viernes, 12 de enero de 2018

Un recomendación cada viernes: Fire and Fury: Inside the Trump White House de Michael Wolff.






El poder y sus implicaciones siempre ha sido motivo de asombro y especulación. Desde el clásico “Príncipe” de Maquiavelo, El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa hasta el escándalo que provocó la publicación del libro Primary Color de Joe Klein (publicado además bajo el anonimato y en un momento cultural especialmente complejo), la noción sobre los entresijos del mundo político suele provocar un inmediato interés, con frecuencia muy cercano a cierta fascinación morbosa. Mucho más si se trata de un líder controvertido y sobre todo, directamente polémico como lo es Donald Trump. Por ese motivo, el éxito inmediato del libro “Fire and Fury: Inside the Trump White House” de Michael Wolff resulta natural en medio de la percepción de Trump como un presidente que simboliza una evidente ruptura histórica de consecuencias imprevisibles. Con su estilo vulgar, frontal y su constante provocación desde el podium publico, la política de la época Trump tiene mucho de populismo — un término virtualmente desconocido y menospreciado en EEUU — y además, de reflejo de la superficialidad contemporánea. A un año de haber triunfado en una carrera electoral signada por el descrédito y el discurso violento, Trump se ha convertido en el reflejo de los peores dolores sociales de su país. A la medida de la repercusión de su tambaleante administración, Wolff reconstruye una figura de Trump cacofónica y cercana a la locura. Para el escritor, la descripción del mundo político bajo el puño de Trump comienza una única versión de la realidad: la del resentimiento cultural convertida en arma política.

Pero además, Wolff transforma su perspectiva sobre la Casa Blanca en un manifiesto sobre el hecho que Trump — con su directa capacidad para la agresión y su uso de lo mediático como elemento del poder revulsivo — crea un punto de vista sobre el poder espectáculo que hasta entonces, había sido un hecho minoritario en EEUU, un país en el que el poder no suele analizarse como un atributo sino más bien, una coalición de fuerzas transformadas en una línea capacidad instrumental. Se trata de un Trump que representa el triunfo de una cultura idiota, aparejada por la percepción de los límites de la transgresión aparejados a la provocación y a una vulgaridad endémica de consecuencias imprevisibles. Wolff describe a Trump desde la periferia: narra al hombre cotidiano, incómodo e irreflexivo, que se burla de los defectos intelectuales de sus propios hijos y de su yerno, Jared Kushner. Por otro lado, Melania Trump tiene una aura casi trágica, con su fragilidad, silencio y poca preparación para un cargo eventual que le sobrepasa a pesar sus buenos intentos para sostenerlo a través de buena voluntad. Para Wolff hay un elemento definitivamente inaudito y temible en el contexto de un hombre convertido en una noción persistente sobre el poder como herramienta de ataque y degradación. Una y otra vez, el escritor reflexiona sobre el papel de Trump como reflejo de una época mediática de enorme fragilidad ideológica, capaz de encumbrar a un Steve Bannon - ex asesor principal de Trump — y símbolo del pesimismo norteamericano más raso y vulgar en una imposible posición de influencia. Es el mismo Balón que golpea a Jared e Ivanka, que daba ordenes a gritos en la Casa Blanca y que además, insistía en una agenda supremacista que Trump aceptaba a medias por conveniencia estratégica. Para Wolff, historiador y escritor, Trump elabora una nueva visión sobre el miedo al poder pero sobre todo, sus intrincadas relaciones.

