martes, 2 de octubre de 2018
Crónicas de la lectora devota: ¿Por qué el libro “What Belongs to you” de Garth Greenwell es una mirada universal al amor? Unas reflexiones sobre la madurez espiritual y el sexo.
Con frecuencia, la ficción sobre las relaciones homosexuales, suele llevar a cuestas el prejuicio de lo clandestino y lo poco convencional, desde la perspectiva del tabú convertido en análisis sobre la identidad y lo privado. Tal vez por ese motivo, suelen reflejarse en la literatura desde el dolor, el desencuentro, el desarraigo y la tragedia. Una combinación que parece llevar implícita cierta angustia existencial y, sobre todo, una velada censura sobre relaciones que, la mayoría de las veces, reciben el incómodo epíteto de «imposibles». De hecho, la percepción sobre las relaciones románticas y sexuales entre hombres, suele asumirse desde el parámetro del miedo y la comprensión de su imposibilidad de origen, como si se tratara de una percepción a flor de piel sobre la posibilidad del desencanto. Una versión de la realidad al margen de una idea más profunda, pero sobre todo, de una concepción mucho más persistente sobre el prejuicio como valor secular.
Sorprende, que semejante criterio impere incluso en el trasfondo literario más refinado y académico. En 1999, el escritor John Updike realizó una crítica somera y muy poco benevolente sobre la novela de Alan Hollinghurst “The Spell”, en la que insistía que cualquier historia sobre el amor entre dos hombres debe enfrentar el inmediato handicap de encontrarse a la deriva entre géneros — ¿Cómo puede clasificarse una obra donde el amor no es más que una excusa para la lujuria pero no lo admite? se preguntaba el autor — sino que además, aseguraba que las historias de homosexuales no interesaba al público en general. “No se trata de nada que resulte especialmente interesante como objetivo narrativo” escribía Updike, sobre la maravillosa prosa de Hollinghurst y su recorrido por la poderosa capacidad del despertar sexual masculino. Resultó desconcertante que Updike, autor de varias novelas que utilizan el elemento sexual de manera directa y concreta, se haya quejado que en Hollinghurst utilizaba el sexo como “auto gratificación” y además, que convirtiera la historia en un juego “implacablemente gay” que carecía de todo aliciente “para cualquiera que no estuviera interesado en el tema”. Para Updike, la falta de consistencia en las historias homosexuales parecía radicar directamente sobre la imposibilidad y su completa inutilidad, al contrario de las heterosexiales, que “implican la perpetuación de la especie y las antiguas estructuras sacralizadas de la familia”.
A criticas semejantes tuvo que enfrentarse André Aciman cuando “Call me by your name” fue considerada una “fantasía sexual levemente cursi” por buena parte de los críticos, que desdeñaron la poesía nostálgica de la adolescencia convertida en un espacio de gracia extraordinaria que sostiene la obra del escritor. A cambio, el escritor contraatacó en un extraordinario ensayo y dejó claro que su novela “no pretendía redefinir el amor sino convertirlo en una versión de la belleza inexplorada”, criterio que sostiene no sólo su obra posterior sino esencialmente, el punto de vista de Aciman sobre las relaciones homosexuales. Tanto para Aciman como para Hollinghurst, el amor entre hombres tiene un dejo de autodescubrimiento, osadía y finalmente, algo muy semejante a un expresión de profunda convicción sobre la individualidad convertida en un ardid erótico y sensorial de extraordinarias proporciones.
En un espacio intermedio entre la percepción de lo erótico como puente para el autodescubrimiento planteado por Aciman y la belleza voluptuosa casi icónica de Hollinghurst, se encuentra “What Belongs to You”, la extraordinaria novela debut del escritor Garth Greenwell. Como si se enfrentara la percepción de Updike sobre el “sexo por el sexo gratuito”, la novela es una magnífica exploración sobre la fenomenología de la lujuria y algo mucho más profundo que elabora una versión de la realidad extravagante y casi dolorosa. Ambientada en la Bulgaria de principios del siglo XXI, la novela utiliza el concepto del país que debe luchar contra su reciente pasado comunista — y sus prejuicios — para comprender la forma en que se comprende la sexualidad en una sociedad en la que el sexo sigue siendo considerado tabú y la homosexualidad una forma de pecado que puede convertirse en una idea fronteriza sobre el bien y el mal. En la novela de Greenwell, el deseo gay sigue siendo un prejuicio con el cual luchar y una forma de estigma, por lo que contradiciendo a Updike, se trata de una concepción del yo mucho más profunda que la “autogratificación” y más cercana a la búsqueda de la identidad a través del cuerpo y el sexo. Para el autor, el sexo se convierte en un vehículo de expresión, de conocimiento pero sobre todo, una profunda percepción de la belleza que plasma a través de una prosa casi poética, elaborada sobre la ternura de cierta melancolía quebradiza.
