea un mercado clandestino que determina el precio de los productos en existencia, a pesar de la llamada “ley de precios justos”.
Como mi amiga, buena parte de quienes conozco también responsabilizan a los llamados “Bachaqueros” de la crítica escasez de productos básicos que padece Venezuela. Sobre todo, insisten en el argumento de que “el bachaquero” y su reventa de productos, no sólo presiona sobre un mercado deprimido sino que además, provocan que el rápido desplome de inventarios y líneas de producción que podrían solventar el gravísimo desabastecimiento. Incluso, he escuchado versiones que aseguran que la crisis podría solventarse de inmediato si llega a “desmontarse” la mafia que controla la distribución de productos e insumos que sostiene el comercio ilegal de los bachaqueros.
Resulta preocupante una conclusión semejante, sobre todo en un país que durante quince años ha padecido todo tipo de restricciones y controles en la compra y venta de productos y conoce sus consecuencias. Mucho más, siendo que la figura del “Bachaquero” resume esa noción ideológica del enemigo invisible que por casi una década y media el gobierno ha usado como justificación a su ineficacia. En otras palabras, la denominación “Bachaquero” no sólo encumbre el hecho de la reventa de productos de primera necesidad bajo control debido a la mínima producción interna sino un hecho mucho más preocupante: que el Gobierno es incapaz de estructurar un sistema económico que pueda sostener la demanda comercial y alimenticia del país.
Entonces, ¿qué es realmente el “Bachaqueo”? En general, el término desvirtúa y oculta la reventa de productos regulados de primera necesidad, ocasionado por el estricto control de la línea de producción y comercialización que mantiene el gobierno. No obstante, la reventa no es la causa, sino la consecuencia del desabastecimiento general de productos que padece el mercado nacional. Por casi diecisiete años, el gobierno expropió tierras cultivables, creó controles económicos cada vez más estrictos y burocráticos, llevó al minimo la producción nacional, destrozó infraestructura agrícola y provocó como consecuencia, un virtual colapso en la red de cultivo, distribución y comercialización alimenticia. No sólo se trata del hecho que muy poco de lo que se consume en el país se produce en suelo venezolano, sino que el ataque y destrucción a los diferentes canales de distribución y comercio, provocó la caída inmediata de los inventarios en la mayoría de los rubros esenciales. Todo lo cual provoca que la cantidad de productos que llegan a los anaqueles a disposición del público, sea ínfima en comparación a la demanda.
A eso se debe añadir que el depauperado mercado venezolano se sostiene a base de importaciones, lo cual quiere decir que realiza transacciones en moneda extranjera. En consecuencia, el férreo control de cambio venezolano no sólo disminuye la capacidad del comercio para sufragar gastos y reponer inventarios, sino que lo disminuye a niveles ínfimos. A su vez, lo poco que puede comprarse a través de la oferta en dólares, triplica su precio debido al aumento exponencial del dólar paralelo fuera del mercado oficial, único método de compra de divisas a la que la mayoría de los comerciantes tienen acceso pleno. Finalmente, todo lo anterior debe analizarse desde la caída exponencial del precio del dolar, la disiminución de reservas internacionales y el hecho que el sistema económico chavista se basa en planteamientos ideológicos, antes que financieros. La mezcla para un perfecto desastre económico y lo que resulta más preocupante, para una prolongada situación crítica con cientos de implicaciones inmediatas sobre los habitos de consumo del Venezolano.
El llamado “Bachaqueo” por tanto, existe y es parte de la situación que sufre en el país, pero no es ni mucho menos, el responsable del gravísimo desabastecimiento que se padece a nivel general. La reventa de productos — termino correcto para denominar el mercado clandestino que ocasionó la restricción de ventas de consumo — es de hecho, una consecuencia de la debacle económica que padece el país y que se acentúa con el transcurrir de los meses. No obstante, considerar al bachaqueo “culpable” exclusivo de la situación económica actual, es desconocer los cientos de factores que no sólo provocan la crisis sino que la perpetúan a través del tiempo.