El libro “Fire and Fury” también analiza las tensiones étnicas — religiosas que imperan en la Casa Blanca, en medio de las imprevisibles alianzas que sostuvieron la candidatura de Trump y que resultan poco menos que imposible de sostener como mapa de ruta a través de una administración complicada. Wolff medita sobre la diatriba del Gobierno de Trump de complacer a cada una de las ramas que sostiene su incendiario discurso pero también, de mantener bajo cierta moderación las más alejadas del centro de su propuesta nacionalista y basada en una evidente mezcla de nociones sobre la Norteamérica más tradicional. Wolff profundiza sobre el hecho que Trump — nuevo inquilino de Washington pero sobre todo, una nueva figura de reconstrucción del poder como alegoría — representa una serie de corrientes invisibles que durante años medraron bajo el mundo político, mesuradas y quizás disimuladas bajo la hipocresía cultural. Pero Trump — venático, un hombre de medios sin otra experiencia política que su agresiva política de negocios — avanza hacia la profundización de una mirada a la anti política, que desconcierta por la amplia base de apoyo que obtiene a medida que hace más visibles sus intenciones. Wolff asume el reto de describir de manera pormenorizada la polarización de la provocación como política de Estado sin apenas oposición real. Para describir la situación, Wolff cita la opinión de Henry Kissinger sobre la disputa entre Kushner y Bannon como “una guerra entre judíos y no judíos”. No obstante, el dilema es mucho más que un dolor secular sobre la renuncia de Trump en aceptar puntos elementales de negociación sobre lo que considera política y lo que no lo es. Desde su manifiesta incapacidad para entender el arte de la negociación — Wolff le llama en varias oportunidades “la profunda incapacidad presidencial para en análisis — hasta la vulgaridad casi totémica del Trump esperpéntico y animal de medios, Wolff dota a su semblanza sobre el Presidente estadounidense de una mirada dura acerca de las condiciones que llevaron a Trump al poder, antes que lo que puede simbolizar por sí mismo. ¿Es Trump el reflejo de la norteamérica profunda y disimulada bajo la convicción de una notoriamente falsa imagen de un país mercadeable? Aunque Wolff no lo plantea de esa manera, el cuestionamiento acerca de un tema tan peliagudo es evidente y es parte de buena parte del libro.

Por supuesto, Wolff tiene un evidente acceso al círculo íntimo de Trump: sus descripciones de escenas específicas y sobre todo, la percepción del escritor sobre los intríngulis de la vida privada del presidente norteamericano, demuestran de manera clara que “Fire and Fury” no es sólo una investigación sobre metódica sobre hechos públicos, sino además, una reconstrucción exhaustiva de todos los elementos que sostienen a la administración Trump desde lo privado. Las escenas y situaciones descritas por Wolff (desde el interior de las diversas residencias del Presidente hasta las discusiones personales con miembros de su familia y el personal que le rodea) dejan muy en claro que para Wolff, la circunstancia que rodea a Trump es tan importante y significativa como su rostro público. En más de una ocasión, Wolff analiza el poder como un tejido conectivo que convierte a Trump en la consecuencia del contexto que le creó y le sostiene frente al poder.

No obstante, quizás una de las fallas del libro sea no profundizar precisamente en esa idea sobre lo que llevó a Trump a la Casa Blanca y le convirtió en líder de masas descontentas. A diferencia de la situación de Hillary Clinton — que representaba el poder establecido — Trump le dio forma y sentido a un movimiento específico, que Wolff no analiza lo suficiente. “Fire and Fury” insinúa que la tensión interna estadounidense desembocó en la búsqueda de un líder que derrumbara el totem del político tradicional. Aún así, Wolff es incapaz de teorizar el motivo por el cual Trump Trump a 1600 Pennsylvania Avenue y de hecho, menosprecia el lazo afectivo que nace entre el Trump mediático y su electorado. Wolff plantea una hipótesis profundamente insatisfactoria — la noción de la pobreza y la ignorancia como subterfugio político — pero a diferencia de la formidable percepción de Joshua Green en el libro “Devil’s Bargain” , Wolff no reflexiona demasiado sobre la cualidad y la consistencia del argumento del poder como reflejo de una acción de masas.

Por extraño que parezca y en medio de la elegante visión de poder llevada a la pantalla por Steven Spielberg en “The Post” — que retrata el fallido intento del gobierno de Nixon de bloquear el Washington Post y la publicación del New York Times de los Papeles del Pentágono — la versión de Wolff sobre el poder es arrítmica, extravagante y un tanto pendenciera. Pero entre ambas percepciones de un mismo tema, resulta indudable la percepción del bien y el mal contemporáneo — la raíz de la ética — y la necesaria discusión que se plantea desde el extrarradio.


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