Se suele decir que Charles Maturin es una autor menor dentro de la literatura, quizás por el hecho que su obra más conocida es una rareza del gótico literario en declive o aún peor, porque su obra más conocida fue publicada durante la primera juventud del escritor. Cual sea el motivo, el hecho que se menosprecie el talento de Maturin no sólo demuestra un profundo desconocimiento sobre la trascendencia de su obra sino su aporte - definitivo y concreto - a un género literario que reconstruyó a partir de una perspectiva madura y novedosa. Charles Maturin, con su enorme capacidad para comprender la raíz misma de lo gótico, logró construir toda un nuevo planteamiento de la literatura de horror y además, dotarlo con una personalidad única. Un reflejo quizás de ese inevitable trayecto de la visión estética de una época traducida en palabras.
Porque para el año 1820, la literatura gótica se encontraba en franca decadencia. Luego de un década fulgurante, donde se convirtió en el género preferido de buena parte del mundo occidental, el género tuvo un claro declive luego que comenzara a ser considerado vulgar y repetitivo. Los elementos góticos parecían no sólo superponerse como una combinación de elementos desatinadas, sino transformarse en poco menos que su propia caricatura. Y es que durante la década de 1810, se publicaron al menos cien novelas que respondían a los tópicos habituales de un estereotipo literario que terminó siendo no sólo tedioso, sino también, ridículo. Una y otra vez, las narraciones sobre monstruos, castillos hechizados, pálidas damiselas en desgracia y villanos de opereta llenaron las librerías y convirtieron al género gótico - con toda su carga de belleza alegórica y sobre todo, su enorme cualidad evocadora - en poco menos que una parodia de si mismo. Para la segunda década del siglo XIX, la noción sobre lo macabro y lo estético pareció no aportar ninguna interpretación novedosa al mundo literario y derrumbarse sobre las bases de la popularidad que lo cimentaron por casi veinte años.
Con el declive, por supuesto, llegó el re planteamiento de la propuesta de la novela gótica. Luego que cientos de novelas de variable calidad transformaran la percepción sobre sus elementos en menos que una burla, comienzan a surgir tímidos intentos de comprender a lo Gótico no sólo como un estilo de contar historias, sino una noción sobre la historia que se cuenta. Inolvidable, el intento de la escritora Jane Austen de ironizar sobre los lugares comunes e ideas insistentes en las narraciones en su magnifica novela "Abadía de Northanger", una burla satírica sobre los elementos absurdos que se repetían sin cesar obra tras obra. No obstante, fue este reconocimiento de los elementos esenciales que sostenían el discurso gótico, lo que logró que el género comenzara a analizarse así mismo. De la sátira a la autocrítica, el Gótico avanzó hacia la percepción de sí mismo como una forma creativa y lo que resultó aún más valioso, una expresión formal literaria de enorme trascendencia. Aún así, quizás, los largos años de reiteración de elementos, habían ocasionado un daño irreparable en la noción sobre el gótico como una concepción narrativa y lo que resulta aún más lamentable, la percepción sobre la calidad y la profundidad del género como expresión cultural.
Es entonces, cuando se publica Melmoth, el Errabundo de Charles Maturin, la novela que marcaría el final de una etapa en la novela gótica en la literatura anglosajona y que reinvetaría el género desde sus elementos esenciales. Compleja, extraña y sobre todo, profundamente original "Melmoth el errabundo" tiene la capacidad de crear y construir toda una nueva propuesta sobre lo que hasta entonces había sido el gótico tardío. Eso, a través de un planteamiento que aunque mantiene buena parte de los elementos que sostienen el gótico como género, logran transformarlo en algo más. Alegórica, por momentos densa y claustrofóbica, la novela crea no sólo un tipo de terror que sorprendió a los lectores, hasta entonces acostumbrados a un tipo de narración líneal, con pocas sorpresas y sobre todo, con giros absurdos argumentales que habían terminado debilitando la visión sobre lo que lo simbólico y lo lóbrego podía ser.
Concebida como una historia laberíntica, de múltiples dimensiones y análisis, "Melmoth, El errabundo" tiene la capacidad de rescatar el terror desde el origen de su planteamiento, y brindarle una dimensión asfixiante, de enormes implicaciones. No hay un sólo elemento en la novela de Charles Maturin que no tenga un profundo significado y sobre todo, que no construya una expresión original sobre su propuesta: el escritor plantea la trama de una manera tan original que la trama se subdivide en cientos de facetas e interpretaciones, lo que la dotan de una profundidad hasta entonces desconocida. Porque el miedo no es sólo miedo, como las decenas de subtramas no son sólo repeticiones del mismo tópico. Hay una plasticidad y sobre todo, profunda comprensión sobre el hecho que describe y sus implicaciones, que Maturin no sólo logra conjugar en una perspectiva concreta, sino a través de la cual construye todo un concepto intrincado sobre lo que el terror puede ser. Y es que "Melmoth, El errabundo" no sólo reinventa la raíz del miedo sino que lo dota de una personalidad única.