* La “culpa” del precio del dólar la tiene una página web:
Hace unas semanas, alguien que conozco comentó en su TimeLine de Twitter que se debería crear una página web para contrarrestar “el monopolio de la información” con respecto al costo del dólar. Cuando le pregunté por qué le parecía de utilidad un método tan rocambolesco, me explicó que estaba convencido que la fluctuación del dólar paralelo a los exorbitantes niveles actuales, era fruto sin duda, del ciertas presiones “externas”, llevadas a cabo por “inescrupulosos”. No supe que responder.
— En otras palabras, ¿el precio del dólar lo pone alguien a discreción?
— No dudo que haya una formula para calcularlo, pero el hecho básico es que resulta más que conveniente que una página sea el origen de la paridad.
Una teoría conspirativa a toda regla. Después, leí comentarios que respondían al suyo no sólo reflexionando sobre la posibilidad, sino asumiendo que el precio del dolar paralelo era sin duda “una manera de atacar la economía”. Alguien que se llamó así mismo “ecuánime” aseguro que estaba convencido que las fluctuaciones de la moneda americana, eran un “plan” de los enemigos de la democracia para “quitarnos la oportunidad de votar”. Leí todas las conclusiones con una extraña sensación de desconcierto y algo parecido a una amarga sorpresa.
Porque, no sólo se trata que ese tipo de conjeturas demuestran un preocupante desconocimiento de cómo funciona el mercado bursátil y de divisas del país, sino porque además, exculpan de manera olímpica al gobierno de su responsabilidad directa sobre el precio del dólar paralelo. Aún peor, ese tipo de conclusiones allanan el camino a la toma de medidas mucho más duras con respecto al control de la venta de dólares y alejan la posibilidad de un mercado abierto y al alcance de todos los ciudadanos, lo que acentúan el uso discrecional y político de la venta de dólares en nuestro país.
En realidad, el precio del dólar paralelo es consecuencia directa del mínimo mercado de moneda extranjera disponible para el mercado comercial y de producción interno. No se trata en absoluto de cifras aleatorias, sino de una formula que proviene de la oferta y la demanda del dólar contra el Bolívar en un mercado libre de restricciones. A mayor demanda y muchísima menor oferta, el precio del dólar tiende a aumentar, lo que produce un dígito muy específico que se calcula a través de una formula logarítmica específica, basada en las transacciones en dólares en frontera. El calculo se realiza a diario y sobre él incide no sólo el tema concreto con respecto al valor de la moneda sino las repercusiones inmediatas del restringido mercado venezolano.
Además, está el hecho, que la única manera de obtener dólares en Venezuela de manera legal se encuentra restringidos por tres tipos de cambio ajustados a una idea política antes que financiera. Además, el hecho es que la compra y venta de dólares lleva a cabo a través de una serie de controles cada vez más complicados y sobre todo, burocráticos, que dificultan cualquier transacción basada en su precio. Además, las asignación de dólares desde el Gobierno, no responde a una política concreta, sino a una cierta discrecionalidad que evita la planificación y la organización del gasto y de la obtención de divisas de manera concreta.
De manera que, la conclusión que la economía venezolana se rige a través de una serie de parámetros espontáneos basados en páginas web u otras herramientas ajenas al poder es cuando menos ilusorio, cuando no directamente ingenua.
* La “culpa” de la inflación la tienen los comerciantes:
En más de una oportunidad, he escuchado a un buen número de compradores furiosos, acusando a los comerciantes de tener “la responsabilidad” de los altísimos precios de los productos de consumo. Incluso, alguien llegó a decirme que la ley de precios “justos” no sólo se adecuan a la “realidad” de la compra venta sino que es “necesaria para mantener” la estabilidad del país. Escuchando ese razonamiento, comprendo con claridad como es que el Gobierno continúa avanzado en sus métodos del control del consumo y lo que es más preocupante, en su evidente objetivo de gestionar e intervenir en todos las formas de comercio y producción del país de manera despótica.
