viernes, 11 de marzo de 2016

Proyecto "Un país cada mes" Marzo: España. Carlos Ruiz Zafon.,




Entre editores suele decirse, que si la primera página de un libro no te atrapa, la historia muere por simple desencanto. ¿Que ocurre cuando desde la primera linea descubres que amarás un libro para siempre? Es como el amor, supongo. Un hechizo tan poderoso que te envuelve y te roba un fragmento de tu espíritu para siempre. Así me ocurrió con "La Sombra del Viento" del escritor Carlos Ruiz Zafón:

"Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados."

Los ojos se me llenaron de lágrimas con esa frase. Y tuve la nítida sensación que estaba escrita para mi, que había sido concebida y pensada muchos años antes, para consolar un viejo dolor. Uno de la lectora niña que fui, de la devota de las palabras que creció asombrada por el mundo de las hojas abiertas.

Cuando era una niña, solía preocuparme que ocurriría con mis libros cuando no pudiera cuidar de ellos. Era una preocupación legitima, creo: eran mis más cercanos amigos, mis tesoros más queridos, mis primeros juguetes. De manera, que siempre procuraba guardarlos en su respectivo anaquel de la enorme biblioteca de mi abuela, donde tenían su  pequeño travesaño,  pensando que podrían extraviarse. O aún peor: que quizás, a alguien podría gustarle tanto a esas grandes historias como yo e intentar robarlos. Fantasias, sin duda. Pero tenían su misterio: la imagen del ladrón que se deslizaba en la oscuridad, acercándose a mi humilde colección de libros. Los iluminaría con una vela - nunca nada tan prosaico como una linterna electrica, claro - y entonces, decidiría robar alguno. ¿Sería mi edición del Principito, llena de sueños y lágrimas? ¿O esa precioso volumen ilustrado de Cuento de Navidad de Dickens que cuidaba con esmero?. Yo me robaría ese, sin duda, reflexionaba con la cabeza sobre la almohada, saboreando aquellas imágenes asombrosas en mi mente. ¿A donde lo llevaría después? No imaginaba un lugar mejor que mi biblioteca para conservar mis libros. Pero tenía ocho año y el mundo a menudo se confundía con lo que podía ver y entender.

La realidad es siempre más sencilla claro. Y la primera vez que perdí un libro, fue mi culpa. Ningún ladrón misterioso vino a robarlo: Simplemente lo olvidé en la mesa del restaurante donde almorzaba con una de mis tias y cuando quise regresar a buscarlo, no lo encontré. Lloré muchísimo. Había sido un bello ejemplar de tapa dura de Rayuela - nada más y nada menos que Rayuela, uno de mis favoritos  - y por días, sufrí con el corazón roto por haber traicionado a la historia de aquella manera. No haberle protegido del descuido, no haberle cuidado lo suficiente. Y por noches, esta vez, me pregunté donde estaba mi libro, con su rasguño en la solapa y mi nombre escrito a lápiz por algún lugar. Sentía tanta añoranza que dolía. Nunca me consolé de aquella perdida. Incluso seguía recordando el libro perdido cuando, ya adulta,  compré una primera edición de Rayuela que conservo en lugar de honor de mi biblioteca. Pero esa es otra historia que contaré en otra ocasión.

El hecho es que crecí imaginándome el recorrido de los libros que se pierden, los que se olvidan, los que van a parar a la caja equivocada un día triste, y no aparecen otra vez. ¿A donde van las palabras que nadie lee? Y nadie pudo responder mejor mi pregunta que Carlos Ruiz Zafón. Lo hizo en "La Sombra del Viento", un libro para lectores, un sueño para quienes aman la palabra tanto como para construir el mundo a través de ellas. Para esos hijos huérfanos de la palabra, construyo un monumento y le llamó: "El Cementerio de los Libros Olvidados". Desde entonces, soy devota del escritor. Amo su mundo a la manera que los ingenuos aman los sueños: con total sinceridad.

Porque Carlos Ruiz Zafón creó un Universo que se construye así mismo: Desde sus primeras historias en Marina hasta la tetralogía que empezó con "La Sombra Del Viento", el autor brinda a su mitología una vigorosa cualidad que muy pocas veces he encontrado en alguna otra historia. Porque desde los escenarios misteriosos de las casas góticas, parpadeando en la negrura de la noche, hasta las calles melancólicas de la Barcelona de Post Guerra, las historias de Zafón palpitan de pura belleza. Entrañables, poderosas, construidas con un pulso tan preciso como poderoso, se elevan en lo cotidiano para hablarnos de lo irreal. Para susurrar misterios entre las sombras de las calles olvidadas de la memoria, de esas narraciones a fragmentos que parecen recorrer las esperanzas, los sueños e incluso el temor. Laberíntico, para entender el mundo intimo construido por el escritor, hay que observar con detenimiento su propia paradoja personal:  Un lector de clásicos, pero también de comic de baratillo. Un escritor de formación, enamorado de esa dulzura de lo espontáneo, de ese juego de luces y sombras de quien escribe por amor. Más allá de lo que pueda criticarse de su obra - el costumbrismo excesivo, lo barroco que abruma - Zafón crea historias donde el lector añora perderse, que desea descubrir, que convierte en propias. Avanza, con un instinto infalible, entre los inevitables baches de ritmo y forma, para encontrar esa esencia que hace que el lector desee paladear sus palabras, disfrutarlas a la periferia misma de los enormes castillos de pesadilla y los villanos de folletín que pululan entre sus páginas. Y es que el lector termina identificándose, entregándose sin reservas a sus historias, a esa particular visión del mundo de los que aman los libros, de los que están convencidos que un párrafo puede contener el universo. Muy probablemente, es esa virtud de Zafón para sorprender, incluso en lo simple, para enamorar, aún en lo común, lo que hace sus inolvidables esas grandes épicas de lo común que plasma en cada uno de sus libros. Misterios diminutos que brillan con luz propia.

Cierro los ojos. En la oscuridad de mi mente, se abre un enorme palacio de incontables habitaciones. Las paredes repletas de libros. Una cúpula de Cristal abriéndose al cielo. El hogar de los libros olvidados, de los perdidos, de los que nadie recuerda ya. Y entre ellos, descubro mi amado ejemplar perdido de  Rayuela, en un lugar cómodo donde reposar, con sus hojas dobladas, su rayón en la solapa y mi nombre en lápiz, escrito en alguna de sus páginas. Y sonrío, gracias a la magia de un escritor que supo consolar un pequeño dolor con una formidable belleza.



Como siempre, si quieres leer las obras completas de Carlos Ruiz Zafón en formato Digital, déjame tu correo en los comentarios y te los envío!

1 comentarios:

Abrazos dijo...

Saludos, siempre es grato encontrarse con interesantes espacios de lectura e información, mucho agradecería el tener las obras completas de Carlos Ruiz Zafón en formato Digital, mi correo: shemetus@gmail.com
Un abrazo
Jimmy

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