Claro está, la novela también es una forma de provocación: la historia comienza con un hombre en busca de sexo anónimo y desinhibido. No obstante, el anónimo narrador recorre la ciudad de Sofía con un nerviosa mirada sobre su propia disyuntiva — ¿el deseo o la percepción de lo erótico? — hasta encontrar satisfacción al impulso primario a través de una meditada óptica sobre el absurdo de la insatisfacción y la búsqueda del placer. Cuando el personaje finalmente encuentra la gratificación, también comienza una relación misteriosa, tensa y llena de matices con un hombre que no sólo es su reflejo distorsionado sino el enigma, en medio del silencio de una ciudad extraña. Como un extranjero entre extranjeros, el personaje de Greenwell avanza hasta encontrar una percepción sobre el bien y el mal recóndito y amoral, pero también, los matices de algo mucho más vívido del sexo casual. Entre ambas cosas, Greenwell crea una atmósfera exquisita, una concepción de la ternura que resulta profundamente existencialista y sobre todo, una limpia crítica a los tabúes como elemento desigual que rige el norte y el secreto personal.
El libro, dividido en tres partes, está lleno de vívidas escenas sexuales pero también de una reflexión ponderada, ideal y madura sobre la madurez erótica y la búsqueda de la individualidad. La primera parte — titulada “Mitko” y publicada como novela independiente en el 2011 — mira al personaje principal y los comienzos de su relación con un hombre misterioso desde la periferia y cierta inquietud existencialista. Hay algo doloroso y vívido en la percepción desigual de ambos sobre lo que comparten — una especie de affaire sexual de alto voltaje con cierta conexión intelectual no del todo definida — que convierte a la narración en una búsqueda algo escueta sobre símbolos y significados personales. Se trata de un comienzo prometedor por supuesto, pero en exceso blando y que parece de hecho, sostenerse sobre la premisa de Updike de “nada de interés para el público general”. No obstante, Greenwell no se detiene en su narración profunda y melancólica y avanza en la segunda parte para llegar a la verdadera intención del libro: esa comprensión humana, despiadada y dolorosamente bella sobre las raíces del miedo, la orfandad espiritual y la búsqueda del significado intelectual. Titulada “Un Sepulcro” es la respuesta contundente a la trivialización y a la banalización de la sexualidad gay: su narración sobre su vida, percepción sobre la lujuria y la melancolía de la juventud perdida, el autor crea un marco perfecto para exponer el proceso de la verguenza de la sexualidad convertida en dolor, prejuicio y humillación. La descripción del narrador sobre su natal Kentucky establece paralelismos inmediatos con sus vivencias en Bulgaria y de pronto, la novela adquiere una profundidad que asombra por su agudeza. Todos estamos condenados a repetir el pasado, todos estamos aplastados por los ciclos incompletos creados por el dolor y el sufrimiento anónimo.
Con “Pox” — la última parte y perfecto cierre de la novela — Greenwell logra encontrar el equilibrio entre ambas cosas y compensa la versión de la realidad con una búsqueda casi natural de lo cotidiano. De la pasión desenfrenada de “Mitko” al dolor de “Un sepulcro”, el autor crea una versión de la realidad sensitiva, refinada y sugerente que elabora una concepción del amor gay por completo nueva en la literatura actual. Con su prosa vitalista, llena de una belleza desconcertante y a la vez dura — casi dolorosa — Greenwell atraviesa con facilidad el páramo de la angustia hacia la sutileza de la madurez intelectual con la vívida sensación que el mundo interno se extrapola más allá de la piel, como una forma de ternura. Con la misma capacidad para el color local y la fuerza meditada de Ben Lerner y Karl Ove Knausgaard, “What Belongs you” es una búsqueda de una intrínseca interacción entre la ternura, lo brutal de los secretos y la necesidad de encontrar un punto común entre ambas cosas.
Por supuesto, habrá lectores que insistirán que la historia de Greenwell no es del todo Universal y que Updike, después de todo tenía razón. Pero en la medida que se profundiza en la obra de Greenwell, la percepción universal sobre el amor, la belleza y la dulzura crea una concepción sobre la historia que trasciende los límites sobre lo que cuenta para crear algo más elaborado, sensitivo y audaz. Un enigma dentro de un enigma, que por supuesto, tiene poco o ninguna relación con lo que se espera de ella o lo que se supone puede ofrecer el epíteto de novela gay. Al final “What belongs to you”, es una narración que intenta analizar búsqueda de individualidad desde lo espiritual, una creación dolorosa sobre la sensibilidad y sobre todo, una crítica historia de amor. Una mezcla casi imposible que Greenwall logra con un éxito arrollador.
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