La inflación, que se refleja directamente en los precios de los productos, no es fruto — ni lo será jamás — de un componenda entre comerciantes para aumentar los precios establecidos. Lo que refleja los indices de Inflación es una perdida inmediata del valor adquisitivo, que en Venezuela se traduce en una mayor cantidad de efectivo en la calle no respaldado por las reservas internacionales y mucho mayor que la velocidad de la tasa de crecimiento económico. En otras palabras: El valor de la moneda disminuye con enorme rapidez, lo que provoca que los productos y bienes de consumo alcancen precios cada vez más altos.
La depreciación de la moneda, además, no es no sólo producto de los altos precios, que en todo caso es una consecuencia, sino del hecho concreto que en Venezuela las reservas internacionales han disminuido casi un 60 % desde su punto más alto durante los dos años. No obstante, el gobierno continúa no sólo imprimiendo papel moneda que no tiene respaldo efectivo, sino usándolo para costar misiones y el salario de empleados públicos. La enorme cantidad de dinero circulante, sólo ocasiona que la moneda curso pierda valor con tanta rapidez, lo que provoca el aumento desproporcionado de precios. Por supuesto, es indudable que habrá quien aproveche la situación en beneficio propio, pero aún así, continúa siendo una consecuencia de un proceso económico y no la causa que lo provoca.
* La solución para la crisis económica es que aumente de nuevo el precio del petróleo:
En realidad, cualquier eventual aumento del petróleo probablemente se utilice para amortiguar la deuda que el Gobierno contrajo con diferentes países del Globo o para financiar nuevos métodos de populismo. El problema venezolano no se debe a la disminución o aumento del precio del petróleo — no al menos, como única causa — sino a una deficiente e irresponsable administración de los recursos públicos y sobre todo, de la ausencia de métodos y estructura económica que permita una administración eficiente de los recursos disponibles. El problema venezolano no se basa en la carencia de recursos, sino en el hecho que su distribución y control se estructura en razones políticas e ideológicas y no económicas.
Además, el dinero proveniente de la renta petrolera no es tan cuantioso como insiste la creencia popular. Al respecto, el economista Luis Oliveros es contundente en su magnifico artículo Leyendas urbanas de la economía venezolana: “Si repartimos a todos los venezolanos el ingreso recibido por exportaciones petroleras en este 2015, el número total no llega a $2 diarios. Saque la cuenta a la tasa de cambio que usted quiera, ¿con ese dinero puede usted sacar de la pobreza a alguien?, ¿cambia notablemente su patrimonio ese ingreso? La renta petrolera hoy no alcanza para todos.”
Así que no se trata de cuanto dinero dispone el Gobierno para administrar sino de cómo lo administra. Y tomando en cuenta el hecho que la llamada “Revolución Chavista” ni siquiera tiene un proyecto basado en aspectos fundamentales de la economía, resulta poco creíble que el aumento de los precios en el petróleo pudiera solventar de alguna manera la gravísima situación financiera que el gobierno atraviesa actualmente.
En ocasiones me pregunto que tan responsables somos como ciudadanos de la actuación del Gobierno. Que tanto permitimos que la idea política se inmiscuya en nuestro análisis sobre la realidad que padecemos y la conclusión es inquietante. Que tanto influye esa percepción errónea y en ocasiones disparatada sobre lo que ocurre con respecto a cómo reaccionamos y nos enfrentamos a la crisis que padecemos. Porque no se trata del hecho que la constante y ensordecedora propaganda Gubernamental ha creado una visión distorsionada sobre la situación que vivimos, sino que además, el venezolano lo asume como real. ¿Hasta qué punto la ideología de la masificación del engaño ha hecho mella en nosotros? Una pregunta para la que aún no existe respuesta y que preocupante resulta que así sea.
C’est la vie.
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