Al momento de su publicación, la novela obtuvo críticas dispares. Se le consideró no sólo blasfema sino también obscena y su venta fue prohibida en la mayoría de las librerías de Londres. A pesar de eso, la novela se convirtió de inmediato en una obra de referencia literaria y convirtió a su autor, en una de las figuras más emblemáticas del agonizante género gótico. Entre críticas y halagos, la visión de Maturin sobre lo que lo gótico podía ser y podía expresar, sorprendió a un universo lector que hasta entonces, había considerado al género como una percepción menor sobre la literatura. Pero Maturin, con una comprensión de la sutileza del terror como idea, crea todo un nuevo escenario, repleto de alegorías y reconstrucciones sobre lo terrorífico y abre toda una nueva comprensión sobre lo que el planteamiento del terror como idea literaria puede ser.
Eso, a pesar que Maturin sigue en apariencia el esquema habitual de toda novela gótica: la historia no carece de elementos rutinarios y de los tópicos habituales, pero concebidos de una forma tan desconcertante, que la novela misma parece asumirse desde ese punto de vista desconocido. Lo sobrenatural, el miedo, la vulnerabilidad humana, los espacios asfixiantes y lóbregos, son concebidos por Maturin no sólo como elaboradas precisiones del Universo gótico, sino pequeñas concepciones sobre el terror. Símbolo de la angustia existencial, de los terrores discretos y la fragilidad humana que sostienen una narración cada vez más intricada, dura y aterradora. Nada es sencillo, este paisaje desigual y oscuro que Maturin dibuja con un envidiable pulso narrativo: la estructura de la novela crea una superposición de escenas y personajes en un equilibrio casi perfecto, que brinda a la historia una solidez asombrosa, a pesar que en ocasiones la obsesión por Maturin por los detalles - dedica largos y extensos capítulos a minuciosas descripciones aparentemente sin otro valor que el estético - pudiera jugar en contra de su solidez. Pero el escritor logra encontrar una manera de construir una imagen global sobre lo que cuenta que se enriquece justamente por esa concepción del detalle inherente, de la precisión de la capacidad para contar y narrar historias como elemento esencial del sentido narrativo.
Quizás por ese motivo, Maturin logró lo que a otros autores les resultó casi imposible: crear una novela que no sólo mantuviera y acentuara los elementos esenciales de un género menospreciado sino que a la que resultara virtualmente parodiar o incluso satirizar. Y es que "Melmoth, El errabundo" no sólo es una brillante concepción sobre el terror y lo enigmático, sino que además, elabora una hipótesis novedosa sobre lo que puede ser como elaboración eficaz narrativa. Maturin no sólo encuentra el punto de equilibrio con respecto a las ideas sobrenaturales que maneja sino que además, elabora incluso concepciones de matices cósmicos, que un siglo después, serían partes esenciales de las novelas del escritor H.P Lovecraft, quien siempre insistiría en la enorme influencia que Maturin tuvo en sus novelas.
Con "Melmoth, El errabundo" quizás se cierra un capítulo de lo que a la novela gótica se refiere: se insiste con frecuencia que su publicación marcó un momento de ruptura entre el antes y el después de lo que el terror esencial - disimulado y asumido como una idea primitiva al fondo de lo espiritual y lo místico - y que sin duda, fue un simbólico final para el género gótico como hasta entonces se había conocido. No obstante, con más frecuencia, se le tilda de reinvención de lo misterioso, lo que al final le brindó su merecida trascendencia: Charles Maturin llegó a convertirse en la un epítome de los escritores del género y responsable de una nueva interpretación de lo que había sido luego de años de desacralización de la literatura fantástica y su nueva interpretación victoriana. Pero más allá de eso, "Melmoth, El Errante" creó un nuevo rostro para el símbolo del miedo, una puerta abierta hacia una interpretación de lo que es quizás, la faceta más esencial de la mente humana. Un reflejo de una concepción inaudita sobre la identidad del hombre, asumida a través del terror. Lo cual es quizás, el mayor triunfo de su autor.
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